No podía creerme que Ghostface o uno de ellos me ayudara colocándome igual que un niño poniendo en la cama su propio muñequito de plomo.
-Vaya... ya decía yo que había tenido atino Lara escribiéndome el mensaje- musité cuando me quitó la mordaza y pude notar una cercanía inquietante con...
-¿Erick Hallwinter? Entonces tú eres Erick.
Me hubiera reído por las pocas luces que había tenido. Por no ver más allá y cegarme con que Anthony tenía algo que ver con los Hallwinter... o con haber dejado otros temas a medias para encima no haber podido salvar ni a Steve ni a nadie.
-Lo siento- pero en lugar de eso de gesticular torpemente u ofrecerle combos a cambio de aflojar las cuerdas del tobillo, mis ojos adquirieron un tono comprensivo. Y mis labios se cerraron sin ninguna frase elocuente.
-Sé lo difícil que es el acoso constante- aunque resultase un poco impropio, de todas las cosas que pude reprocharle, lo único que hice fue recordar aquello que el señor Oldman me contó en el hospital -Yo llevo años padeciéndolo en el instituto... y encima no conozco a mi padre -ahora sí esbocé un intento de sonrisa a la par que me separaba a rastras hacia un lado. Invitándole a que se sentase en la cama -Tú al menos has tenido suerte en eso...
Miré al armario que traté de empujar. El pesado mueble con el que le golpeé la cabeza a Riley sin querer.
-Quiero ayudarte a pararle -dije decidida. Volviendo a fijarme en la máscara - Crees que... ¿Tal vez le atraiga la idea de regresar a Anderson Creek?
Yo no conozco a mi padre. - negó con un tono algo enfadado. - Pero conozco el por qué se puso este traje. Para matar a la gente que le había estado jodiendo la vida, a las malas personas, a la lacra de la sociedad. - se alejó un paso. - Y yo vine aquí a continuar su legado y creéme que no me parece mal que mi usurpador haya vendido a mi madre, se merece pagar lo que hizo por egoísmo, pero ha matado a gente inocente y no puedo permitir que sigan pagando justos por pecadores.
Su enfado cambió a confusión cuando escuchó la propuesta de Drea. - Anderson Creek está demasiado lejos. - la idea le pareció estúpida en un principio, pero pronto cambió de opinión. - No. Tienes razón, hay un Anderson Creek, en el museo del terror. Es un sitio perfecto, ya casi nadie va por motivos evidentes y podrá cumplir su fantasía.
Se volvió a acercar a Drea, pero esta vez se puso tan cerca que esta prácticamente pudo ver el acabado de la máscara. - Cierra los ojos.
Erick Mui, ¡Joder! si luego lo pensaba detenidamente un poco, podía morir en paz explotarme la cabeza. ¿Cuántas veces me habría visto las pelis de puñalada y puñalada II? ¡Pues era su hijo!
Entre abrí los labios queriendo preguntarle sobre su relación con Lara. O el motivo para que su "impostor" socio/asociados S.L dijera públicamente que ellos eran Erick y su hermana... En serio, ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué no me encontraría tan hábil como resolviendo los crímenes de C.S.I sentada en el sofá de casa?
-¿Lo-los ojos?- pregunté con toda la máscara acaparándome la visión.
-Eh...sí. Claro- dije obedeciendo a la orden cerrando los párpados quizá incluso con demasiada fuerza.
En cuanto Drea cerró los ojos, notó cierto movimiento por la zona de la cara de Ghostface, parecía que estaba usando sus manos para algo y a pesar de que podría ser que la curiosidad le pudiera, no pudo reaccionar cuando pasó algo que quizá no esperaba y es que recibió un beso, uno bien profundo y salvaje.
En sus labios pudo notar algunos pelos, correspondientes a lo que debía ser una barba bastante arreglada y aseada. Por otra parte, en su nariz, notó un olor extrañamente familiar. Si se dejaba llevar, aquél beso sería uno muy profundo y pasional, pero si por la sorpresa, el susto o simplemente sus ganas, lo rechazaba, Ghostface tampoco presionaría más. Cuando terminó aquél beso, le quitó las ataduras con su cuchillo.
Se recolocó la máscara y Drea supo que aquella era la señal para volver a abrir los ojos. Dio unos cuantos pasos hacia la puerta. - No enciendas el móvil, ni vayas a al museo del terror. - hizo un pequeño sonido, similar a una muy breve risa. - O sí, tampoco te voy a obligar. - dicho eso, se marchó por la puerta, sin dejar ni rastro de donde podría haber ido.
Había cerrado los párpados con tanta fuerza, que bien podría haberme quedado el resto de mi vida con los ojos metidos dentro de las cuencas.
-De acuerdo- Me esperaba un golpe seco en la cabeza ¿debido a la manía de los asesinos por dejar inconscientes a sus “animalillos”?, pero… no. Para mi sorpresa o no sorpresa fallé en la predicción de Ghostface.
-Que sea rápido y conciso; que sea rápido y… -ni rápido, ni doloroso. O sea, aquello fue... ¡Mi primer beso con un chico! Y encima con el chico asesino justiciero sí, porque ya no lo consideraba tan "perverso".
Aflojé la presión de los ojos cuando noté sus labios y aquel olor tan peculiar… -yo…- ¿Le conocía? ¿Era normal que en vez de oponerme o sentir repulsa, me dejara llevar relajando incluso los dedos de las manos?
-¿Tú...?- Los segundos que alargó el momento, creí que se me iba a salir el corazón del pecho. Y sí, respeté completamente su privacidad de no abrirlos hasta que se puso la máscara de nuevo.
-E-espera- susurré, sintiéndome la enamorada de Spiderman cuando este rescata a Mary Jane y después la deja sola.
¿Sola en la casa de una casera loca?
-U....au- me dije apoyándome en la cabecera de la cama todavía con el corazón a mil. ¿Ahora qué es lo que debía hacer? ¿Dejar que intentara enfrentarse solo al impostor? ¿Buscar algún analgésico que me atenuara el dolor del costado? No tenía ni idea. Aunque de pronto, una canción se escuchó de una casa situada varios metros más abajo.
Taaaake ooooon meeeee
Take on me
Curioso, supuse -Azul, rojo, amarillo y verde- dentro de mi burbuja particular, pensé en los colores de la lista con la que Ghostface iba tachando a los alumnos que mataba. ¿Cada uno se le atribuiría a un asesino distinto? -¿Por qué me ha dicho que es la última vez que trata de salvarme?- ¿Cuáles fueron las anteriores?
Suspiré profunda… -Mierda- los pulmones se resintieron. Pero al menos me sirvió para querer levantarme e ir a ponerme una camiseta limpia que en este caso fue la que usaba para trabajar en el Angelika.
A la casa de Lara