Aidane simplemente asintió a las palabras de Vanya, no expresó más opinión, sus ojos se movieron para ver cómo se materializaba allí el cuerpo de Lúva y su expresión no cambió. No se movió, no demostró alegría ni tristeza por su presencia en el lugar.
- En las Ruinas. Bienvenida - Saludó a la fata sin demasiada ceremonia.
Lúva se volteó y pudo verlo, las construcciones destruidas, el paisaje desolador, ese lugar que la había cautivado desde que Loth la había acompañado hasta allí. Se sintió maravillada por el aroma, por el paisaje, algo que llevaba siglos añorando y que no lo había sabido hasta unos días atrás.
- No pensé que también pudiéramos tener un lugar como los fatas del palacio - se agachó y tocó uno de los bloques quebrados de piedra, junto con un puñado de polvo, casi como si esto le recordara ese momento en que había ayudado a Morchain y se giró hacia las otras dos mujeres con una sonrisa en su rostro - Jamás pensé que podría volver a tomar el polvo de esta manera - miró a Aidane y le preguntó.
- ¿Está todo bien? - luego se giró hacia Vanya y le dijo - Aunque no lo creas, yo ya no quería tu muerte, pero sí quisiera saber por qué no estás ni con los vivos ni con los muertos. Si eres de las Ruinas, creeré en tu inocencia -.
- No, nada está bien - Respondió Aidane, evidentemente no se encontraban en una situación donde pudieran decir que todo marchaba a las mil maravillas- Pero bueno, estás aquí y eso es bueno, tenemos que hablar de por qué ese Oráculo,o lo que fuese, te acusó de ser una traidora.
Observo la presencia de Lúva materializarse junto a nosotras y, por un instante, me siento molesta por la interrupción. Sin embargo las palabras de Aidane y las de la recién llegada me tranquilizan.
Lúva, se que ya no querías mi muerte y, si eres amiga de mi pequeña, entonces también eres mi amiga -respondo ante el evidente afecto que mi dulce Aidane profesaba a la fata -no estoy ni viva ni muerta, se me ha dado otra oportunidad para vivir pero aún no puedo volver a mi cuerpo, solo puedo observar y hablar con unos pocos en privado. ¿Qué es eso del oráculo? Creo que Aina mencionó algo de que Seth te acusó pero no sabía que él tuviera ese apodo.
Escuchar sobre el oráculo le causaba un mal sabor de boca. No le agradaba tratar el tema porque, simplemente, era muy molesto.
- El oráculo era un árbol, Atanamir no es el árbol. Al menos no que yo sepa. Ese lugar es muy similar a Fäe y por eso, es tan atractivo - miró a las fatas y continuó.
- En primer lugar, allí se encontraban Serindë y Elendë. Yo llegué junto a Randir, pero primero llegamos a un lugar muy similar a las Ruinas. Luego, comenzamos a viajar para ver si lográbamos llegar al reloj pero llegamos a un lugar parecido al Bosque. Allí, había un árbol que nos dijo que respondería nuestras preguntas pero debían ser preguntas de sí y no. Serindë se descartó a sí misma inmediatamente, al igual que hizo con Elendë y preguntaron por la inocencia de Randir. El árbol respondió que sí. En la siguiente ocasión, preguntaron por Serindë y Elendë y también dijeron sí. Aunque había más fatas entre nosotros, decidieron quedarse con la imagen de los primeros cuatro y por eso me tacharon de traidora. Demostré mi poder, mi inocencia, pero eso no les valió de nada. Al ver el error en el árbol, desconfié de él y de ese lugar, pero nadie me hizo caso. Solo Namarie lo consideró - dijo tranquila - Esa es la historia. Ahora, ¿Algo qué puedan compartirme? ¿Saben el poder de Aubin? -.
Al mismo tiempo que en el otro lugar aquí aparecieron las mismas llamas. La negra sobre el número V, y las blancas sobre el III y el VI.
Sin embargo eso no fue todo. Aquel temblor que se vivía en el otro sitio que habitabais llegó a notarse también aquí, aunque con una intensidad mucho menor. Cuando todo terminó pudisteis ver aquí una grieta como las que ahora llenaban la ciudad. No era lo suficientemente grande como para ver a través de ella, pero sí como para intuir que estaba comunicada con ese otro sitio que compartíais con los demás.
Con la llegada del amanecer, la figura de Lúva empezó a desvanecerse en este lugar, hasta desaparecer del todo.
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Lúva nos explica lo ocurrido con el oráculo y no puedo más que sorprenderme. El consejo nos ha preparado todo un recibimiento, con innumerables mentiras, enigmas y quebraderos de cabeza. Cuando me dispongo a contestar a Kammy noto como la presencia de la joven se desvanece. Al otro lado mi presencia queda al descubierto y no dudo en decir, una vez más la verdad. Miro a mi pequeña pues merece saber toda la verdad.
Aidane, ya lo ves, estoy en el interior de la carcasa que era Lyman. No se la razón ni el modo en que ha ocurrido, tampoco se donde está el fata que habitaba en su interior, cuya primera noticia que tengo proviene de la boca de Allegra. Se que no te he dicho toda la verdad pero no podía hacerlo, no quería implicarte en ello -le digo a mi pequeña fata, la única que me ha importado y que todavía está con nosotros -El reloj me concedió un don en el paso, saber el bando de tres de vosotros. Se que Allegra era inocente al principio de todo, antes de mi muerte. Se que tu eres inocente, lo he comprobado, mi niña. Me falta averiguar la verdad de otra persona, si llego a esta noche lo haré. Estoy entre Andy y Misty, aunque creo que me voy a decantar por el primero. Respecto a Adam y lo que te comenté, no se que decirte. Le he mentido, le he dicho que las palabras de Roger eran verdad y me ha seguido el juego. Sin embargo no puedo afirmar que sea traidor porque la imagen que me ha mostrado es la de un loco, a veces me dice que va a matarnos a todos, otras veces me dice que acabará con los asesinos y otras me augura una muerte horrible. Temo que no se fíe de mi bando, ni para un lado ni para otro, y esté tratando de marearme.
Miro alrededor, al lugar en el que estamos, las Ruinas, un paraje desolado que es y era mi hogar -Lo fatídico de todo esto, Aidane, es que quedan al menos tres asesinos con vida y somos solo 11. Si yo muero por los votos, siendo inocente, quedarán solo 10 con vida. Tras la noche, y dado que Lúva ha muerto y no puede usar su habilidad, quedarán solo 6 o 7. Si hay tres asesinos y alguien más los apoya son más de la mitad, lo que quiere decir que ellos han ganado, no tendrán que ocultarse para acabar con los pacíficos que quedéis vivos. Siento no poder protegerte esta vez, mi niña -añado, acercándome a Aidane para abrazarla. De mis ojos surge un torrente de lágrimas, una sensación extraña a mí, provocada por el fracaso que causa la pérdida de un ser querido -lo siento...
Aidane se acercó a la que había sido su maestra, amiga, hermana y madre durante tanto tiempo, aquella a la que le debía casi todo y con la que se sentía en deuda, tomó sus manos y la miró a los ojos.
- Vanya... Estoy segura de que nunca has querido dañarme, pues de lo contrario, podrías haber acabado conmigo en innumerables ocasiones, de ti solo recuerdo bondad y dedicación. Aún así, creo que merezco saber la verdad, sea la que sea, no va a cambiar mi opinión sobre ti... Pero, quisiera por favor oír de tus labios si tu lealtad está o no con los llamados traidores.
Hizo una pausa, para reunir fuerzas.
- Jamás sería capaz de alzar mi mano contra ti, sea cual sea tu respuesta, ni voy a odiarte, en realidad no creo poder albergar por ti más que un profundo y sincero amor, por más que ahora me digas que los matarías a todos sin piedad. Pero... Necesito saber la verdad de tu boca. Y digas lo que digas, yo lo creeré. Y quedará para mí y para nadie más.
Niego con la cabeza y me siento en un rincón de las Ruinas, otrora nuestro hogar.
Aidane, mi niña, todo es demasiado complicado, una situación en la que no me gusta estar. Pero voy a serte sincera, como me has pedido. Hoy he sacrificado a Paul Adam, que creo era inocente, para sobrevivir un día más, ya ves el tipo de fata en que me he convertido -digo tratando de que mi pequeña me vea tal y como soy, aunque eso destroce nuestra relación -tiene razón, no soy del bando de los buenos, si se pueden llamar así, cosa que dudo. Pero no es verdad lo que dijo Roger de mí. Se que es confuso pero te lo contaré todo, desde el principio.
Mis manos, ociosas, se dedican a coger piedra, congelarlas y hacerlas añicos en mis manos. Me reconforta el saber que cosas tan férreas como una roca pueden destrozarse fácilmente gracias al frío -Roger era un traidor, como dijo Paul, pues cuando él se inventó lo de mi habilidad yo no pertenecía a bando malvado alguno. Sin embargo, justo antes de que me ajusticiaran, escuché una voz en mi cabeza. Nienor, el fata que por lo visto habitaba en Lyman, se comunicó conmigo. Él me abrió los ojos, me hizo ver el mal que habitaba en palacio, en todos los rincones de Fäe, algo que debíamos cambiar. Pero, como él me dijo, no nos ensuciaríamos las manos con la sangre de nadie, esa labor se la dejaríamos a otros. Nosotros utilizaríamos nuestra voz para convencer al resto, para hacer que se nos unieran, haciendo que la guerra en este lugar y en la propia Fäe se detuviera cuando todos los aquí reunidos fueran de nuestro bando.
Machaco un par de piedras más y miro a mi niña -Creo que él era ese oráculo del que habló Kammy pues, pese a que no tuvo tiempo de contarme mucho más, su idea de crear una nueva Fäe sin pasar por un camino de sangre me parece que se ajusta a lo que ocurría en ese lugar. Sin embargo él ha desaparecido, dejándome su carcasa, y yo ando como pollo sin cabeza. No se que debo hacer, aunque creo que solo debo esperar a que sean más lo que queden en el hogar del oráculo que el resto, para poder acabar esta guerra. Pero no estoy segura de nada.
Estoy preparada para que el fuego de Aidane me destroce, es mi niña y la amo con locura, razón por la que siempre he guardado la esperanza de que ella fuera convencida también por Nienor -No te hice daño, querida, porque no quiero hacértelo. Yo solo quiero una nueva Fäe, mejor, en la que ambas podamos vivir en paz. Odio la guerra, odio la muerte y odio el actual régimen, que está haciendo que nos matemos aquí, sacando lo peor de nosotros. Sin embargo temo que las posibilidades de crear ese mundo del que me habló Nienor son escasas, pues siquiera se como lograrlo. Esa es la verdad, hija mía, no soy de ese bando de los buenos que quieren que siga todo igual, soy de una especie de bando que quiere el cambio pero sin llegar a él usando la muerte de los que no piensen igual. En realidad las ideas de Nienor me atrajeron, además de por su habilidad para hablar, por el hecho de que nadie tendría que morir y podría volver, a tu lado, a una Fäe mejor.
Quiebro un par de piedras más y levanto los ojos hasta mirar, frente a frente, a Aidane. Fuego y hielo, unidas por lazos más íntimos que el resto de los presentes en esta ciudad. Eso es todo, querida. Entenderé si me odias, pues tu corazón es tan bondadoso que solo ve lo bueno de los demás, haciendo que un velo entorpezca tu visión y que no entiendas el mal que se oculta en la Fäe de la que fuimos expulsados. Por eso te pido que cejes en tu empeño de defenderme pues no quiero que sufras daño alguno ni que el resto desconfíe de ti. Si yo muero y Fäe sigue tal como hasta ahora moriré satisfecha al saber que tu podrás seguir viviendo. Ahora mismo lo que me preocupa son los asesinos, pues de ellos no puedo salvarte mi pequeña.
Observo a Aidane, que permanece callada en este lugar. Parece que mis palabras la han herido más de lo que pensaba -Yo, lo siento mucho mi pequeña, me apena lo que estás pasando. Trataré de estar todo el tiempo posible a tu lado pero se que finalmente acabarán conmigo, si no es esta noche será la siguiente o durante una de las campanadas. Pero te prometo que usaré todo mi poder para estar a tu lado el máximo tiempo posible, disfrutar de nuestros últimos momentos juntas, alargándolo todo lo posible. Si no me equivoco solo queda Mathias y uno o dos asesinos más entre nosotros, pronto caerán, estoy segura de ello.
Complicado. Claro que era complicado. Aidane observaba a Vanya, recordaba lo que Atanamir le había dicho "Hice lo que tengo que hacer."
Bandos, a eso se resumía todo. Formas de pensar, de imponerse, de una manera o de otra. Unos usaban la palabra, otros los actos, sus poderes, engañaban, embaucaban, todo con tal de conseguir lo que se proponían.
¿Y ella? ¿Qué quería ella? ¿Qué había querido desde el principio? Desde luego no quería engañar a otros, no tenía motivos, ni razón para ello, tampoco quería matar a nadie, lo peor era que tampoco entendía - Por mucho que lo intentaba- las causas por las que los demás hacían lo que hacían.
Una Fäe... Otra Fäe ¿Qué tenía tan malo su mundo para que quisieran cambiarlo? ¿Qué tenía de bueno?
- Nada en el mundo, ni el propio mundo, merece que estemos haciendo esto - Dijo sin mirar a Vanya, sus ojos rojos estaban clavados más allá, en algún punto por encima del hombro de la otra fata - Y por supuesto ninguno de nosotros valemos ni una mierda.
Aidane hizo un gesto con la mano señalando alrededor.
- Echa un vistazo, maestra, somos asesinos, mentirosos, embaucadores, putas, violadores, drogadictos... No hay ni uno solo que sea mejor que otro. Ni yo misma. Si a esto se reduce Fäe, menudo agujero infecto, y si Fäe se pudre sin nosotros, bien podríamos pudrirnos nosotros con ella. No hay confianza, no hay honor, no hay amistad, ni hay amor. No hay moral. No hay nada que merezca la pena salvar o cambiar, ni por lo que merezca la pena perder ni un solo segundo, ni derramar una sola gota de sangre. Fäe, querida maestra, está tan podrida y muerta como nuestras propias almas.
Una sonrisa horrible, jamás vista por Vanya, cruzó el oscuro rostro de Aidane e hizo que sus ojos brillasen intensamente. Eso parecía ser todo lo que tenía que decir la falta del fuego respecto a aquel asunto.
Y mientras Lera volvía a la vida en este lugar una figura empezó a tomar formar: se trataba de Namárie, antigua habitante de Palacio y ahora ocupante de las Ruinas.
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Una vez más, cuando en lo que quedaba de ciudad el reloj se completó, aquí hizo lo mismo. Y por primera vez el cambio de luz le acompañó, dejándoos durante unos minutos en la más absoluta oscuridad.
A la vuelta una llama blanca había aparecido sobre el número II, terminando así un proceso constante que había durado toda una semana. Además, la grieta que había en este lugar empezó a fluctuar, vibrando, haciéndose más grande, aunque no lo suficiente como para que pudierais atravesarla.
Las Ruinas. Su hogar. O al menos, lo que en aquellos últimos años se había convertido en él. Las historias decían que en otra época, aquel lugar había sido majestuoso y legendario, lleno de vida, colores y hermosos diseños, una ciudad digna de ser comparada con Palacio. Pero también decían que, al abandonarlo los soñadores, todo había cambiado. Aquella hermosa ciudad se había transformado en el desecho tóxico que era hoy, deshabitado y dejado a su suerte, como si ya no fuera parte de Fäe. Como si no valiera la pena el esfuerzo.
Sin importar que muchos creyeran esto último, habían otros que sabían lo invaluable que era aquel lugar. No importaba su perdida belleza, sino su calidad única de refugio permanente y seguro, donde no se rechazaba a nadie, nunca. Aunque de manera deficiente, toda necesidad era cubierta, y todos aprendían a vivir con ello. Allí, los que vivían en esos terrenos, eran hermanos, sin importar quienes fueran o de donde vinieran.
Siguió, con naturalidad, el camino hacia la Ciudad. Hogar dulce hogar. Fue entonces cuando reparó en sus acompañantes. Aidane, alguien poco reconocible para ella y Vanya. Vanya… Su mirada se oscureció y dio un par de pasos hacia ella, un instinto asesino aflorando en su piel.
- ¿Qué hiciste con Nienor? – preguntó agresivamente, dando una oportunidad de que explicara antes de lanzarse sobre ella.
Con la llegada del nuevo día tanto la figura de Aidane como la de Vanya empezaron a desvanecerse, dejando a Namárie sola en este lugar.
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