Cierto. Pero voy a resarcirme a lo grande.
Mis disculpas por ello.
Go! Go! Go! Go! :D
Y no sé por qué, al ponerte eso me he acordado de esta canción, que siempre me ha recordado a la temática castronegril:
Ya lancé la bomba.
Esta noche usaré en mí el rol secundario de auto-protección. A ver si sirve de algo.
Aquel nuevo atardecer dejó un aroma ferroso en tus fosas nasales. Por primera vez eras tú quien arrebataba directamente y de manera contundente una vida. Por primera vez tus manos no sólo se ensuciaban, sino que arrancaban una vida y la arrojaban a la muerte.
Podías sentir sus ecos en tu interior, resonando dentro de tu cabeza y de tu pecho. Aquel era el verdadero olor de la muerte. Aquel el que te guiaba, hasta ahora de lejos, hacia el verdadero conocimiento. Aquel el que ahora te llamaba, pidiéndote un nombre.
Es el momento de declarar tu rol. :)
Había hecho falta una semana encontrando muerte tras muerte. Había sido necesaria la muerte de tu otra mitad no una, sino tres veces. Pero habías empezado a encontrar en ti a lo que aún quedaba de lo que habías sido. La espada era una prueba de ello. La espada de Míredir. Su destreza. Su capacidad de lucha.
Pero no habías olvidado lo aprendido, no. Los ecos de los muertos aún resonaban en tu cabeza, trayéndote susurros que nadie más podía oír. Y en esta ocasión, antes de que aquel reloj se completase y la oscuridad os inundara, escuchaste los callados lamentos de Zaira.
Aina, ese era su verdadero nombre. Caprichosa y, en ocasiones cruel, no tenía problema en soltar las medias mentiras necesarias para conseguir lo que quisiera. Desde pequeña fue una habitante de Palacio, y Celebia su modelo a seguir: sólo a ella le permitía eclipsarla. Cualquier otro que lo hiciera no tardaba en sufrir las consecuencias.
Poco a poco la Fata fue creciendo, y sus ganas de atención lo hicieron con ella. Hasta que llegó Serindë. Era una enviada de la Linde, que se veía obligada a pasar unas semanas en Palacio. En definitiva, una invitada de la Reina. Y desde el mismo momento en que puso su pie en Palacio hubo algo en ella que llamó la atención de todos. No era difícil darse cuenta de que ella poseía algo especial, algo que atraía a Fatas y soñadores por igual. Algo que Aina quería, pero sabía que no lo podría arrebatar. Y aquella Fata pareció además calar a Aina desde el principio y no tardó en dejarle las cosas claras sobre lo que pensaba de ella.
La sangre de Aina nunca había hervido como entonces, y hubo de contenerse para no provocar una tormenta capaz de llevarse a aquella intrusa más allá de la Bruma. Pero ella sabía que la venganza es un plato que se sirve frío. Frío y con una sonrisa. De modo que se dedicó a esperar su oportunidad. Y esta llegó. Vaya, si llegó.
En uno de los últimos días en que Serindé estaría en Palacio alguien asesinó brutalmente a los retoños de una Fata de allí, Lassa. Y donde otros vieron horror, Aina vio una oportunidad. Fue fácil para ti completar la historia ahora que habías escrutado en los recuerdos de Míriel. Aina se encargó de que las escasas pruebas no tardaran en apuntar a Serindë, y esta estuvo a punto de ser condenada y ajusticiada por un asesinato que no había cometido. Sin embargo, por suerte, Míriel llegó a tiempo, atribuyéndose el doble infanticidio. Aina sintió furia al escuchar cómo se disculpaban con ella. Aquello era el colmo.
Serindë no tardaría en marcharse de nuevo hacia la Linde, pero dejaría a Aina con la sensación de que no era tan especial como creía. De modo que la Fata empezó a hacer ciertas cosas que ningún Fata debe hacer. Cosas que implican magia antigua, sangre y muerte. Pero cualquier precio era pequeño por volver a ocupar el lugar que le correspondía: si con eso iba a volver a ser especial, si iba a ser el centro de atención, merecía la pena. Aunque tuviera que ver algunos Fata muertos para eso.
A día de hoy ella no había cambiado demasiado. Se encontraba perdida, eso sí. Perdida e insegura. Había sido la primera en morir, y eso había hecho mella en ella. Después de todo, aquí estaba sola. Sólo podía tener la esperanza de encontrar a Celebia, y que ella usara su influencia para protegerla.
Zaira es Aina, habitante de Palacio. Su rol primario es Médium y su rol secundario Buscador.
Eres la Médium. Posees una escena ubicada dentro de tu mente que puedes manipular a voluntad y a la que los Fata caídos se ven arrastrados. Además, en caso de que tú cayeses, el Río de Almas seguirá mostrándote el mundo de los vivos.
Tu rol secundario es Buscador.
Cada noche después de la primera podrás designar a un humano y confirmar si se trata o no de Celebia. En caso de acertar la conexión entre ambos será inmediata.
Una vez más la noche cayó, arropándoos con su densa oscuridad. Ni siquiera intentaste conciliar el sueño: intuías que vendrían a por ti. No, mucho más que eso, sabías que lo harían. Pero estabas preparado.
Puede que fuera por eso que aquel primer golpe, aunque te pilló por sorpresa, no te dejó inconsciente. Pudiste sentir cómo alguien tomaba tu cabeza para estrellarla contra el pavimento, aunque lo único que consiguió fue alertarte. Luego, con una lenta exhalación, cerraste tus ojos y te dejaste guiar. No era necesario ver a tu atacante: sabías por dónde vendrían los golpes. Esquivaste, esquivaste, esquivaste... Pero finalmente quien trataba de arrebatarte la vida fue más rápido que tú y terminó por alcanzarte con un golpe en el estómago. Utilizaba algo contundente, ¿una barra de hierro, quizá?
En cuanto te doblaste por instinto fruto de aquel impacto al instante llegó otro, justo en tu coronilla. Y caíste al suelo. Aquel fue el primero de mucho. Pero si algo habías aprendido desde que eras Randir era que a veces lo mejor no era luchar.
Dejaste que se cansasen. El dolor era infinito, pero eso era lo de menos. Lo único importante era sobrevivir, y sabías que lo conseguirías.