Cecile se animó un poco más. Vio la preocupación de la joven en sus ojos brillantes y decidió ser más directa todavía. - De acuerdo, bella dama... Pero tenga en cuenta lo que le he dicho hasta ahora, por obvio que parezca. - Miró entonces al cielo, pensativa, poniéndose en situación recordando los momentos que ha vivido. Y sonrió inevitablemente al recordarlos. - Ay... Querida. A parte de lo que le voy a decir próximamente, recuerde esto: no he visto disfrutar más a un hombre que acariciando y besando sus pezones. - Dijo llevándose las manos a la boca sin dejar de mirar las nubes. En su expresión se podía observar el placer que le provocaba el recuerdo.
Cuando volvió en si, cogió las manos de la joven y la miró a los ojos. Debía ceñirse a la situación de Chiara, su amado no se trataba del mismo tipo de hombre con el que había tratado hasta ahora Cecile. - En el fondo, lo peor que se puede hacer es planear qué va a hacer... Es decir, le puedo aconsejar que repase todo su cuerpo con la lengua... Pero no se concentre en lo que yo le haya dicho. Si la situación surge de otra forma y no usa el comodín, no se altere... Guárdelo para otra ocasión y disfrute del momento. - Le dijo con una agradable sonrisa. Como si de lo que estuvieran hablando fuera lo más normal del mundo. *Puestos a impresionar, Cecile decidió aconsejarle mejor recomendando el uso de la lengua. Es algo más pícaro, pero efectivo.
— ¿Sus pezones? — Pregunta Chiara con mejillas sonrosadas, pero una mirada llena de interés. — Nunca lo habría imaginado... ¿Cómo los acariciáis? ¿En círculos? — La joven se lleva las yemas de los dedos a la boca, dudando si ha ido demasiado lejos en sus preguntas.
Después, escucha atentamente las palabras de Cecile, bebiendo cada una de ellas y sonrojándose más cuando ella le habla de lamer a su amado. Un poco nerviosa decide preguntar más, en un susurro suave. — ¿Con la lengua? Oh... ¿Debería lamer sus pezones? — Pregunta, uniendo ambos consejos. — Y con todo su cuerpo... ¿os referís a... todo? — Los ojos de Chiara se abren, enorme con la idea, mientras mira a Cecile con ojos tan curiosos como agradecidos.
La mirada de la joven cautivó a Cecile y el avasallamiento de preguntas que ahora revoloteaban por su mente, intentaban ordenarse. - Eso es... T-o-d-o. - Le contestó clavando su mirada pícara en los ojos de Chiara, aumentando su sonrisa a un milímetro por segundo.
- Puede empezar besando su pecho hasta llegar a uno de sus pezones, acarícielo en círculos como bien dice... Y cuando crea oportuno, ya notará cuándo, pase a acariciar el otro y lama el primero... - Acabó llevándose sus manos al cuello. - Juegue sobre todo con lo que le he comentado de la lengua... Y... - Se cortó un instante. Hasta a ella le daba un poco de respeto decirle lo siguiente. - Cuando llegue a su miembro, no olvide permanecer más tiempo en él... - Soltó finalmente, esta vez con algo de miedo. Esperaba que la muchacha no se incomodara al abrirse de esa manera.
Rápidamente sonrió para disimular ese pequeño temor a la par que suavizaba el ambiente y se dirigió a la fuente. Una vez en ella, puso las manos para coger el agua que caía y se la llevó a la parte superior de su pecho y a la cara para refrescarse.
Al escuchar a Cecile, en un primer momento Chiara parpadea rápidamente, revelando su nerviosismo. Entonces una risa ligera y cantarina escapa de su garganta debido a los nervios, revelando su corta edad. Se pone una mano en la boca, tratando de contenerla y esperando no haber ofendido a Cecile con ella al ver que se aleja un poco hacia la fuente. La sigue, con ojos dubitativos.
— Querida Cecile, espero no haberos ofendido, no me reía de vos, ni mucho menos... Estoy muy agradecida por vuestros maravillosos consejos. ¿Puedo preguntaros más?
Sentir el agua fresca en su piel la alivió del sofoco que le había provocado el tema de conversación que estaba manteniendo con la joven. No se había incomodado en absoluto. Simplemente, hablar de eso le hacía recordar escenas realmente ardientes.
Al escuchar la voz de Chiara, volvió en si de golpe. - Oh, no, no, no, no... Querida. ¿Cómo me va a ofender usted? - Le dijo con algunas gotas de agua retenidas en sus pestañas. - Puede preguntarme lo que necesite cuando desee. - Sonrió y le cogió de nuevo una de sus manos para zarandearla, jugando.
La sonrisa de Chiara vuelve a su rostro cuando Cecile acepta seguir respondiendo a sus preguntas y sus mejillas se ruborizan sólo de pensar en la pregunta que desea hacer.
— Oh... ¿Cuánto...? ¿Cuánto rato debería... lamerlo? ¿Y debería acariciarlo mientras? ¿Seguro que eso le gustará? ¿No sabrá... raro?
Chiara tiene tantas dudas que no sabe por dónde empezar, ni cuándo parar. Pero no desea atosigar a Cecile y trata de contener el torrente de preguntas que le acude a la mente.
Cecile mostró su mejor sonrisa para relajar a Chiara. - El tiempo que crea preciso, querida... Eso lo deberá ver usted misma. Quizá usted lo vea, quizá su amado se lo haga ver... - Comentó tambaleando la cabeza de un lado a otro al explicar cada opción. - Lo raro es exótico y lo exótico, excitante... - Dijo con voz traviesa.
Luego pensó en voz alta. - Pero... yo no conozco tanto al príncipe... Eso lo tendrá que ver en el momento. Pruebe. Si no le gusta... Es que es un hombre tradicional. Pero estoy segura de que le gustará... - Le guiñó un ojo y, girando como una bailarina, se puso a danzar y a tararear. - Mmm mmm... ¡Mmm mmm...!
— Oh, creo que no es un hombre muy... Tradicional. — Dice Chiara con una sonrisa traviesa dibujándose en sus labios mientras se deja llevar por el baile de Cecile.
— Querida amiga... — Empieza a decir entre risas, viéndola bailar. — Sois tan excepcional. No sabéis cuánto admiro vuestro ánimo y vuestra osadía. Ojalá yo supiera tantas cosas como vos y tuviera vuestra valentía. — Los ojos de la joven brillan mirando a su amiga mientras ya está preparándose mentalmente para su encuentro de esa noche con el Príncipe. ¿Le gustará que ponga en práctica los consejos de Cecile?
Chiara afirmó que el Príncipe no era tan tradicional como Cecile pensaba. Más bien todo lo contrario. Se paró de repente y acompañó a la joven en su sonrisa traviesa. - Pues entonces le encantará que le haga lo que le he dicho... - Dijo siguiendo con la sonrisa pícara. - Siempre podrá contar conmigo. - Acabó diciendo mientras retomaba de nuevo el baile.
Al rato, la expresión de Cecile se congeló, pero no paró de bailar. Attilio... Oh Attilio... Cómo deseo volver a escuchar el sonido de tu laúd... Y seguidamente su baile se fue frenando hasta terminar en un simple balanceo. Poco a poco pasó de una sonrisa todavía pícara a una sonrisa muy tierna. No era un tipo de sonrisa habitual en Cecile. - Ay... ¿Qué me está pasando...? - Soltó en un suspiro.
Chiara observa con curiosidad cómo se detiene el baile de Cecile y su sonrisa se transforma.
— ¿Qué os sucede, Cecile? ¿A qué se deben vuestros suspiros? — Pregunta con cuidado, pues no desea meterse donde no la llaman, pero sin poder resistirse a preguntar a qué se debe la expresión de su amiga.
Si no me equivoco la partida empieza hoy... ¿Hay algo que se nos haya quedado en el tintero? ^^