Moris tamborileó los dedos de ambas manos a la altura de su frente e inclinó la cabeza, agradecido de no tener que ver a sus compañeros morir sólo por estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado y, seguramente, con la preparación equivocada.
- El conocimiento es poder y en el entendimiento de lo aquí ocurrido encontraremos una pequeña victoria, os lo aseguro -les dijo a sus compañeros-; volvamos y preparemos nuestro siguiente viaje.
Abrió los brazos con el dragón a sus espaldas y dio varios pasos hacia su grupo, creía ver el instinto belicoso en varios de sus aliados, algo por lo que bien valía quedar como un cobarde a pasarle aquella vergüenza a ellos. No había sacrificio por el que no se fuese a someter por mantenerles con vida.
El gesto en el rostro del dragón fue lo bastante elocuente como para que una humana comprendiera el disgusto que le causaba la potencial ofrenda. Tal y como ella esperaba.
Dagmar observó con muda extrañeza los movimientos del karuth. Era el primero en elegir ante el dilema que les presentaba el dragón: luchar y morir, o marcharse y fracasar. Un retroceso en el que no vio cobardía, sino la entrega propia de quien había entregado su vida a otros. Dudaba que el paladín fuera a seguir el ejemplo con tal mansedumbre. Aquella armadura sin carne parecía animada por su propio orgullo.
La mujer, sin embargo, había olvidado hacía ya tiempo, en la prisión del sátrapa o incluso antes, qué era el orgullo.
Thorgüs entendió que su ofrenda era poco menos que un insulto para el reptil con alas. Vio una especie de rendición, si podía llamarse así, en la escena de Moris.
Tras unos instantes se dio cuenta que podían salir de allí con vida, y eso eran buenas noticias.
-Estoy de tu parte en esto de volver lo andado. Pero, ¿Quien convence a nuestro amigo de que la retirada, a veces, es la mejor opción?
El comentario del enano no hizo nada por mejorar sus ánimos, si no más bien lo contrario. Socar odiaba aceptar que aquellas propuestas eran realmente las mejores que tenía disponible en ese momento y por ello juró para sus adentros que algún día regresaría a aquel lugar y reclamaría la cabeza de aquel reptil como trofeo para redimir semejante ofensa.
Girando violentamente en redondo y sin cruzar ninguna palabra más con sus compañeros, el forjado colgó su maza del arnés en el cinturón e inició la marcha de regreso con grandes zancadas.
hacia Tormentos Cristalinos
Comprobar que todos estaban de acuerdo en retroceder —unos entregándose, otros con resignados, otros más tragándose el más amargo de los bocados, el orgullo—, fue un instante de alivio para Dagmar. Un instante breve; todavía era posible que el dragón decidiera hacer de ellos un ejemplo para otros viajeros, o tan solo usarlos para matar su aburrimiento. Tras la breve interacción, no podía imaginarla sino como una bestia veleidosa.
No regresaremos a sus dominios. Y si hemos de hacerlo, será con un tributo adecuado. En plata, prometió, en la lengua dracónida, antes de retroceder junto a los demás.
/hacia Tormentos Cristalinos, si nos deja el dragoncino.