- Saludos mi dulce Martina. Se dice que buscas consejos de una mujer llamada Cecile. - Bromea acabando con una pequeña carcajada inocente. ¿Puede que Martina le recuerde a ella de más joven...?
- Dime querida, ¿qué puede aportarte una mujer cuya vida está llena de increíbles experiencias? Ajenas y... En primera persona, por supuesto... - Volvió a sonreír llevándose su mano a sus carnosos labios. Martina le parecía a Cecile una joven muy entrañable.
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¿Qué te parece, Martina? Cuéntame un poco cómo eres y qué buscarías de una persona como Cecile. ^^
-Mi vida es aburrida y mi padre un santurron... Nunca he salido de mi casa sin su aprobacion y jamas me ha dejado acercarme a nadie que el no conociese antes...
Me ruburize pensando en todo lo que la chica podía saber del mundo y en lo ignorante que yo era...
-Quiero aprender, todo lo que sea posible... Mi señora.
La chica parecía un amasijo de pureza, nunca había visto nada mas allá de unas paredes santas y jamas se separaba de su padre, el cual no le permitia poner sus ojos en nada impuro. El mundo le era totalmente ajeno.
Cecile abrió los ojos como platos.
Luego tomó de las manos de la joven y la miró a los ojos, esta vez más calmados. - Martina, Martina... Le enseñaré, todo lo que sea posible... - Casi susurró las últimas palabras, mientras se acercaba cada vez más a la joven. - Pero... Le diré una cosa. Aprenda lo que quiera, sea libre de tus actos. Y las consecuencias le llegarán como recompensas o experiencias, buenas o malas, que al final siempre son buenas. Pero no deje de ser usted misma... - Se alejó poco a poco para que no se sintiera atosigada.
- Empezaremos en secreto, su padre no le consentiría que se acercara a mí... - Los rumores en la Corte iban de aquí a allá, pero no todos se lo tomaban al pie de la letra. Al fin y al cabo, son rumores. - Poco a poco se irán dando cuenta de que sus pensamientos hacia mi están equivocados. - Sonrió a la joven con una mirada confidente. No quería que se sintiera sola en esto. No quería que sufriera lo que había sufrido ella de más joven...
-Yo... Se froto un poco las manos mostrando nerviosismo, su cara empezaba a estar roja -No se ni por donde empezar... Quiero saber de todo... Tantas cosas que aprender y tanto tiempo por delante que me encuentro perdida...
Posiblemente Cecile tuviese problemas mas importantes que atender a la pobre chiquilla y ella tampoco quería ser una molestia, si se notaba que estorbaba desaparecería rápidamente de la vista de la chica y no le hablaria nunca mas, un poco por vergüenza un poco por orgullo.
Al ver que Martina se mostraba abrumada, procuró hacer que no se sintiera tan incómoda. Se dirigió a ella con una sonrisa tranquilizadora. - Martina, no sufra. Estoy siempre a la disposición de todos. Sobre todo a la de jovencitas tan cohibidas a consecuencia de tener unos padres que las sobreprotegen. Antes de que me atreviera a sacar las alas, era como usted... - Le cogió las manos para transmitirle confianza. Cecile vio preciso contarle a la joven sus propias experiencias.
- No le aconsejo por ahora que usted las saque del todo. Dadas las circunstancias en las que nos encontramos, deberá de intentar ser libre dentro de esta jaula que nos protege de la Muerte Roja. - Comentó, haciendo un pequeño inciso antes de empezar a contar su historia. - En mi caso tuve que escaparme. Querían condenarme a servir a alguien a quien no quería, toda mi vida. Y entonces me di cuenta de que eso no era lo que yo quería, pero sólo me armé de valor porque vi una posibilidad. Supongo que ya sabrá de qué se trata... - Se apartó dejando las manos de Martina de nuevo en su falda. - Por eso la comprendo y haré lo posible para ayudarla, para que encuentre la felicidad. La libertad.