Partida Rol por web

Gábriel comienza a seguir a las dos carretas y sus escoltas cuando ya solo son un punto en la lejanía asegurándose así de que no sea sencillo verla: ella puede atisbar las voluminosas carretas y a los ocho jinetes a más distancia que ellos puedan divisar un jinete solitario siguiéndoles. Horen se mantiene más atrás, pero no demasiado lejos, de forma que puedan hablar y escucharse si levantan la voz, y nunca la pierde de vista.

El camino que llevan las carretas parece que les conducirá al final del día a las estribaciones de la cordillera que discurre paralela a las Montañas Petrificadas formando el valle. En esa dirección tan solo se aprecia una granja, ya casi en la falda de las montañas... ¿será ese su destino o irán más allá?

Pero entonces, al mediodía cuando las carretas se detienen un momento para hacer un descanso, Gábriel se fija en algo que hay en una de las montañas menores que hay justo en las estribaciones de la cordillera: una torre solitaria erguida sobre las rocas más altas de la montaña. La torre está aún demasiado lejos, puede que a doce o quince kilómetros, pero al final del día podrían llegar a ella si continúan con este ritmo de marcha y no se desvían.

Cuando las carretas se ponen en marcha de nuevo, no pasan ni dos horas cuando enfilan hacia la montaña donde se eleva la torre y dejan de lado la granja solitaria que hay unos kilómetros antes de llegar a ella, evitándola.

Parece claro que antes del anochecer llegarán a la torre. Gábriel y Horen deben decidir si les seguiran hasta la misma torre para examinarla de cerca o se dirigen al este, a la supuesta taberna que decían que había junto a una serrería en los lindes del bosque para informar al resto. O tal vez podrían acercarse a la granja primero y tratar de informarse.

Psss, ¡eh, pelirroja! -susurra Horen lo suficiente para que la cazadora pueda oirle- ¿Qué piensas hacer? No conoces a la gente de por aquí, y no sabes si esos granjeros serán aliados o no, así que no es buena idea levantar sospechas, ahora que estamos tan cerca. Por ahora no nos han visto, pero desde lo alto de esa atalaya podrían ver a un jinete a kilómetros de distancia sin ninguna duda. ¿No crees que sería mejor volver para informar?

No es que Horen tenga miedo de la resistencia que pueda encontrar, en absoluto, pero tampoco es un guerrero estúpido. Siempre supo estudiar a sus enemigos en la arena para comprobar sus vulnerabilidades y acabar los combates rápidamente... aunque esto causara malestar entre los asistentes al espectáculo. Y ahora, Horen sopesa despacio y con calma -la que pierde al ver la sangre- sus posibilidades. O espera, ¿no podrías rezar a tu diosa para detectar enemigos o escuchar palabras lejanas?

- ¡Shhh! - pide silencio la cazadora mientras le hace un gesto con la mano -Ya sabemos que camino han tomado. Volvamos ahora a la taberna a avisar al resto - le dice lo más bajo que puede - Y ahora haz el favor de cerrar la bocaza - piensa. Así que Gábriel a lomos de Sombra da media vuelta para regresar - Parece claro que pasaran la noche en la torre... -

Quedan pocas horas de luz, así que es seguro que no llegarán hoy a la taberna que les indicaron que habría en las lindes del bosque y a la que sus compañeros se han dirigido. El frío sera intenso dentro de poco y tendrán que acampar en algún abrigo rocoso y encender un fuego para no morir de frío... y ese fuego sin duda se verá desde la torre a menos que encuentren una cueva o similar.

- Tendremos que ir andando para que no nos vean - le dice a Horen - Debemos llegar lo antes posible - La cazadora desmonta de Sombra para ir andando y saca de su mochila la manta. Se la echa por encima para intentar resguardarse del frío de la noche.
 

- ¿Y no habría sido más efectivo hacernos pasar por cazadores que se han desviado demasiado buscando a su presa, y acercarnos con la excusa de alojamiento a cambio de una pequeña compensación a los granjeros de ahí delante? La noche será dura.

Horen sigue explicando sus inquietudes a la cazadora. Si pretenden llegar hasta la posada, van a tener que andar a paso ligero para entrar en calor. Como la mujer no parece acceder a ese plan, Horen se abriga lo mejor que puede con sus ropajes de lana y se prepara para empezar la marcha.

Gábriel ignora altivamente al guerrero y sus comentarios, y este se resigna a seguir adelante con el pensamiento de que pasar la noche gozando de la hospitalidad de los cercanos granjeros podría haber sido más sensato, amén de cómodo y cálido.

Sea como fuere ambos desmontan en la oscuridad de la noche para guiar a los renuentes caballos por la fría intemperie en dirección este, a la masa oscura del bosque que se perfila a casi media jornada de viaje.

Las horas transcurren y las vaharadas de los caminantes y sus monturas son cada vez más densas. Los caballos relinchan molestos con las pezuñas congeladas, y los humanos que les llevan de las riendas no lo están pasando mucho mejor. El duro gladiador parece resistir mejor que la mujer los rigores del viaje nocturno y Gábriel comienza a toser durante el trayecto. Levemente al principio, pero violentamente y de forma constante ya al final del camino, cuando de madrugada llegan al lindero del frondoso bosque que se halla en mitad del valle. Siguiendo el lindero por su lado sur, llegan pronto a donde se arremolinan varios edificios de aspecto más bien destartalado.

Gábriel está congelada, y después de dejar a Sombra junto al resto de animales, llama despacio a la puerta para que les dejen pasar dentro. La mujer esperará unos segundos a que le abran. Lo más lógico es que sus compañeros hayan avisado al posadero de su llegada. Si no escucha movimiento en su interior, volverá a llamar un poco más fuerte, y si siguen sin oirle gritará - ¡Abrid la puerta. Somos nosotros! - para que se despierten.

Horen le tapa la boca a Gábriel amistosamente, y se lleva el dedo índice a los labios. Junta las palmas de las manos y las pone bajo su mejilla, mientras inclina la cabeza. Estarán durmiendo. Tampoco hace falta que despiertes a toda la aldea. Le susurra. Si no hay movimiento, mejor entrar con calma y sin hacer mucho ruido. No conocemos a esta gente ni sus costumbres.

A continuación, recordando a cierto hombre bien plantado que llamó la atención de la cazadora, Horen rodea con su manta y sus pieles el cuerpo helado de la mujer. Eres como todas las orlanthis. Demasiado orgullosa para mostrar debilidad. Eso te honra, pero en ciertos momentos has de aprender a pedir ayuda, pelirroja.  A continuación le guiña un ojo. Y si necesitas más calor, ya sabes que puedo ayudarte. Dice soplándose las manos, tratando de calentarlas en vano. Después de esperar un rato, Horen le indica que va a echar un vistazo y busca alguna ventana cercana o algún hueco en la madera para ver si hay alguien en el interior.

Horen escucha ronquidos en el interior y por una rendija de la puerta logra ver, en la penumbra iluminada tan solo por los rescoldos del fuego del hogar ya apagado, unos cuerpos tapados con mantas descansando en unas literas adosadas a la pared izquierda. Luego se oye el arrastrar de unos pasos aproximándose a la puerta y una pequeña sección cuadrada de la misma se abre dejando ver una fea cara malhumorada y soñolienta que les echa un vistazo y luego abre murmurando algunos improperios.

- ¿De dónde infiernos salís vosotros en plena noche?, podríais haber muerto ahí fuera... -dice cerrando rápidamente la puerta por la que se cuela un viento helado.

Enciende los rescoldos de la hoguera con algunas ramas secas y una pieza de leña.

- En fin, sed bienvenidos... os traeré algo de caldo para que lo calentéis y procurad no despertar a los otros huéspedes. Podéis acostaros ahí...

Se detiene al levantar la vista y observar a Gábriel a la luz de la hoguera recién encendida, visiblemente impresionado por su belleza. Durante un instante esboza una sonrisa lasciva que muestra unos dientes sucios, pero luego mira a Horen y se le hiela la sonrisa en la cara.

- Bueno... os traeré... la sopa. Sí. Por cierto, serán seis monedas de plata por la cena y el alojamiento.

El interior del local no es precisamente acogedor, pero al menos se está caliente. Casi todo es un espacio diáfano, con literas a la izquierda para que duerman, sin intimidad alguna, al menos ocho o diez personas. En ellas están descansando precisamente los compañeros de Horen y Gábriel. En el centro de la estancia hay un espacio para las hogueras donde se cocina, y a la derecha unas mesas y sillas contra la pared, donde se han sentado a esperar la sopa. Al fondo hay lo que parecen ser las únicas habitaciones separadas. Por lo que se ve una es una despensa ya que el posadero entra allí y sale con un caldero para ponerlo al fuego, y otra parece ser la propia vivienda del posadero, pues se dirige allí a acostarse en cuanto les ha servido.

La tercera habitación, construida de buena madera cepillada y barnizada, y con adornos rúnicos en la puerta, no tienen ni idea de a quién pueda pertenecer.

- Bueno, os dejo con la sopa caliente... y me voy a la cama otra vez, a ver si hoy pudiera dormir. Acostáos sin armar mucho ruido... y nada de... bueno ya sabéis... hay más gente ahí durmiendo y si os ponéis a... eso... aunque si no hacéis mucho ruido a lo mejor... bueno, os dejo que quiero dormir un rato antes de que amanezca, y ya falta poco.

El posadero se retira y echa una mirada sobre su hombro a Gábriel una vez más antes de meterse en su habitación, que deja algo entreabierta...

El pequeño enlo ha observado la llegada de Horen y Gábriel desde una esquina, sumido en las sombras sin ser visto...

La cazadora agradece el calor que desprende la hoguera, y se acerca a ella, intentando no hacer demasiado ruido ahora que ya está refugiada del frío. Ni siquiera hace caso de las especulaciones del posadero sobre Horen y ella, pues se limita a tomar la sopa y a entrar en calor, eso sí, con el fulgor de la fogata y no de ningún otro modo, para eso ya están las ulerianas...

La mujer elige uno de los camastros vacios, y todavía temblorosa se introduce en él. Acto seguido se tapa hasta arriba con la manta, esperando a que amanezca un nuevo día.

Ambos se meten en la cama y casi de inmediato el sueño cae sobre ellos. Cuando despiertan por los ruidos de sus compañeros al levantarse con el alba, apenas han descansado.