Partida Rol por web

Amanecer. Día 2.

Vais en una caravana que os indicaron que llegaba hasta Tormentos Cristalinos. Cada uno tenéis diversos motivos por los que viajar a la ciudad pero no os conocéis de nada. A parte de vosotros, hay una pareja junto a su hijo. 

La caravana es bastante pequeña lo que os hace sentiros un poco apretados a vosotros cinco. Por lo menos no tendréis que llegar a pie y podréis entrar en la ciudad con mayor facilidad que otros.

Pronto comenzáis a ver las murallas de la ciudad y como todo el lugar está rodeado de unos pantanos. Seguís el camino del río del Martín Pescador y véis como un pequeño barco surca sus aguas tranquilamente.

Camino al lado de la caravana, debido a mi corpulencia no quiero restar espacio a mis acompañantes, especialmente a la familia que viaja junto a su hijo.

Observo la ciudad en el horizonte, sus altas murallas, no he hablado demasiado por el camino y apenas conozco a mis compañeros de viaje, pero no me importa demasiado tengo que llegar a esa ciudad para comenzar con mi labor.

Eylune también caminaba junto a la caravana, al igual que el otro aventurero que les acompañaba. Aquel hombre era parco en palabras y Eylune también lo era, sobre todo cuando se trataba de desconocidos. Con quien más había hablado era con la mujer de la caravana, que le había hablado de sus costumbres y de lo que había visto fuera. A la joven le interesaban las historias pues poco sabia realmente del exterior.

Se aproximo un poco más a su compañero, tenia aspecto de clérigo. Eylune solo sabia de estos lo poco que le habían contando al respecto. Intentando entablar algo de conversación señalo su maza.

- ¿Es ese el símbolo de tu dios? -su mirada era de franca curiosidad.

Miro a la mujer con expresion adusta, como evaluandola.

-Si mujer, es el simbolo de San Cuthbert, el dios justo- digo mostrandole el colgante de hierro que pende de mi cuello - Tambien es conocido como el Garrote - digo señalando la gran maza que cuelga de mi cinto.

-Mi dios proclama que toda accion debe tener una consecuencia justa, y aquel que infrinje las leyes debe ser castigado por ello en la justa medida - miro a la mujer a los ojos - Creo que eso es una norma que cualquier hombre y mujer de bien la tendra por cierta.

-Como servidor de San Cuthbert es mi obligacion perseguir y castigar a los que van en contra de la Ley y asimismo hacer que esta se respete, tanto por los jueces que han de aplicarla como por los que deben acatarla, mi mision es que el largo brazo de la justicia llegue a todos los lugares de este mundo.

La justicia entre los miembros de la tribu Innuhe era mucho más sencilla. El jefe de la tribu era quien la impartía, su palabra era ley y todos los miembros de la tribu la acataban sin replica alguna. Algún día ella tendría que impartir justicia, guardo en su mente la frase del clérigo “aquel que infrinja las leyes debe ser castigado en su justa medida”, ya que no solo se trataba de aplicar un castigo, si no de que este fuese justo.

- Me gusta tu dios... ¿Así que tu misión es vigilar a los que imparten justicia?.

-No mujer - digo bruscamente, la expresion de mi rostro no se suaviza ni un apice - Mi mision es impartir justicia y castigar a los que violan la Ley para asi reparar a los que siguen el camino correcto y son desagraviados estos. Cada persona es responsable de sus actos.

-Incluso yo mismo debo seguir el camino de la verdad, y no desviarme de el - miro a la mujer con intensidad - Me deshonraria a mi mismo y a mi fe si cometiera un acto en contra de la justicia, y mi castigo seria mas severo que el de cualquier otra persona, pues mis juramentos me atan.

-Me alegra escuchar que apreciais el dogma de mi Fe -digo examinando las toscas pero practicas ropas que porta la joven - Pareceis venir de muy lejos, desde un lugar donde no ha llegado la sagrada palabra de S.Cuthbert, sabed, no obstante que mi dios siempre esta abierto a acoger a nuevos seguidores, siempre que esten dispuestos a seguir con sus estrictas, pero justas directrices. - mis ojos se clavan en los azules ojos de la mujer como intentando ver mas alla de estos, excrutando lo mas profundo de su alma.

-Vengo de muy lejos, así es, de un lugar con unas costumbres muy diferentes. No hay clérigos entre los nuestros, pero si guías espirituales, chamanes.

Rememoró como eran la vida y las costumbres de los Innuhe, mucho más sencillas, más simples. Durante su vida allí apenas había habido delitos o crímenes. Pensó en lo que había escuchado mientras viajaba con la otra caravana hace unos días, en aquellos que planeaban un crimen, le pareció algo muy ladino y cobarde que aquellos hombres decidieran enfrentarse a uno solo y asesinarlo. La guerra se hace frente a frente y en igualdad de condiciones.

No tenia ni la menor idea de quien era Rodelik, ni siquiera sabia si debía inmiscuirse en ello, pero pensó que quizás el destino había querido que ella estuviese en ese lugar para hacer algo.

- Hay algo que quisiera preguntarte, pues creo que ha sido cosa del destino que lo supiera, y que tu te hayas cruzado en mi camino. ¿Te suena el nombre de Rodelik? -No sabia si Rodelik era alguien de bien o de mal, si preguntaba por ahí podrían tomarla por quien no era pero le pareció que el clérigo era de confianza, puede que él supiera algo más.

Hago un gesto negativo con la cabeza, mi mirada fija al frente y sin parar de caminar.

-Lo lamento mujer, el nombre de Rodelik no me es familiar, ¿es algun familiar tuyo? - digo con mi tono de voz grave y desapasionado - Espero que tus intenciones para encontrarlo sean honestas, si es asi quiza pueda ayudarte. - giro la cabeza mirandola con frialdad.

-Lamento no haberme presentado antes, tengo la cabeza llena de otras preocupaciones, mi nombre es Gerion, y como ya os he dicho divulgo el nombre de San Cuthbert haya donde voy. ¿cual es vuestro nombre? - le digo sin mostrar un apice de curiosidad en mis oscuros y frios ojos.

- ¿Rodelik? Yo tampoco le conozco, pero hace unos días escuche que planean matarlo seis antiguos prisioneros. Desconozco si ese hombre lo merece o no. - cada vez estaba más segura de que debía hacer algo al respecto, aunque no conociera a ese tal Rodelik.

- Mi nombre es Eylune, hija de Eylan jefe de la tribu Innuhe.

Continuáis vuestras charlas hasta que de pronto el carruaje frena en seco y escucháis como los caballos relinchan y mueven de un lado a otro la caravana. El cochero parece tratar de amansar a las bestias pero no parece lograrlo tan fácilmente.

- Mierda!!! Socorro, viajantes, necesitamos ayuda por aquí, ¿hay algún combatiente entre los presentes? - grita el pobre hombre aterrado.

Cuando salís de la caravana véis a seis humanoides altos que parecen el cruce entre un joven de complexión poderosa y un lagarto. Tienen manos terminadas en garra, una cola larga y mandíbulas cuajadas de dientes.

-¿Que estara sucediendo? ¿bandidos? - digo mientras suelto la tira de cuero que sujeta mi maza a la cadera y la empuño con decision.

-Eylune hija de Eylan, acompañame -digo mirando con fiereza a la mujer - Parece ser que hay problemas, ¡vamos! -digo apremiante dirigiendome hacia los gritos.

Cuando llego y miro a los fornidos hombres-lagarto un destello de furia brilla en mis ojos, tomo una posicion claramente amenazante y les digo casi rujiendo.

-¡Apartaos de nuestro camino bestias! Si no lo haceis sentireis el peso de mi maza sobre vuestras costillas - digo alzando mi maza amenazadoramente - ¡Abrid el paso a esta buena gente! ¡Os lo ordeno!

Eylune corrió tras Gerion al grito del cochero mientras liberaba su hacha para enfrentarse cara a cara con los musculosos hombres – lagarto. Nunca había visto unas criaturas tan horrendas .

Se mantuvo en silencio con la mirada fiera clavada en ellos, esperando la respuesta a la pregunta que había formulado Gerion. ¿Entenderían su idioma?. En ocasiones las palabras sobraban, y esos seres parecían vulgares asaltantes.

No amenazar, bajar armas y entregar todas pertenencias. No estar en condiciones de negociar nada, Hombres Lagarto muchos, más de los que ver. Vosotros ir a lugar donde no faltar nada.

No complicar más, dar todas las pertenencias o tener guerra contra ejército de hombres lagarto.

Mi rostro se endurece ante la peticion del humanoide y mis puños se cierran con fuerza en torno a la empuñadura de mi arma.

-Maldito lagarto, solo sois una panda de bandidos - digo avanzando un paso hacia ellos enarbolando mi pesada maza - Os arrepentireis por esta fechoria, dejad en paz a estos buenos mercaderes y enfrentaos al juicio de San Cuthbert.

Cierro los ojos y comienzo a enunciar un ensalmo mientras me llevo la mano que tengo libre hacia el medallon de mi dios.

-Invoco el poder de S.Cutberth "el justo", ofreceme tu proteccion frente a los que te afrentan, y dame el poder de castigarlos en tu nombre - Un debil halo de energia dorada me rodea mientras canalizo el poder de mi deidad, esta debil aura se desvanece al tiempo que abro los ojos con determinacion-

-Vamos Eylune, demuestrame que sabes utilizar ese enorme hacha, ponla al servicio del bien y acabemos con estos malhechores.

Estaban en lo cierto, no eran más que asaltantes. La mirada de Eylune se endureció aun más ante la repugnante criatura.

- Así es Gerion, solo son unos vulgares asaltantes, ¡Pero ahora van a recibir su merecido por atreverse a realizar tal fechoría! -dijo ferozmente.

Vio como Gerion comenzaba a realizar una plegaria a su dios y como era bendecido con su poder, corrió hacia la criatura y enarbolando su enorme hacha para descargar el primer golpe contra el asaltante.

El hombre llevaba razón, había al menos una decena de hombres lagartos escondidos en los alrededores. Y quizá se te escapase alguno que no vieras.

Mientras Gerion invocaba el poder de su dios Eylune salía corriendo contra el único enemigo visible que había y en un intento nefasto descargó su hacha fallando y no logrando acertar.

Tras ese intento de ataque una docena de flechas salieron disparadas hacia ellos. Por suerte tuvieron muy mala puntería, y no dieron a ninguno de los dos, pero al menos un par de flechas habían atravesado el carromato.

El hombre lagarto no atacó, solo empezó a reírse cruelmente y os dijo:

Yo ya avisar, no estar solo, dar todos los tesoros que humanos tener. Ahora.