La idea que dio origen a esta partida, nació de un relato que lleva por nombre "La máscara de la muerte roja" escrito por Edgar Allan Poe. Tomando este texto como guía, y habiendo visto también la película homónima basada en el mismo, he intentado llevar a mis jugadores a lo largo de esta partida por un camino de desesperación, miedo a la Muerte y cuestiones morales.
Debo confesar que he disfrutado siendo la directora de este proyecto. Tras el telón, las cosas que suceden de cara al público toman unos matices diferentes. A veces incluso hilarantes.
Creo que lo justo y oportuno es que permita a mis jugadores comprender por entero la trama en la que estaban inmersos, a pesar de que esta tampoco era excesivamente elaborada, de manera que pasaré a explicar de manera resumida lo que sucedió realmente en cada uno de los días que compusieron el encierro de los invitados del príncipe Próspero.
Agradecimientos especiales:
Antes de proseguir con este cometido, me gustaría dar un agradecimiento especial a BlackZack, que me ayudó con la música que acompañaba al reloj de medianoche, y a Morgian, que me ha echado una manita con los banners de las escenas.
En primer lugar, desenmascararé a los protagonistas de esta historia.
Personaje | Jugador | Imagen | Fuente |
Attilio | RaKeL | Shakespeare, Shakespeare in love | |
Camelia | Seishi | Duquesa de Norfolk, Los Tudor | |
Cecile | onlii | Margaret Tudor, Los Tudor | |
Chiara | Morgian | Cosette, Los Miserables(2012) | |
Elisabetta | OmegaV | María Bolena, The other Boleyn girl | |
Enzo | Lady Mondragon | Cesare Borgia, Los Borgia | |
Fabiano | albertinizao | Thomas Culpeper, Los Tudor | |
Fausto | Pelesit | Antonio, El mercader de Venecia. | |
Fionna | Aranía Serigala | Lady Mary Tudor, Los Tudor | |
Giuseppe | Lawyer | Thomas Bolena, Los Tudor | |
Juliana | Atreide | Catalina Parr, Los Tudor | |
Lautone | Malarkeys | Francis Bryan, Los Tudor | |
Lucrezia | BlackZack | Giulia Farnese, Los Borgia | |
Martina | fernandoloco | Lucrezia Borgia, Los Borgia | |
Nicola | Brakend | Jaime Lannister, Juego de Tronos | |
Patricia | Naraeha | Jane Seymour, Los Tudor | |
Roderigo | j7mascis | Duque de Norfolk, Los Tudor | |
Salvatore | lysander | Charles Brandon, Los Tudor |
A continuación, pasaré a desvelar sus poderes. Los cuales estuvieron basados en los siete pecados capitales y virtudes del cristianismo, a excepción del poder de "los lobos" o Heraldos de la Muerte Roja.
Attilio, el bardo.
Heraldo de la Justicia- “Ser bueno es fácil, lo difícil es ser justo.”
Tienes un extraordinario sentido de la justicia y eres capaz de convencer a otros para que crean justo aquello que tú crees justo, pudiendo añadir o quitar un voto a uno de tus compañeros durante las votaciones, dos a cambio de recibir un voto tú mismo.Una vez por partida, alzarás tu voz, y tus razones serán escuchadas durante una votación. El resultado de la misma pasará a depender de tu criterio, quedando a un lado los votos de tus compañeros. Al tomar la justicia por tu mano, puedes provocar la ejecución de cualquier personaje. Esto también es aplicable sobre personajes no jugadores.
Cecile, la cortesana.
Heraldo de la Lujuria- “La lujuria es un deseo irresistible de ser deseado irrestiblemente.”
Tu deseo es irrefrenable y contagioso. Tanto que, en tu presencia, otros pueden acabar cayendo en profunda tentación fatal. Al comenzar la partida, elegirás a dos compañeros. Éstos sentirán una atracción inmediata entre sí, y la necesidad del uno con respecto al otro será tan grande que en caso de que uno de los dos sea ejecutado o caiga enfermo, el otro decidirá quitarse la vida. Podrás elegir a otros dos compañeros si los dos primeros mueren.
Una vez por partida tendrás la potestad de deshacer la pareja que hayas formado para hacer otra distinta, independientemente de que uno de los componentes de la misma haya muerto o no.
Cada vez que lo desees, podrás leer lo que la pareja que has escogido habla en secreto (en términos de juego, tienes acceso opcional a la escena destinada a los enamorados)
Chiara, la nueva amante de Próspero.
Heraldo de la Prudencia- “La fuerza que no va guiada por la prudencia, cae por su propio peso.”
Eres prudente y precavido a la hora de comportarte y relacionarte con los demás. El cuidado que muestras a la hora de actuar te proporciona información que ante otros ojos más descuidados pasaría desapercibida. Una vez por sala, podrás escoger a un compañero y mirar en lo profundo de su alma, para así conocer qué virtud o pecado marca su proceder.Una vez por partida, serás capaz de prevenir tu propia muerte. Sin embargo, la muerte es algo ineludible, y te verás obligado a decidir quién debe morir en tu lugar.
Elisabetta, la doncella mancillada.
Heraldo de la Esperanza - “En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.”
Eres la luz para aquellos que están perdidos y la posibilidad de que las cosas cambien en el momento más oscuro. Durante las votaciones, tienes la potestad de nombrar a alguien para restar dos votos en el recuento, pudiendo escogerte a ti mismo para tal fin.En la hora final, si la Muerte Roja no te ha alcanzado aún, la vida prevalecerá sobre la muerte, y los que queden en pie junto a ti, sobrevivirán.
Fabiano, el chambelán.
Heraldo de la Soberbia- "La Soberbia se adorna con el vestido de la Arrogancia"
Siempre has considerado tus cualidades de una excelente valía, y sabes que en muchos casos, de tener lo que tienen otros, lo administrarías mejor y conseguirías más logros con ello. Valoras profundamente tu propia persona, al punto que consideras que ni la propia enfermedad puede alcanzarte. Y de hecho, así es.
Eres inmune a la Muerte Roja, y aquel que ose atentar contra ti una primera vez, sea condándote a la enfermedad o queriendo acabar contigo durante las votaciones o de cualquier otra manera, te dará motivos suficientes como para querer vengar semejante afrenta. Te convertirás en un heraldo de la Muerte.
Fausto, el dramaturgo.
Heraldo de la Ira- “La ira, si no es refrenada, es frecuentemente más dañina para nosotros que la injuria que la provoca.”
Todos los que han sido objeto de tus iras temen tu temperamento. Cuando alguien te ofende, una horrible sed de venganza se apodera de ti, y eres capaz de hacer cualquier cosa por saciarla. Una vez por sala, puedes escoger a un compañero para que reciba un voto extra durante la votación diurna, o dos a cambio de recibir tú mismo un voto.Una vez por partida, podrás añadir dos votos a un compañero sin recibir voto alguno a cambio, y si éste muere, podrás quedarte su poder.
Fionna, la hija menor del Conde.
Heraldo de la Fé-“ Aquel que tiene fe no está nunca solo.”
Ver es creer, pero ¿qué ocurre cuando para obtener el conocimiento hay que aplicar esta norma en sentido inverso? Para creer hay que tener fé, y determinados conocimientos sólo se obtienen si uno.cree antes de ver. En tu caso, la fé arde como una cálida llama en tu interior, que alumbra las tinieblas y te permite ver lo que hay más allá, traspasar lugares aparentemente inexistentes y reunirte con los que supuéstamente ya no están.
Giuseppe, el mercader.
Heraldo de la Avaricia- "El avaro, por el afán de querer tener, se priva de todo
Nunca tienes suficiente, y en cuanto tienes la oportunidad, procuras obtener algo que llevar a tus arcas. Tu deseo de acumular riquezas es tan grande que transige las leyes de la vida o la muerte, permitiéndote obtener lo que tenían aquellos que ya se han ido
Una vez por sala, podrás escoger a alguien que haya muerto. Conocerás su poder y podrás asumirlo como tuyo en el siguiente cambio, hasta que decidas volver a escoger a otra persona.
Una vez por partida, podrás escoger a dos muertos, y usar ambos poderes durante la siguiente sala a la que te encuentras.
Juliana, la antigua amante de Próspero.
Heraldo de la Envidia- “La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.”
Deseas aquello que el otro posee con tanta vehemencia que tu alma se retuerce de dolor ante la contemplación de la propiedad o la dicha ajenas. El hambre de lo ajeno es tan fuerte en ti, que eres capaz de adquirir el objeto de tus envidias te cueste lo que te cueste. Una vez por sala, podrás elegir a un compañero. Su poder será tuyo a lo largo de tu estancia en la siguiente sala. Esto es aplicable sobre personajes no jugadores.Una vez por partida, tienes la potestad de escoger a dos compañeros, conocer sus dones y escoger el que más atractivo te resulte. Al abandonar la sala en la que escojas utilizar este comodín, puedes decidir quedarte con ese poder permanentemente, y convertir a tu compañero en el nuevo Heraldo de la Envidia.
Lautone, el Conde sin tierras.
Heraldo de la Pereza- "La pereza no es descanso, y por eso le falta la satisfacción."
La desidia que muestras hacia todo lo que te rodea es contagiosa. Tu falta de interés, es capaz de esparcirse entre tus compañeros, de manera que, una vez por sala, podrás escoger a alguien, provocando que esta persona no pueda usar sus habilidades durante su estancia en la siguiente sala a la que te encuentras.
Una vez por partida, puedes sumir a alguien en un estado de desánimo y somnolencia tal, que caerá rendido cuando suenen las campanadas de la medianoche, y permanecerá así hasta que éstas vuelvan a sonar una vez más. Ésta persona volverá a levantarse entonces, pudiendo reunirse de nuevo con aquellos que aún sigan vivos.
Lucrezia, la viuda.
Heraldo de la Gula- "La gula te proporciona la infelicidad y el hartazgo hasta el punto de hacerte odiar todo lo que has deseado"
Una vez por Sala, escogerás a un compañero. Ingiriendo algo de su pertenencia, ya sea un objeto material o una parte o fluido de su propio cuerpo, obtendrás información sobre él en forma de visiones que en ocasiones no son del todo claras pero que sin duda te serán útiles en más de una ocasión.
Una vez por partida, puedes decidir devorar la esencia de un personaje. Éste acto deberá ser público, y constituirá una escena un tanto macabra en la que el elegido morirá a tus manos.
Martina, la hija del mercader.
Heraldo de la Caridad- "Amarás al prójimo como a ti mismo"
Tu corazón generoso te lleva a desear que nada malo le ocurra a aquellos a los que aprecias. Una vez por sala podrás escoger a una víctima de la Muerte Roja, y tendrás la potestad de salvarla de su cruel destino. Además, tu disposición de ayudar a quien se encuentra al borde de la muerte, te permite discernir entre los invitados de Próspero, permitiéndote saber quiénes se encuentran enfermos entre ellos.
Una vez por partida, podrás escoger a alguien para volverle inmune a la enfermedad.
Nicola, caballero retirado.
Heraldo de la Fortaleza-"La fortaleza es un don que solo tienen aquellos que aceptan el reto de vivir"No importa cuáles sean las circunstancias, tú siempre encuentras el valor para seguir adelante. No temes, no lamentas. La vida ya te ha puesto a prueba, y has sabido salir de todas las trampas que te has encontrado por el camino. La gran fortaleza de tu espíritu, te permite vencer el miedo a la Muerte, y al paso inexorable del tiempo. Puedes volver a la sala anterior a la que te encuentras, y llevar a alguien contigo, lo que te permitirá hablar en privado con esa persona.Además, una vez por sala podrás escoger a uno de tus compañeros para protegerle de cualquier ataque o poder. Si escoges a una persona determinada, ésta no podrá ser nombrada de nuevo por ti y volverá a ser vulnerable a cualquier eventualidad al sonar las doce campanadas del mediodía.
Heraldo de la Templanza- “Ante todo, sobriedad. Resiste las embestidas de la tentación y sé dueño de tus actos.”
Tu alma está limpia de impurezas. Tu resistencia ante la tentación te hace inmune a todos los poderes que proceden del pecado, y una vez por sala puedes deshacer lo que el pecado vaya a provodar en uno de tus compañeros.Es decir, ninguno de los poderes que lleven el nombre de un pecado capital, tendrán efecto sobre ti. Además, podrás nombrar un pecado capital por sala y hacer que no pueda tener efecto en la sala siguiente a la que te encuentras al nombrarlo.
Patricia, la hija mayor del conde.
Enzo, el bastardo.
Salvatore, el prisionero político, o "invitado" de otra corte extranjera.
Heraldo de la Muerte Roja
Lo sientes en tu sangre, que ahora hierve clamando Justicia. La Muerte te ha señalado, pero no para que debas recibir su mortífero abrazo. Te ha señalado para que te unas a ella, para que la ayudes a castigar a los que se creyeron a salvo en su osada insensatez e ignoraron el dolor ajeno sin mostrar arrepentimiento.
Cada noche, te reunirás con aquellos que, al igual que tú, han sido escogidos, y entre todos decidiréis quien debe pagar por su insolencia.
Ser el heraldo de la Muerte te hace inmune a su toque mortecino, pero si las iras de otros se sublevan contra ti, deberás afrontar las consecuencias.
El gran baile
Durante el gran baile, un grupo de campesinos intenta atravesar las murallas del castillo, recibiendo su debido castigo. Una muchacha, logra escapar en primera instancia de los guardias, pero es alcanzada por estos, tras entrar en la sala opulenta de manera abrupta. Los guardias le cortan la cabeza, y su sangre salpica el suelo.
Temiendo que la muchacha pudiera estar enferma (que lo estaba) todos continúan con el festejo, hasta que una figura enmascarada, envuelta en una mortaja roja se aparece entre ellos, matando en un abrazo a la esposa del conde, Camelia.
Entonces el reloj comienza a sonar, marcando la medianoche, y un miedo irracional se apodera de todos los presentes. Todas las puertas se cierran, cediendo ante el desespero de los personajes una de ellas, que conduce a la sala blanca.
Sala Blanca
En medio del caos subyacente, al llegar a la sala blanca, las miradas de Enzo, Patricia y Salvatore se cruzan, tras haber recibido una importante revelación. Los tres, se reconocen entre si como los heraldos de la Muerte Roja y se reúnen, en un lugar apartado de la estancia, para debatir a quién deberán escoger antes de que el reloj vuelva a sonar doce veces al mediodía. Así, deciden que el primero en caer enfermo, debe ser Lautone.
Cecile también recibe su poder al llegar a la sala blanca, descubriéndose capaz de unir a otros irremediablemente como heraldo de la lujuria. Decide entonces unir a Nicola y a Martina al final del turno.
Los hombres deciden montar una barricada con todo lo que tienen a mano, y se le pide a los sirvientes que atiendan las necesidades de las damas.
Por su parte, Camelia, que encuentra su caida hacia el abismo infernal truncada por la propia Muerte, se halla a si misma en la sala negra, un lugar en el que todo parece desvencijado, abandonado y podrido. Muerto. Desde su posición, y tras haberle sido revelado que si ayuda a los heraldos de la Muerte a prevalecer podrá volver a la vida, decide condenar al príncipe Próspero, al que considera fuente de todo el mal acaecido en el castillo.
Sala Blanca, 2ª parte.
Tras sonar las doce campanadas del mediodía, el príncipe Próspero y Lautone, el conde sin tierras, se percatan de que están enfermos, encontrándose de pronto débiles y febriles. Aunque se sienten capaces de disimular su malestar, saben con cierta seguridad que lo más probable es que mueran en el transcurso de unas pocas horas.
Al mismo tiempo, Nicola y Martina, afectados por la decisión de Cecile, descubren un sentimiento profundo, intenso y mutuo, por el cual, están seguros, morirían de ser necesario. Sus miradas se encuentran y como por acuerdo tácito, ambos se dirigen a un rincón apartado de la sala, en el cual se confiesan sus sentimientos, iniciando así una relación en medio del caos y del miedo.
Poco después, el propio Nicola muestra su deseo de volver sobre sus pasos, hacia la sala opulenta, para intentar sacar algo en claro sobre lo ocurrido y traer comida, recibiendo así su poder como heraldo de la Fortaleza, visitando la sala opulenta y venciendo el miedo paralizante que parece dominar a todo aquel que pretende volver atrás.
Las horas transcurren y el estado de los enfermos empeora, hasta que finalmente ambos perecen, en medio de estertores y toses sanguinolentas, coincidiendo con las campanadas de la medianoche que de nuevo inducen a los presentes hacia un frenesí inevitable de huida.
Sala Azul
Con las doce campanadas de la medianoche, la mayoría de los presentes termina por descubrir qué virtud o pecado rige los poderes que la Muerte parece haber concedido a cada uno de los participantes de su macabro juego. La misma Muerte, de nuevo envuelta en su mortaja roja, se aparece ante los invitados y sirvientes de Próspero, haciendo las siguientes declaraciones:
— Os condeno— la voz del espectro carmesí reverberó entre las paredes de la sala— Os condeno a luchar por vuestra propia vida. A defenderos de vosotros mismos, a desconfiar los unos de los otros, tal y como vuestro bienamado Próspero condenó a su pueblo a perecer desamparado ante sus puertas —varios gritos ahogados llevaron a los presentes a percatarse de que de pronto se había aparecido entre ellos— Recibiréis una lección valiosa y eterna.
En esta ocasión, su rostro se asemejaba al del príncipe, aseverando la sentencia que la Muerte había dedicado a Próspero poco antes de ofrecer a Camelia su mortal abrazo— La muerte no tiene rostro, hasta el día de tu propia muerte—el contraste entre el carmesí de su siniestra figura y el azul de las paredes, volvía a la figura aún más fantasmagórica y temible— He plantado mi semilla entre vosotros, y deberéis ser sabios para podar mis malas hierbas. De lo contrario, éstas os atraparán. Para siempre—tras esbozar una sonrisa sibilina se dio la vuelta con paso ceremonioso, y atravesó la puerta que daba hacia la sala blanca. Una vez en ella, abrió otra puerta, y desapareció tras la misma.
Acto seguido, Fionna pierde el conocimiento. Mientras los presentes en la sala tratan de socorrerla, ella misma se encuentra en una caida hacia el abismo, en la que es detenida por la propia Muerte. Ésta, toma de la joven parte de su sangre, hiriendo su muñeca. Con el fluido, forma una réplica exacta de la muchacha, que Fionna es capaz de sentir como parte de ella misma. Esta réplica aparece en la Sala Negra, junto a Próspero, Lautone y Camelia, al mismo tiempo que Fionna vuelve en si, descubriendo que realmente su muñeca está herida.
Durante las primeras doce horas del día, Patricia, Enzo y Salvatore deciden que Giuseppe sea su primera víctima, por su parte, los que se encuentran en la sala negra, coincidiendo con los heraldos, apuntan hacia Giuseppe para ejercer su juicio desde el más allá. Giuseppe, como heraldo de la avaricia, decide hacer suyo el poder de Lautone, convirtiéndose al finalizar el turno en el heraldo de la pereza.
Sala azul, 2ª parte.
Alfredo, la mano derecha de Próspero, asume el control de la situación, declarando que antes de que suenen las campanadas de medianoche todos deberán dar un nombre para juzgar y sesgar a las posibles semillas que la Muerte Roja haya implantado entre los habitantes del castillo.
Al mismo tiempo, Giuseppe se descubre a si mismo enfermo, y a Martina se le es revelado su poder como heraldo de la caridad, descubriendo esta que su padre está enfermo.
Chiara, como heraldo de la prudencia, decide averiguar el poder de Giuseppe. Juliana, como heraldo de la envidia, decide tomar el poder de Chiara durante la siguiente sala. Roderigo, como heraldo de la templanza, decide que será la lujuria el pecado que no podrá ejercer su influencia en la siguiente sala. Giuseppe, por su parte, decide como heraldo de la pereza temporal que Fabiano no podrá usar su poder en la siguiente sala.
Lucrezia, como heraldo de la gula, decide ingerir un trozo del vestido de Chiara, para recibir visiones sobre la amante de Próspero.
Martina decide prestar a su padre el auxilio que necesita, pero éste muere aún así al sonar las doce campanadas de la medianoche*, junto a Juliana, decapitada por los guardias al ser la más señalada durante las votaciones.
*Error de la master subsanado en la siguiente sala.
Votos
Juliana: Enzo, Patricia, Salvatore, Fausto (utilizando su habilidad para dar un voto extra a Juliana)
Attilio: Giuseppe, Martina, Nicola.
Fabiano: Fionna, Roderigo.
Lucrezia: Attilio.
Salvatore: Cecile.
Elisabetta: Elisabetta (autovoto por no votar)
Fausto: Fabiano.
Nicola: Fausto (voto normal)
Chiara: Lucrezia.
Doncella del castillo: Juliana.
Sala Púrpura
Al llegar a la sala Púrpura, Cecile, afectada por la templanza, pierde la capacidad de saber lo que hablan los enamorados. Fabiano, por su parte, queda vulnerable al perder transitoriamente la soberbia, presa de la desidia que produce la pereza. Juliana, al llegar a la Sala Negra junto a Giuseppe, descubre que Chiara es el heraldo de la prudencia, pero ya no es capaz de utilizar su poder.
Lucrezia, por su parte, recibe una visión sobre Chiara:
Introduces con disimulo el pedazo de tela entre tus labios, y lo saboreas.
El tejido se empapa de tu saliva, y la sangre que lo mancha se disuelve en tu boca, proporcionándote un regusto herrumbroso. Tragas, ayudándote con un poco de vino, y de pronto sientes que tu consciencia se traslada a otro lugar.Te descubres en medio de una casa humilde, con dos hombres, uno mayor y otro más joven, ambos con rasgos que recuerdan a los de la joven amante del Príncipe. Sientes hambre y preocupación.
De pronto aparece una figura en escena. Un hombre, embozado en sombras tenebrosas, que porta una corona. Los dos hombres que habías visto antes y este se enzarzan en una lucha. Sangre, lágrimas, ruegas clemencia. Guardias, esposas, los barrotes de una celda.
Te ves envuelta de pronto de un lujo suntuoso que te hace sentir incómoda. Las miradas se posan sobre ti, malintencionadas, acusadoras. Elisabetta y Martina aparecen en la escena, tendiéndote la mano, esbozando una sonrisa cálida que te reconforta. Observas a la figura coronada, y sus rasgos son ahora más definidos, permitiéndote intuir el rostro del príncipe Próspero entre ellos. Se acerca a ti, te susurra— Si no haces lo que te pida...—miedo, adoración, impotencia. Observas a juliana, cuyas facciones ante tus ojos aparecen quasidemoniacas. Su mirada se posa sobre ti, e inevitablemente tiemblas. A lo lejos, Enzo te regala un guiño, y te ruborizas.
Tu consciencia se entremezcla en una maraña confusa de recuerdos y sentimientos, hasta situarse en medio de un baile, el cual eres capaz de recordar perfectamente. Una joven campesina es decapitada, y sientes un miedo profundo, al tiempo que observas a Próspero— No... él no lo haría...—huyes, temerosa, y observas a todos los que te rodean con precaución.
Próspero desfallece ante tus ojos, con el rostro empapado en carmesí. Desesperación, abandono, determinación. Te fijas entonces en Giuseppe, y la curiosidad te invade. Diriges una mirada de suspicacia hacia el padre de Martina, y de pronto, la visión se difumina. La consciencia vuelve a ti, y abres los ojos, encontrándote en la sala púrpura.
De nuevo, los heraldos se reunen, decidiendo escoger a Fionna como la próxima víctima de la Muerte Roja. Los muertos, desde la Sala Negra, escogen a Attilio.
Chiara, tras serle revelado que Giuseppe es el heraldo de la pereza, decide averiguar el don de Nicola.
Sala Púrpura, 2ª parte
Attilio y Fionna se descubren enfermos, al mismo tiempo que Martina es capaz de ver que dos nuevas personas portan la enfermedad, decidiendo curar a Fionna.
Giuseppe, milagrosamente, se levanta en la sala azul, como si jamás hubiese enfermado, y acude a la sala púrpura, huidizo, presa del miedo que suscita permanecer en la sala en la que ya ha sonado el reloj de medianoche. Nicola, por su parte, decide proteger a Martina como heraldo de la fortaleza, y decide llevar a Chiara consigo a la sala azul, pudiendo hablar en privado con ella y recibiendo una visión al volver a la sala púrpura.
En el momento en el que te dispones a abandonar la sala azul, sientes un leve mareo, y una vibración que comienza a dominarte por entero, empezando por tus pies y recorriendo todo tu cuerpo.
Miras alrededor, confuso, y te sorprendes al comprobar que te encuentras en la misma sala, pero tal y como se encontraba el día anterior, al mediodía.
Los invitados de Próspero hablan, preocupados, mirándose entre si sin reparar en ti. De pronto el reloj suena, pero de alguna manera, no te sientes en absoluto afectado por su tañido horripilante. Observas las reacción de los demás, aterrorizados en medio de las campanadas, y entonces lo ves.
Una mano manchada en carmesí emerge del suelo, y se aferra al cuerpo de Giuseppe, y le marca, atándole un lazo rojo alrededor de la muñeca. La visión, que ya resultaba espeluznante, empeora cuando otra mano, putrefacta, emerge poco después, acompañando a la primera, pero marcando al mercader con un lazo negro. Ante ti, su rostro se muestra de pronto absolútamente demacrado, y acto seguido, tu alrededor comienza a difuminarse.
Parpadeas, y vuelves a encontrarte junto a Chiara, mientras todos permanecen aún en la sala púrpura. No parece haber pasado más que un instante, y nadie parece haber notado nada extraño en tu comportamiento.
Lucrezia decide ingerir una de las cartas de la baraja de Fausto para recibir visiones sobre el dramaturgo en la siguiente sala.
Los síntomas de Attilio evolucionan, empeorando, y a pesar de que las votaciones parecen reñidas, los vivos votan al bardo, en su mayoría considerando que al estar ya enfermo le están ahorrando un sufrimiento innecesario.
Votos
Attilio: Attilio (autovoto por no votar), Chiara, Elisabetta, Enzo, Fabiano, Martina, Nicola, Roderigo.
Chiara: Faustro (voto normal, y dos extra por su habilidad, manifestándose en las doncellas del servicio), Fionna, Lucrezia.
Fabiano: Cecile, Giuseppe.
Patricia: Patricia (autovoto por no votar)
Sala Verde
Attilio llega a la Sala Negra al tiempo que Cecile y Fabiano recuperan sus capacidades como heraldos al abandonar la sala verde.
Giuseppe decide emplear su poder como heraldo de la avaricia sobre Attilio, y Chiara decide averiguar esta vez el rol de Fausto. Por su parte, Lucrezia recibe una visión sobre el dramaturgo:
Ingieres la carta, y un indistinguible sabor a tinta invade tu paladar.
De pronto, te ves sumida en una nueva visión. Estás en una corte. Hay aplausos, bebida y comida a raudales. Un príncipe Próspero mucho más joven se encuentra entre los invitados, y el viejo rey también.
Tu mirada se posa sobre la servidumbre, y entre las doncellas una llama tu atención. Sus cabellos son dorados, y sus rasgos te resultan tremendamente familiares. Sabes que no se trata sólo de una percepción de aquel a quien pertenece el naipe que has ingerido. Tú misma eres capaz de percibirlo. Has visto esa cara, y no sabes dónde.
La escena cambia, y de nuevo te encuentras con esa muchacha. Hay lujuria, pasión, jadeos, promesas, y una amarga despedida. Luego hay más vino, más aplausos, y de nuevo una corte. Buscas entre la servidumbre, pero no la encuentras. Desasosiego, temor, la visión de un futuro truncado. Luego hay desesperación. Días oscuros, inspiración. Más aplausos.
Tu consciencia viaja en el tiempo, hasta la sala opulenta en la que tuvo lugar el baile. Vino, embriaguez, miedo, huida. Un juego de cartas. Y en el momento de las votaciones, una mirada suspicaz dedicada a Nicola, y otra iracunda, esta vez dirigida hacia Juliana.
Mientras tanto, los heraldos, Patricia, Enzo y Salvatore, vuelven a reunirse, concluyendo que Lucrezia debe ser la próxima víctima de la Muerte Roja. Por su parte, los muertos, desde la Sala Negra, escogen a Salvatore.
Sala Verde, 2ª parte
Mientras Lucrezia se descubre a si misma enferma, Salvatore, cree enfermar durante unos instantes, sin llegar a hacerlo realmente gracias a su condición de heraldo de la Muerte Roja.
Chiara descubre en Fausto el poder de heraldo de la Ira, comprendiendo entonces la causa de los extraños votos de las doncellas del servicio. Por su parte, Roderigo decide que durante la siguiente sala, debe ser la envidia la que debe quedar sin poder de actuación, y Giuseppe adquiere el poder de Attilio, volviéndose el heraldo de la justicia temporal.
Lucrezia, decide emplear sus facultades ingiriendo un cabello de su hija, Elisabetta, y además, al verse enferma, y viendo las sospechas erigidas contra Salvatore, decide usar su facultad de devorar la esencia de uno de sus compañeros, ingiriendo de manera literal a Salvatore, matándole de una forma cruenta y salvaje en el acto, recibiendo una visión mucho más nítida e intensa que las anteriores:
Aún extasiada y obnubilada, con el sabor de la carne y la sangre llenando tu boca, un fuerte mareo te invade de pronto en oleadas, y tu consciencia comienza a divagar, esta vez a una velocidad vertiginosa.
Guerras, sangre, temor. Un acuerdo. Impuestos y un prisionero a cambio de seguridad. Renuncia. Un adiós a todo lo que te representa. Tu familia, tu yegua favorita, aquella chica a la que sonreías en los bailes, tus aposentos... Todo, a cambio de una prisión dorada.
Los días se suceden en la Corte. Eres diferente, eres un prisionero, por mucho que las comodidades que te proporcionan tus captores quieran hacerlo parecer un encierro voluntario. Rencor, desidia. Las mujeres son un divertimento adecuado, que llena tus ratos libres y te ayuda a no pensar en tu situación. Una no tiene por qué saber que estás cortejando a otra, ¿no?
Te encuentras de pronto en el momento en el que comenzó la desgracia. Sientes miedo, acabas de ver morir a la esposa del conde Roderigo y huyes hacia la sala blanca en cuanto suenan las campanadas. Entonces tus manos se tiñen en carmesí, y lo sientes. Esa gente no podrá volver a reirse de ti nunca jamás. Impartirás justicia. La justicia de la Muerte.
Miras alrededor, y descubres que no eres el único. Dos siluetas borrosas cruzan sus miradas con la tuya, y juntos, os apartáis de los demás, para decidir a quién debéis señalar. Los susurros resultan indistinguibles, y de cuando en cuando escuchas un nombre. Primero Giuseppe, luego Fionna, y finalmente Lucrezia.
Estás convencida de que nada puede salir mal, cuando tu castillo de naipes comienza a desmoronarse. Una última visión de ti misma, acercándote con el rostro desencajado, dispuesta a ingerir la carne que cubre el rostro de Salvatore, inunda la visión, y te devuelve a la realidad de la sala verde.
Los guardias se alejan atemorizados, bajando las armas, y el estado de la viuda empeora hasta la medianoche, cuando todos vuelven a reunirse para esgrimir sus votos. Por un momento parece que Fabiano es aquel que debe ser ajusticiado, y éste, creyéndose en peligro de muerte y traicionado por todos los que le rodean, activa su poder como heraldo de la soberbia, convirtiéndose en un heraldo de la Muerte Roja más.
En lugar de Fabiano, es Cecile quien resulta ajusticiada, gracias a que el chambelán no puede morir de ninguna forma la primera vez que su vida se vea en peligro, y gracias a que Giuseppe, señala a Cecile usando el poder de Attilio, provocando que tanto el Senescal como el jefe de la guardia decidan que ella es más sospechosa que el chambelán, y que es a ella a quien deben ajusticiar.
Junto a Cecile, Lucrezia muere, enferma, al sonar las doce campanadas de la medianoche.
Votos
Cecile: Elisabetta, Giuseppe, Alfredo y Héctor.
Fabiano: Fausto (voto normal y dos votos extra).
Giuseppe: Cecile, Giuseppe (voto manifiesto en uno de los caballeros armados de la guardia, resultado de usar el poder de heraldo de la justicia).
Patricia: Chiara.
Elisabetta: Elisabetta (voto manifiesto en uno de los caballeros armados de la guardia, resultado de usar el poder de heraldo de la esperanza).
Fausto: Fabiano.
Roderigo: Lucrezia.
Nicola: Patricia.
Lucrezia: Roderigo, que se retracta retirando el voto gracias al poder de Elisabetta.
Fionna, al votar a Salvatore, ahora muerto, vota en blanco de manera interpretativa.
Sala Naranja
Los heraldos vuelven a reunirse, escogiendo a Fausto como próxima víctima. Por su parte, los muertos, desde la Sala Negra, escogen a Chiara.
Mientras tanto, Chiara decide usar su poder sobre Patricia, y Giuseppe decide usar su poder como heraldo de la avaricia sobre Lucrezia.
Lucrezia, al llegar a la Sala Negra junto a Salvatore, recibe una última visión, sobre su hija Elisabetta:
En medio de tu agonía, aprovechas un golpe de tos para llevar los cabellos de tu hija, Elisabetta, a tus labios. El encierro y la falta de comida han despojado al pelo de cualquier sabor familiar, pero aún así, pronto te encuentras sumida en un mar de recuerdos.
Una casa. La casa donde creció tu pequeña. Una Elisabetta mucho más joven está sentada a la mesa, y su madre, una señora muy guapa a la que admira, ama y teme por partes iguales, corrige sus modales. También hay dos hombres, a los cuales reconoces de inmediato. Elisabetta los ama, pero le entristece que se encuentren tan lejos. Su hermano está aprendiendo a ser un hombre de provecho, y su padre debe servir al príncipe.
Diferentes escenas cotidianas, en las que te encuentras tu misma y eres capaz de observar otros rostros conocidos, se suceden, y de pronto, tristeza. Dos tumbas. Represión, encierro, ansia de libertad. Una mano humilde, la de un plebeyo, se extiende, y la tomas. Amor, esperanza. Desazón al encontrarte a ti misma sola y desamparada en medio de un paraje desolador. Miedo, y la figura de una madre decepcionada, distorsionada por las lágrimas y la incomprensión.
Cuchicheos, dedos que te apuntan, y mientras una semilla germina en tu vientre. Lautone, Lautone parece un hombre que entiende de libertad. Él te sacará de allí, él te llevará consigo, él te mostrará el mundo...
Te encuentras ahora en el baile en el que comenzó la desgracia. Huyes, tienes miedo, y sin embargo, llevas una mano a tu vientre y te dices que debes seguir adelante, que mientras tú sigas en pie habrá esperanza. La figura de Lucrezia se vuelve más clara ante tus ojos, y engrandece cuando Lautone cae víctima de la enfermedad. Es tu madre, al fin y al cabo. A pesar de lo estricta que puede llegar a ser.
Las lágrimas empañan tu visión cuando te encuentras ante una última imagen. La de tu propio rostro sonriente y moribundo. De nuevo, tristeza, y de pronto, vuelves en ti.
Sala Naranja, 2ª parte
Tras sonar las campanadas del mediodía, Chiara y Fausto se descubren enfermos, y Martina es capaz de ver dos nuevas víctimas de la enfermedad, decidiendo curar a su amiga Chiara.
Al mismo tiempo, Chiara descubre que Patricia es uno de los heraldos de la Muerte Roja, y Giuseppe se convierte en el heraldo de la gula temporal, decidiendo en ese preciso momento ingerir cabellos tomados de los ropajes de Roderigo para obtener una visión sobre él.
El estado de los enfermos empeora a medida que se acerca la medianoche, y de nuevo, todos se reunen para decidir quién debe ser juzgado, resultando Patricia ajusticiada por decapitación.
Al sonar las doce campanadas de la medianoche, Fausto expira, muriendo junto a ella, y recibiendo con ello una importante revelación, antes de aparecer en la Sala Negra:
A medida que la agonía se apodera de ti, fijas tu mirada en el rostro de la joven Patricia y los recuerdos te embargan.
Elisa... Tu añorada y amada Elisa. Ella también tenía el cabello dorado, y aquella lozanía. Sus labios, tenían la misma curva y sus ojos, también tenían aquel color.
Sintiéndote ya en los brazos de la Muerte, notabas que cada vez te costaba más diferenciar la una de la otra. Y sabías que en el fondo, aquello tenía una razón de ser. Y es que eran demasiado parecidas. Tan similares como lo serían una madre y una hija... Una hija... De Elisa.
Con aquella certeza, finalmente expiras. Patricia, Elisa...
Votos
Patricia: Chiara, Elisabetta, Enzo (traidor xD), Fausto (voto normal y dos votos extra), Nicola.
Fabiano: Giuseppe, Fabiano (autovoto por no votar)
Fausto: Fausto (voto por uso de su poder), Martina.
Chiara: Patricia, Roderigo.
Fionna: Fionna (vota por si misma, incapaz de votar a Patricia)
Sala Marrón:
Al llegar a la Sala Marrón, Chiara, descubriéndose sanada, y Enzo, se declaran un amor mutuo y genuino. Aún así, la muchacha decide usar su poder sobre Enzo, queriendo asegurarse de que él no sea un heraldo de la Muerte Roja. Giuseppe, por su parte, recibe una visión sobre Roderigo:
Ingieres el cabello de Roderigo, sin notar ningún sabor especial al hacerlo. Contrariado, por un momento te preguntas si habrás obrado mal, malentendiendo los dones de la difunta Lucrezia, pero de pronto, te ves envuelto en un mar de recuerdos que no te pertenecen.
La desazón por no tener descendencia os corroe a ti y a tu mujer. Lo habéis intentado, pero nada parece funcionar, y Dios no responde a vuestras oraciones. La pesadumbre continúa durante muchos años. Tu esposa teme perder la fertilidad antes de poder engendrar un hijo, y de pronto un rayo de luz ilumina tu casa.
Ves a una muchacha desamparada con el vientre hinchado, a la que recoges en tu seno. Y poco después, de nuevo estás con tu esposa, y esta vez, acompañado por una hermosa niña de a penas unos meses a la que habéis llamado Patricia.
La felicidad no podía ser mayor cuando Camelia, aparece de nuevo ante tus ojos, en cinta, llevando en su vientre a tu pequeña Fionna, tu verdadera primogénita, que trae más felicidad a tu hogar.
Los años transcurren, a pesar de que has cumplido tus anhleos, la culpabilidad y la deshazón te invaden a ratos. Admiras el crecimiento de tus pequeñas pero, eres incapaz de tratarlas por igual. Patricia... Oh, pobre Patricia... ¿Qué habéis hecho?
Tras esta revelación, decide usar su poder como heraldo de la avaricia sobre Patricia, al tiempo que los heraldos se reúnen, decidiendo que Nicola debe ser la próxima víctima de la Muerte Roja.
Por su parte, los muertos, desde la Sala Negra, descubren que son capaces de escuchar las conversaciones que tienen lugar entre los vivos si prestan la suficiente atención, y deciden escoger a Giuseppe.
Antes de sonar las campanadas del mediodía, Nicola lleva consigo a Chiara a la sala naranja, manteniendo una conversación privada con ella. Al volver a la sala marrón, el caballero retirado recibe una visión:
De nuevo, cuando intentas volver a la sala en la que te encontrabas anteriormente, un escalofrío te recorre el cuerpo.
Tu vista se difumina, y de pronto, te encuentras en la sala naranja, tal y como se encontraba al mediodía de ayer. Sois menos los que aún quedan vivos, pero más que los que están en pie ahora en la sala marrón. Los invitados y sirvientes del castillo esperan, nerviosos, a que suene el reloj. Y de hecho, el infernal artilugio comienza a tañir, y los corazones se llenan de miedo.
Esta vez, al no encontrarte desprevenido, te fijas con mayor detalle en todo lo que te rodea, y no te cuesta distinguir las mismas manos que viste anteriormente acercándose a Giuseppe, el padre de Martina.
Sin embargo, en esta ocasión, una de ellas ata un lazo rojo en la muñeca de Fausto, y otra un lazo negro en la de Chiara. Ambos habían enfermado, y Fausto había muerto la noche anterior.
Sin poder evitar preguntarte qué significado tenía aquel símbolo, vuelves en ti, encontrándote de nuevo en la sala naranja, devastada y abandonada, junto a Chiara, que no parece haberse percatado de tu desvanecimiento. Junto a ella, vuelves a la sala marrón, donde los demás esperan expectantes.
Sala Marrón, 2ª parte
Nicola se descubre enfermo, al mismo tiempo que Giuseppe, parece estar apunto de enfermar, pero no llega a hacerlo pues ahora se ha convertido en un heraldo de la Muerte Roja temporal, independiente al resto de los heraldos, e inmune a la enfermedad. Martina, descubriendo a su amado enfermo, decide usar su poder sobre él.
Por su parte, Chiara descubre que sus temores más oscuros son verdaderos, al descubrir que Enzo es un heraldo de la Muerte Roja.
El pueblo canta y quema a sus muertos en las murallas del castillo, mientras sus habitantes, atemorizados, discuten y desconfían los unos de los otros. La familia del conde Roderigo desvela que en realidad Patricia es hija de Fausto y no del conde y su esposa, mientras en la Sala Negra, las discusiones se suceden.
Cuando se acerca la medianoche, todos vuelven a reunirse, señalando a Enzo como aquel que debe ser ajusticiado. Como excepción a lo que lleva aconteciendo durante todos los juicios populares, es el propio Alfredo, padre de Enzo, quien empuña la espada para cortarle la cabeza.
Votos
Enzo: Elisabetta, Enzo (autovoto voluntario), Fabiano, Nicola, Roderigo.
Fabiano: Fionna, Giuseppe.
Chiara: Chiara (autovoto voluntario al no ser capaz de votar a enzo) (el voto queda anulado al interceder Elisabetta, con su poder, disuadiendo a su amiga de votar por si misma)
Elisabetta: Elisabetta (voto representado por uno de los caballeros de la guardia, consecuencia del uso de su poder)
Sala Negra
Los habitantes del castillo se encuentran en una sala en la que gobierna la Muerte, la desolación y la podredumbre. Vivos y muertos se reúnen, reencontrándose al final del encierro. Los poderes de los heraldos dejan de surtir efecto, y la réplica carmesí de Fionna vuelve a ella, fundiéndose con la Fionna original de una forma grotesca y desagradable.
Las horas transcurren, sin que nadie enferme, y en medio de la desesperación general, Elisabetta muestra signos de parto inminente. Las mujeres se disponen a ayudarla, y los hombres intentan colaborar, aunque manteniéndose al margen en su mayoría. Todos esperan, impacientes, sin saber lo que puede ocurrir a continuación, cuando la oscuridad invade la sala, ahogando todo sonido y todo vestigio de vida en su negrura.
La Muerte lleva a los habitantes del castillo a su juicio, y Elisabetta, como heraldo de la esperanza, al no haber sido agredida en ningún momento, actúa como Salvación para todos, permitiendo que los muertos vuelvan a levantarse, y que todos, vivos y muertos, juntos, puedan salir del castillo, finalizando su encierro.
Narraciones de interés:
Desmayo de Fionna:
Tras la aparición de la Muerte, tu padre, preocupado, se acerca a ti. De pronto, un escalofrío recorre tu espalda, y te sientes empalidecer. Suspiras, y tus piernas flaquean, dejándote caer sobre el suelo sin remedio mientras pierdes la consciencia.
La negrura te envuelve, y el tiempo parece dilatarse, perdiendo el sentido. Comienzas a caer en un abismo, en medio de la nada, queriendo gritar sin que la voz te acompañe, aterrorizada. ¿Has muerto? ¿Hacia dónde vas? ¿En dónde te encuentras? Las preguntas sobrevuelan tu mente a una velocidad vertiginosa mientras te adentras en una oscuridad inescrutable.
Te crees perdida para siempre, y jurarías que la Muerte Roja se ha llevado tu alma. Y precisamente la Muerte se aparece ante ti, con su máscara de alabastro y su embozo carmesí. Toma tu rostro con sus manos huesudas, y a su vez, varias manos que emergen de la oscuridad se aferran a tu cuerpo. Aquella que toma tu muñeca, de pronto la sujeta con mayor firmeza, mientras otra la rasga, con una uña larga y retorcida. La sangre comienza a manar, y atónita observas cómo las gotas que se derraman se unen entre sí, tomando forma.
El espectro se aleja de ti, y acaricia la figura sanguinolenta, que poco a poco se expande y revela sus detalles y matices. No tardas en descubrir que se trata de una réplica de ti misma, de color por entero carmesí.
La miras a los ojos, y ella te mira. Sois iguales, y sentís por igual. Respiráis al unísono, y vuestros corazones laten al mismo compás. Ella es una parte de ti, y como tal, la sientes por entero. Obnubilada, intentas acercar tu mano hasta su mejilla, pero antes de poder tocarla, las manos que te aferraban te sueltan, y la negrura vuelve a rodearte.
Presentación de la enfermedad:
Tras sonar las campanadas del mediodía, intentas recomponerte, evadiendo el miedo irracional, aferrándote a tu cordura.Sin embargo, a pesar de tus intentos, notas que algo no encaja. Algo no marcha bien.
Un escalofrío recorre tu cuerpo y parece decidido a no abandonarte, y de pronto la simple tarea de respirar se vuelve costosa. Te sientes débil, y estás seguro de que si alguien tocase tu frente notaría que arde en mares de fiebre. Estás enfermo, y no puedes evitar preguntarte si la Muerte Roja también ha decidido abrazarte. No puedes evitar preguntarte qué harán los demás si se enteran y sin embargo conoces la respuesta. Sólo el abandono es lo que aguarda a cualquiera sobre el que pese la marca de la Muerte Roja.
Por ahora te sientes capaz de actuar como si símplemente te encontrases de pronto cansado. Pero, ¿empeorarás? ¿serás capaz de mantener tu ardid? Y más importante aún, ¿es este tu fin? Algo en tu interior, un presentimiento casi tangible, te dice que has sido sentenciado, y durante algunos instantes, al parpadear, eres capaz de ver tus propias manos teñidas en carmesí.
Tránsito hacia la Sala Negra:
Tras perder la consciencia de ti mismo, te sientes caer en un abismo que parece no tener fin mientras las fuerzas te abandonan. Quizá lo esperabas, o quizá no, pero has muerto. ¿Te lo imaginabas así? ¿Esperabas ir a algún lugar? ¿El Cielo? ¿El Infierno? ¿El Purgatorio? Te preguntas si tu caida conduce hacia alguna parte, pero parece no tener fin, y los instantes se dilatan perdiendo el sentido. ¿Cuánto llevas precipitándote por ese abismo? No lo sabes, no eres capaz siquiera de imaginarlo, y poco a poco te abandonas, te dejas llevar por la sensación de vacío que parece querer apoderarse de ti.
Ya no importa nada, ya no queda nada. Has perdido toda esperanza cuando de pronto, te detienes, en medio de ninguna parte. Miras a tu alrededor, y te percatas de que varias manos que emergen de la oscuridad te sujetan. Se aferran a tu carne con fuerza, y sientes sus huesos sin piel clavarse sobre ti.
Frente a tu rostro, se aparece el propio rostro de la Muerte Roja, embozada en su mortaja carmesí. Sus manos putrefactas te acarician las mejillas, y un dolor lacerante te recorre el cuerpo. ¿Eres capaz de sentir dolor incluso en la muerte? Parece ser que sí.
Las cuencas vacías de sus ojos, tras la máscara de alabastro que cubre la piel ajada de su cara, se posan sobre los tuyos. No pronuncia una sola palabra, pero eres capaz de escuchar su voz resonando en tus propios huesos mientras tu mirada, anegada en lágrimas, es incapaz de apartarse de la visión fatal de la Muerte, que te ofrece un pacto macabro, una segunda oportunidad sujeta a condiciones nefastas. El espectro te propone luchar por una nueva vida, que podrá darse en otro cuerpo incluso si el tuyo queda maltrecho. Debes propiciar que su semilla llegue hasta el final, que sus malas hierbas se lleven a Próspero y a todos sus invitados, que la enfermedad los alcance a todos sin excepción.
Sus heraldos, los heraldos de la Muerte deben sobrevivir hasta el final, y la Esperanza debe desfallecer en cada uno de los habitantes del castillo. Sólo así, podrás volver, sólo así, obtendrás una nueva vida y podrás recomenzar. Sólo ejerciendo de Juez entre las sombras podrás volver a ver la luz tal y como la recuerdas.
Sus palabras se arremolinan en tu mente, mientras tratas de asumir tu nueva misión, cuando las manos te sueltan, y vuelves a caer y una negrura espesa te envuelve, provocando que una inconsciencia abrumadora se apodere de ti. No sabes cuánto tiempo ha transcurrido cuando abres los ojos y compruebas que ya no te encuentras en el abismo.
Te encuentras en una sala oscura, bañada por una luz que, al penetrar en la misma a través de unas vidrieras rojas, da a todas las cosas en su interior un aspecto mortecino y macabro. La estancia es similar a la anterior, pero devastada. Girones de terciopelo en los tapices de las paredes, muebles ajados y llenos de carcoma, telarañas en cada esquina, comida podrida y vino ácido sobre las mesas. No tienes duda de que la Muerte se encuentra entre sus paredes.