Partida Rol por web

Mordrogath asintió ante las palabras de Mai-Cor y mostrándole lo que había cogido (unas pocas hierbas más y unos palos y unas sábanas relatívamente limpias), montaron entre los dos una camilla improvisada.

Cogiendo con cuidado en cuerpo de Dimdel, lo puso en la camilla y mirandolo con cierto pesar, comprobó de nuevo su respiración. Apenas respiraba...

"Mai-Cor...volvamos a la ciudad....rápido. Cojamos nuestras cosas y marchemos a paso rápido. De nosotros depende que el pequeño vea la luz del amanecer mañana o no.".

Dicho esto, salieron afuera y deteniéndose sólo a coger el escudo y el arco del explorador, ambos salieron del pueblo, cargando con su compañero, el pequeño Tragabirras, respirando tenuemente, debatiendose entre la vida y la muerte. En cuanto salieron del pueblo, Mordrogath imprimió una marcha más rápida a sus pisadas, casi un trote, intentando llegar cuanto antes a la ciudad...no quería que les pillara la noche en mitad del camino, y cuanto menos tiempo tardaran en conseguir ayuda para Dimdel, mejor. "Ánimo Mai-Cor....mañana tendremos que pagarle un par de cervezas a nuestro amigo...ya lo verás, además, quiero tener una buena conversación con el señor de las misivas...." intentó animar el caballero a su compañero.

Tras guardar las pocas cosas que hemos encontrado y ayudar a Mordrogath con la camilla, salimos de allí lo más rápido que podemos.

-Lo mejor será que no paremos hasta llegar-digo con las fuerzas del primer momento. Se que probablemente después el cansancio (sumado a lo de todo el día) pueda conmigo, pero la urgencia hace que no piense en ello y sinceramente espero ser capaz de mantener el ritmo.

-Tal vez un poco más allá, encontremos a alguien que nos pueda ayudar a cargar con él y así lleguemos más rápido.

Intento ser positivo y darnos ánimos, aunque realmente Dimdel tiene muy mala pinta y no creo que pueda aguantar mucho más.

"Es posible..." contestó Mordrogath a su compañero, asintiendo con la cabeza, aunque debido a la posición, él delante de la camilla improvisada y Mai-Cor detrás, no sabía si le habría visto. Sintió en su cuerpo el cansancio del día, de la caminata hasta el lugar, del combate contra el hombre-lagarto, del bajón tras el encuentro en el pueblo. La adrenalina previa al combate le había dado fuerzas y siendo joven como era, aún le quedaban reservas, pero empezaba a encontrarse cansado. Rogó para sus adentros que Mai-Cor tuviera razón. 

Contempló los exteriores del pueblo mientras salían. El lugar aparecía siniestro a sus ojos, sobretodo tras "la visita" a la posada que habían tenido. Un pensamiento asaltó su mente, y deteniéndose a las afueras, buscó algún cartel o tablón de madera. "Mai-Cor, ayúdame con ésto. No podemos irnos sin más. Mi conciencia no me lo permite. Sólo nos tomará unos segundos y quizás podremos salvar alguna vida. Mi madre decía que los dioses ayudan a quien se ayuda a sí mismo...y pienso que tenía toda la razón. Creo que debemos avisar que hay fantasmas en éste lugar, un simple cartel en la entrada bastará." A los pocos segundos encontraron algo que les sirvió para plasmar su idea.

Tras raspar con su cuchillo en común "CUIDADO. FANTASMAS. NO ENTRAR." clavó el cartel-tablón en el suelo a la salida del pueblo y, tras asegurarse que aguantaría de pie, cogió de nuevo la camilla y volvieron a andar a toda prisa, casi de nuevo al trote, dirección a la ciudad. La vida de su amigo estaba en juego, pero al menos, habían intentado que otras vidas no corrieran la misma suerte. Dimdel lo entendería. Al menos así quería pensarlo Mordrogath. Entre jadeos de respiración le dijo a Mai-Cor: 

"Rápido....tenemos que salvarlo....Dimdel tiene que cantar nuestras gestas....pero sobre todo...tiene que volver a cantar." 

Por mucho que tratabais de clavar en la tierra húmeda aquel cartel, éste no dejaba de caerse sin posibilidad alguna de que se quedase en pie. Tras perder tiempo suficiente, en los que escuchabais a Dimdel gemir por el dolor, y en un estado alterado de nerviosismo, lográsteis poner en pie el cartel de aviso y salir de allí.

Pero como si de los propios fantasmas se tratasen, el cartel salió volando por los aires entre un viento frío que os llegó a helar vuestras espaldas.

Los fantasmas de aquella ciudad, Nulb, no estaban por la labor de permitir que hubiese un lugar allí de advertencia. Vivían a costa de sesgar las almas errantes y la de Dimdel aún se estaba debatiendo entre la vida y la muerte.

Tras apretar bien el paso, en los que el cuerpo de Mordrogath se llenó de irritaciones por la pesada armadura, lograsteis alcanzar de nuevo el pueblo, con su torre, sus murallas, su río y toda la marabunta de edificios que había dentro.

Allí, los dos guardias que cobraban el diezmo estaban apostados, que, a pesar de ver a Dimdel en la camilla no mostraron ningún indicio de caridad y tan solo tendieron su mano, mientras con la otra movían la bolsa.

- Buenas tardes, señores. La entrada a la ciudad son cinco piezas de cobre por cabeza, él también está incluido. No cuela venir dormido para evitarse pagar nada.

Tras recorrer el camino apresuradamente, rezando a su dios para no encontrar peligro por él, llegaron a las puertas de la ciudad. 

Mordrogath inspiró ostensiblemente, tratando de llevar algo de paz a su corazón y oxígeno a sus pulmones, la caminata había sido larga y muy pesada, habían cubierto una distancia considerable en muy poco tiempo, iban sudados y su armadura ligera, de cuero tachonado, le había producido muchas rozaduras, quizás alguna correa no estaba bien ceñida, pero cada segundo que pasaba era una probabilidad cada vez mayor de que Dimdel no lo contara y el resto no importaba nada. Una buena rozadura valía de sobras la vida de un compañero.  

Al llegar delante de los guardias, dejaron la camilla con cuidado en el suelo, y al levantarse, tras escuchar las palabras del guardia, su tez estaba lívida por la ira. "¿Pero qué insensatez acaba de decir?" masculló lentamente en voz muy baja, conteniéndose a duras penas..... "Señor, sepa usted que no nos negamos a pagar la entrada a la ciudad, puesto que así lo mandan las leyes que los dirigentes habrán decretado, y nosotros somos cumplidores de dichas leyes. Pero me niego a permitir que un pazgüato como usted sea incapaz de distinguir a una persona moribunda, atravesada de parte a parte por una espada, y necesitada urgentemente de sanación, de un vago cuentista que quiere colarse en la ciudad. Si ésta es la atención que usted presta mientras vigila la ciudad, loados sean los dioses que no nos ataquen partidas de goblins dirigidas por orcos, o usted podría confundirlos con piaras de cerdos dirigidas por ganaderos y les abriría las puertas de la ciudad de par en par, tras por supuesto, haber pagado el diezmo....." 

Tras su justificada e irónica diatriba, sacó dos piezas de plata, suficiente para cubrir la entrada de los tres y las puso en la mano del guardia..."No se quede mirando....¿no le he dicho que se está muriendo? ¿Acaso no ve el vendaje y la sangre? ¿o lleva tanto tiempo sin entrar en combate que no sabe distinguir una herida real de una simulada? ¿A qué templo podemos dirigirnos y dónde está? Rápido hombre...¡se nos muere!" demandó Mordrogath....quizás su tono no era el más adecuado, pero, tras el encuentro con los fantasmas, la caminata rezando por no encontrar ningún peligro que los retrasara, y la preocupación que sentía por su amigo durante todo el camino, no estaba para ninguna broma. 

Sus brillantes ojos verdes miraron al guardia de tú a tú, esperando su respuesta mientras volvía coger los palos de la camilla improvisada.  En su rostro podía leerse la ansiedad, la prisa por recibir una respuesta y acceder a la ciudad. En cuanto le dieran paso, andaría sin pausa hasta el templo indicado. 

Realizamos el camino a un ritmo frenético y aunque esperaba con todas mis ganas encontrarnos con alguien que tal vez poseyera un caballo o simplemente nos pudiera ayudar a aumentar nuestro ritmo, no es así, pero por fortuna, el camino se me hace algo más corto y llegamos a la ciudad con un Dimdel aún entre nosotros.

El guardia de la puerta nos hace parar. Al dejar la camilla en el suelo un instante siento el alivio en mi cuerpo, en mis brazos, pero no pienso en ello ya que me parece increíble que cargando con alguien en ese estado, nos retengan de esa manera, nos hagan pagar ¡e incluso insinúen que Dimdel duerme!. En ese instante, siento una rabia terrible hacia ese hombre y ardo en ganas de golpearle, pero Mordrogath habla como él sabe hacerlo, reprimenda al guardia a la par que paga legalmente la tasa de entrada.

Toca continuar y aunque pienso que no puedo más, que si cojo la camilla no podré caminar, no es así y consigo sacar fuerzas de donde no creía que existieran.

-Debemos ir a un sanador cuanto antes, a un templo o algo así...estamos cerca

Pero en ese momento pienso en los costes. Mis bolsillos están vacíos y cualquier sanador, ya sea un simple barbero o un clérigo de una deidad benigna, exigirá un pago de algún tipo y con lo que llevo en los bolsillos...

-Mordrogath...yo...no tengo dinero para pagar a un medico...-al decir esto, y tras el día que llevamos, vuelven a humedecerse mis ojos. No soy un hombre curtido en mil batallas y aunque he vagado durante un tiempo, nunca había sentido tanta impotencia como en este momento ni tanta preocupación...

Sin quitar su desafiante mirada del guardia, responde a Mai-Cor..."Tranquilo Mai.....un buen servidor de un dios benigno, no dejará morir a una persona moribunda, y menos por el vil metal. Aún si fuera así, creo que podremos pagarle, si no con dinero, con servicios. La vida de nuestro amigo vale cualquier tarea que nos quieran imponer. Te juro, por San Cuthbert, que así es, así nos lo enseñaron en la orden de caballería, y así quiero creerlo. " 

La frase había ido tanto para tranquilizar a Mai-Cor, como para, con segundas, ver qué reacción tenía el guardia a esas mismas palabras.....ahora sabrían de qué pie cojeaba esa persona, lo sabrían tanto él (Mordrogath), como todos los que estaban cerca, dependiendo de la reacción del guardia. 

El guardia miró el estado de Dimdel y asintió ante las palabras del caballero. En efecto, parece estar mal herido, o eso o vuestra farsa es un gran engaño. Pero yo solo cumplo órdenes, y nuestro jefe nos ha obligado siempre a cobrar el diezmo a cualquier persona que quiera entrar esté en el estado que esté.

Entiendo sus quejas, pero y solo soy un mandado. En cuanto a un lugar donde sanaros... dice dudanto por unos momentos, si tenéis dinero en cualquier templo os harán la curación, pero generalmente es Lyra, en el templo de Pelor la que se encarga de los enfermos y de los moribundos. Solo espero que tengáis suficiente dinero como para pagarles. Necesitan oro para seguir manteniendo su iglesia, o al menos eso es lo que se oye en las calles...

"Entiendo el deber" dijo Mordrogath mirando muy serio al guardia "pero siempre hay excepciones o diferentes formas de hacer las cosas. No es momento de debatir sobre esto, podemos hablarlo en otro momento delante de una cerveza. Gracias por indicarnos el camino." terminó el caballero, antes de, con un rígido saludo de cabeza, salir casi corriendo, gritando con su voz profunda "PASO ¡¡¡ ABRID PASO ¡¡ LLEVAMOS UN MORIBUNDO, NECESITAMOS LLEGAR AL TEMPLO DE PELOR CUANTO ANTES, ABRID PASO¡¡¡", cada pocos pasos, cada vez que veía un grupo de gente que los pudiera parar o obstaculizar, lo volvía a gritar, notando como su garganta se iba enronqueciendo por el esfuerzo....

Las miradas de los transeúntes eran atraídas por sus gritos y por lo poco habitual de la escena, pero la urgencia que llevaban sintiendo desde que habían salido del poblado fantasma, se iba acrecentando paso a paso, Mordrogath casi no podía contener su ansia de salir corriendo arrollando a cualquiera que se le pusiera delante. Tenía la idea fija de salvar a su compañero y nada le iba a apartar de su camino, en su cara se veía una determinación de acero, cualquiera que le mirara, podía ver una inflexibilidad, un brillo especial en sus ojos verdes. Sus ojos decían "no te metas en mi camino, aparta". 

Sentía el peso de Dimdel en los hombros ya, las manos las tenía doloridas por el tiempo que llevaba agarrando sin parar la camilla improvisada, los músculos de sus brazos casi habían dicho basta....pero apretando los dientes, siguió paso a paso, encaminándose al norte, por la avenida principal, en dirección hacia el templo de pelor, donde le había indicado el guardia de las puertas de la ciudad. En cuanto viera las puertas del templo, entraría pidiendo ayuda, sin detenerse....eso es lo que haría, esa era la idea que cruzaba por su mente una y otra vez....."Dimdel...aguanta..." pensó para sus adentros...

No dirigió una mirada atrás, no le dijo nada a su compañero Mai-Cor, sabía que él estaba de acuerdo y Mordrogath haría todo lo posible por no decepcionar a ninguno de los dos. 

Por fin nos dejan entrar en la ciudad. Me parece increíble lo que ha sucedido, pero ha sido así.

La carrera frenética que realizamos por la ciudad en dirección al templo, sin duda alguna será comentada en el día venidero ya que Mordrogath aparta a la gente que nos estorba y que no tiene la delicadeza de dejarnos pasar con Dimdel apunto de morir.

El final del camino hace que las fuerzas que nos que nos quedan acudan a nosotros para conseguir la meta final, aunque sigue preocupándome el tema del pago al sanador, estoy con el caballero, dispuesto a realizar cualquier tarea con tal de que curen al Gnomo.

-Ya estamos llegando Mordrogath -digo animando al caballero y a mi mismo para el final de nuestro camino...