Chiara Carbone nació en el seno de una familia humilde. Su madre murió durante el parto, así que la criaron entre su padre y su hermano.
Tenían una casita en las afueras de la ciudad, con unas pequeñas tierras, en las que cultivaban cereales y algunos frutales. Con esto subsistían, pero los impuestos que cobraba el Príncipe eran altos y, a pesar de que les daba para sobrevivir, no lo hacían de manera holgada.
Tanto su padre Luca como su hermano Antonello, consideraron a Chiara un estorbo durante sus primeros años de vida. Sin embargo, mirarla les recordaba a su esposa y madre perdidas y aunque en muchas ocasiones tuvieron tentaciones de dejarla en manos de alguna mujer del pueblo, finalmente este vínculo les hizo quedársela.
Por suerte, los niños crecen rápido y en cuanto tuvo edad para ello empezaron a encargarle las tareas de la casa, dándose cuenta de que no habían hecho mal en criar a una niña que pudiera coserles la ropa y hacerles la comida. El trabajo de una casa no es pequeño y Chiara tuvo que crecer de golpe al hacerse cargo cada vez de más tareas. Apenas tenía tiempo para divertirse con los otros jóvenes del pueblo y su única amiga, Corinna, era la hija de unos granjeros que vivían cerca de ellos.
Y así llegó el día en que, cuando Chiara tenía diecisiete años, no pudieron pagar al recaudador que llegó a recoger los impuestos y se llevó presos a su padre y su hermano para ajusticiarlos. Chiara lloró durante toda la noche, buscando alguna solución hasta que, al amanecer, decidió hacer todo lo que estuviera en su mano para evitarlo.
Consiguió llegar hasta la corte, envuelta en lágrimas, pero manteniendo la cabeza alta. Y cuando llegó delante de Próspero se postró ante él. Con voz temblorosa, en un desgarrador alegato, ofreció a cambio de la vida de su familia todo lo que tenía: ella misma.
De alguna manera a Próspero le cayó en gracia y decidió quedársela a modo de amante, mascota... Divertimento en general. Pero no liberó a su familia, guardándose ese as en la manga.
Desde entonces Chiara ha crecido mucho. En los últimos dos años se ha acostumbrado a la vida palaciega. A vestir con caros ropajes y lucir hermosas joyas... Y sobre todo, a no tener que cocinar, limpiar, fregar, planchar... Lo cierto es que no cambiaría su vida actual por ninguna otra. Sin embargo, le gustaría que su familia fuese liberada, ya que siente su presencia en la prisión como una constante amenaza "Si no haces lo que te pida... ".
Al principio se sentía muy incómoda en esta situación. Sus modales no eran los apropiados y sentía muchos ojos sobre ella. Sólo las frecuentes visitas de Próspero a su lecho la hacían sentir mejor. Por primera vez en su vida alguien la quería para algo que no era servir. Por primera vez se sentía atractiva y deseada. Y no estaba dispuesta a perder esta posición.
Se hizo amiga de dos de las mujeres más experimentadas en este sentido, Cecile y Elisabetta y poco a poco empezó a hacerse su sitio. Siempre tras una fachada de inocente candidez, mientras vigilaba atentamente sobre quién posaba Próspero los ojos en las reuniones sociales.
Durante este tiempo sus alarmas se han disparado en dos ocasiones. Con dos doncellas jóvenes y hermosas cuyos ojos buscaban los de su príncipe con demasiada asiduidad. Pero eso no es un grave problema para una muchacha con la suficiente resolución. Hay muchos venenos al alcance de la mano de cualquiera y nadie sospecha de las jóvenes. Sobre todo si están respaldadas por un príncipe.
Vive en un estado de alerta permanente, atenta a cualquiera que se dedique a hacerle caídas de ojos a Próspero, y al mismo tiempo, buscando alguna manera de convencerlo para que libere a su familia.
En cuanto al príncipe, lo adora. La ha tratado siempre bien y le ha abierto puertas de placeres que nunca habría imaginado. Y no todos eran carnales. Ha aprendido a satisfacer sus deseos a la mínima insinuación y se esfuerza por ofrecerle cosas nuevas con frecuencia para que no se aburra.
Sin embargo, la carne joven llama a la carne joven. Y el joven bardo de la corte siempre le ha llamado la atención. Lo ha disimulado durante mucho tiempo, pero en ocasiones se le escapan los ojos tras él. No haría nada que pudiera peligrar su posición en la corte, pero nadie le prohíbe pensar en sus canciones y en sus labios cuando se encuentra a solas en sus aposentos.
Puede que añada más cosas después ^^.
Heraldo de la Prudencia- “La fuerza que no va guiada por la prudencia, cae por su propio peso.”
Eres prudente y precavido a la hora de comportarte y relacionarte con los demás. El cuidado que muestras a la hora de actuar te proporciona información que ante otros ojos más descuidados pasaría desapercibida. Una vez por sala, podrás escoger a un compañero y mirar en lo profundo de su alma, para así conocer qué virtud o pecado marca su proceder.
Una vez por partida, serás capaz de prevenir tu propia muerte. Sin embargo, la muerte es algo ineludible, y te verás obligado a decidir quién debe morir en tu lugar.
Chiara pasea su mirada por todos los presentes, buscando algo en ellos que le llame la atención. Juliana siempre ha sido desagradable con ella... Y ahora de repente la apoya y consuela, es definitivamente raro... Después se fija en Fionna, su desmayo y sus alucinaciones no son normales, y ese corte en la muñeca... ¿por qué todos actúan como si no fuesen síntomas claros de enfermedad?
Su mirada se posa a continuación sobre Nicola. Está siempre muy callado y fue el primero en salir a la otra sala, junto a Lautone, el cual volvió enfermo... Quizá Nicola también esté enfermo después de aquello. Finalmente no puede evitar fijarse en Giuseppe. El padre de Martina también se está comportando de forma extraña. Un hombre de su posición y edad no se tumbaría así en el suelo perdiendo el decoro. Y parece tan seguro de saber cómo funciona esta enfermedad...
Chiara se fija en Giuseppe con más detenimiento, buscando alguna pista que le indique qué esconde ese hombre.
Uso mi poder sobre Giuseppe en la Sala Azul ^^.
Mientras agoniza, observas a Giuseppe fijamente, y eres capaz de discernir en su actitud una tendencia a la pasividad. Un conformismo que podría resultar perjudicial.
Heraldo de la Pereza- "La pereza no es descanso, y por eso le falta la satisfacción."
La desidia que muestras hacia todo lo que te rodea es contagiosa. Tu falta de interés, es capaz de esparcirse entre tus compañeros, de manera que, una vez por sala, podrás escoger a alguien, provocando que esta persona no pueda usar sus habilidades durante su estancia en la siguiente sala a la que te encuentras.
Una vez por partida, puedes sumir a alguien en un estado de desánimo y somnolencia tal, que caerá rendido cuando suenen las campanadas de la medianoche, y permanecerá así hasta que éstas vuelvan a sonar una vez más. Ésta persona volverá a levantarse entonces, pudiendo reunirse de nuevo con aquellos que aún sigan vivos.
Chiara mira a su alrededor mientras espera la respuesta de Enzo. Dos de sus sospechosos ya no se encontraban entre ellos. Juliana y Giuseppe habían sido víctimas de la enfermedad y de la justicia de la corte, y al menos uno de ellos no escondía maldad en su interior. ¿Realmente se estaba equivocando tanto?
La joven se pregunta esto con el ceño fruncido, mientras sus ojos pasan de la pequeña Fionna al caballero Nicola. Quizá se está equivocando de nuevo, pero... El caballero dice haber acusado al bardo por mantenerse callado, y él mismo no ha participado demasiado. Quizá hay algo que está ocultando. Chiara posa su mirada en Nicola, intentando averiguar qué es lo que tiene en su interior el caballero retirado.
Uso mi poder sobre Nicola en la Sala Púrpura.
Al observar a Nicola, distingues en él una inesperada fortaleza, a pesar de su estado de invalidez.
Chiara reflexiona en lo vivido en los últimos días, en todo lo dicho y en lo callado, en las actitudes de todos, en sus gestos y en sus acciones... Quizá su prudencia sea suficiente como para prevenir algún ataque hacia ella, desviándolo hacia otra persona. Si fuera así... ¿A quién pondría en su lugar?
La mente de la joven piensa en primer lugar en Attilio. Siempre sintió debilidad por el joven bardo, pero desde que se enteró de que Cecile sentía algo por él, trató de olvidarlo y hacerse a un lado. Al fin y al cabo, ella era su amiga... Él ya está enfermo... Su pérdida no sería tan grave, pues terminaría muriendo igualmente. Pero, ¿y si la muerte de Attilio se produce antes de que nadie la ataque a ella? Parece bastante probable que muera pronto por sí mismo.
En ese caso, quizá Lucrezia sea la mejor opción. Esa mujer no ha dejado de hacerle preguntas extrañas y desconfiar de ella... Aunque le ha pedido disculpas después, eso también es cierto. ¿Quién se está comportando de manera sospechosa? Entonces su mente piensa en Salvatore. Ha estado persiguiendo de una forma extraña a Lucrezia y a Fionna, quizá jugando con ambas. Además de su manera de atacar a Juliana, totalmente desproporcionada. Sí, él parece la mejor opción. Está como... descontrolado. Y eso es peligroso.
En el caso de que llegase mi muerte por algún medio, mi primera elección para poner en mi lugar es Salvatore. Si por algún motivo, él ya no estuviese con vida en ese momento, Lucrezia sería la elegida ^^.
Chiara está cansada de los trapicheos de la corte. Sin Próspero al lado empieza a pensar que no merece la pena aguantar a esas viejas arpías por unos pocos vestidos. Es evidente que la amiga de Juliana está tratando de buscarle las cosquillas y si llega el momento en que sus trapicheos funcionan... Se llevará una sorpresa. Chiara estará atenta y se encargará de desviar los ataques lo necesario para que apunten hacia Lucrezia, que parece haberse erigido como su nueva rival, en sustitución de la anterior.
Claro que si llegara el caso y la vieja chismosa estuviese ya muerta... Salvatore pasaría a ser la siguiente opción.
Cambio de planes. Si llega mi muerte, Lucrezia la sufrirá en mi lugar como primera opción. Salvatore pasa a ser la segunda ^^.
Chiara no lo está pasando demasiado bien desde que llegaron a la Sala Verde. La maldita arpía amiga de la que fue su rival no le ha dado tregua, y todo por unas extrañas visiones que deben haber sido enviadas por Satán. La joven sin embargo, quiere mantener la esperanza de que podrá salir de este maldito lugar.
Sus ojos se posan sobre la mujer. Lucrezia es una víbora, pero Chiara no cree que se pusiera a llamar la atención de esa manera si fuese culpable. Habría sido demasiado evidente, y ella cree que las semillas que buscan serán más listas y taimadas. La mirada de la joven se para sobre Salvatore entonces, ese hombre no le da buena espina. Se está comportando de manera muy extraña desde que están encerrados, además de que parece estar jugando con Lucrezia y Fionna a la vez sin que ninguna de ellas se dé cuenta... Pero hay alguien que trata de ser amigo de todos, adulando a las mujeres y tratando mal a Fabiano, como si fuese un simple mayordomo. Que no se moja en sus palabras y que no para de regar los oídos de todos con absurdas historias llenas de colorido. Quizá tratando de distraerlos para que no vean en él algo escondido...
Chiara se queda mirando a Fausto. El que más oposición puso a la idea de las votaciones. El que parece creerse por encima del bien y el mal con sus historias. — ¿Qué escondes, titiritero?
Voy a usar mi poder con Fausto en la Sala Verde luego edito para rolearlo que me llaman a comer XD
Observas a Fausto detenidamente. El dramaturgo parece un hombre comedido y cultivado y sin embargo, te preguntas si aquella es su fachada o realmente su alma se remueve más de lo que intenta aparentar ante la desgracia que parece haber escogido a los invitados de Próspero como peones.
De pronto, te percatas. Una chispa de rabia. ¿Una chispa? Más bien un ascua ardiente y fulgurante ilumina sus pupilas durante unos instantes. Un parpadeo y ha desaparecido, pero estás segura de que no ha sido un detalle despreciable.
Heraldo de la Ira- “La ira, si no es refrenada, es frecuentemente más dañina para nosotros que la injuria que la provoca.”
Todos los que han sido objeto de tus iras temen tu temperamento. Cuando alguien te ofende, una horrible sed de venganza se apodera de ti, y eres capaz de hacer cualquier cosa por saciarla. Una vez por sala, puedes escoger a un compañero para que reciba un voto extra durante la votación diurna, o dos a cambio de recibir tú mismo un voto.
Una vez por partida, podrás añadir dos votos a un compañero sin recibir voto alguno a cambio, y si éste muere, podrás quedarte su poder.
Chiara comprende muchas cosas al ver lo que esconde el interior de Fausto. Lucrezia es una víbora chismosa y estúpida, pero la ira de Fausto es mucho más peligrosa. Ha estado a punto de hacer que su cabeza cayera en las votaciones poniendo a los criados en su lugar... Y Chiara no está dispuesta a que se repita algo así. Si llegara el caso, ella estará atenta para devolver los ataques contra él.
En caso de ser atacada, Fausto ocupará mi lugar. Como segunda opción, Salvatore sigue siendo el elegido.
La cabeza de Chiara está llena de dudas y sospechas. En primer lugar, el conde Roderigo, siempre tan silencioso, tan apegado a su familia... Tiene algo que a la joven no le agrada en absoluto. Tal vez sea esa manera de no tomar nunca partido, de comentar las situaciones desde la grada y no desde la arena... Tratando de desviar la atención sobre otros.
También está Patricia, con una actitud similar, digna hija de su padre. Sin mojarse, solamente protegiendo a su hermana, aunque Chiara vio la duda en el fondo de sus ojos cuando la joven rubia miraba a la pequeña Fionna. Esa muchacha tiene algo que no le agrada nada.
Por desgracia, el nombre de Cecile también resuena en la mente de la joven. No quiere desconfiar de quien fue su amiga, pero su comportamiento hacia ella ha cambiado desde que todo este terrible desastre comenzó. Parece distante y callada. Parece otra persona y no reconoce a su amiga en ella.
Y... por otro lado, queda también Enzo. El joven bastardo siempre se había mostrado gentil con Chiara, pero desde la muerte de Próspero parece estar acercándose más aún. La muchacha quiere pensar que lo hace para protegerla, pero por otro lado... Mantén cerca de ti a tus amigos y más aún a tus enemigos, ¿no? Si ahora ella cayera enferma, ¿quién podría sospechar de él?
Chiara tiene miedo de equivocarse, pero mirándolo de otra forma... Si el joven tanto afán tiene en protegerla, y este interés es sincero... No le importaría hacerlo hasta la muerte si con eso la salvase a ella de morir, ¿no?
Si muero, Enzo será el que morirá en mi lugar. Como segunda opción, por si él cayese antes... Roderigo es el elegido.
Chiara confía en Nicola y en su criterio. Y el caballero retirado parece sospechar de una de las personas que la joven mantiene vigiladas. Sus ojos se posan sobre Patricia, buscando algo, una pequeña pista sobre quién es esa joven en realidad. Es cierto lo que dijo hace un momento. Son prácticamente desconocidas pues Chiara nunca intimó con el conde y su familia. Quizá haya llegado el momento de empezar a conocer cosas sobre ellos.
Quiero usar mi poder sobre Patricia en la sala Naranja.
Te fijas en Patricia, sospechando que pudiera esconder algo sospechoso. A primera instancia, no eres capaz de vislumbrar nada extraño. Sin embargo, de pronto, durante lo que dura un parpadeo, su figura se tiñe en carmesí, destacando entre el resto de los que aún permanecen en pie.
Heraldo de la Muerte Roja
Lo sientes en tu sangre, que ahora hierve clamando Justicia. La Muerte te ha señalado, pero no para que debas recibir su mortífero abrazo. Te ha señalado para que te unas a ella, para que la ayudes a castigar a los que se creyeron a salvo en su osada insensatez e ignoraron el dolor ajeno sin mostrar arrepentimiento.
Cada noche, te reunirás con aquellos que, al igual que tú, han sido escogidos, y entre todos decidiréis quien debe pagar por su insolencia.
Ser el heraldo de la Muerte te hace inmune a su toque mortecino, pero si las iras de otros se sublevan contra ti, deberás afrontar las consecuencias.
Tras sonar las campanadas del mediodía, intentas recomponerte, evadiendo el miedo irracional, aferrándote a tu cordura.Sin embargo, a pesar de tus intentos, notas que algo no encaja. Algo no marcha bien.
Un escalofrío recorre tu cuerpo y parece decidido a no abandonarte, y de pronto la simple tarea de respirar se vuelve costosa. Te sientes débil, y estás seguro de que si alguien tocase tu frente notaría que arde en mares de fiebre. Estás enfermo, y no puedes evitar preguntarte si la Muerte Roja también ha decidido abrazarte. No puedes evitar preguntarte qué harán los demás si se enteran y sin embargo conoces la respuesta. Sólo el abandono es lo que aguarda a cualquiera sobre el que pese la marca de la Muerte Roja.
Por ahora te sientes capaz de actuar como si símplemente te encontrases de pronto cansado. Pero, ¿empeorarás? ¿serás capaz de mantener tu ardid? Y más importante aún, ¿es este tu fin? Algo en tu interior, un presentimiento casi tangible, te dice que has sido sentenciado, y durante algunos instantes, al parpadear, eres capaz de ver tus propias manos teñidas en carmesí.
Chiara, feliz por sentirse mejor, observa detenidamente a Giuseppe. Nicola había dudado de él y la joven se planteaba si debería vigilarlo de nuevo tras volver de la muerte... Pero hay algo que ha llamado su atención. Aún en su agonía, pudo escuchar las palabras que Enzo le dirigió a Patricia, pidiéndole que revelase lo que sabía y que le diera un nombre... Chiara se siente un poco confusa, pues después de eso el joven acusó a la muchacha rubia en las votaciones, sin embargo... No puede quitarse ese comentario de la cabeza. Además, si tras observarlo, descubriese que es inocente, podría descartarlo y cubrirse las espaldas haciendo que Roderigo fuese el que cayese si la atacasen a ella.
Decidida, decide posar su mirada sobre Enzo y averiguar qué es lo que esconde su alma.
Uso mi poder sobre Enzo en la Sala Marrón.
Al fijar tu atención sobre Enzo, quieres, deseas, que lo que puedas descubrir no sea lo que más temes. Después de lo sucedido, de cómo, en cierta manera, te has entregado a él, esperas cualquier cosa, menos lo que terminas por presenciar ante tus ojos...
Al igual que cuando observaste a Patricia, durante unos instantes, su figura se tiñe en carmesí frente a ti. Un parpadeo, y la visión se difumina. Sin embargo, sabes que eso no es una simple casualidad.
Heraldo de la Muerte Roja
Lo sientes en tu sangre, que ahora hierve clamando Justicia. La Muerte te ha señalado, pero no para que debas recibir su mortífero abrazo. Te ha señalado para que te unas a ella, para que la ayudes a castigar a los que se creyeron a salvo en su osada insensatez e ignoraron el dolor ajeno sin mostrar arrepentimiento.
Cada noche, te reunirás con aquellos que, al igual que tú, han sido escogidos, y entre todos decidiréis quien debe pagar por su insolencia.
Ser el heraldo de la Muerte te hace inmune a su toque mortecino, pero si las iras de otros se sublevan contra ti, deberás afrontar las consecuencias.
Chiara está bastante segura de que la gente confía en ella y no será elegida en las votaciones. Pero por si acaso, si todo eso fallase, tiene claro quién debería ocupar su lugar, ahora más que nunca. Enzo debe caer, eso es algo seguro. Aunque no se sienta capaz de votarlo, en su fuero interno tiene claro que si alguien debe sustituirla en su muerte, ese es el joven bastardo.
Dirijo mi poder sobre Enzo en caso de que llegue mi muerte.