Seis duras jornadas de camino hacia el norte les llevan a las estribaciones de las montañas Petrificadas Occidentales, justo en el punto en el que comienza el valle formado por otra cordillera que dicurre paralela algo más al oeste, dejando una franja de territorio de unos treinta kilómetros de ancho entre ambas formaciones montañosas. La cordillera situada más al oeste tendrá poco más de cien kilómetros de longitud en dirección noroeste, así que el territorio conocido como Karia se extiende por un valle de unos treinta kilómetros de ancho por algo más de cien de largo.
Se trata de una tierra largo tiempo abandonada, ocupada ancestralmente por los kivitti, una tribu de hombres primitivos cuyo animal totémico eran grandes elefantes. El castillo de Kartolin al oeste, en el paso hacia Dorastor, se construyó para proteger el puerto de sus ataques. Pero los kivitti fueron exterminados por Arkat hace siglos y desde entonces nadie ha habitado por estos lares, pues el temor a los bandidos y a las criaturas del Caos que pudieran merodear cruzando desde Dorastor ha tenido a todos alejados de estas tierras.
Sin embargo, a la vista está que la colonización se ha terminado imponiendo: en la distancia se observan aquí y allá granjas entre las colinas y arboledas, solitarias columnas de humo procedente de hogares defendidos por gentes duras procedentes de las tribus bárbaras de Delela, o en menor medida, de las ciudades ribereñas algo más al suroeste.
El guerrero se detiene en su montura al alcanzar la cima de una colina desde la que el terreno que les espera se observa con cierta claridad.
- Allí, en las estribaciones de las montañas situadas al oeste, a un día y medio de camino, se levanta la torre de esos meldek -señala con el brazo extendido. Y allí, -dice señalando con más precisión una granja más cercana a las Montañas Petrificadas- la granja de los Palgrem, los únicos en los que confío. Podríamos llegar allí al atardecer y enterarnos de las nuevas de estas semanas antes de dar el siguiente paso. ¿O tal vez prefieres ir primero a ver a ese tal Samaliman el Compasivo con tus propios ojos?
Sonriendo ampliamente a su nuevo hermano de armas, con lo que su avejentado y curtido rostro se convierte en un auténtico mar de arrugas enmarcado en cabellos y barbas encanecidos, el viejo Holguer contesta con buen humor:
- Sin duda lo mejor será que nos informen de todas las nuevas que hayan podido suceder desde que partiste de Karia, amigo Sökendal – susurra con su voz cascada, como tiene por costumbre… aunque constituya un rasgo harto inusual entre los vociferantes uroxis – Estamos embarcándonos en una gran cacería, una singularmente peligrosa… y lo último que nos conviene es alertar a la presa antes de tiempo, o adentrarnos en su cubil sin haber estudiado bien el terreno.
En la interminable cruzada contra el Enemigo en que ha convertido su vida entera durante las últimas décadas, desde la lejana pero muy presente desgracia familiar que marcaría su existencia para siempre, Holguer ha colaborado hombro con hombro con muchos hombres leales y valientes, dignos de pasear eternamente por los campos de la Otra Vida en compañía de sus dioses. Pero de forma ineludible, casi todos se le han adelantado en cruzar ese umbral. Espera con toda sinceridad que en esta ocasión sea diferente.
Y con algo de suerte, será el bravo Sökendal quien celebre las exequias por su muerte en combate. Una muerte digna de Urox, espera. Así que más le vale llevarse bien con él, si aspira a que entone unos versos decentes en su panegírico. Ojalá ese día esté inspirado y las palabras fluyan a sus labios desde el corazón, como debe ser, pero pasando antes por la cabeza. Ya ha presenciado despedidas lamentables para hombres memorables, cuando la única poesía que acude a la boca de los compañeros que le sobreviven es un triste “murió bien”. Tampoco es que le quite el sueño, los uroxis son guerreros y no bardos, pero vamos, le gustaría que le despidieran con un poco más de estilo… y Sökendal tiene buen verbo. Pero bueno, el futuro aun está por escribir...
El camino hasta la granja de Palgrem se hace corto, pues con los nervios los jinetes avivan el paso de sus monturas y las llevan al trote largos trechos en los que el terreno es favorable. Todavía no se ha puesto el sol cuando el olor a carne a la brasa inunda las fosas nasales de los guerreros al llegar a las inmediaciones de la granja. Es una casa larga típica orlanthi, pero construida de forma extremadamente sólida y compacta, bien cubierta con tierra por todos lados y sin ventanas, sacrificando todo lo sacrificable por la seguridad. Las únicas aberturas son la pequeña chimenea central y la estrecha puerta de dintel bajo que obliga a agacharse para entrar, ofreciendo un blanco facil a unos defensores bien apostados en su interior. Es una casa pequeña, que obviamente solo puede dar cobijo a una pequeña familia. Los Palgrem no deben ser una familia poderosa en la región.
Cercano al edificio principal hay un corral donde pastan tres vacas de frondoso pelaje y un toro de largos cuernos. Anexo al corral hay un granero que seguramente da cobijo a los animales y almacena provisiones. No mucho más lejos se encuentran las tierras cultivadas, de no mucha extensión, pero sí de cierta variedad de hortalizas: ahora en la estación oscura se dejan ver habas, lechugas y nabos.
Cuando ya están cerca, un hombre armado sale del interior y permanece unos instantes en el dintel de la puerta, hasta que parece reconocer a Sokendal y entonces deja ver una amplia sonrisa. Se vuelve y parece hablarle a alguien en el interior de la granja antes de caminar al encuentro de los jinetes. Mientras lo hace, una joven mujer se asoma por la puerta y también sonríe al ver a Sokendal.
El hombre lleva la cabeza prácticamente rapada y una barba poblada conforme se acerca a la barbilla, que adorna con un par de trenzas.
Saluda levantando la mano derecha tras envainar la espada y deja su escudo apoyado en la cerca de los animales.
- Vienvenido Sokendal. Han pasado lentas las semanas, pero los gélidos vientos te han traído de vuelta al fin.
Luego se queda mirando al curtido guerrero que acompaña a su amigo, esperando una presentación.
Sokendal saluda a su amigo estrechándose el antebrazo mútuamente y palmeándose el hombro.
- Sí, los vientos nos han sido favorables Palgrem, pues este hombre santo que me acompaña es Holguer, Khan de las Tempestades, paladín de la lucha contra El Enemigo, la mano de Urox en este mundo. Él aportará la sabiduría y liderazgo que necesitamos para desenmascarar los misterios que nos acechan y decidir cómo enfrentarlos.
El hombre estrecha el antebrazo de Holguer con el brillo de la admiración en los ojos.
- Es un honor invitaros a mi casa, poderoso Holguer. Que la furia del Toro quede afuera cuando entres en mi morada para compartir nuestra comida y el calor del hogar.
La fórmula de cortesía para los temperamentales adoradores de Urox es pronunciada con el máximo respeto y deferencia.
- ¡Pero apresurémonos a liberar de las sillas a los caballos y meterlos en el establo para poder degustar la carne que Ernaldora ya tendrá casi a punto!, cuando os he visto llegar le he dicho que ponga otra pierna en las brasas y caliente más vino...
El viejo guerrero contesta con satisfacción a la ancestral fórmula de cortesía theyalana:
- Acepto la hospitalidad que conmigo compartís, os brindo respeto y honraré el techo bajo el que me cobijáis.
Es bueno que esta gente siga las viejas tradiciones, eso demuestra que se puede confiar en ellas. Aun tienen presente cómo se espera que deba ser el mundo y cómo han de comportarse los hombres de bien.
Pero hay muchas cosas urgentes y preocupantes de las que ocuparse, así que haciendo gala una vez más de su estilo directo, formula sus preguntas tan pronto como han acondicionado las monturas y entran en la casa larga:
- ¿Ha habido alguna nueva con respecto al tema que me ha traído aquí? – inquiere con tono sombrío – ¿Sabéis algo más acerca de esos meldek que ocupan la torre reconstruida?
A la luz del hogar y de un par de lámparas que iluminan el interior de la oscura vivienda, la conversación en seguida es conducida por Holguer hacia los meldek, y Palgrem frunce el ceño.
- Aquí estamos lejos de su torre, prácticamente a un día de camino, o medio si uno espolea el caballo, así que solo me he acercado por la zona una o dos veces por semana. Encargué al viejo Helerlavi que les vigilara, es el que tiene la granja más cercana a esa vieja torre y es un hombre de confianza -le aclara a Holguer-. Según me ha contado salieron un par de carretas primero, y luego, cuando regresó la primera de ellas, partieron otras tres. Esas son las que tú verías preparándose hace ya varias semanas cuando decidiste que te marcharías al sur a buscar ayuda y consejo. Los cinco lugartenientes de ese brujo, o lo que quiera que sea, se han encargado personalmente de ir y venir con esas carretas, así que lo que quiera que les haya encargado debe ser lo suficientemente importante como para no dejarlo en manos de los mercenarios solamente. En las dos primeras carretas salieron esa mujer tan bella -se le escapa una fugaz mirada de reojo a su esposa Ernaldora- y el hombre del pelo blanco y los ojos claros, el que da escalofríos cuando te mira. Luego de las otras tres se encargaron los otros tres hombres de confianza restantes. Fui a su granja por última vez hace cinco días, y me confirmó que la segunda carreta también había vuelto la semana anterior, pero sin jinetes. La carreta la conducía el del pelo blanco y parecía haber sufrido algún tipo de ataque, pues había varias flechas todavía clavadas en la carreta. Los otros tres que partieron después con las otras carretas no habían vuelto.
Da un largo trago de vino caliente y clava la mirada en Sokendal.
- Pero eso puede haber cambiado. Hace tan solo dos días pasó por aquí uno de los hermanos Umathor a traerme el cargamento de tablas que habéis visto en el granero. Voy a ampliarlo en la próxima estación... El caso es que me dijo que antes de partir hacia aquí vio que por el camino del sur venían mercaderes hacia la taberna, lo cual es raro en esta época del año. Así que sospecho que también han regresado los otros tres lugartenientes...
Sokendal le aclara a Holguer ciertas cosas antes de emitir una opinión
- En el centro del valle, junto al frondoso bosque que hemos visto, hay una serrería que llevan dos hermanos: Galen y Broram Umathor. También hay y algunas cabañas de tramperos que viven de lo que da el bosque, y hace cosa de un año, Jorhen, un tipo de Borin que deduzco que viene huyendo de algún problema de su pasado, construyó una destartalada taberna. La única de toda la región. Los mercaderes suelen parar ahí cuando llegan del sur para luego hacer una ruta por las granjas ofreciendo sus bienes. Muchas veces, cuando se corre la voz de que han comenzado a llegar, son los granjeros más cercanos los que se acercan a la taberna, lo cual ciertamente ha hecho prosperar a Jorhen.
Hace un gesto con la mano en el aire como si pudiera apartar la cuestión de la que está hablando y pasar al otro asunto más importante.
- Pero vayamos a lo que nos interesa. De los veinte jinetes, cuatro no han vuelto. Y quién sabe si de los otros doce que quedan por llegar también han caído algunos. O con suerte alguno de los lugartenientes. De todas formas siguen siendo muchos para que tres hombres se enfrenten a ellos. Hay que levantar a los granjeros y unirlos contra estos hijos del diablo, pero para eso hay que mostrarles su naturaleza maligna, que alguien como Holguer les convenza. ¿Qué podemos hacer Holguer?, ¿partimos mañana a la taberna de Jorhen para informarnos de cuántos han vuelto?, ¿tratamos de convencer con tu ayuda a algunos granjeros de los alrededores?...
Tras guardar un largo silencio con el ceño fruncido y mesándose las barbas, el Khan de las Tempestades se decide por fin a hablar. Y es mucho lo que tiene que decir:
- Habéis acudido a mí para solicitar consejo y beneficiaros de mi experiencia en estas vicisitudes – empieza a exponer para justificar lo que vendrá después – Sin embargo, el reto que se nos plantea es muy singular, pues esta vez no nos enfrentamos a una bestia caótica salvaje, como un Jack´Oso o un Pulpandante… ni siquiera a una manada entera de broos ferales… – les hace ver antes de embarcarse en el asunto – Por el contrario, nuestro rival va a ser mil veces más peligroso, pues se trata de meldeks, la más sofisticada forma de corrupción moral de las gentes civilizadas… Sökendal percibió en ellos la contaminación del Enemigo y no me cabe ninguna duda al respecto de su vileza - reconoce con una inclinación de cabeza - Pero están perfectamente organizados y coordinados, además de haber tenido tiempo de asentarse en un punto bien fortificado, por no hablar de que seguramente ya habrán envenenado la mentalidad de algunos lugareños con sus arteras mentiras y falsedades, como compasivos y generosos portadores de orden y seguridad…
Todos pueden ver la verdad en las palabras del veterano guerrero, pero pronto podrán constatar también la astucia del viejo cazador:
- Por todo esto, al tratarse de una amenaza tan compleja, exijo que mis indicaciones se sigan de forma estricta, como si desde este mismo momento hubiéramos entrado en una guerra, declarada por el consejo de vuestro clan – advierte – Nadie discutirá nada, nadie hablará de esto con ningún otro hasta que yo lo indique, ni se embarcará en ninguna iniciativa que yo no haya autorizado explícitamente – hace un alto mirando fijamente a sus interlocutores, directamente a los ojos, tal como debe hacerse, hasta que estos asienten aceptando sus términos – Lo primero que debemos tener claro es que los meldek sin duda tendrán puestos sus ojos y sus oídos en la taberna de ese tal Jorhen, estuviese o no el propietario aliado con ellos… pues así es como piensan las corruptas gentes civilizadas. Ellos siempre vigilan los centros de reunión de una comunidad, pero no ven a quienes se mueven en la periferia. Y por eso no vamos a acercarnos por ahí en ningún momento, pues no deseo revelar mi presencia hasta que sea oportuno.
El anciano se demuestra prudente y taimado, mucho más de lo que cabría haber esperado de cualquier otro uroxi…
- De todos modos, quiero echar un vistazo de cerca por mí mismo a esa torre, así que nos acercaremos a la granja de Helerlavi ataviados como granjeros, sin armas ni armadura, para poder recabar información – indica con un gesto que evidentemente implica a Palgrem pero excluye a Sökendal, por ser ya conocido por los meldek como un guerero uroxi – Intentaré reunir argumentos para después presentarlos ante los hombres libres, que reuniremos en un consejo secreto para levantarnos en armas… pero estoy pensando que podría irnos muy bien tener algún prisionero al que interrogar y el hecho de que algunos carros aun no hayan regresado nos podría proporcionar una oportunidad excelente de atacarlos antes de que lleguen, incluso podríamos aprovechar la circunstancia luego para hacer salir a algunos guardias fuera de esa torre, donde disfrutan de una enorme ventaja táctica… y los emboscaríamos en algún lugar que resulte adecuado, tal vez un bosquecillo cerrado o alguna cañada, donde sus caballos no supongan ninguna ventaja – pueden ver que la mente del viejo guerrero trabaja sobre puntos diáfanamente claros – Pero todavía es pronto para ultimar ese tipo de detalles, por ahora nos centraremos en tres cosas: dadme toda la información posible sobre ese tal Samaliman y todos sus lugartenientes, luego comprobaremos cuantos de los suyos están aun ausentes… y realizaré una batida por los alrededores para familiarizarme con el terreno circundante, para poder sacarle el mayor partido cuando por fin llegue la hora de combatir – y concluye – Porque aquí sólo puede haber un final, cuando esa torre maldita esté humeando reducida a escombros y cenizas…
Como buen uroxi, Holguer demuestra tener las ideas absolutamente claras.
Lo mejor que hay: las ideas pocas y claras! ;P
Palgrem asiente y mira a Sokendal tragando saliva tras escuchar las decididas palabras del hombre santo. Luego se recompone para darle la información que pueda.
- Esos meldek llegaron todos juntos y desde el principio estaba claro que el jefe, Samaliman, delegaba en sus lugartenientes casi todas las tareas. Le llaman El Compasivo, pero una vez le oí a uno de su lugartenientes referirse a él como El que Llora, aunque en seguida el otro le reprendió por usar ese apodo por descuido. Él raras veces trata con las gentes del lugar, al menos públicamente. Son cinco lugartenientes, uno de ellos una mujer exuberante. Los otros cuatro son tipos malcarados. Sobretodo el del pelo rubio, casi blanco. Siempre visten túnicas con la capucha echada sobre la cabeza, para observarte desde las sombras y mantener oculto el rostro. Luego están los mercenarios armados, en los que a su vez delegan los lugartenientes. Con ellos vinieron veinte jinetes, aunque tras los últimos acontecimientos, y si hacemos caso a lo que Helerlavi cuenta, ahora sean cuatro menos. La mayoría tienen pinta de eficaces guardias de ciudad, de esos que se dedican a hacer guardia en una puerta o dispersar a la gente en un tumulto del mercado, pero quizá en un combate con un guerrero de verdad no den la talla. Solo tres o cuatro no parecen mal templados y no es raro que sean estos los que les dirigen y toman las decisiones en ausencia de los lugartenientes. Al principio patrullaban la región en grupos de cinco, preguntaban a los granjeros y se encargaban de ahuyentar a merodeadores, depredadores y cosas peores. Últimamente ya no lo hacen y solo se ponen en marcha cuando alguien se acerca a la torre a dar novedades de algún problema. Y por último están sus sirvientes o esclavos, no sabría decir lo que son. Son cinco o seis... seres. Creemos que son humanos, pero no podemos asegurarlo porque siempre van envueltos en sus túnicas negras, encapuchados y hasta con las manos vendadas. Nunca hablan y se limitan a obedecer sin rechistar a sus amos. "Descarga las provisiones", y las descargan. "Vigila el carro", y se plantan allí sin moverse un palmo. "Lleva esto arriba", y cargan con los sacos de harina y los meten en la torre. Yo creo que son monstruos creados por la hechicería, o pobres gentes sometidas por so diabólicas artes...
Hace un gesto mostrando las manos con las palmas hacia arriba
- La torre en la que se han establecido no la he visto por dentro, yo no colaboré en su restauración, pero el hijo menor de Helerlavi sí lo hizo y podrá dar más detalles. Cuando le llevé a mi padre enfermo, como última esperanza para que le curara, solo llegué hasta la puerta de entrada, que es sólida y de buena madera tachonada de bronce. La torre está construida sobre la roca, en las estribaciones de las montañas, en una colina. Hay un establo a pocas decenas de metros de la torre, una construcción funcional en madera para almacenar carros y monturas. Allí montan guardia siempre algunos mercenarios. Solo tiene un camino de acceso y desde la granja de Helerlavi se ve bien. Desde allí arriba se tiene buena vista de todo el valle.
Palgrem ahoga un bostezo, cansado.
- Holguer, mañana cabalgaremos para ver a Helerlavi. Si queremos evitar pasar por la taberna debemos rodear el bosque por el norte, así que tardaremos todo el día. Descansemos.
Al día siguiente Palgrem y Holguer, cuyas armas y armadura viajan sujetas a la montura tras haber sido guardadas y envueltas convenientemente, viajan a un trote vivo hacia el oeste cruzando el valle. Se desvían al norte unos kilómetros para dar un amplio rodeo al bosque, en cuyo lado sur se encuentra la serrería, las cabañas de los tramperos y la taberna que quieren evitar.
Conforme pasan las horas ven aproximarse la cordillera oeste que discurre paralela a las Montañas Petrificadas y ya puede ver Holguer con sus propios ojos la torre que sirve de guarida a Samaliman y sus lugartenientes. Está sobre una montaña en las estribaciones del extremo sur de la cordillera, pequeña en comparación con las moles de roca que tiene detrás, pero de suficiente altura como para dominar todo el valle.
Giran de nuevo al sur para enfilar la granja de Helerlavi. Está cerca de una arboleda dispersa que sirve de una buena fuente de madera y parece algo más elaborada que la de Palgrem. Tiene una pequeña empalizada alrededor que ofrece una mayor protección y dificultad en caso de un asalto, también su granero y corral de animales es mayor y la superficie cultivada mucho más extensa. Tanto, que deben ser varios hombres los que atiendan esta granja.
Entonces Holguer repara en que junto al granero, hay un carromato con el aspecto de pertenecer a algún viajero o mercader. Las marcas de suciedad de las ruedas todavía frescas sugieren una llegada reciente, quizás ayer o incluso hoy mismo. Es un carro de dos ejes, cubierto por una lona y cuyo par de caballos de tiro deben haber sido desenganchados y llevados al granero, pues no se les ve por ningún lado. Tal vez algún carro de los esbirros de Samaliman ha hecho un alto en el camino...
Pero antes de que ni siquiera piensen en bajar del caballo, un hombre joven se asoma a la puerta de la granja, seguido después por otro bastante más mayor.
El anciano que acaba de salir muestra una franca sonrisa cuando reconoce a Palgrem en la penumbra del atardecer.
- ¡Palgrem, de nuevo por aquí, hoy los dioses me obsequian con muchos huespedes inesperados!, -luego se pone serio al ver al anciano que le acompaña, y continúa de modo más formal. Veo que traes comapñía... soy Helerlavi, y este es mi hijo menor Johen. Los amigos de Palgrem son mis amigos, se bienvenido bajo mi techo.
Aunque tenía las entradas listas de la semana pasada, he tenido que retrasar que vieras los mensajes hasta aclarar un problema.
El anciano, de gesto duro pero mirada serena, da una muestra de su gran apego a las viejas tradiciones cuando responde a las palabras de Helerlavi con una fórmula ceremonial ancestral:
- Acepto la hospitalidad que conmigo compartís, os brindo respeto y honraré el techo bajo el que me cobijáis.
Sin embargo, pese a toda su solemnidad, su reacción inmediata parece algo forzada cuando se interesa atropelladamente por los demás huéspedes que visitan la casa larga, antes de que el buen Palgrem tenga ocasión de hablar a su vez:
- ¿Pero decís que tenéis otros recién llegados bajo vuestro techo en estos momentos? ¿Tal vez seamos inoportunos? – inquiere de forma velada – Puede que debamos continuar nuestro camino, no queremos molestar…
El granjero interviene brevemente para presentar a Holguer como un falso pariente lejano.
- Este es Holguer. Es un... pariente lejano. Ha venido a pasar aquí esta fría estación... está de paso y... se marchará cuando cesen las nieves. Y si como Holguer dice venimos en mal momento...
El anciano no le quita el ojo a Holguer mientras Palgrem habla.
- Un pariente lejano. Ya veo. Entonces más razón para acogerle en mi morada como uno más, y no me vendrá mal una compañía de mi generación, seguro que podemos despotricar un poco a cuenta de los jóvenes, ¡JAJAJA!. Bromea para romper un poco el hielo y luego hace un gesto a su hijo y le da instrucciones: Johen, toma sus monturas, desensíllalas y llévalas al granero junto a las de los otros huéspedes. Yo acompañaré a los invitados y haré las presentaciones.
Mientras camina hacia la casa, trata de disipar las preocupaciones de los recién llegados acerca de llegar en mal momento.
- No debe preocuparos lo más mínimo que ya tengamos huespedes esta noche. Solo uno come y bebe, los otros cinco no toleran nuestra comida y traen la suya propia... ¡tanto mejor, porque así tocaremos a más!, ¡JAJAJAJA!
Dejo posibilidad para una última intervención de Holguer y cierro la escena.
Algo inquieto, Holguer trata de averiguar algo más acerca los otros huéspedes inesperados antes de encontrarse irremisiblemente cara a cara con ellos:
- Mmmm… ¿Unos invitados que traen su propia comida a vuestra casa? – inquiere fingiendo un tono desenfadado - ¿Qué tipo de visitas son esas?
Modificaciones a la información que ofrece la descripción de la ficha...
El anciano arquea las cejas.
- Desde luego unos invitados no humanos... ¡porque ningún humano resistiría el estofado de ciervo en adobo que las mujeres de mis hijos saben preparar! ¡JAJAJA! -ríe de nuevo el viejo
Luego, ya en el dintel de la puerta, se torna algo más solemne.
- Son hijos de Mostal. No sé qué hacen aquí, acabna de llegar...
El interior de la granja es cálido y acogedor. Por dentro está completamente forrada de madera y numerosas pieles cuelgan entre los pilares de madera, creando estancias separadas allá donde se necesitan. El olor al estofado todavía caliente enmascara otros olores menos agradables que genera una comunidad de cinco adultos y varios niños y adolescentes viviendo en su interior.
La cena ya había comenzado y los presentes se levantan para recibir a los nuevos invitados. Hay dos mujeres, las esposas de los dos hijos de Helerlavi, que saludan con afecto a Palgrem y con cortesía no desprovista de curiosidad a Holguer. También hay tres muchachos de entre doce y catorce años y dos niñas, de entre seis y ocho años. Y luego están los invitados: un hombre joven de aspecto claramente orlanthi por sus tatuajes e indumentaria y cinco barbudos enanos. Mientras una de las mujeres se apresura a llenar un par de cuencos de barro con lo que queda del estofado y los tiende a Palgrem y Holguer.
NOTA: Cerrando escena. Holguer pasa a la escena "Los colonos de Karia"