La guerra supuso para ti algo más que muerte, sangre y honor. La guerra te arrebató todo tu futuro.
Cuando la contienda se declinó en favor del Príncipe Próspero, tu familia temió ser borrada de la faz de la tierra, pero lograron que el Príncipe se apiadase de ellos a cambio de unos prohibitivos impuestos y a cambio de mantenerte en su corte como prisionero político y garantía de que los tuyos no romperían el acuerdo.
Tus hermanas, tus padres, tu hermosa yegua, aquella muchacha a la que sonreías y con la que querías casarte. Tuviste que dejarlo todo atrás en favor del bien común.
En la Corte de Próspero cuentas ahora con todas las comodidades que debieras esperar según tu rango. Pero aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisión.
Esta escena ha sido creada para pormenorizar la historia del personaje tanto como el jugador quiera. Darle una personalidad, aficiones, ambiciones, algún secreto oscuro... Cualquier cosa que consideren oportuna es susceptible de ser introducida como parte del personaje.
Heraldo de la Muerte Roja
Lo sientes en tu sangre, que ahora hierve clamando Justicia. La Muerte te ha señalado, pero no para que debas recibir su mortífero abrazo. Te ha señalado para que te unas a ella, para que la ayudes a castigar a los que se creyeron a salvo en su osada insensatez e ignoraron el dolor ajeno sin mostrar arrepentimiento.
Cada noche, te reunirás con aquellos que, al igual que tú, han sido escogidos, y entre todos decidiréis quien debe pagar por su insolencia.
Ser el heraldo de la Muerte te hace inmune a su toque mortecino, pero si las iras de otros se sublevan contra ti, deberás afrontar las consecuencias.
Ahora que tiene el poder para cambiar las cosas, la sed de venganza vuelve a la mente de Salvatore y no será saciada hasta que todos y cada uno de los miembros de la corte de Próspero sean exterminados.
¿Hay alguna forma de que pueda asesinarme a mi mismo con el objetivo de despistar?
Tras sonar las campanadas del mediodía, intentas recomponerte, evadiendo el miedo irracional, aferrándote a tu cordura.Sin embargo, a pesar de tus intentos, notas que algo no encaja. Algo no marcha bien.
Un escalofrío recorre tu cuerpo y parece decidido a no abandonarte. Por un momento temes haber enfermado, pero, en el mismo instante en el que la idea de morir asalta tu mente, observas tus manos. Durante un instante se tiñen en carmesí, y de pronto, el malestar desaparece.
Seishi, no sé si podré postear mientras esté en Vall este fin de semana y Lunes siguiente u.u