Una vez resuelto el tema de la mujer y los mercenarios vuelves a reunirte con tus hombres, listo para partir a continuar con tu misión. Todos ellos están más que preparados y te miran sin decir nada. Salvo tu viejo amigo que no duda en hablar.
¿Y bien? ¿has terminado con tus paseos en solitario? ¿ya has cautivado el corazón de alguna dama en apuros?
Knut, que acababa de volverse hacía la ciudad vislumbra a lo lejos la figura de Alezade y varios hombres que no conoce de nada. Sonríe, sin saber muy bien por qué.
Saludo a los hombres con una inclinación de cabeza. Señores.
Una nunca sabe qué puede encontrar por los burdeles de la ciudad. Estos caballeros -hago énfasis en la palabra con una sonrisa lobuna en el rostro que indica todo lo contrario -se unirán a nosotros.
Esto... ni siquiera se sus nombres... ya se presentan ellos.
Hago un gesto a Knut y le devuelvo la sonrisa. No dejaba de ser uno de los hombres más atractivos de la compañia...
Me siento junto a Wayland y apoyo mi mano en su pierna. ¿Qué hay de cenar? ¿Te has portado bien?
Durante el camino de vuelta Damon permaneció más callado de lo normal y Tygett lo agradeció, no quería hablar de lo que había sucedido en esa habitación; cuando llegaron junto a los hombres y el joven estaba a punto de dar la orden de iniciar la marcha, pensando que ya estaba a salvo, el heredero de la casa Marbrand abrió los labios y soltó su dardo.
- Sí, - contestó tenso - a todo.
Sintiendo como el corazón se le aceleraba al recordar a la bella Alezade y sin estar seguro de quién había cautivado a quién, se subió rápidamente a su corcel y dió la orden de partir a los soldados.
- ¡En marcha! tenemos el tiempo justo para llegar a nuestro destino antes de que caiga el sol.
Al menos no están todos tuertos. Así hay variedad...
Alezade está cogiendo lo mejor de cada casa, o al menos, lo más extraño de cada lugar. Los planes de esta mujer me desconciertan totalmente.
-Polla- digo nervioso cuando Alezade me toca- digooo pollo, pollo. Siempre que lo cace, claro. Tras esto, me pongo torpemente el carcaj de flechas a la espalda y cojo el arco.
A ver si cae algo...
Aquella sonrisa de Alezade llegó a Knut. ¿Qué coño le estaba pasando con esa mujer? Tenía que matarla, tenía que hacerlo esa noche.. debía de dejarse de tonterías y arrebatarle la vida, sin dilaciones, sin nada ... ser práctico y servir a su rey y salvar su vida, que en ese momento no valía una mierda.
Steth se queda sentado ante el fuego, tenía las manos heladas y no deseaba separarse del fuego por unos desconocidos que tenían dos ojos. Levantó su jarra del suelo y saludó - Cuantos más mejor, más sangre correrá por las lanzas de poniente. Sentaos sentaos y disfrutad de la comida. Los tuertos os recibirían encantados si queréis... aunque os sobra un ojo - Sonríe con malicia - Y eso puedo ayudaros si lo deseáis. JAJAJA - Ríe soltando cerveza por la boca que cae al fuego haciéndo ruido. - Me llamo Steth, cabeza visible del grupo más cabrón de la compañía de esta moza, los Tuertos! - Brinda a lo que varios tuertos que había por la zona saludan. - Cómo se llaman los nuevos entonces?
Waylan te tengo que llevar con migo al burdel a buscar mujeres, no vayas con ella que como te descuides te junta con otros tres hombres! - Siguió riéndose y tirando cerveza por el suelo.
Harland desmenuzaba con las manos una perdiz que no hacía mucho había terminado de enfriarse. Apenas dedicó un segundo de su tiempo en prestar atención a los recién llegados, y eso incluía por supuesto a la patrona. Desde luego había algo que reconocerle: parecía disponer de un interminable bolsillo del que no sólo podía sacar dineros a más no poder, sino también hombres de casi cualquier ralea.
Se metió en la boca una de las alas asadas del ave, y la rumió con ganas antes de escupir los huesecillos. La barba se le manchó con algunos desperdicios, pero esto no pareció tener importancia para él, quien siguió afanado en su tarea. Un hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. Steth se había presentado como líder de los tuertos, y él obviamente era tuerto. Que los recién llegados sacaran sus propias conclusiones. A él no le importaba en absoluto.
- Me gusta no ser nunca más el último en llegar - dijo Knut con una sonrisa abierta. Miró a aquellos dos extraños, luego clavó su vista un largo rato en los verdes ojos de Alezade y después a Wayland, que parecía nervioso, aunque siempre parecía estarlo - Me apunto a eso del pollo, a comérmelo, me refiero, siempre que no te importe, compañero. - las palabras de Knut podían interpretarse de dos formas: amables o con cierta sorna. Pero ahí radicaba la dificultad de conocerle, diferenciar entre ambas.