―Los hombres de hierro siempre tan aguerridos. Ese mercenario sabe que yo tengo el cuerno, así que me lo pide a cambio de su elixir. Encontrad la fórmula, robádsela o convencedle para que os la dé ―te mira con desdén―. Soy un mercader, el Magister... no un simple estafador.
-Tras tus inmaculados no podría arrebatarte el cuerno, sólo quería comprobar que es el cuerno que busco. Espero que cuando te traiga el elixir te muestres menos arrogante... Mercader.- En sus tono había una nota de desprecio. Dagon apretó sus labios, se sentía enrojecer por la ira, qué era un simple mercader para darle órdenes a él... Además a que venía tanto interés por aquel mercenario estaba en boca de todos sin embargo no parecía ser de los que buscaran servir a nadie...
-Dónde podría encontrarle.- Inquirió el capitán con un tono seco.
―Al este, al oeste, al norte o al sur. Se marchó de la ciudad hace unas semanas. Mis últimos susurros me confirmaron que viajaba al este, tal vez en dirección a la bahía de los esclavos. O tal vez a Valyria, quién sabe. Son un inmenso grupo, debería ser fácil seguirles la pista.
-Entiendo... Supongo que conforme nos acerquemos habrá mas noticias de ellos.- Tal vez incluso podamos incorporarlos a nuestra causa. Aunque no creía demasiado en ello, los mercenarios no le inspiraban demasiada confianza, pero contaba con convencerles por medio de la afición que tenían en común: la de hacer pagar a sus víctimas el precio del hierro.
Tras despedirse educadamente del magister, sin intención de disculparse por la visita se encaminó en dirección a la salida.
―Nos volveremos a ver pronto.
Detrás de ti se cerraron las inmensas hojas del portón de la puerta principal de la casa. Atravesasteis los jardines para acabar de nuevo en las calles de Pentos.
Con una seña mandó retirarse a sus hombres mientras se encaminaba al exterior, ellos por su parte, le siguieron sin dejar de dar la espalda al Magister por temor a posibles emboscadas. Una vez en la salida, Dagon se dirigió a sus hombres:
-Vamos al puerto a buscar al maldito mercenario, se ve que por las malas no hay forma de conseguir nada con este hombre, tampoco es posible pillarle por sorpresa. -Refunfuñó.
Os dividís en varios grupos para no llamar tanto la atención. Cruzáis de nuevo la ciudad para llegar al puerto. Habéis hecho ese mismo recorrido cuatro veces a lo largo del día y la noche. Las estrellas comienzan a difuminarse cuando llegáis.. El mar refleja luces anaranjadas que vienen de oriente. Está amaneciendo y los estragos de la noche anterior aún son palpables.
Pasáis al lado de un montón de escombros humeantes. En medio de ellos hay una pica clavada con una cabeza coronándola. Las desencajdas facciones post mortem de Noram siguen pareciendo risueñas incluso cuando las atraviesa una lanza desde la garganta a la coronilla.
Noram nunca fue un amigo suyo, pero le podía considerar otro hombre más y aquel destino le parecía demasiado cruel incluso para él. Mucho recorrido, muchas pérdidas y nada ganado hasta ahora. Y la guerra prometía darle mucho más de eso.
Incapaz de mirar aquel rostro extrañamente risueño de aquel canalla, le dio la espalda mientras se dirigía al silencio, sus hombres tenían también aspecto de cansado, pero les dio la orden de partir, se sentía más seguro durmiendo en alta mar que en tierra, esperando a que su barco fuera abordado por cualquier intruso.
-Que el dios ahogado guarde su alma. -Oró para sus adentros, aún extrañándole, parecía que la presencia del sacerdote del dios ahogado le estaba volviendo más devoto.
―Lord Capitán, ¿no cree que deberíamos preguntar por aquí sobre el mercenario antes de partir?
-Supuse que de eso te encargaste tú... ¿No era esa tu misión?, hacer creer al mundo que íbamos tras el mercenario. -Su voz sonó colérica como si hubiese encontrado un blanco en el que volcar su fracaso- ¿Me estás diciendo que no fuiste tan convincente hasta el punto de que no sabes dónde está?
―Mi señor, siento decirle que sólo me preocupé de preguntar, no insistí, lo único que me dijeron lo ha dicho el Magister, que viajan al este. Pero nada más, sin embargo; yo sólo pregunté vagamente. Supongo que utilizando otros métodos más... contundentes las informaciones serán más exactas.
Assan ya había vuelto a Silencio mucho antes de que los marineros volvieran de la mansión.
(Glup, se me fue la olla, mea culpa).
-Maldito cretino, tanto se olía que el Magister se enteraría del asunto y no puso las ganas suficientes en la tapadera. -Maldijo para sus adentros-. Euron habría ignorado el que fuera un hombre de fe y lo habría hecho ahogar, sin embargo se conformó con encargarle que terminara su misión:
-En ese caso arréglalo, llévate a la misma escolta que tuviste y utiliza esos métodos. -Mientras se alejaba en dirección del barco concluyó-. Mis hombres han estado toda la noche ocupados, así que por el momento nos encargaremos de descansar por si tenemos un ataque.
Assan asiente, confuso, normalmente el Lord Capitán había sido directo con él, pero nunca cruel. Supuso que cuando las cosas no salen mal, la gente pierde los estribos. El Dios Ahogado ayuda a todas las personas iraucundas, bañándolos en sus frías aguas para templar su espíritu.
El religioso puso rumbo a los tugurios y burdeles que había visitado la noche anterior. Sus acompañantes llevaban armas.
A ver qué haces durante el tiempo que Assan esté fuera.
-Aún siendo un hombre de dios, debe saber que sigue estando a mis órdenes y no tolero el fracaso. -Pensó mientras observaba al hombre piadoso alejarse con su escolta. Satisfecho por ello, se encaminó en dirección del Silencio.
En el camarote algunos de sus hombres habían tomado posiciones en los remos del barcoluengo obedientes a sus órdenes y a la espera de que diera la orden de partir.
-Aún no partiremos, descansad y dormid, mis hombres. Os lo habéis ganado. -A continuación señaló a la tercera parte de su tripulacion-. Vosotros encargaros de vigilar que no se acerque nadie, no deben pillarnos con la guardia baja. Cada 2 horas haced cambio de guardia.
Se dirigió a su camarote y antes de entrar en éste dio una última orden: -Cuando veáis llegar a Assan, despertadme.
Es el propio Assan el que toca a tu puerta. El sol del mediodía ilumina todo el camarote pasando a través de las roídas cortinas del ventanuco. Tiene aspecto de cansado, él no había dormido en toda la noche.
―Lord Capitán, se dirige con tres barcos hacia... hacia Valyria.
De verdad que lo siento, no me había olvidado de ti, lo que pasa es que estábamos hablando entre los directores tu trama y...y... bueno vale, sí me olvidé un poco... pero que sepas que eres mi favorito...xD
-Entiendo... Sal y da la orden de partir hacia el sur, diles que sigan los turnos habituales y que no pierdan de vista la costa -Dagon se dio la vuelta mientras oteaba el horizonte desde la pequeña ventana en su camarote, sus pensamientos volaron a otros tiempos, tiempos en los que era uno de los lugartenientes de Ojo de Cuervo:
-Valyria, la tierra maldita... Resulta retórico que para recuperar el cuerno debo volver al lugar de donde lo tomamos. Lugar humeante y desolado, sin vida... Primero perdimos parte de las embarcaciones entre los acantilados que surgen desde las profundidades del dios ahogado reclamando a los barcos como parte de su flota. Del resto se encargó la tierra yerma: las aguas eran imbebibles, el humo flotaba sobre éstas y el olor a azufre era una constante, no había apenas animales de los que pudieramos alimentarnos... -Ahora conocía más la maldición de Valyria y podría prepararse, quién sabe que tesoros encontraría allí-.
El comandante tomó aire y salió a cubierta.
―Lo que está muerto no puede morir...
Te paso a una nueva escena.