Pero la respuesta, el escucharlo decir que era un vidente, la atrapó con guardia baja.
Me gustaría evitar en la medida de lo posible el uso de los nombres del HLdCN clásico. Sé que sólo es un comentario dentro de un post mucho más grande, pero prefiero decirlo. :)
Ouch, oki. Es que como lo habiamos usado antes en la escena de los tres no pense que hubiera problemas u.u
Lo tendré en cuenta de ahora en adelante.
Ponerlo en notas, Off-rol, es diferente, aunque sí es verdad que allí también lo dijiste y luego Morchain lo repitió. ¡Doble golpe de remo para ti! :P
Ñe, me acuso sola u-.- Perdón u^^
Con el amanecer pudiste sentirlo. Atados a tus dedos de manera invisible, unos hilos tiraban del cuerpo de Shawn, convirtiéndolo en un títere en tus manos. Lo habíais conseguido. Lo habías conseguido.
Durante la noche, Lera salió de su refugio para buscar a Ivanna. Esa noche no había dormido ni con sus hermanos ni con Lyman, sino que había buscado refugio en el cine dónde hacía unos días había tenido aquella agradable conversación. El último momento de felicidad antes de que todo se fuera más a la mierda. Y, si había una cara que le podía poner a su dolor, era la de la pelirroja. Era cierto, estaba ahí por sus hermanos, en una misión que no era por beneficio propio, pero eso no impediría que aliviara su dolor en ella.
Al llegar, y sin que esta se despertara, deslizó el cuchillo por su propio cuello, tan profundo que cortó tanto sus cuerdas vocales como las de ella para impedirle pedir por ayuda. Si bien ahora era una asesina, y quería desquitarse con ella, podía tener piedad por su alma inmortal. Ivanna descasaría en paz, y ella aliviaría sus deseos de hacerle mal destrozando aquel cuerpo.
Primero, partió con lo que le tomaría más tiempo, haciendo diminutos símbolos en forma de X, V y VII, no más grandes que la uña de un dedo en todo su cuerpo, desnudándola para ello. Una vez eso hecho, depositó un beso en aquellos labios sin vida, y los cortó, arrancándole de la cara toda piel hasta descubrir las encías. Sacó sus ojos, como los de aquel por el que tanto había llorado, y los puso dentro de su boca. Como odiaba aquella repugnante parte de su cuerpo. Amputó sus senos, matando parte de su sexualidad, y arrancó el cuero cabelludo de la mujer, deshaciéndose de aquel fuego de infierno que alojaba a plena vista. En su parte más íntima, dibujó un profundo signo de interrogación que destrozaba sus entrañas, y posicionó su cuerpo de tal manera que pareciera estar masturbándose, una mano en la entrepierna y otra en sus ausentes pechos.
Dando el trabajo por hecho, se fue de allí, llevándose su cuchillo, rogando que nadie la hubiese visto y asegurándose de no dejar marca de su estadía en aquel lugar.
Cuando la noche cayó y la oscuridad os bañó a todos, no podías evitar sentirte entre furiosa y expectante. No era tu costumbre ocultarte para tomar una vida. Siempre habías defendido la justicia, y la justicia no debía trabajar entre las sombras.
Sin embargo esto era distinto. Ivanna era un peligro para ti. Para tu familia. Y exponerlo delante de todos de forma pública sólo os pondría más en el ojo de mira. No era vuestra culpa, era la suya: ella había buscado su ruina. Además sólo recordar la forma en que había mirado a Lyman hacía hervir tu sangre humana. Ivanna debía morir para que vosotros vivieseis. Estaba claro.
Tus pasos no tardaron en llevarte adonde descansaba. Ni siquiera eras consciente de cuál era exactamente el lugar, pero tus rodillas parecían ser guiadas por el propio destino. El castigo tendría que ser algo digno. Ejemplar. Algo, además, en lo que los demás identificaran la brutalidad de uno o varios asesinos despiadados. Algo que no llevase las miradas hacia vosotros.
Sin embargo nunca te habías deleitado en el sufrimiento. Ya aquel primer atardecer, con Mathias, te habías encargado de acabar con su agonía. Esto no era tan diferente. De modo que hiciste que su vida acabase rápidamente y luego te pusiste manos a la obra. Ahora era cuando empezaba el verdadero trabajo.
Tardaste mucho tiempo en hacer todo aquello. Mientras tanto permaneciste alerta, atenta a cualquier ruido que pudiera implicar ser descubierta. Y cuando al fin concluiste y admiraste aquella obra de arte supiste que le habías dado lo que se merecía. Aquel engendro de Satán ahora lucía tan horrible por fuera como lo era por dentro. Y aún entonces, observándola, sabías que no era culpa tuya, ni vuestra. Era sólo suya: ella había buscado su ruina.