Morchain recuerda. Morchain habla. Morchain asiente.
Morchain sabe que las cosas ya no son como eran. Que él ya no es como era. Todo en él ha cambiado: su voz, su aspecto, su manera de pensar. Su nombre.
Morchain recuerda lo que él era antes, pero no hay nostalgia en su cabeza. No queda sitio para eso. La nostalgia y la tristeza murieron con él tiempo atrás. Ahora sólo queda sitio para Morchain, y aquello es del pasado. De una vida anterior.
Hay algunas cosas que Morchain ha olvidado. Quién le hizo eso. Cómo. Quién lo deshizo después. Pero ahora él sabe más que otros, y sabe que sabe más. Ahora Morchain sabe que la vida no es más que un juego, una broma pesada de alguien sin verdadero sentido del humor.
El Palacio era antes el hogar de Morchain. No, de Morchain no, de lo que él fue antes, tiempo atrás. Ahora ha encontrado en las Ruinas un lugar donde nadie cuestiona lo que es o cómo se comporta. Un sitio donde se siente a gusto. Morchain sabe que otros pensarían que está loco, pero eso no le importa. En las Ruinas esas cosas son lo de menos, porque todos han perdido un trozo de sí mismos alguna vez. Algunos no lo saben, pero Morchain sí. Morchain sabe más, y sabe que lo sabe.
Desde que Morchain despertó de vuelta a la vida su mente funciona de otra manera. Para él no hay un hilo definido de pensamiento, pero es mejor así: ya nadie sabe cuándo o dónde estará. Nadie puede decir dónde le encontrarán, y más a la velocidad a la que se mueve ahora. Morchain está seguro. Ya nadie volverá a hacerle daño. Porque aunque quienes le hicieron eso se oculten él sabe que volverán. Ellos pueden no tener ni idea, pero Morchain sabe más. Y sabe que lo sabe.
Morchain es feliz ahora. Vive tranquilo. El tiempo para él es una entelequia, pues él discurre a un ritmo distinto. Desde que aquello sucedió un mundo nuevo se abrió ante él, y aquellas cosas que no era capaz de alcanzar ahora se le ofrecen como flores silvestres. Morchain entiende que ni la Guerra ni los propios Fata importan. Que, al final, todo fluye hacia adelante, pues es el único camino que las semanas ofrecen. Uno puede esquivarlas, ralentizarlas, desviarlas. Pero nunca hacerlas retroceder. Nunca detenerlas del todo. Como el Río de Almas. Morchain lo sabe. Él sabe más, mucho más. Y sabe que sabe que lo sabe.
Además, hay algo que Morchain sabe por encima de todas las cosas. Hay algo más cierto que el hecho de que Fäe es Fäe, o de que el agua es agua. Morchain sabe que puede confiar en Namárie. Ella ha estado con él desde antes de que Morchain fuese Morchain, y ha permanecido aún cuando él dejó de ser lo que era para convertirse en lo que es ahora. Pero no eran sólo ellos dos, claro. Habían un tercer Fata, y aunque incluso él haya olvidado Morchain lo sabe. Lo sabe, y sabe que lo sabe.
Perteneces a la Tríada, y como tal compartes con ellos una escena privada en la que hablarás como Morchain y no como Adam Hart.
Además, esta tríada es muy especial: en un principio sois sólo Namárie y tú, pero entre ambos debéis escoger durante el prólogo a quien siempre la ha completado. Una vez escojáis esa tercera persona se unirá a vosotros, y los tres compartiréis el rol que él o ella tuviera, teniendo que usarlo de manera consensuada.
Volviendo la vista atrás, al momento en la estación de metro, se te hace complicado pensar que te has equivocado. Es difícil calcular cuánto tiempo ha pasado exactamente desde ese momento, pero aún así cada vez sientes a esos que te rodean más cerca, como si compartierais algo más. Como si fueran parte de algo que no puedes recordar. Hay algo más: una sensación latiendo en tu interior. Algo que te dice que para ser tú de manera completa tendrás que escoger a uno de ellos como foco. Puede que aún no sepas cómo o para qué, pero hay una cosa certera: esa elección es importante.
Aquella sensación de que debes, pero no sabes cómo. Que puedes, pero no sabes cuando. Es parecida a un vacío, a una incertidumbre que de golpe y porrazo desapareció. En un solo instante, en un momento infinitesimal, como si de un acto reflejo se tratase.
no pude más que acercarme para tratar de ayudarlo -Tranquilo, se te pasará pronto, solo déjame guiarte, te ayudaré.-
Antes incluso de comenzar a dirigirse a él, ya sabía que era ella. Sus palabras solo corrieron el velo que tenía a él.
Al ver a la guapa mujer, se dibujó una sonrisa bobalicona en su rostro, con los ojos practicamente cerrados. -Grraciasss guapa-
Aquellas palabras que salían distorsionadas fruto de una sobredosis de lexatin, estaban más cargadas de significado de lo que nadie pudiera imaginar en ese momento, pues esas palabras, confirmaban su elección. Porque así debía ser...porque así era.
Foco: Anya Bennet
Ahora que tu alma volvía a ser consciente de quien eras realmente, ahora que empezabas a intuir de lo que eras capaz... Las cosas volvían a estar más o menos claras para ti.
Sin embargo aun faltaba algo. Sabías que no estabas completo. Tu poder, tu capacidad para lograr tus objetivos... Aún podía crecer un poco más. Sólo tenías que terminar de encontrarte a ti mismo. Pero ¿cómo? La respuesta no estaba sólo en ti. Estaba en tu pasado. Estaba en tu presente. Escuchabas a los que te acompañaban, consciente de que allí, entre ellos, se encontraban algunos de los Fata que conociste en otro tiempo. ¿Podría estar en ellos ese catalizador que te diese lo que te faltaba?
Con un poco de suerte Randir se encontraría también allí. Él también habitaba en las Ruinas, también había dejado atrás un pasado que le había roto. O quizá Vanya. Ella siempre había sido buena con todos en las Ruinas, y ni siquiera era de allí. Los de Palacio le habían arrebatado su poder, y ni siquiera así había perdido las ganas de luchar. Hablar con cualquiera de ellas sería increíble. Y luego estaba esa chica, Anya Bennet. ¿Quién era en realidad? ¿Tendría ella las respuestas que buscabas?
Ya conoces tu rol, pero no es lo único que puedes hacer. Hay varias formas de lograr esta otra capacidad, pero tú sólo conocerás una. Aquí tienes una lista de sucesos. Deberás tirar cuanto antes 1D4. Aquel que salga elegido será el catalizador que te haga ir un paso más allá.
1. - Compartir escena con Randir.
2. - Compartir escena con Vanya.
3. - Anya Bennet sobrevive tres noches y tres días consecutivos.
4. - Votar a Anya Bennet en cuatro votaciones que no tienen por qué ser consecutivas.
Motivo: catalizador
Tirada: 1d4
Resultado: 4
El día iba pasando, y delante de ti unos y otros iban tomando posiciones ante lo sucedido. Todos ellos podrían pensar que tú estabas un poco pasado de vueltas. Incluso loco. Pero lo cierto era que no sabían nada todo lo que había dentro de ti: tu mente funcionaba de otra manera, eso era todo. ¿Que a veces resultaba un poco inconexa? Quizá para ellos. O cuando intentabas exponer en voz alta cómo un pensamiento te había llevado a otro. En cualquier caso una cosa era clara: tú entendías la realidad de otra forma. Y a veces, sólo a veces... Esa realidad cambiaba para adaptarse a ti. A tus ideas. O quizá siempre habías tenido razón, y esos cambios sólo lo demostraban.
Tu rol secundario es Loco. Si en algún momento cayeses deberás escoger qué dos personas sufrirán un poquito de tu demencia.
No puedo conocer al fata que lleva dentro. No tengo amigos. Las únicas sois vosotras...
La verdad es que no hablo de todos los Fata que conocéis en vuestras historias, porque sería una locura y al dároslas os liaría más que otra cosa, pero que sepas que yo sí he contado con que Morchain se lleva bien con gente en las Ruinas. Puede que ellos tengan otra forma de entender la realidad (porque él está un poco pirado), pero hay quien no le ha tratado mal.
Si quieres mantenerlo y dramatizar, me parece perfecto, pero que sepas que Fatas como Aidane, Lúva o Randir te han tratado siempre bien. ^^
Aprovecho para recordarte que la partida es de ritmo de diario, de post cada dos días como mucho. Normalmente lo has llevado sin problema, pero ahora mismo llevas tres días seguidos (19-20-21) sin postear en la escena general. ¿Va todo bien? ¿Puedo ayudarte en algo?
Es que tengo a mi padre hospitalizado con neumonía. Aunque me veas conectado, no estoy muchas veces. Lo dejo encencido y conectado porque lo dejo siempre bajando cosas. Me pongo a ello cuanto antes. Hoy iré pronto, así que no creo que tarde mucho en contestar.
La noche cayó una vez más, y con ella llegó esa maldita oscuridad que no os dejaba ver prácticamente nada. Lera había ido a dormir con el cielo, y Allegra con aquella chica... Anastasia. Tú, en cambio, estabas solo.
Fue inevitable vagabundear un poco por la ciudad. Hacía frío, y la idea de quedarse quieto daba un poco de mal rollo. Sería difícil decir cuanto tiempo pasaste así, pero de repente un escalofrío recorrió tu espalda. Te hiciste consciente de que te encontrabas en peligro. Sin embargo, por más que mirabas a un lado y a otro era imposible dar con quien te estaba dando caza. Un ruido allá, y cuando dirigías tu mirada en esa dirección ya no había nadie. Otro en el lado contrario, y lo mismo. Aquello tenía mala pinta.
Y de repente algo rajó tu brazo de arriba a abajo. Te concentraste en usar tu poder, en apartarte, pero no hubo manera: lo que quiera que fuera te tenía bien sujeto, y la pérdida de sangre te debilitaba cada vez más. Desde la muñeca hasta el codo, un corte profundo te hacía liberar más y más sangre, como si aquello fuera una ventana hacia la muerte. Te concentraste de nuevo. Si acelerabas el tiempo a tu alrededor lo suficiente, quizá pudieras curarte. Era un esfuerzo grande, sí... Pero tu vida podía depender de ello. Sin embargo sólo sirvió para sentir otro corte en el otro brazo de igual magnitud.
A estas alturas tus sentidos estaban embotados y tu debilidad era enorme. Sin embargo pudiste oír pasos a lo lejos: dos pares de pies que se acercaban corriendo. Tus amigas y compañeras, estabas seguro. Ellas cuidarían de ti, ellas... Ellas te salvarían.
Sentiste cómo alguien utilizaba tus propios dedos para pintar algo en el suelo. Sin embargo era difícil saber de qué se trataba, y más cuando todo lo que te apetecía era descansar... Aunque sabías que no podías ceder. Tenías que aguantar no sólo por ti, sino por Namárie y Serindë.
Espero que se ponga bien pronto. ^^
Había pasado mucho tiempo desde que habías dejado Fäe. Pero aún más, habían pasado eones desde que habías empezado a ser Morchain tal y como lo eras ahora. Un Morchain incompleto, pero el único que podía continuar con vida. Un Morchain con una mente rota, recompuesta a partir de los pedazos rotos una y mil veces por culpa de la descomposición y la muerte.
Ahora empezabas a encontrarte, y resultaba extraño pensar todo lo que había tenido que suceder para eso. Abandonar Fäe. Pasar siglos como humano. Reencontrarte con tu familia. Habían intentado matarte una vez más, pero ellas te habían salvado. Esta vez, Namárie había llegado a tiempo, y no lo había hecho sola.
Puede que tu cerebro estuviera mellado, como una tostadora desmontada y vuelta a montar sin que ninguna pieza encaje en su sitio. Una tostadora que ahora empezaba a darse cuenta de lo que antes había sido, y que trataba de recomponerse a sí misma de una manera que ni ella misma podía entender.
Habías aprendido mucho. Habías aprendido sobre la lealtad, sobre el amor, y sobre lo que otros eran capaces de hacer por simple disfrute. Había sido necesario morir y volver a la vida, pero habías aprendido sobre la muerte. Y ahora empezabas a estar listo para volver a mirarla directamente. Aunque esta vez no sería a los ojos, no. Esta vez sería desde detrás de ella, como si tú controlaras sus hilos. Como si ella fuera tu marioneta.
Quizá fuera el momento de demostrar a tus hermanas lo que habías aprendido. De enseñarles que tú también eras un titiritero. De reunir lo que quedaba de ti y convertirlo en un enorme corte de manga hacia la muerte.
Aunque era arriesgado. Todos los grandes números tenían dos cosas en común: preparación, y un precio. Y estaba claro cuál sería la apuesta a la hora de desafiar a la Parca.
El Yugo: Una vez por partida podrás levantar a alguien de entre los muertos. Para hacerlo debe pasar una noche y un día de preparación desde el momento en que hagas tu elección en el reloj. Una vez esa persona sea resucitada compartiréis una escena privada y tendrás control sobre él, llegando a determinar tú cómo utiliza su rol primario y su voto. Sin embargo toda cara tiene una cruz, y en caso de que esa persona muriera tú lo harías con ella, al igual que ella moriría si a ti te pasase algo.