Arpón

Gelion observa las opciones ante sus ojos, y veía en ellas la posibilidad de volver al mundo de los vivos a completar su misión, ahora con una determinación renovada y fortalecida. 

Y entre aquellas eligió la que creía que mejor obedecía a sus objetivos, la imagen que le sonaba más poderosa. Como estaban las cosas, ser un santo era su mejor opción. Y esa fue la imagen que escogió, esperando que fuese útil a sus propósitos.

Morchain comprendió de que se trataba aquello. La hora había llegado, su momento. Quizás de haber estado allí antes, su decisión habría sido distinta, pero mucho había ocurrido ya y las perspectivas habían variado. El peligro era cada día más fuerte, más real. Y aunque se vio tentado a elegir el número V, supo que necesitaba algo más...algo más oscuro, algo con lo que atacar o someter. Su familia estaba en juego. No habría piedad contra los que fuesen a por ella. No podía haberla...no existía. Su rostro finalmente se posó en el  III ( el XV...yugo). No sabía lo que quería decir exactamente pero si aquel don hacía honor a su nombre...

Cuando aparecí en aquel lugar me sentí confusa, ya estaba muerta, ¿es que no iba a acabar ya todo esto? Tenía que hacer una nueva elección, estaba cansada de hacer elecciones, solo quería descansar. Allí estaba el reloj, eso debía de ser lo que había dicho Loth sobre que tendríamos que volver al reloj. Cuando miré la esfera solo podía pensar en una de las cifras, el X, el tercer ojo. ¿Qué significaría, sería la decisión correcta?

El otro lado del reloj

Fue al ver morir a Aubin. Al observar su cadáver un escalofrío recorrió tu espina dorsal, como si te estuvieras completando de alguna manera. Algo en tu mente hizo clic. Y después clac. Y después tic. Y después tac.

Cuando quisiste darte cuenta no te encontrabas con los demás. Al abrir tus ojos te viste delante de una gran esfera que no te fue difícil reconocer como la del reloj que estaba presente en la torre que os observaba. Sin embargo la veías desde el otro lado, como si hubieras accedido a un lugar escondido de los ojos de todos.

Frente a ti los engranajes no dejaban de avanzar, constantes e inexorables. Y cada vez que una de las agujas pasaba por delante de un número se te mostraba un nombre y una imagen, como una pequeña revelación. Había muchos que parecían más débiles, carentes de poder. Probablemente otros los habían elegido antes. Sabías que debías escoger. Cada número, dos horas. Cada hora, un símbolo.

Mis ojos danzaban de una esquina a otra del lugar y aquel sonido se repetía en mi mente dando algún sentido a las palabras que alguno de los anteriores había recitado más de una vez.

Sin poder evitarlo, a la vez que comprendía deje escapar de mis labios aquel rítmico sonido de forma cadente.- Tic... Tac...

Entonces centré mi mirada en aquella esfera y sin poderlo retener mis ojos se aferraron a aquel número cinco que parecía libre aún de aquellas cadenas que el destino había erguido entre ellos. Aquel número cinco representaba a un padre, algo que debía de dejar huella en los demás. Era lo que necesitaba... era algo que debía dejar semilla entre los demás.

El otro lado del reloj

Fue al ver morir a Lera. Al observar su cadáver un escalofrío recorrió tu espina dorsal, como si te estuvieras completando de alguna manera. Algo en tu mente hizo clic. Y después clac. Y después tic. Y después tac.

Cuando quisiste darte cuenta no te encontrabas con los demás. Al abrir tus ojos te viste delante de una gran esfera que no te fue difícil reconocer como la del reloj que estaba presente en la torre que os observaba. Sin embargo la veías desde el otro lado, como si hubieras accedido a un lugar escondido de los ojos de todos.

Frente a ti los engranajes no dejaban de avanzar, constantes e inexorables. Y cada vez que una de las agujas pasaba por delante de un número se te mostraba un nombre y una imagen, como una pequeña revelación. Había muchos que parecían más débiles, carentes de poder. Probablemente otros los habían elegido antes. Sabías que debías escoger. Cada número, dos horas. Cada hora, un símbolo.

Elijo el símbolo XVI, elijo el Niño...

El otro lado del reloj

Fue al ver llegar a Celebia a ese reino de difuntos. Entonces un escalofrío recorrió tu espina dorsal, como si te estuvieras completando de alguna manera. Algo en tu mente hizo clic. Y después clac. Y después tic. Y después tac.

Cuando quisiste darte cuenta no te encontrabas con los demás. Al abrir tus ojos te viste delante de una gran esfera que no te fue difícil reconocer como la del reloj que estaba presente en la torre que os observaba. Sin embargo la veías desde el otro lado, como si hubieras accedido a un lugar escondido de los ojos de todos.

Frente a ti los engranajes no dejaban de avanzar, constantes e inexorables. Y cada vez que una de las agujas pasaba por delante de un número se te mostraba un nombre y una imagen, como una pequeña revelación. Todos menos uno parecían más débiles, carentes de poder. Probablemente otros los habían elegido antes. Sabías que debías escoger. Cada número, dos horas. Cada hora, un símbolo.

¿Qué es ésto? 

Aina todavía sentía el corazón encogido tras haber visto a su princesa en ese mundo de olvido y muerte. Desde donde se encontraba, todavía podía verla, a través de la esfera del reloj. Sentía algo raro dentro de sí, no entendía qué era lo que estaba ocurriendo. Pestañeó y entonces centró su mirada celeste en los números que iban mostrando diferentes imágenes. 

Se acercó un poco más, leyendo cada una de esas palabras apagadas. Confesor, juez, chacal... ¿Chacal? ¿No era esa la palabra que se había escrito en el cuerpo de Leithian? Sus labios formaron una pequeña mueca, seguía sin comprender qué significaba todo eso. Bueno, de perdidos al río... Se dijo, encogiéndose ligeramente de hombros, y eligió el único nombre que brillaba, el que quizás habían ignorado otros que debieron llegar a ese mismo lugar. - El catorce. Actor - . Dijo en voz alta, como queriendo reafirmar su decisión.