Partida Rol por web

Mires suspiró hondo. Los bufones no son de mucho agrado en la ciudad. Llevan varias semanas llegando forasteros queriendo hacerse notar con sus gracias y sus habilidades y todo suele terminar en desastre. Además, aquí ya tenemos un buen teatro donde aquellas personas que quieren espectáculo van a verlos.

De todas maneras, puedo darte un par de piezas de plata al día a cambio de que vayas haciendo algo de publicidad y hablando bien de nuestro gremio. Y eso por ser generoso y hacerte un favor porque es algo que actualmente no necesitamos. Vendemos muchísimo y no necesitamos mucha publicidad pues tampoco tenemos competencia. Aclaró el panadero sin mucho interés en contratar los servicios de Enzo.

Le costó mucho no torcer el gesto de manera agria al escuchar la respuesta del panadero. Que por muchos bardos que hubiera pululando por la ciudad, él tenía muchísimo más talento en la uña del meñique que la inmensa mayoría de esos idiotas en todo su ser. ¡Mires tenía que ser como mínimo igual de estúpido para no verlo!

Pero eso no importaba ahora, lo esencial era que tenía un trabajillo que le ligaba al gremio de panaderos. Era un trabajo pequeño y miserablemente pagado, pero al menos le daba una excusa para pasarse el día por allí investigando a ver qué descubría. Y si al final del día siguiente acababa de vacío también, ¡pues se buscaría otro trabajo por hacer! Tal vez en el teatro, donde al parecer estaban yendo todos los bardos sin chispa de la ciudad. Un artista como él sería un soplo de aire fresco tanto para los dueños como para el público. Sí, era un buen plan de reserva. Uno a la altura de sus capacidades.

Sintiéndose de mejor humor tras rumiar aquellos pensamientos, el bufón extendió una mano hacia Mires.

 -¡Tenemos un trato, caballero! No se arrepentirá, señor mío. Ya verá cómo notará la diferencia. Y si no le gusta el resultado, sólo perderá dos piezas de plata a lo sumo. A mi parecer es un buen trato.

Ojalá tuviera suficiente con un día para encontrar información de los misteriosos bollos controladores de mentes. Trabajar por dos míseras piezas de plata al día era estar regalándose como una ramera fea. Muy, muy fea.

Perfecto. Asintió Mires al tiempo que le daba la mano para aceptar el trato. Mañana le espero aquí al alba. Concluyó marchándose de allí y cerrando ya el gremio.

Enzo sonrió al jefe del gremio hasta que éste desapareció. Entonces fue cuando dejó que el fastidio y la amargura le torcieran el gesto en uno muy poco apropiado para un comediante amistoso. Pero claro, también había que entenderle: su plan para infiltrarse entre los trabajadores de Mires había salido bastante mal. Iba a tener que trabajar haciendo publicidad, lo cual con un poco de mala suerte implicaría tener que patearse la ciudad entera, por dos míseras monedas de plata. ¡Eso no le daba ni para comer! O al menos no le daba para comer en El Bote del Lagarto. Tendría que buscarse otra fonda más económica si quería poder sobrevivir en aquel lugar…

El frío de la noche ya le había estado penetrando hasta los huesos desde que el sol había comenzado a ocultarse, pero nada más despedirse de Mires había empezado a caer un señor diluvio que amenazaba con ahogarle si se quedaba mirando hacia arriba con la boca abierta. ¿Qué había dicho sobre fondas? Desde luego, ese era el momento ideal para encontrar un lugar en el que secarse a conciencia, cenar algo ligero y dormir. Ojalá pudiera averiguar algo jugoso de aquel panadero al día siguiente o ninguno de aquellos padecimientos merecería la pena.

Cada mañana multitud de gente se reúne alrededor de este edificio de ladrillo, o bien atraída por el agradable olor del pan recién horneado o para comprar las provisiones diarias. El propio gremio es poco más que una enorme serie de seis cocinas, aunque una es de uso exclusivo para el mastre gremial, que todos los días experimenta con nuevas recetas. El gremio de panaderos suele convocar a sus miembros, dueños de las diversas panaderías y pastelerías de la villa, para echar una mano en la confección del pan y la repostería con ocasión de festivales o grandes fiestas. En esas fechas, las seis cocinas trabajan a destajo.

Y al final el bufón llegó a la panadería de Mires con el tiempo justo, justo. Por suerte, la carrera que se había dado le permitió entrar rápidamente en calor, ya que el tiempo que hacía en la calle era para dejarlo a uno helado literalmente. ¿Y él iba a tener que pasarse todo el día fuera haciendo monerías para ganar sólo dos monedas de plata? ¡Qué cruel era siempre el mundo con los artistas!

Y encima ni siquiera había podido disfrutar de la reacción de aquel servidor de Wee-Jas en la taberna. ¡Con lo acaramelado que había estado con aquella muchacha el día antes y lo indiferente que se había quedado ante su evidente acercamiento romántico! Pero bueno, al menos a la chica sí que le había gustado. Eso le daría más oportunidades de seguir camelándosela para ver si aquel monje de sangre de horchata reaccionaba o algo.

Cuando Enzo llegó finalmente a la panadería, compuso su mejor cara para saludar a su jefe temporal. Puede que el trabajo fuera una miseria, pero al menos le daría una buena oportunidad de investigar los rumores que circulaban por la ciudad acerca de los bollos misteriosos. Y si encontraba alguna oferta de trabajo mejor, pues miel sobre hojuelas. Que él vivía para el arte, no para hacer de investigador barato. Y quién sabe, si se esforzaba un poco, cuando el sol calentase las calles y la gente saliera a pasear, a lo mejor se podía ganar alguna moneda extra. Todo era cuestión de intentarlo.

Enzo llegó junto a Mires que ya llevaba tiempo trabajando y parecía estar muy ocupado. Cuando llegó le dio una sonrisa, le ofreció una cálida bienvenida y le pidió que empezara a moverse por la ciudad para hacer publicidad sobre el gremio. Si logras que venga gente y consuma te daré 5 pieza de cobre por cada consumición que venga de tu parte. Dijo con una sonrisa despidiéndole.

Enzo sonrió a su temporal jefe y salió de la panadería dispuesto a reclutar tantos clientes como le fuera posible mientras mantenía un oído puesto en posibles rumores y habladurías. Su objetivo era enterarse de comadreos que pudieran darle alguna pista acerca del trabajo que se traía Mires entre manos con sus bollos mágicos.

A pesar del frío que hacía, el bufón se esforzó en poner su mejor sonrisa teatral para comenzar sus pequeñas actuaciones en varios puntos de las calles de la ciudad. Una broma por aquí, un pequeño truco de magia por allá… Tal vez unos juegos malabares para hacer reír a unos niños. Y todo ello recomendando a la gente que se pasara por la magnífica panadería de Mires, que tenía los mejores productos y de la mejor calidad posible. Esas cinco piezas de bronce por cliente reclutado sonaban demasiado bien como para no poner empeño en hacer aquel trabajo. Con un poco de suerte, igual podría hacer dos comidas ese día.

La gente de Tormentos Cristalinos siempre parecía reacia a los bardos y por mucho que Enzo se preocupaba en interpretar una gran comedia, nadie se paraba ni a escuchar, ni tampoco a mirarle. Quizá no estaba en una buena ubicación o quizá es que no tuviesen interés.

Preguntando aquí y allá comprendió que sus interpretaciones callejeras no tenían cabida en la ciudad. La gente que quería ver espectáculos iba o al Teatro del León o a la Dríada Bailarina. Los espectáculos callejeros no eran de agrado.

Por lo demás no fue capaz de averiguar mucho más de lo que comentaba la gente.

¡Qué ganas que tenía el pobre bufón de tirarse de los pelos! No sólo no había conseguido obtener nada de información acerca de Mires y sus bollos encantados de las narices, sino que todo su increíble talento y esfuerzo artístico estaban cayendo en saco roto. La gente de aquella ciudad no apreciaba el buen arte callejero, ni siquiera el interpretado con sublime majestuosidad. Desde luego, ¡qué razón que tenía el que dijo que no estaba hecha la miel para la boca del asno!

Lo peor era que aún quedaba muchísimo día por delante y él ya estaba más que harto de intentar hacer publicidad a un establecimiento que claramente no la necesitaba. Tendría que haberse disfrazado de persona aburrida, así seguro que habría podido sacarle algo más de información a ese Mires. Claro que mirándolo por el lado positivo, aún quedaba muchísimo día por delante. ¿Quién le decía a él que tenía que quedarse clavado cual estaca multicolor en la zona del gremio de panaderos? Ahora mismo, nadie en absoluto.

Riéndose entre dientes, el bufón salió a paso vivo hacia la taberna de la Dríada Bailarina. Según lo que había conseguido averiguar en la calles, aquel lugar reunía las dos características que Enzo más necesitaba: una fuente de todo tipo de información y un lugar donde se apreciaba el talento artístico. Si podía enterarse de algo jugoso y beneficioso para alguien de su profesión, estaba claro que sería allí.