Saliendo de tu cautiverio, en las mazmorras de una rica mansión ocupada en esos momentos por tu tía, ves de nuevo la luz del sol, un fuego que te quema los ojos. Tu aspecto es, como ves en el reflejo del agua de un barril, demacrado, cansado, débil. Pese a ello tu espíritu es fuerte e inquebrantable y te sientes renacido. Ya volverás a tu peso y aspecto habitual cuando tengas todo lo necesario para vivir tu odisea.
Caminando por el lugar descubres que no estás muy lejos de la capital. La ciudad en la que deambulas no es otra que Rosby. Y las noticias no acaban ahí. Te enteras de que, durante tu encierro, las flotas Greyjoy llegaron a Antigua y la arrasaron hasta los cimientos, destruyendo totalmente la antaño próspera ciudad, territorio neutral hasta ahora.
Una vez puso sus pies fuera de aquella celda, Maron Sand se sintió renacer. Era el muchacho altanero y deslenguado de siempre, pues sólo un necio sería capaz de negar la voluntad indomable y salvaje que corría por sus venas; pero al mismo tiempo había dejado de serlo. Sólo cuando un hombre está a punto de perderlo todo, es capaz de valorar el verdadero significado de su propia existencia. Su cercana experiencia con la muerte le había enseñado a apreciar detalles que tiempo antes habría considerado insignificantes. El tórrido abrazo del Sol, las insinuantes caricias del viento sobre su piel aceitunada; las acompasadas oscilaciones de su larga y descuidada melena, sometida a la voluntad de la ingravidez; la incesante gama de aromas que inundaban sus pulmones para arrancarle suspiros de delicioso regocijo. A todo este cúmulo de sensaciones y muchas más, aprendió a amarlas con devoción sincera; como señal inequívoca de que, después de mucho tiempo, volvía a pertenecer al mundo de los vivos.
- Debo hablar con mi tía.- aún disfrutando de su recién adquirida libertad, el dorniense era consciente de la empresa a la que se enfrentaba. No sólo debía recuperar lo que había perdido tras semanas de inactividad y malnutrición, sino llevarlo más allá. Para desenvolverse adecuadamente en el tablero dónde los grandes señores de Poniente decidían los destinos de millares de vidas, necesitaba formarse en una amplia variedad de aspectos. Necesitaba aprendizaje, influencia y aliados que respaldasen la validez de sus futuras acciones. Y aunque era consciente de que podría contar con el apoyo familiar, el bastardo desconfiaba. Uno nunca sabía cuando los intereses de la sangre de tu sangre podían volverse contra ti. Era menester que aprendiese a gestionar y administrar sus propios recursos; y aún más importante, generarlos.
¿Vas a volver para hablar con tu tía Nymeria? ¿o vas a buscar a otra?
Vuelves a la mansión y uno de sus mayordomos te conduce hasta sus estancias personales. Allí la encuentras enfrascada en la lectura de un libro mientras toma una jarra de vino especiado. Por el tono de sus mejillas adivinas que no es su primera copa, pese a no ser ni medio día.
Maron, me sorprende tu presencia aquí, pensé que te habías ido sin deseos de volver a verme ¿que te trae por aquí? -te pregunta tu atractiva tía dejando el libro sobre la mesa y ocupando ambos manos con la copa.