Camelia y tú os casasteis siendo jóvenes. Ella era una de las doncellas más hermosas de la corte, y tú un prometedor caballero, heredero de un suntuoso título e importantes tierras. Juntos, erais la envidia de muchos, pero el tiempo y los rumores transformaron era posición deseada por otros en un hazmerreír.
No lograbais engendrar hijo alguno, por más que lo intentarais. Toda la posición, todas las riquezas que habíais acumulado entre ambos, no serían nada si tú abandonabas este mundo sin un heredero. La desesperación pronto hizo presa de vosotros, y un día, otros rumores llegaron hasta ti. Una doncella de la servidumbre estaba en cinta, y nadie sabía quién era el hombre que había engendrado a la criatura. Tendría un hijo ilegítimo, un hijo condenado a la pobreza, a la marginación y a ser señalado.
Tuviste una idea de pronto, y no tardaste en llevarla a cabo. Hablaste con la doncella, le prometiste una vida mejor, le hablaste de los beneficios de conservar su honor, de entregar a su hijo a quienes podían darle una posición más elevada que la suya. En su situación, ella no dudó en aceptar. Tu mujer comenzó a rellenarse el vientre de los vestidos poco a poco, para simular que se encontraba en cinta, y algunos meses después, la doncella dio a luz a la que considerarías tu primera hija.
Hubieras preferido un hijo varón, pero habías dado tu palabra. La joven murió poco después de ese nacimiento presa de unas fiebres puerperales, y vosotros comenzásteis a criar a la pequeña como sangre de vuestra sangre.
El señor arrojó su luz sobre tu casa cuando, años después, cuando habíais dado todo por perdido, Camelia se quedó realmente embarazada. Tuvisteis otra niña, realmente sangre de vuestra sangre. Y aunque intentasteis criarla de la misma manera que a la que había sido hija de la doncella, era inevitable amarla de una manera más profunda, era inevitable procurarle un mayor bien.
Vuestras hijas nunca han tenido noticia de que realmente no son hermanas. Simplemente han crecido juntas, aunque por culpa de esa discriminación que no podéis evitar, tienen algunas rencillas entre ellas.
Esta escena ha sido creada para pormenorizar la historia del personaje tanto como el jugador quiera. Darle una personalidad, aficiones, ambiciones, algún secreto oscuro... Cualquier cosa que consideren oportuna es susceptible de ser introducida como parte del personaje.
Lo de "conde refugiado" entonces se refiere a que estoy refugiado en esa corte por lo de la epidemia no?
Exactamente. Todos están refugiados por la epidemia.
Heraldo de la Templanza- “Ante todo, sobriedad. Resiste las embestidas de la tentación y sé dueño de tus actos.”
Tu alma está limpia de impurezas. Tu resistencia ante la tentación te hace inmune a todos los poderes que proceden del pecado, y una vez por sala puedes deshacer lo que el pecado vaya a provodar en uno de tus compañeros.
Es decir, ninguno de los poderes que lleven el nombre de un pecado capital, tendrán efecto sobre ti. Además, podrás nombrar un pecado capital por sala y hacer que no pueda tener efecto en la sala siguiente a la que te encuentras al nombrarlo.
Condeno a la Lujuria, que se matenga lejos de mi familia y otros más débiles que yo... Mis hijas deben permanecer puras, a salvo de cualquier hombre. Por favor...
Ostia sei, me olvidé de condenar pecado para esta sala T.T Si ya no puedo no me digas nada, pero si hay suerte me gustaría mantener el de la lujuria!
En la siguiente sala quiero que sea condenada la Envidia, mi señora.
Vuelvo a condenar la Envidia, pues estoy seguro de que mi primogénita peca de ella, y así quizás pueda pararla sin que la Muerte Roja la consuma.
Mi señora.