Partida Rol por web

Los ojos de Miss Hemmens centelleaban mientras veía como algunos platos ni siquiera eran tocados. Una mirada cargada de rabia y maldad, una mirada de institutriz severa que se debate entre satisfacer sus deseos y castigar a los maleducados niños que tiene a la mesa y su obligación como anfitriona suplente.

Con su voz acerada y mirando a Dylan directamente dijo

"El postre se servirá inmediatamente, espero que sea del gusto de tan `delicados` paladares.... "

No les podía castigar pero tampoco tenía porque consentirles. El que no comiera ahora no lo haría hasta la hora del té, y si alguno se ponía insolente le daría el mismo plato que habían rechazado por la mañana. Lo que no habían aprendido de niños ella se lo podría enseñar en 3 días...

Arranquémosle los ojos...o la lengua.Puta vieja frustrada,debería follármela hasta reventarla

La voz volvió de nuevo mientras de repente en la puerta veía su sombra que salía tras el tractivo joven que había preguntado por el excusado.Maldita sea ¿es que no podían dejarla en paz ni un sólo día?

Le sacaré las entrañas y las colgaré del balcón para que se aireen como salchichones,no se merece nada esta zorra arrugada

-"¡BASTA!"-exigió a la voz.Quería cenar con tranquilidad y escuchar las conversaciones a su alrededor.Algo no le olía bien y su olfato de escritora sabía que no se equivocaba y que con un poco de suerte de allí podía sacar una buena historia

Wallace volvió del aseo con algo más de aplomo del que se fue. No demasiado más, el aplomo no era lo suyo, pero al menos la presión en la bragueta había desaparecido, el rubor de su cara empezaba a desaparecer y la determinación en mantenerse fiel a su esposa volvía a ser firme.

La señora Hemmens cabeceo ligeramente y los platos fueron retirados uno a uno de la mesa, algunos intactos otros en los que apenas quedaba una miga pero todos siguieron el mismo camino, el de la cocina.

La severa mujer carraspeó y aclaró su garganta antes de anunciar el postre

"Cerraremos la comida con el Fenix Dorado, una de las creaciones de nuestro chef." Extrañamente no entró en mayores detalles, como si los invitados no lo merecieran o temiera que si les dijera lo que llevaba no se lo fueran a comer. La lluvia arreciaba y el sonido de un rotor de helicóptero despuntaba sobre el repiqueteo de la lluvia. Un plato de postre fue servido en la cabecera de la mesa. Parecía que por fin el señor Dark iba a hacer acto de presencia.

Sir Gustave había hecho cuenta de la carne y ahora, con el sonido de rotor, decidió dejar el postre intacto hasta la llegada del anfitrión.

Quienes se sentaban junto a él les pareció escuchar "y aquí entra el zorro", pero no estaban del todo seguros de si habían de haber oído bien.

Con el postre pareció que finalmente como había prometido su anfitrión llegaba.Era un alivio verse por fin libre de la mirada acusadora que les echaba la señora Hemmens,como si fueran idiotas o algo parecido.No le gustaba demasiado esa mujer,no le parecía la más indicada para tratar a la gente

En silencio esperó su plato,segura de que sería exquisito tal y como lo habían sido los demás

Llevaba tanto tiempo sin alimentarse bien que, por muy deliciosa que fuera la comida o por muchos recuerdos de un pasado glorioso le trajeran los sabores que estaba degustando, a Felicity le costaba comer, se sentía llena sólo con el primer plato. Y eso que la carne había tenido un aspecto magnífico y lo poco que había conseguido tragar le resultaba exquisito pero, quizás debido a la historia contada por Sir Cavanough, quizás a la tormenta que ya había empezado a descargar o simplemente los negros pensamientos que iban y venían en su cabeza. Fuera lo que fuera, Felicity no prestó atención a la mala cara de la señora Hemmens y se centró en buscar ánimos, una vez más, en Daniel.

El postre llegó justo cuando el agua golpeaba con más fuerza en los cristales y sobre ese ruido, el sonido del helicóptero que se acercaba. La antigua periodista ni siquiera se fijó en la vuelta del que había sido su compañero de viaje, pensando en la pericia que debía tener el piloto para atreverse a manejar el helicóptero en aquella tormenta.

Se estremeció como si de repente hubiera sentido mucho frío e, incómoda, se removió en su silla mientras el postre se iba sirviendo. Como todo en aquella casa y sobre todo la comida que les habían dado, el postre tenía una apariencia magnífica. Ahora sí que deberían esperar pues el plato puesto ante el asiento que debería ocupar el señor Dark indicaba que él estaba a punto de llegar.

—Por fin —murmuró más para ella que para ser escuchada.

Desde los ventanales del comedor los comensales pudieron ver una figura embozada en un impermeable que se aproximaba hacia el jardín a grandes pasos portando un par de paraguas. Por su tamaño, solo podía ser Greg, el buen jardinero, pero algo lento de entendederas, que iba al encuentro de su patrón.

El helicoptero aterrizó después de sufrir un par de bandazos a causa de las inclemencias del tiempo y el zumbido de las aspas fue amainando paulativamente mientras los invitados esperaban por su anfitrión.

Daniel miró el plato con preocupación al plato y a la cara de Felicity alternativamente. La había visto en muchas ocasiones, la cara de la derrota, la cara de las dudas, la cara que la asaltaba desde que pasó aquello, pero Daniel siempre encontraba la palabra para insuflarle ánimos, incansable, a cualquier hora del día.

"Señorita Kramer, no se preocupe, todo va a salir bien. No hay mente más afilada que la suya ni encanto que le pueda hacer sombra. Hoy brillará, más que en sus mejores momentos, hoy el fénix renacerá de las cenizas con un plumaje más hermoso que el anterior." Daniel esbozó una sonrisa y emitió una pequeña risa, con un poso de tristeza "Debería estar ciego ese Dark para no proponerle matrimonio a usted en lugar de a esa arpía arrugada que ha sentado a su derecha"

Me giré hacia la ventana mientras daba buena cuenta del postre.

- Menos mal. Ya me pensaba que con este tiempo nuestro anfitrión no aparecería hasta el día de mañana. Pero veo que no quiere perderse la "fiesta".

Pienso con sorna mientras acabo el último bocado y saco un puro de mi bolsillo.

- ¿Se podrá fumar aquí? - Me pregunto mientras busco con la mirada a la señora Hemmens como esperando la confirmación por su parte.

Nadia escuchaba la lluvia repiquetear en la ventana con las manos enlazadas bajo su tripa. Sentía a la pequeña rebullir inquieta, como si percibiese la incomodidad de su madre, o quizás es que clamaba por más comida. Cuando Wallace volvió a su asiento decidió girar la cabeza para mirarlo de frente.

- ¿Se encuentra mejor? - su tono era de sincero interés. Miss Hemmens ya se había alejado de ella y sentía menos presión en el pecho. Ya les habían sustiuido los platos por el postre y el estómago, que antes se le había cerrado, ahora se relamia ante el olor del chocolate.

Y aquella composición era super cuqui, pero tenía que esperar, pues parecia que el señor Dark ya estaba allí. Y no era la única que estaba ansiosa por conocerlo. Su espalda se irguió en la silla ante la expectación de su entrada. De pronto, su mirada se clavó en el hombre del puro. Rezaba porque fuera lo suficientemente sensato como para no encender aquello delante de ella.

Sus paladares eran más refinados que el resto y tenían más experiencia para darse cuenta que el postre estaba recubierto de escamas de oro comestible. Aquel postre debía de costar más de lo que ganaban esos gañanes en todo un mes... Si supieran lo que se estaban comiendo....

Greg emprendió el regreso a la casa con los paraguas cerrados y en completa soledad. Arrastraba los pies y llevaba los hombros encorvados, como si fuera un atlas aguantando el peso del mundo, las manos metidas en su chubasquero y la mirada baja. El helicóptero despegó y la puerta del vestíbulo se abrió. Hacia allá salió corriendo con el corazón encogido la señora Hemmens, a una velocidad insólita para alguien de su edad y estatura. Algo le había pasado a su anfitrión....

Tal y como había predicho... algo iba mal. Mi reacción inmediata fue levantarme súbitamente, tanto que me entró un profundo mareo, y dirigirme a la puerta.

No sabía si era protocolario o no... pero allí estaba a apenas unos metros de Hemmens. -¿Que ha pasado?

Al verles sentados en la mesa se obligó a ampliar la sonrisa, la más grande que había soltado en todo el día aunque sólo durara una mínima fracción de segundo. No tardó demasiado en sentarse en su asiento pidiendo perdón en voz baja a los comensales de los laterales, cuidando de no arrastrar la silla para no dar el cante más de lo necesario.

Al ver su plato esperaba encontrarse la carne de nombre raro pero al parecer llegó demasiado tarde. Una pizca de enfado hacia la doncella bailó sobre su mente, causante de que no pudiera probar las delicias asiáticas que el cocinero con tan buena mano habían preparado para ellos. Tal vez luego pueda pasarme por cocina para que no tiren mi plato.- Cogió los cubiertos cuando presentaron el siguiente, una verdadera obra de arte que simplemente por la trabajada estética daba lástima comérsela.

Con la cuchara despegó un trozo pero, antes de metérselo en la boca, escuchó el motor que anunciaba la llegaba de alguien más, posiblemente el anfitrión. Un leve vistazo alrededor le hizo comprobar que el resto estaban esperando a que entraran y, por educación, dejó la cuchara a un lado y las manos sobre el regazo, carraspeando levemente la garganta a modo de disculpa por haberse adelantado.

¿Se encuentra mejor?

Escuchó una dulce voz a su lado, la mujer embarazada a la que le habían enlazado antes de conocer su nombre. Con una media sonrisa tímida, asintió un par de veces con la cabeza.

- Sí, sí, no se preocupe, todo bien. Gracias por preguntar, es muy amable.- Iba a seguir respondiendo cuando la puerta se abrió, enmudeciendo de inmediato y centrándose en la entrada. Alzando una ceja extrañado, miró de un lado a otro sin entender la repentina carrera de Hemmens, esperando un tanto impaciente a que respondieran a la pregunta que Nate había formulado.- ¿Va todo bien?

La huida de Wallace tirando de su camisa intentando tapar como se iba empalmado no pudo reprimir una cara de sorpresa del joven Dylan.- "Para que luego digan que las hormonas revueltas son cosas de adolescentes".

En verdad aquella escena había animado un poco más la comida que el relato de aquel que se jactaba de ser superior a los demás.- "Parece que James Bond va a tener amiguitos...".

Retiraron el plato sangriento de carne y colocaron una reconstrucción de chocolate, hojaldre, pan de oro, nata o crema de almendras por lo que podía ver. Las instrucciones de la ama de casa habían sido claras, el señor Dark vendría para el postre así que era lógico que lo esperásemos como hicimos la mayoría.

La llegada del hombre de pantalón travieso, y un estado relajado hizo que no pudiera contenerse y mientras lo observaba llegar a su sitio el chico soltó en voz baja.- _{No me jodas... ¿Se la ha cascado porque le han tocado?.} 

Iba a preguntarle directamente, para saber cual era el secreto de aguantar tan poco, si la necesidad o la falta de costumbre cuando la puerta se abría dejando entrar al hombre que llevó nuestras maletas algo mojado y Miss Hemens salió corriendo a su encuentro.

Dylan torció el gesto y dijo a la vez que negaba con la cabeza.- Algo no va bien...

Hallard arqueó una ceja al ver entrar de nuevo a Bullocks. Aquel individuo le resultaba un tanto extravagante, pero su última actuación lo había dejado desconcertado por completo. Se había puesto terriblemente nervioso después de que la doncella pelirroja le tocara, lo que, para él, sólo tenía una posible explicación: había ido a los aseos para masturbarse.

El británico se llevó una mano a la frente y reprimió una sonrisa, divertido. Pese a la estricta educación recibida, aquella situación era superior a lo que podía aguantar. Alcanzó escuchar las palabras que el integrante más joven de aquella mesa había pronunciado en voz baja, preguntando lo que era evidente:

No me jodas... ¿Se la ha cascado porque le han tocado?.

-Eso parece -respondió Hallard, dejando escapar un suspiro.

Observó entonces el postre que le habían servido, Fénix Dorado. No tenía mala pinta, pero el empresario inglés ya se encontraba empachado por los dos anteriores platos.

-Me temo que no comeré... -En ese instante, vio a la señora Hemmens salir corriendo, e intuyó que la situación no iba bien-. ¿Qué habrá pasado?

El mayordomo carraspeó y en su tono educado pero distante dijo a los comensales

"Por favor, permanezcan en sus asientos caballeros. La señora Hemmens enseguida les dará las explicaciones que estimen pertinentes. Evidentemente, se debe tratar de un error y el helicóptero del señor Dark debe ser otro que está pendiente de aterrizar"