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Jornada 7 (Trivikrama)

La festividad de Trivikrama marca el día más largo del año solar. A partir de hoy, las noches irán poco a poco ganando terreno a las horas de luz hasta la temida llegada del crudo invierno. En la séptima jornada del torneo celebramos el apogeo del astro rey en su máximo esplendor.

La capital del reino acoge los combates que tendrán lugar en la arena más cara de todas. De hecho, el tatami sagrado ha sido creado mágicamente por estudiosos arcanos que prometen muchas sorpresas a los casi veinte mil espectadores que ya abarrotan la gigantesca grada.

A Tungur habían tratado de explicarle lo de los conjuros y las baldosas, pero era muy complicado y acabó empujando un poco demasiado fuerte al tipo que trataba de hacerlo.

Refunfuñando subio al ring y esperó a su contrincante.

Gonthar Puño Iluminado es un semiorco de gran talla, con la piel, los ojos y el cabello de color grisaceo, casi ceniciento.

Viste con una armadura de cuero tachonado, rajada por multiples lugares y que apenas cubre el poderoso torso del semiorco y un simbolo sagrado, de Gruumsh cuelga de su cuello. En su espalda se aloja un espadón mientras que en sus manos porta una Bisarma, un arma similar a una lanza pero terminado en una cuchilla curva en el lugar de la punta recta.

Se alza ante tí, imponente, pero tranquilo, confiado por sus habilidades. Aferra el arma con ambas manos, besa el simbolo sagrado y se coloca en posición de combate mientras te mira y susurra - ¡Comencemos!

En el momento que nos dan la señal, tomo la decisión de acabar rápidamente con este combate, me lanzo en una rápidisima carrera contra el hombre que tenia delante, al abandonar la casilla en la que comencé*, está brilla debilmente y un efecto mágico desconocido para mí surge casi rozando mis pies, lo que me recuerda que las casillas están encantadas, tal y como me han explicado hace unos segundos. Con cada paso que daba, el pensamiento se diluia, apelé a la fuerza de mi sangre, dejé que la ira poseyera mi capacidad guerrera, cuando estaba cerca de mi rival, dejé que mi arma descendiera hasta que casi tocara el suelo, alzándola en una poderosa medialuna que dejó un profundo surco sanguinoliento en el torso del hombre que, finalmente, se dió cuenta de que esto habia empezado.

El arma del semiorco empala brutalmente a Tungur. Cualquier otra persona prodría haber muerto, pero Tungur no era cualquier persona.
Con un rugido de rabia sus musculos se tensan y se agrandan. La bisarma sale de su pecho y mira ferozmente a su contrincante.

Con otro gruñido tira su lanza al suelo y desenfunda su mandoble. Da un paso en dirección a Gonthar, pero justo en ese momento una llamrada surje del suelo. Por fortuna el barbaro logra aguantar la cegadora luz y descarga la pesada hoja contra su contrincante. Pero por desgacia falla el golpe.

el brillo de la baldosa volvió a surgir pero nada extraño sucedió, el mandoble de mi rival habia estado cerca de herirme pero no fue suficiente para atravesar mi defensa.

Mis labios se entreabren con una mueca mientras dejo caer al suelo la bisarma y saco de mi espalda el espadón, el cual descargo, esta vez en un arco descendente, golpeando sonoramente en la armadura de mi rival

Al fallar su anterior ataque Tungur creía que estaba ya perdido, pero por fortuna su armadura le protegió del poderoso golpe de su rival.
Viendo que tenía otra oportunidad para acabar con él, el barbaro levantó nuevamente su espadón. Pero al hacerlo una nueva llamarada surgió del suelo. Esta vez, sin embargo, ni fue lo suficientemente rápido para apartar la mirada. Loq ue le hizo ver muchos puntos blancos

No obstante sabía que no podía darle má oportunidades al semiorco, por lo que a pesar del destello descargó su arma contra él mientras rugia salvajemente.

Una oportunidad era lo que tenía. Y eso era lo único que necesitaba. El espadón impactó sobre Gonthar cruzandole todo el pecho. La armadura apenas pudo detener el potente tajo.

A pesar del molesto conjuro que el tatami había lanzado sobre sus ojos, el atlético humano consiguió cruzar un potente tajo sobre el pecho del bárbaro semiorco. Éste apenas pudo verlo venir y terminó cayendo de rodillas malherido para inmediatamente después volcarse boca abajo con un golpe seco.

De nuevo, las gradas rugieron para saludar al campeón de la contienda. 

-¡Tungur! ¡Tungur! ¡Tungur!