Partida Rol por web

Acorralado.

No tenía ninguna intención de salir de allí, o al menos, no la había tenido hasta saber que alguien armado le esperaba a la puerta.

Me acerco a la ventana y miro al exterior

¿Habrá cornisa? Quizás pueda desplazarme hasta otra habitación

Comprobó sus dudas buscando una salida, aunque lo cierto es que aún no esperaba utilizarla. Antes tenía que registrar de cabo a rabo aquella habitación. Si tan solo volviera la luz. Seguro que Greg alias Dark (o era al revés) había ido a buscar los plomos para encenderlos. Hasta entonces, tendria que registrar el lugar con la luz mortecina de la pantalla. Empezaría por la cama y los muebles aledaños.

Hacía cinco minutos que esperaba, agazapado, a que el escritor hiciera un movimiento fatal que lo pusiera al alcance de sus manos, o de su pistola, aun no lo tenía claro. Cinco minutos y ni una respuesta, ni un ruido, o se había ido o le estaba ignorando. No parecía que su táctica estuviera funcionando, no parecía ser uno de los típicos asesinos a los que se enfrentaba, ciertamente era mucho más listo que la media pero hasta los listos cometen errores, siempre acaban cometiendo uno, y siempre estaba él allí para aprovecharlos.

Sir Gustave se acercó a las ventanas con la esperanza de encontrar una vía de escape de la trampa mortal en la que se había convertido aquella habitación. Por un lado estaba un policía loco que no atendía a razones y que estaba listo para saltar sobre él, en el mejor de los casos para capturarlo y en el peor para dispararle, por otro, una clara invitación al suicidio, una que no pensaba aceptar, ya había aceptado una invitación de Dark y no pensaba cometer el mismo error por segunda vez.

La ventana era de doble acristalamiento y aislaba tanto del frío como del ruido y se abría con un manilla dorada ubicada en el centro. Al abrirla una dentellada de aire helado se clavó en su piel e hizo que se le erizara el vello pero el frío no fue lo único que le crispó los nervios. Desde su posición pudo ver avanzar a alguien que, por tamaño, solo podía ser Greg, o Dark, y al cual seguían dos mujeres, Vanessa, la escritora mediocre y la mujer embarazada camino de los establos. La estampa sería inocente si no fuera porque el brillo de la linterna se reflejaba en un objeto metálico en la mano de Vanessa, largo, algo que solo podía ser un cuchillo.

Miró hacia abajo y vio que no había cornisa pero, en cambio, a unos tres metros por debajo de su posición se encontraban los balcones de las habitaciones. Era un salto arriesgado pero al menos era una vía de escape pero antes había que investigar lo que había en la habitación.

La cama no tenía nada que reseñar, lujosa, sábanas finas y perfectamente plegadas. No olían a nada, ni a suavizante ni a naftalina, por lo que sugerían que no llevaban puestas allí 20 años. El escritorio era más funcional, roble, 3 cajones vacíos y sobre la mesa del escritorio unos folios en blanco menos el primero. El primero comenzaba por...

Confieso que he matado...

Solo había un lápiz barato, no hacía falta nada más.

- Solo cinco minutos más... esperaré y si no iré a mi habitación... - pensó Nate, esperando el más minimo movimiento de aquella puerta.

Un movimiento captó la atención de Gustave en los monitores, Wallace no salía hacia el establo sino que subía por las escaleras hacia el primer piso a la que debía ser su habitación. Su lenguaje corporal indicaba que algo malo debía haberle pasado puesto que arrastraba los pies y su porte, normalmente atormentado como si cargara una pesada losa, era más atormentado que nunca.

Abrió la puerta y se encontró algo en la cama, un sobre y algo pequeño que parecía ser una baraja de cartas. Rasgo la carta y comenzó a leer y, aunque parecía difícil de precisar por la perspectiva de la cámara, el muchacho parecía estar temblando.

Interrumpo mis acciones por el movimiento en la pantalla del joven Wallace (Wallace el bueno, que lo era por comparación más que por propios méritos).

A pesar de que lo que he podido observar en el escritorio requiere de mi atención, no puedo no centrarme ahora mismo en los movimientos en la mansión. Volver a repetir el mismo error sería inadmisible.

Nuevos movimientos se sucedían en las pantallas y por un momento Sir Gustave se sintió como el gran hermano de las novela de George Orwell, 1984. Por una parte, en el comedor, Catherine se levantó del sitio que ocupaba y se fue junto a la doncella y el mayordomo, dejando solo al porcino Carl mientras todos miraban con cierto anhelo y nerviosismo un aparato que parecía un walkie-talkie.

Por otro lado, en la habitación en la que estaba Wallace, el pequeño hombrecillo había cogido un pequeño aparato negro de debajo de la cama y había empezado a jugar a las cartas como si estuviera haciendo un solitario aunque por el tipo de extracción de cartas, 2 por jugador y una de ellas tapada, parecía ser que estuviera jugando consigo mismo al Blackjack.

Y mientras, al otro lado de la habitación Nate esperaba, como uno de esos leones de los documentales ansiosos en coger en un descuido a una cebra para cebarse con su carne.

Aquellas pantallas eran hipnóticas, pero Gustave tenía algo que hacer.

Se acercó al escritorio y tomó un folio en blanco y un lápiz, volvió a la zona de los monitores y comenzó a escribir alternando la tarea con miradas detalladas al contenido de las pantallas.

Mi nombre es Gustave Cavanough y he sido encerrado en una mansión por un asesino demente que tiene la intención de hacerme confesar y pagar por un desgraciado acontecimiento sucedido en defensa propia. No estoy solo. El citado demente me ha encerrado con otras 16 personas en la misma situación, supuestamente. Tengo la impresión de que uno de esos 16 es el intrigante cerebro detrás del encierro y que no actúa solo, así que al menos entre estas personas debería haber un cómplice.

Desde que el encierro comenzó, nos han ido cazando uno a uno, de modo que en el momento de escribir estas letras somos la mitad de los que eramos. Esta casa está llena de trampas para matarnos y también de emboscadas e información falsa para que nos matemos. Yo no he matado a nadie.

Si encuentran esta nota, significa que alguien la ha extraído de mi cuerpo sin vida. De ser así, sospecho del jardinero Greg, que se hace pasar por subnormal con poca efectividad a mis ojos.

He sido invitado a suicidarme y a que escriba en esta hoja una nota de suicidio. Sirva esta nota para dejar constancia de que NO me he suicidado. He sido asesinado por el millonario Dark o alguien suplantándole. Como también lo han sido todos los ya fallecidos.

Terminada la nota, la dobló y la escondió en la cinta de su pajarita.

La tozudez de aquel hombre, o la certeza de encontrarse seguro en aquella habitación, empezaban a irritar a Nate. Habían pasado casi 15 minutos desde que le había dicho que se marchaba y no había salido, ni un murmullo, nada, parecía como si se hubiera volatilizado o se hubiera echado una siesta mientras él esperaba fuera. Una idea le empezó a molestar mientras permanecía agazapado listo para saltar sobre el hombre del que sospechaba más, y sí hay alguna otra salida distinta a la puerta? y si viene por la espalda y me ataca? y si estoy guardando una habitación que no tiene nadie a dentro?

Estaba dudando en que hacer cuando de pronto a través de los conductos de ventilación resonó una música que había escuchado con anterioridad, la escena de los helicopteros de apocalypsis now... pero, como era posible que llegara esa música cuando el resto de la casa estaba a oscuras?

Sir Gustave empezó a escribir con una inspiración que para él hubiera querido en otros momentos de su vida. Las líneas caían una tras otra como una tranquila lluvia de primavera para limpiar su culpabilidad, aunque, a decir verdad, jamás había sentido demasiada. Él lo había intentado y había fallado, era justo que lo matara aunque podría haber optado por entregarlo a la policía y ser un héroe.

Al acabar dobló la hoja y se la puso en la pajarita doblada de una forma que aunque le incomodaba al menos cumplía su propósito. Al levantar la hoja pudo ver que la segunda, la tercera, la cuarta... todas estaban escritas con encabezados de ese estilo, encabezados que le conminaban a confesar

Negarlo es mentirse a uno mismo...

La confesión me hará libre...

No merezco vivir y antes de morir quiero decirles que...

Una tras otra las hojas le empujaban a quitarse la vida, cada una de las 23 hojas eran una acusación y una invitación a la vez, pero no fue lo único que le acusaba. Todas las pantallas se fueron a negro menos la central y lo que vio en la central hizo que se le helara la sangre. En un video de poca calidad se podía ver la escena en la que Gustave asesinaba al que había sido su amigo. Era una escena sin sonido, sacada de una pequeña cámara oculta en la que nadie reparó, pero el peso de la acusación era atronador. Dijera lo que dijera si esa imagen llegaba a la opinión pública su vida habría acabado.

Aun perplejo pudo escuchar como la famosa cabalgata de las valkyrias se colaba por los conductos de ventilación a todo volumen. Parecía ser que habían más sistemas eléctricos en la casa que funcionaban además de aquellas pantallas.

- Maldita sea... - Otra vez ese cabrón había ganado. Y Nate empezó a correr por el pasillo dirección a su habitación mientras la archiconocida pieza de Wagner llenaba de epicidad su carrera.... 

Las pantallas se fundieron a negro y por unos segundos la oscuridad reinó en la habitación dejándole como única compañía con el palpitar ensordecedor de su corazón. Fueron unos instantes, pero suficientes para darse cuenta de lo que ocurriría si ese video viera la luz, las implicaciones directas e indirectas, el descrédito, la cárcel y finalmente el olvido, algo que un escritor no podía soportar, el ser olvidado.

Las pantallas volvieron a la vida y pudo ver movimientos. En la habitación de Wallace se seguía una partida de cartas y por su celebración parecía haber ganado. Nate había abandonado su posición de fiera a la espera de una presa y había bajado a ciegas por la escalera con tan mala suerte de haber caído cuando le faltaba un escalón para llegar al primer piso. El impacto había sido grande pero no letal y parecía estar sangrando por la nariz.

Pero lo más preocupante parecía estar pasando en el comedor. La doncella, Gloria, se estaba cogiendo del cuello mientras el mayordomo con el rostro encajado intentaba reanimarla pero sin atreverse a insuflar aire en sus pulmones, como si los labios de tan tentadora mujer fueran, más que nunca, el camino a la perdición.

La situación era insostenible.

Estaba claro que el señor Dark estaba monitorizándole a él en el mismo instante en que él monitorizaba al resto, así que eso descartaba a los que se encontraban en la cocina y a Nate Wallace. No descartaba a los que se habían ido ¿al cobertizo? ni al joven que jugaba a las cartas en su habitación.

Gustave decidió entonces que debía desactivar la trampa del rifle así que se situó junto a este de modo que no quedara en la línea de tiro ni de su cañón ni de su culata y examinó en detalle el arma y el mecanismo con intención de desplazarlo de trayectoria para que no apuntase a ningún lugar en el que alguien pudiera lastimarse.

Ahora que Nate ya no tenía la cabeza a la altura del cañón al otor lado de la puerta, parecía el momento más propicio.

Y luego estaba Gloria, el mayordomo debía estar intentando acabar con ella, pero no había nada que Gustave pudiera hacer desde allí ni tampoco llegaría a tiempo. La dio por muerta y siguió con su tarea, aunque ligeramente más afectado.

Sir Gustave examinó el mecanismo de la escopeta a la luz de las pantallas. Gustave no era precisamente ningún especialista en ese tipo de mecanismos pero si que tenía claro es que mientras no se colocara delante o detrás, en caso de que el arma estuviera trucada, estaría seguro, siempre que no hubiera sido trucada para disparar para el lado, explotar o realmente estuviera cargada.

Con cuidado empezó a desplazar el cañón del arma hacia la derecha, hacia la puerta del cuarto de baño, pero cuando el arma hubo girado 5 grados a la derecha de su posición original el sonido atronador de ambos cartuchos de escopeta disparándose a la vez anunció la descarga del arma.

Con aprensión miró a lo que antes había sido la puerta de aquella habitación y que ahora yacía partida por la mitad por la violenta detonación. Era imposible no pensar en que le hubiera pasado a Nate en caso de estar al otro lado de la puerta, o a él de haber intentado salir pero eso no se había producido, era libre de salir, no había más escopetas y era libre de salir o quedarse, fuera solo le esperaba la penumbra de la casa.

Salió sin perder un instante rumbo al trastero. Probablemente, el peor lugar de toda la casa para dirigirse estando a oscuras, pero el siguiente en su lista de prioridades.

Pronto llegaría el resto alertado por el disparo, y a la cabeza, llegaría el falso policía deseando pegarle un tiro.

Debía poner tierra de por medio.

Intentó recordar las pantallas.

¿Había alguna que apuntase al trastero? ¿Cómo era la disposición de la sala que le esperaba? ¿Sabría el policía dónde encontrarle cuando entrase en la habitación y viese el trastero por las pantallas?

Esas y otras cuestiones revoloteaban por la mente del escritor, pero en aquella casa plagada de trampas, era moverse o caer fulminado.