Partida Rol por web

El puerto de Poza Doncella es un hervidero de actividad. Los marineros, mercaderes y viajeros corren de un lado a otro cargando pesadas mercancías, dándose gritos y empujándose unos a otros. La guerra es un negocio para pocos y un desastre para muchos por lo que, mientras algunos cargan en sus barcos grandes cantidades de mercancía para comerciar con las grandes casas, el resto empaqueta sus cosas y se retira lejos de Poniente, para comerciar en sitios seguros. Con ellos marchan muchos habitantes, endeudados para huir de la guerra que se avecina.

Otros tantos toman navíos para volver a su tierra natal, ahora que los grandes territorios están enfrentados y su mera presencia puede provocar que ciudadanos furiosos paguen sus temores y pérdidas con ellos.

Seguida de cerca por Mogen, paseo por los muelles tratando de abstraerme del nervioso ajetreo. No me preocupan los desgraciados que huyen ni los codiciosos que se aprovechan de la guerra para hacer dinero. Yo tengo mi trabajo y es lo único que me importa, y afortunadamente funciona bien en tiempos de paz como de guerra.

Lo único bueno que tiene todo este caos es que es más fácil pasar desapercibido. ¿Quién va a interesarse por los motivos de una simple mujer para embarcarse cuando son miles los que constantemente llegan y se van? Los capitanes cobran cientos de pasajes y aprietan en sus bodegas a los refugiados, cuantos más mejor. A nadie le preocupa una comerciante que va a Dorne en busca de buenos caballos...

-Busca a un oficial de puerto y pregúntale por nuestro barco, Mogen -le digo a mi leal escolta-. Te espero aquí.

Si señora -te respondió Mogen antes de alejarse hacia la zona del puerto en la que estaban amarrados los muelles.

A tu alrededor se apelotonan familias enteras llevando sus pocas pertenencias, buscando pasajes baratos para alejarse de la guerra, algo harto difícil por los precios que la mayor parte de los capitanes han puesto a los viajes, aprovechándose de la situación del pueblo.

Al rato volvió Mogen, con el rostro reflejando la furia que parecía sentir -Señora, ya tenemos un barco que va directo a Lanza del Sol. Temo que el pasaje es caro pero por suerte el patrón paga y nosotros no perderemos nuestras ganancias en viajes. Estas gentes son más terribles aún que los nobles que han provocado esta guerra, aprovechándose de las dificultades de la gente. He escuchado que algunos han pagado sus viajes a cambio de años de esclavitud y trabajo gratis.

-Eso no nos importa, Mogen -le recuerdo con dulzura pero con firmeza-. Si tuviéramos que compadecernos de cada desgracia que sucede en Poniente acabaríamos enloqueciendo. Deja eso para los septos. Tú te preocupas de mí y yo de ti, así es como funcionamos -le doy un toque afectuoso en el brazo y echo a andar junto a él-. Vamos al barco, este ambiente me agobia demasiado.

Mogen asiente ante tus palabras y te guía hasta el barco que os conducirá hasta vuestro destino, una galera decorada con múltiples colores llamada la "Pájaro gris". Allí el capitán os permite la entrada, aunque os mira con cierta desconfianza y los marineros parecen confusos pero agradecidos de tu presencia en el barco.

El mar parece molesto con vosotros el primer día de viaje y se muestra algo agresivo. Las tormentas dan un bautizo de fuego a este viaje pero, pese a ello, no perdéis demasiado tiempo ya que el temporal no es demasiado fuerte.

Los sucesivos días son bastante tranquilos, salvo por un incidente en el que Mogen arrojó a uno de los marineros al mar por hacer ciertos comentarios sobre tu persona. Sus actos y sus palabras "os aseguro que es mejor morir por mi mano que por la de ella" han bastado para que los hombres os permitan viajar tranquilos y os observen a escondidas con miedo.

El quinto día de viaje podéis llegar a ver un fenómeno de la naturaleza que os maravilla y aterroriza a partes iguales. Una manada de tiburones, con la cabeza en forma de martillo, pasa a vuestro lado meciendo las aguas con sus aletas. Algunos de ellos dan vueltas alrededor de vuestro navío hasta que, finalmente, continúan su camino. Los marineros no tardan en contar historias aterradoras sobre ellos y sus afilados colmillos.

El sexto y último día de viaje alcanzáis a ver las costas de la isla de Tarth. Os sorprende ver que, encallado en una playa, se encuentra un navío con algunas velas rasgadas, de color rojo y dorado, en la que ondea la bandera de la Casa Uller.

Paso la mayor parte del viaje asomada a la baranda, en parte porque me gusta contemplar la inmensidad del mar, en parte para evitar relacionarme con la tripulación y el pasaje. Las insinuaciones de los marineros no me preocupan, sé que Mogen está ahí para ocuparse de ellas.

La visión de los tiburones atrapa mi mirada aquel día. En mi interior me siento extrañamente cercana a ellos: hermosos pero mortales. Aunque ellos buscan la compañía de sus semejantes y yo... huyo de ella.

Al pasar ante las costas de Tarth y observar el navío con la insignia de los Uller frunzo el ceño.

-Mogen -llamo al hombretón-, entérate de lo que piensa hacer el capitán: ¿va a acercarse para averiguar qué ha ocurrido y buscar supervivientes o vamos a seguir el rumbo sin detenernos?

No quiero entretenerme más en este viaje ya de por sí demasiado largo, pero si el conflicto ha alcanzado ya estas tierras necesito saberlo. Mi objetivo es un mercenario, estará allí donde esté la guerra.

Mogen no tiene necesidad de preguntar nada al capitán pues este se acerca a vosotros -Mi señora, lo normal sería que siguiésemos nuestro viaje pero en estos tiempos, momentos de guerra, preferimos ayudar a los nuestros, detenernos para auxiliar a los hombres de la Casa Uller. Pero también se quien es mi patrón y que estáis interesados en llegar pronto a Dorne. Decidme ¿que preferíais hacer vos?

Agradezco al capitán que deje en mis manos la decisión, aunque éste es un contratiempo que no esperaba. Por fortuna no hay plazos en mi contrato.

-Acerquémonos y comprobemos si hay supervivientes, pero no nos demoremos más de los necesario -respondo después de reflexionar unos instantes.

La Casa Uller es dorniense, quizás pueda obtener de ellos información sobre Fiavo.

El barco se acerca a la isla de Tarth pero se detiene lo suficientemente lejos de la playa como para que la embarcación no encalle. El capitán comienza a dar órdenes a sus marineros y ordena que bajen dos botes para acercarse al barco.

Mi señora, voy a enviar a dos grupos a la playa. Si queréis formar parte de la tripulación de algunos de los botes estáis invitada.

-Me sentará bien pisar tierra firme -asiento con una sonrisa y me dirijo hacia la borda por donde están bajando los botes al agua-. Mogen, ven conmigo.