Partida Rol por web

¡Bienvenida al centro pokémon! Dijo la enfermera Joy en cuanto entraron por la puerta. Soy la enfermera Joy de Shakonya y estoy aquí para echaros una mano con vuestros pokémon. ¿Qué necesitais? 

El centro pokémon de Shakonya nada tenía que ver con la ciudad, era sumamente pequeño con tan solo un mostrados con dos bandejas para dejar seis pokémon en cada una. Junto a Joy había una Blissey y también estaba otra mujer que parecía ser algún tipo de ayudante o enfermera.

En la sala solo había un banco con cuatro asientos y no había absolutamente nada más. En otras regiones parecía que había tienda, o había zona de descanso para los entrenadores. Allí no. 

En cuanto había cuatro personas más, el local estaba en su aforo máximo y el quinto ya estaba francamente incómodo. Lo mejor sin duda, sería esperar fuera.

¡Hola enfermera! ¡Mi nombre es Bruno Birds! Y vengo a que me cure a mi Pidgey. Dijo sacando la pokéball que llevaba consigo. Acabamos de tener un duro enfrentamiento esta chica y yo, y necesito que lo sanes. Dijo con una sonrisa tranquila mientras contemplaba el lugar y colocaba a su pokémon en la bandeja.

Ariadne entró junto al muchacho, visiblemente incómoda, aunque apresurada. Seguía preocupada por su pokémon.

—B-Buenos días... y-yo soy Ariadne S-Skelter, m-mi Gible está hecho polvo y t-tambien necesita que lo curen, p-por favor...

Con timidez, la pelivioleta depositó la pokéball que contenía a su derrotado compañero junto a la del Pidgey que le había dado para el pelo. No podía esperar a que el tiburoncillo estuviera lleno de energía otra vez.

Al llegar al centro pokemon, la chica de los rayitos azules lo observo y no podía creer que fuera tan pequeño, ni siquiera había tienda, la pelirosa pensó, adiós a mi sueño de dormir en un centro pokemon, observo como llegaron dos chicos, parecía que acababan de tener una batalla pokemon, así que en lo que la enfermera Joy curaba a sus pokemon ella se acerco a preguntar, uh, disculpen, mi nombre es Selena y estoy buscando a dos chicos Wilhelm mide cerca de 1.70, junto a esas palabras la entrenadora realizo un gesto con las manos para indicar un aproximado a la altura, tiene el pelo castaño, que cuelga sobre sus hombros y un remolino sobre la oreja izquierda, usa una camisa negra y blanca con manga corta, unos shorts negros y botas del mismo color, Larson es alto y delgado pero algo tonificado, tiene tez morena ¿de casualidad los habrán visto?

Ariadne arqueó el cuerpo lo suficiente como para contemplar a Selena. Entrelazó los dedos de sus manos, inquieta, apoyándolas sobre su estómago. Le dedicó a la pelirrosa lo que pretendía ser una sonrisa, aunque más bien se asemejaba a una mueca de pánico mal disfrazada.

—C-Creo que he visto a esos chicos... fue h-hace un rato, en el L-Laboratorio del profesor F-Fir... sé que u-uno se llamaba Wilhem, el otro... me t-temo que no lo sé... pero la descripción c-cuadra. D-Dijo que era un investigador... —Parecía que le costaba articular las palabras—. P-pero no sé a dónde fueron... l-lo siento...

Bruno negó con la cabeza ante la pregunta de Selena. Yo la verdad que tampoco los he visto. Dijo el chico. Hemos estado combatiendo en el puente, y si pasaron por allí la verdad que no les ví.

Después entrega su pokéball a la enfermera. Muchas gracias, enfermera. ¡Espero que Palomita se recupere pronto!

La enfermera recogió la pokéball de Ariadne y de Bruno y se la dio al Blissey que estaba junto a ella para que se la llevara a atenderle. En una media hora los tendréis de vuelta. Podéis esperar en alguna de esas sillas o dar una vuelta. Yo creo que a las 8.30 los tendremos listos.

La primera en contestar la pregunta que la chica del collar de luna hizo fue la entrenadora del cabello violeta fue amable aunque parecía muy nerviosa, Selena pensó oh no, creo que la incomode, el entrenador menciono que no los había visto, la chica de los rayos azules les sonrió y les dijo Gracias, después de eso salio del centro pokemon, sacando su movildex para ver hacia donde ir ahora, la torre shakonya, la escuela o la fabrica abandonada

—N-No hay de qué... —le respondió a Selena, temblorosa.

Bajó la cabeza y volvió a centrarse en el mostrador.

—M-Muchas gracias... —agradeció así la pelivioleta a la enfermera.

Solo que ahora no sabía qué hacer, aparte de aguardar pacientemente a que Gible se encontrara mejor. «Quizás debería de darle un mote al pequeñín... es atrevido y tiene espíritu... pensaré en algo mientras lo curan», se decidió la muchacha.

Se aclaró la voz exageradamente y, tras unos incómodos momentos que necesitó para amasar el suficiente coraje, se dirigó a Bruno:

—D-Disculpa... no quiero molestarte p-pero... ¿podrías darme algún consejo sobre cómo entrenar a mi pokémon...? T-todo esto es nuevo para mí... 

Bruno sonrió, la verdad que yo también soy bastante novato en esto. Dijo rascándose la cabeza y después colocándose la gorra de nuevo. Supongo que combatir contra otras personas y pokémon salvajes puede ayudar a fortalecer a tu pokémon. Es lo único que sé. Tratarles con cariño también suele ayudar bastante.

Tras aquella escueta charla, la enfermera Joy se acercó a ellos y les tendió la pokéball de cada uno.

¡Ya los tenéis totalmente recuperados! ¡Muchas gracias!

¡Muchas gracias, Enfermera Joy! Después se despidió de Ariadne con la mano. Tienes mi teléfono, si quieres volver a retarme a un combate, solo tienes que llamarme. ¿Entendido?

¡BienvenidOS al centro pokémon! Dijo la enfermera Joy en cuanto entraron por la puerta. Soy la enfermera Joy de Shakonya y estoy aquí para echaros una mano con vuestros pokémon. ¿Qué necesitais? 

El centro pokémon de Shakonya nada tenía que ver con la ciudad, era sumamente pequeño con tan solo un mostrados con dos bandejas para dejar seis pokémon en cada una. Junto a Joy había una Blissey y también estaba otra mujer que parecía ser algún tipo de ayudante o enfermera.

En la sala solo había un banco con cuatro asientos y no había absolutamente nada más. En otras regiones parecía que había tienda, o había zona de descanso para los entrenadores. Allí no. 

En cuanto había cuatro personas más, el local estaba en su aforo máximo y el quinto ya estaba francamente incómodo. Lo mejor sin duda, sería esperar fuera.

Una chica (Ariadne) estaba sentada en uno de los bancos con una pokéball en la mano

¡Hola enfermera! Vengo a que me cure a mi Machop. Dijo sacando la pokéball que llevaba consigo. Acabamos de tener un duro enfrentamiento este chico y yo, y necesito que lo sanes. Dijo con una sonrisa tranquila mientras contemplaba el lugar y colocaba a su pokémon en la bandeja.

—Y-ya veo... lo de darle cariño me parece bien, lo de combatir... n-no estoy tan segura... y-ya has visto como ha ido —se le escapó una risilla nerviosa.

La enfermera se aproximó a los jóvenes y les hizo entrega de sus pokéballs. Ariadne se apresuró, ansiosa, a tomar la esfera que contenía a Gible. Se la aproximó al pecho, sintiendo una extraño confort ahora que su compañero volvía a estar sano y junto a ella. 

Acto seguido Bruno se despidió de la fémina y se marchó. La joven alzó la mano derecha como un gesto de adiós, tratando de sonreir pero fallando en el intento.

—E-Entendido, ¡que-que tengas un buen día! —le dijo, imitando lo que había aprendido trabajando en la tienda de sus padres.

Azorada, la muchacha tomó asiento en el banco, buscando recuperar el aliento. Dejó salir a Gible de la pokéball y el tiburoncillo no se lo pensó dos veces a la hora de explorar el Centro Pokémon, correteando de arriba a abajo por la pequeña zona de visitantes para entonces saltar sobre el regazo de su entrenadora como un misil. Arianda lo atrapó al vuelo, ahogando un gemido de sorpresa, pero cuando se recuperó del susto enarboló una sonrisa sorprendentemente sincera.

—M-Menudo torbellino estás hecho... es cierto, pensé en ponerte un mote... eres v-valiente y activo... ¿qué tal Excalibur? ¿Te gusta? —El pokémon dejó escapar un par de "Gible!" felices, lo cual la pelivioleta se tomó como una afirmativa—. ¿T-Te gusta, de veras? Entonces serás E-Excalibur...

Sentó al dragón sobre su regazo y este no tardó en brincar de vuelta al suelo y hacer de las suyas una vez más. La jovencita lo acabó guardando en la pokéball de nuevo para que no molestara a la enfermera, pero no se movió del sitio, quedando pensativa con la esfera en sus manos.

Ariadne alzó su mirada, tímida, para observar a los recién llegados. Su boca se abrió un par de centímetros al ser consciente de que uno de ellos lo había conocido brevemente hacía apenas una hora o así: se trataba de Wilhelm, uno de los entrenadores que recibió su inicial al mismo tiempo que ella.

Tras titubear unos instantes, la pelivioleta alzó su voz lo suficiente como para que le escucharan:

—D-Disculpa... ¿tú eres Wilhelm, verdad? N-Nos vimos antes, en el laboratorio del profesor Fir... —expresó desde su asiento, manteniendo una distancia prudencial—. Ha p-pasado por aquí una chica que te estaba buscando... fue hace un rato, no m-mucho... se llamaba S-Selena.

Almacenó la pokéball en uno de los huecos vacíos de su cinturón, apartado la mirada del chico deliveradamente.

Comenzó a hablar de combate con Kitty hasta que escuchó a alguien preguntando por él. Se sorprendió de ver a la chica que había visto hace un par de horas en el laboratorio del profesor. También se reprendió mentalmente por no fijarse. Eran las desventajas de siempre mirar al frente.

—Lo siento, no te había visto. Sí, soy él.

Su mano viajó a la barbilla, para rascarse mientras meditaba, el porqué lo estaría alguien buscando. No tenia sentido, pero la curiosidad lo mataba —¿En cuanto tiempo estará recuperado Rookidee? —preguntó sobre el mostrador de nuevo, lo suficientemente alto para que la enfermera pudiera escuchar desde adentro.

Si tardaba un rato, tendría que volver luego. No quería dejar escapar la oportunidad de aventura, el combate le subió la adrenalina lo suficiente como para querer más.

Se giró hacia Ariadne de nuevo —¿Te importaría acompañarme a buscarla cuando Rookidee este listo? No tengo ni idea de quien es, pero debe ser algo importante.

Intentó poner su mejor sonrisa. Sonreír quizá lo hiciera parecer menos idiota.

—Será solo hasta que la encontremos, si quieres... —pensó un momento y recordó no haber escuchado el nombre de la chica. Así que le tendió la mano —Soy Wilhelm Torrealta ¿Me podrías decir con exactitud que te dijo aquella chica?

Ariadne se llevó ambas manos al pecho con los puños cerrados, avergonzada, en un gesto de cierre de fronteras social, como quien se cruza de brazos.

—¿Q-Quieres que te acompañe...? ¿D-De v-veras...? —preguntó como si fuese lo más insólito que le habían dicho en su corta vida—. B-Bueno... quería ir a d-decirles a mis p-padres que el asunto del laboratorio había i-ido bien... p-pero n-no me importaría a-ayudarte, W-Wilhelm...

La muchacha asintió un par de veces, temblorosa, más como para convencerse a sí misma que al otro entrenador. La siguiente pregunta del joven castaño la hizo quedar pensativa durante unos instantes, tratando de recordar con todas sus fuerzas hasta la última palabra textual de Selena. 

—T-Te describió b-bastante bien... t-también dijo que b-buscaba a otra persona... L-Larson, se llamaba... j-juraría que no dijo nada más... l-lo siento... —bajó el rostro—. Y-Yo s-soy Ariadne S-Skelter... ya nos conocimos antes p-pero... encantada... —Extendió la mano, ya con la mirada alzada otra vez, y quiso estrechar la ajena, pero hizo tan poca fuerza que aquello no podía considerarse más que una caricia.

—Si, nos vimos en el laboratorio del profesor, pero no alcancé a oír tu nombre. Llegué un poco tarde.

Wilhelm no se sentía apenado. No tenía porque, todos llegaban un poco tarde algunas veces ¿Cierto? 

—Ya sé, ¿no crees que tus padres se alegrarán de oír que tuviste una aventura con tu pokémon? Podría ser divertido, o quizá ser algo trivial, pero en la incertidumbre está la gracia. Volveras antes del almuerzo, lo garantizo —levantó el pulgar en el gesto universal de todo bien.

Después pareció percatarse de algún detalle importante y se quedó mirando el pelo violeta de la chica.

—Skelter, skelter, skelter... Alexander, Ione... Pelo violeta... - la vista del chico pasaba desde una imagen mental de la dependienta a la que había visto hace nada, hasta el pelo de Ariadne.

—¡Eres hija de los Skelter! -exclamó. Había hecho un gran descubrimiento. Pero su cara cambió rápidamente del triunfo a la vergüenza —Siempre pensé que eran hermanos. Por Arceus, que he hecho... 

Ariadne asintió, esperando no haber ofendido a Wilhelm con su comentario.

El muchacho le continuó hablando y lanzándole propuestas, algo a lo que no estaba en absoluto habituada por parte de un casi desconocido. La entrenadora viró el rostro hacia el lado con timidez, aunque no dejó de prestar atención al jovenzuelo. Así se mantuvo, tratando de preparar una respuesta apropiada, hasta el inesperado estallido del final del discurso ajeno.

Ariadne alzó el rostro, sorprendida.

—¡¿Ehhh?! ¡¿Papá y mamá, hermanos?! ¡N-No...! —negó con el rostro varias veces, azorada. Se tomó unos momentos para serenarse un poco y afirmó—: No p-pasa nada, todos cometemos e-equivocaciones, como yo antes... s-si no te importa ir c-conmigo... n-no me importaría a-acompañarte, Wilhelm...