Partida Rol por web

Vaerles proporciona a Groth una lona con la que transportar el arma, de modo que no atraiga miradas recelosas. Luego caminan ambos por las calles de Marost, seguidos del pequeño Suk, que se retuerce temeroso bajo los rayos de Yelm...

Después de darle un chusco de pan a su perro, al que había dejado atado con la mula, Vaerles acompaña a Groth y a Suk hacia el centro de la ciudad, dirigiendo con la brida a su fiel Sanna, que arrastra la carreta de dos ruedas cargada con las mercancías que su amo pretende vender.

-Habláis muy bien el comercial, pero no logro situar vuestro acento, maese Groth -le comenta al mercenario para tratar de iniciar una conversación-. ¿Sois de alguna región de Seguredo? -le pregunta en segureño-. ¿O os criásteis quizá en la lejana Sartar? -le pregunta en sartarita.

De vez en cuando, lanza miradas furtivas al trollkin.

Después de darle un chusco de pan a su perro, al que había dejado atado con la mula, Vaerles acompaña a Groth y a Suk hacia el centro de la ciudad, dirigiendo con la brida a su fiel Sanna, que arrastra la carreta de dos ruedas cargada con las mercancías que su amo pretende vender.

-Habláis muy bien el comercial, pero no logro situar vuestro acento, maese Groth -le comenta al mercenario para tratar de iniciar una conversación-. ¿Cu vi apartenas al iu ajn regiono Seguredo? -le pregunta en segureño-. ¿U ako lumaki sa malayo Sartar marahil? -le pregunta en sartarita.

De vez en cuando, lanza miradas furtivas al trollkin.

Groth se encoge de hombros.

- He peleado mucho en la zona de Seguredo, así que sé manejarme en ese idioma -contesta en segureño- Y en mi tierra natal se habla algo parecido a esa lengua que has utilizado, así que la entiendo... pero no soy de Sartar. Soy de una tierra dura, de colinas boscosas y páramos fríos donde se oyen los aullidos lejanos de los lobos. -añade luego en Raliano.

Le lanza una mirada inescrutable, helada.

- Nací en un pequeño clan de Lankst, al norte de aquí. ¿Y tú, mercader? Tus costumbres, maneras y acentos son extraños para mí, ¿de dónde vienes?

Groth se encoge de hombros.

- Mi batalis longe Seguredo areo, tiel scias, kiel manipuli en tiu lingvo -contesta en segureño- At sa aking tinubuang-bayan pakikipag-usap ng isang bagay na tulad mo ginamit na wika, kaya nauunawaan ko ito ... ngunit hindi ako Sartar. Ako ay mula sa isang malupit na lupain ng malamig na forested burol at moors kung saan maaari mong marinig ang malayong paungol ng volves -añade luego en Raliano.

Le lanza una mirada inescrutable, helada.

- Nací en un pequeño clan de Lankst, al norte de aquí. ¿Y tú, mercader? Tus costumbres, maneras y acentos son extraños para mí, ¿de dónde vienes?

Al cabo de un rato en el que los tres se mueven por las calles, comparando la mercancía de unos puestos y otros, conversando y tratando Vaerles de hacer algún negocio, ven aproximarse a Onaekko, con su cabeza descollando por encima de las de todos los demás que por las calles transitan y atrayendo todas las miradas. Parece ir buscando algo o agluien...

Onaekko se mueve por las calles de la extraña ciudad, saturado por los olores de animales, hombres, especias, comidas y podredumbre. No parece vislumbrar el rojo pelo de Gábriel entre la gente, y da vueltas sin rumbo por una calle y otra sin encontrarla. Finalmente, se topa con otros compañeros que también habían salido: se trata de Vaerles, con su mula tirando de un pequeño carromato de dos ruedas, Groth y el pequeño enlo llamado Suk.

Suk caminaba despacio, temeroso de la luz de Yelm y chocandose continuamente con las gentes que paseaban, llevandose reproches, empujones y algún puntapié furtivo. Lo único positivo de ese paseo bajo la luz, era que habría pocos uz transitando las calles y eso era una garantía para su seguridad.
Al ver llegar al hombre y medio por entre la gente Suk da un respingo al confundirlo por un troll negro, pero se tranquiliza al ver que no es así. Aunque podría comerselo en cualquier momento, Suk confiaba en que ese grandullón estaría bien alimentado y no necesitaría dar cuenta de él.

Mientras conversa con el mercader, Groth aprovecha para comprar en un tenderete un saco de dormir y una manta gruesa. Se queda mirando al trollkin que, cegado por el sol, tropieza una y otra vez con los viandantes. Le alarga la manta mientras le tranquiliza:

- Coge esto, Suk, y protégete del sol. No me sirves de nada ciego.

En ese momento ve una figura que se destaca entre la multitud. Es Onaekko, el Hombre y Medio.

- ¡Vaya! ¡Mira que es lo que tenemos aquí! -le da un codazo al mercader- Creo que es la primera vez que le veo solo... siempre suele estar dos pasos por detrás de la cazadora.

-¿Dónde está ella? -contesta el agimori frunciendo el ceño. Su rostro parece sereno; pero, sin embargo, en su mirada muestra un leve brillo de intranquilidad-. Onaekko debe estar al lado de la hembra de pelo de fuego.

Mientras espera respuesta, el gigante de ébano aprovecha su altura para buscar a la vingana por encima de las cabezas de los mercaderes y compradores.

Vaerles ha tratado de ayudar a Groth conversando con los mercaderes y regateando con ellos para que rebajen el precio que le piden al mercenario por la manta. Si bien no consigue un mejor precio por la manta, por lo menos sí consigue rebajar lo que piden por el saco de dormir. Satisfecho por haber sido de ayuda a quien les defendió de los bandidos en el camino, Vaerles se dispone a plantar su carreta y empezar a vender sus telas y sus cerámicas, cuando de pronto ve llegar al gigante negro del desierto.

-¿La hembra de pelo de fuego, dices? -pregunta extrañado. El musculoso salvaje lo intimida, pero trata de fingir lo contrario-. ¡Ah! Debe referirse a la bella pelirroja guerrera, a Gábriel -le comenta a Groth, antes de volver a dirigirse al hombretón oscuro-. No, no la hemos visto por aquí... ¿Le ha ocurrido algo? -pregunta con cierta preocupación.