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Jornada 4 (Govinda)

Govinda es la región más árida del reino. Asolada por la falta de lluvias, las altas temperaturas y las tormentas de arena, esta vasta zona se mantiene viva gracias a los adinerados comerciantes de esclavos que se refugian en los escasos oasis que hay dispersos en medio del desierto. 

Hoy nos encontramos en la cuarta ronda del torneo. El jeque Abd-el-Khaled Ibn Batutta es vuestro anfitrión y, curiosamente, las gradas muestran un inmejorable aspecto, pues sólo veis bellas mujeres provenientes del exquisito harén del señor de las dunas.

Semiorco de aspecto salvaje y fiero. Viste una armadura de cuero tachonado y empuña una guja. También tiene una ballesta ligera colgada a la espalda y una pequeña bolsa de cuero colgando de su cinturón.

Tungur estaba contento con sus ultimos combates. Sobrtodo porque los había ganado. Y también estaba contento porque se enfrentaba al lider del torneo. Un barbaro semiorco de aspecto muy fiero.

El joven subió a la zona de combate mirando a las bellas mujeres de escasa ropa que estaban animandoles. Por ello no se percató de que su oponente ya estaba listo para pelear.

Petrofski se movió hasta quedar tras la fuente, donde aparentemente se quedó pensando...

Acción preparada: si se acerca a menos de quince pies (tres casillas) de mí, retrocedo manteniendo siempre esas tres casillas de diferencia, siempre en diagonal, llegando incluso si es necesario a mi posición inicial.

Al parecer este combate no sería tan rápido como los anteriores. Estaban usando tacticas avanzadas, para ser barbaros claro.

Tungur no esperó y gritó salvajemente mientras se movia hasta su adverario. No obstante al llegar a la altura de la fuente se paró al igual que su contrincante mirandolo con ojos sanguinolentos.

Petrofski respondió a la furia con su propia furia, y dando dos pasos atacó a su rival con la guja causándole un fuerte corte.

El semiorco se acercó a Tungur, tal y como él se había imaginado por lo que le clavó su lanza larga. No obstane el golpe no fue suficiente para acabar con su enemigo, y este se lo agradeció con un ataque de su propia arma de asta.

Faltó poco, pero Tungur logró mantenerse en pie. Visto la situación, tiró su lanza al suelo y dando un paso hacia su enemigo desenvainó su mandoble, para acto seguido dar un poderoso espadazo.
 

Petrofski cayó al suelo tras el doble golpe, inerte.

Tungur vio como su contrincante caia al suelo. A pesar de la rabia consiguió dominarse lo suficiente como para salir de ella. Había sido un buen adversario, casi acaba con él. Le debía el respeto del guerrero, por lo que no mancilló su cuerpo desmenbrandolo como al anterior.

En lugar de eso se acercó a las bellas muchachas ligeras de ropa por si alguna quería festejar con él su victoria.

Las mujeres, en su mayoría humanas, saltan y gritan de alegría cuando Tungur gana el combate. De hecho, la locura se apodera de la grada al ver que el bárbaro se acerca para saludar a alguna de ellas, hasta tal punto que una hermosa joven de grandes pechos se abre la camisa mientras bota enfervorizada para mostrar al vencedor sus tremendos encantos.