A saber que estás planeando, pichón.... XDDDDDDDD
Cith escuchó con atención al Lord, le iba gustando las palabras que decía hasta que mencionó lo de "hablar". Hubiese estado bien un poco de acción, pero quizás sino fuese se la perdiese, al fin y al cabo los siete reinos estaban ahora en un clima de confusión, traiciones e inestabilidad que hacían que aquél comité pudiera convertirse en algo más.
De todas formas, un soldado como él, no podía rechazar, jamás, una petición de formar parte de una comitiva, mucho menos cuando se lo pedía alguien como Lord Qorgyle.
- Sin duda que os acompañaremos. - fue todo lo que acertó a decir
Lo de pichón es porque tengo la picha grande, ¿no? xDDDDDDDDDDD
Tocado y hundido, maestro xDDDDDDDDDDDDDDD
―Pues entonces no demoréis más vuestra partida.
Os dan caballos a los tres. Os acompañan cuatro jinetes más. Dos parecen caballeros de Dorne, son hombres de anchas espaldas y gruesos brazos, visten capas de un amarillo soleado y armaduras metálicas completas. Otro parece más un mercenario: vestido con cuero endurecido tiene enganchado al cinto un hacha de doble hoja. El último de vuestra partida es un salvaje: las pieles de numerosos animales, los dientes y las garras que decoran sus ropajes son inconfundibles; una lanza le cuelga de la espalda.
Os abro la nueva escena.
El tuerto daba vueltas en círculo frente a sus hombres y una hoguera, con la cabeza gacha y los brazos cruzados en un estado meditabundo. Por su cabeza rondaban una gran cantidad de ideas a una velocidad que sería impensable en un hombre de su aspecto. Eso era, precisamente, lo más peligroso de Harland Nightingale: que, ante todo, parecía alguien completamente distinto a quien realmente era. Por fin se encaró con sus seis hombres y comenzó a hablar, lenta y pausadamente.
-Miradme. Miradme bien y mirad a quienes tenéis a vuestro lado. Son vuestros hermanos. Porque, no tengáis ninguna duda: habéis cambiado. Estáis evolucionando a algo más grande, algo mejor de lo que erais. Ahora sois lobos. Veréis, vosotros tenéis que olvidar todo lo que habíais aprendido hasta el momento sobre la sociedad y sobre vosotros mismos. Porque la realidad es que no le importáis a nadie. Eso es lo que os han demostrado todos los días de vuestras infectas vidas hasta llegar a hoy: sois prescindibles. Vuestros padres os olvidaron; vuestros amigos os traicionaron; vuestras mujeres se han marchado con otros... Sois basura.
El tuerto detuvo su errático paseo y sonrió.
-O eso es lo que quieren haceros creer. Porque ahora que sois lobos, sabed algo: sois alguien. Sois mucho mejores que estos perros que por aquí pululan de un lado para otro en busca de un hueso que roer. Ahora formáis parte de algo, algo de verdad. Olvidad el miedo al dolor, a la muerte, olvidad absolutamente todo eso porque ahora debéis saber que, cuando muráis, alguien os recordará y continuará con vuestra misión. Y no hay nada más importante que La Misión.
Observó a su alrededor en busca de oídos u ojos curiosos, pues lo que tenía que decir era sólo para los suyos y para nadie más. Los oídos inferiores no podían saber nada de lo que ahí se iba a hablar.
-Pero todo a su tiempo. Ante todo debéis recordar que sois superiores, y que el dolor y la muerte no significan nada. Sólo así podréis trascender, como yo he hecho, y empezaréis a vivir de verdad sintiendo cada segundo como si fuera el último. Ya sabéis lo que es el dolor: habéis completado el primer paso. Ahora sólo os queda reconocer que vuestra muerte es... Inevitable. Todos vosotros vais a morir. Yo mismo moriré, probablemente pronto. Pero, ¿acaso tengo miedo de esto? Nah... Y no lo tengo porque sé que lo que dejaré atrás trasciende lo que yo mismo soy. Y eso es lo verdaderamente importante.
Señaló a todos y cada uno de ellos con el dedo, sin dejar de mostrar aquella sonrisa mellada, siniestra y lobuna que era capaz de helar la sangre.
-Todos vosotros sabéis cómo se mueve el mundo. Cómo se mueven los nobles, los reyes, e incluso los bastardos que hay aquí en torno a nosotros. Riqueza y poder. Estos son los fuegos que avivan el combustible del mundo, y no otros. Olvidad lo que os hayan contado del amor, el honor y otras estupideces. Todo el mundo se mueve por esas dos cosas. Recordadlas: riqueza y poder. ¡Ellos están inmersos en una rueda eterna, una serpiente que muerde su propia cola y que nunca tiene principio ni final! ¡Unos reyes caen y otros ocupan su lugar! ¡Cada vez que muere un bastardo nace otro! ¿¡Y los dioses!? ¿¡Acaso creéis que les importamos lo más mínimo a los dioses!? ¡Este es su maldito juego! ¡Ellos han orquestado esto para que nosotros, sus peones, les entretengamos! ¿Y qué hacen ellos mientras tanto? ¡Observan sentados en sus putos tronos, ríen, beben y follan entre ellos, deleitándose en lo que sus pobres marionetas hacen por ellos y para ellos!
Se calló de improviso con un ligero jadeo. Negó con la cabeza sin dejar de pasar la mirada de unos a otros... Y extendió los brazos, impostando la voz, como si fuera una especie de sacerdote oscuro ofreciendo a sus fieles una macabra homilía.
-Yo digo: ¡Basta! Yo digo: cojamos nuestro destino por las riendas. Yo digo: hagamos que esos que sólo se han interesado por la riqueza y el poder sean conscientes de su propia inferioridad, de su fragilidad. ¿Quién diablos creéis que pone a los reyes en sus tronos? ¿Y quién a los nobles en sus ricos y ornamentados palacios y castillos? ¡Son ellos! -señaló hacia el campamento con un arco de la mano-. iSon los mismos perros a los que luego ponen collares! ¡Los perros y los corderos que viven en las tranquilas ciudades, contentos con los huesos que les tiran para roer y las putas que les ponen para quedarse a gusto! ¿Pero qué diablos es un rey sin un séquito? ¿O qué un militar sin un ejército? Yo os lo diré... ¡¡No son nada!! ¡Esos que os miran por encima del hombro, esos que osan daros órdenes y que doblegan vuestras voluntades para que hagáis realidad sus deseos! ¡Ellos, que os miran como si fuerais una mierda en el suelo no son mejores que vosotros! ¡Ellos son basura, ellos son mierda, porque dependen de la riqueza, del poder y de los perros!
Jadeaba. Su pecho subía y bajaba con profusión, tal era su excitación. Y en su mirada tuerta había algo que sólo podía calificarse como locura... O genialidad.
-Pero vosotros sois lobos... -sonrió de nuevo-. ¿O no lo sois? Y os temerán por ello. Sabrán que algo raro sucede con vosotros en cuanto os vea, que no sois como los demás. Pero querrán utilizaros, querrán compraros, porque sois especiales... Pero a vosotros no se os puede comprar. ¿Por qué? ¿Para qué? Tenéis al alcance de la mano todo lo que podáis desear. ¡Todo! Sólo tenéis que cogerlo. El miedo que infundiréis hará el resto, ya lo veréis. ¡Y a todos esos que os han tratado como basura les haremos sentir la basura que en verdad ellos son! Yo digo: ¡Cortemos la cabeza a un rey, quememos un noble palacio y meemos sobre las efigies de los dioses! ¡Rompamos las reglas, demos la vuelta a este estúpido mundo! En resumen... Hagamos pedazos la rueda sin fin en la que han querido meternos...
Por fin el tuerto tomó asiento frente a los suyos, delante de la hoguera.
-Esta es La Misión. Y vosotros seréis los hombres que cambiaréis el mundo... Yo moriré y otro, uno de vosotros, ocupará mi lugar. Y así habrá de seguir. Peeeero... Tenemos un problema. Somos siete lobos y, desgraciadamente, no somos suficientes para realizar la tarea que tenemos entre manos. Necesitamos perros. Como lobos, nuestra posición natural es dominante. Somos quienes, de forma natural, debemos liderarles. Y es eso precisamente lo que debemos hacer. El problema de los perros, no obstante, es que necesitan de premios para actuar. Necesitan un hueso, un pedazo de carne... Lo que sea. Pero necesitan esa clase de estupideces. Dejadles, ellos no entienden que, si quieres algo, debes cogerlo. Eso son conceptos sólo nuestros. Así que lo que quiero que hagáis es captar perros. Quiero que forméis una manada de chuchos sarnosos para que hagan bulto. Mostradles un hueso o los que sea necesario. Decidles que yo tengo una buena posición ahora con nuestros 'líderes' y que puedo ofrecerles mejor paga. Cualquier cosa valdrá, ya me encargaré después de retenerles.
Les miró detenidamente una última vez, sopesando sus reacciones, sus rostros. Quería estar seguro de que todos le habían comprendido. Pero, sobre todo, quería estar seguro de que todos habían asimilado el regalo que él tenía para ellos. De lo contrario, el que no lo hubiera hecho tendría que morir. Desgraciadamente.
Bueno, mil perdones por el tochazo, xDDDD