Partida Rol por web

Ahora, Vorkadung tenia claro que para cumplir la misión que le encomendaron deben impedir ese ritual y destruir, si fuese necesario, el eolipilo robado.

Se queda pensando en silencio acariciando su trenzada barba mientras los demás debaten sobre la duración de la vida del prisionero, o sobre la posibilidad de modificar el plan trazado.

El orlanthi que acompañaba a los enanos y se ha presentado a la mujer como Háloric, deja de atender al caballo herido y se acerca a los hombres que amenazan al soldado.

- Yo puedo hacer que entremos. - Con la mano empuja suavemente la hoja de la espada, intentando apartarla. - No le necesitamos para llegar al interior. - afirma mientras su seria mirada la reparte por igual entre el humakti y el hombre llamado Bosporus. Se planta frente al soldado y le habla directamente - Dinos, soldado, - una palabra que suena como algo malo al ser pronunciada por el orlanthi - ¿quién vigila lo más alto de la torre? - la mirada de Hal se clava en el hombre como la de un gato sombrío en su presa. - Si quieres tener una oportunidad, vas a contarme cosas sobre las que si sabes, empezando por la pregunta que te he hecho. Quiero saber como salen y entran, desde arriba, si tú no has subido, alguien te lo habrá contado. Después nos dirás que guardias se hacen por la noche, quién está despierto y quienes o qué son esos tipos con vendajes que nunca duermen. - le arroja la avalancha de preguntas sin dejarle opción a decir nada y, cuando parece que le va a dejar hablar, le aprieta la cara con una mano, mirando en los ojos atemorizados del hombre añade - todo lo que me digas servirá para que yo consiga salir de allí con vida, si no saliera bien, ... bueno, ya no podría interceder en tu favor. Habla.

Al mercader se le hiela la sangre al oír hablar al enano y al anciano Helerlavi, y un sudor frío empieza a resbalarle por la sien. Ya no se trata solo de lidiar con un nigromante, sino con un nigromante que pretende invocar una monstruosidad caótica. En el Imperio, el Caos está siempre lejos, sometido o controlado, o siempre hay alguien que sabe tratar con la amenaza y alejar el peligro. Sin embargo, en esta tierra tan apartada, la ley universal le obliga, como a todos y cada uno de ellos, a arremangarse y lanzarse al fango para detener tal atrocidad a toda costa. Vaerles empieza a darse cuenta de que quizá no debería haber aceptado la oferta de Karrgiraz, pero ahora no hay vuelta atrás. Demonios, Vaerles, en una buena te has metido esta vez... Pero no hay vuelta atrás... -piensa para sí, con la mirada fija en el suelo.

Frunciendo el ceño, rodea a los interrogadores para dirigirse a Helerlavi, Holguer y el líder enano:

-Señores, veo que las nuevas noticias de... del compañero de... Krunk -dice pronunciando el nombre con inseguridad- nos han sorprendido a todos, pero, si lo he entendido bien, el jinete pronto habrá avisado a los suyos del ataque de los enanos y vendrán con refuerzos para eliminarlos. No podemos quedarnos aquí. Hay que moverse. Podemos interrogar al prisionero en otro lugar -les apremia-. ¿Vamos a la cañada? Soy más hábil hablando que luchando, pero haré todo lo que pueda para detener esa invocación.

El viejo uroxi parece estar impacientándose con tanta cháchara. Se diría que el desarrollo de los acontecimientos y la llegada de las alarmantes nuevas ha acabado irremisiblemente con su aparente frialdad.

- ¡Movámonos de una vez! - apremia a todo el grupo - Lleváos al prisionero para interrogarlo en la cañada si así lo deseáis, podemos postergar su destino... - concede al final, casi con reluctancia - Yo por mi parte debo acompañar la comitiva fúnebre para convocar el Consejo.

- En las almenas de la torre siempre hay un par de vigías y la puerta de acceso se cierra por dentro, así que hay que llamar para que te abra el centinela de la puerta o esperar el cambio de guardia para bajar de ahí. Un retén de relevo de otros seis soldados está también en una habitación de la planta baja, turnándose con los tres de arriba cada dos horas. Si es de día, dos de esos seis están en la puerta de entrada de la torre. Los "vendados" son criaturas de los monjes, sus familiares, sus esclavos... no lo sé. Pero no son humanos, desde luego. No comen, no hablan, no duermen... deben ser muertos vivientes o algo peor. Los monjes los mandan hacer tareas sencillas, casi siempre de vigilancia en sus aposentos o en la salas prohibidas o transportando cosas pesadas.

El mercenario había empezado a parlotear sin parar ante las preguntas de Hal, cuando Holguer apremia a que se disuelva la improvisada reunión, ampliando la vida del soldado unas horas mas y haciendo que este suelte un resoplido de alivio.

Asiente el capitán de los enanos a las palabras de Holguer, que escuchaba atento las indicaciones del mercenario capturado y anotaba los detalles en su memoria, de cara a planear un posible combate en la torre.

- Está bien, muchachos -dice dirigiéndose a sus camaradas enanos- volvámonos a la cañada y preparémonos en el abrigo rocoso. Haremos un fuego grande en la entrada para que nos vean los de la torre.

Antes se vuelve hacia los ancianos.

- No olvidéis mantener a un vigía atento a la torre para que no nos pille a ninguno por sorpresa un eventual ataque...

El hijo del difunto de cuerpo presente, tira de las riendas de su caballo.

- Vamos, es hora de honrar a mi padre. Mi familia y los colonos que mi hermano haya podido reunir deben estar ya impacientes en La Colina.

Y mientras los enanos descienden con el prisionero hacia la Cañada de la Serpiente, la comitiva funeraria continúa hacia la Colina...