Cuando acabe esta noche con Jane, escribiré un número 7 en caracteres romanos (VII) ensangrentado al lado de su cuerpo.
Después de todo, sembrar el caos es una manera de distraer la atención que puede o no haber sobre mí. Y así los que me han señalado hoy por guarrilla se entretienen intentando saber lo que es :-D
Una vez más la noche llegó, y con ella fue la oscuridad quien arropó tu desnudez. De alguna forma te encontrabas aún extasiada, saciada por el tacto de Amazarac en tu cuerpo. Y sin embargo la mirada de aquella niña que no lo era del todo se te había clavado en las retinas. Ahora empezabas a comprender lo que podías hacer. Empezabas a entender que podías dar vida, y también muerte. De modo que una vez todo estuvo en calma no tardaste en dejarte guiar por tu instinto hacia el lugar donde la pequeña descansaba.
Esta vez pudiste sentirlo allí antes incluso de llegar. Ya por el camino, mientras te acercabas, su esencia era cada vez más parte de ti, como si tu poder se hubiera ampliado aún más de lo esperado. Y sin embargo querías llegar allí, claro. Llegar y dejar un mensaje claro y al mismo tiempo confuso.
Mientras caminabas ibas alimentándote de sus recuerdos. Ella era una Fata del Bosque, una que habías conocido por primera vez mientras estabas muerta. Y sin embargo al observar las imágenes que vinieran a ti no fue difícil sentir un poco de lástima. Tarma siempre había estado sola. Su primer recuerdo era de ella misma abrigada con la hoja de un gran árbol. Tuvo que crecer enfrentándose a los peligros del Bosque, ayudándose de lo que el propio Bosque le brindaba para ello. Bien era cierto que alguien parecía ayudarla desde las sombras, atrayendo soñadores para ella, pero nunca llegaron a establecer contacto.
Hubo una vez en que tuvo la oportunidad de cambiar las cosas. En la orilla de un lago Tarma encontró una hermosa Fata recién nacida, cuyo lamento era una mezcla de canto de sirena y llanto. No tardaste en reconocer los ojos de esa pequeña como los de Serindë. Y sin embargo el miedo y la indecisión hicieron que no la dejase quedarse con ella. La llevó al borde de la Linde y allí la dejó, quién sabía si para que se hicieran cargo de la pequeña o por abandonarla a la Bruma, y continuó viviendo sola.
Cualquiera se preguntaría cómo había logrado Tarma sobrevivir tanto tiempo casi sin ayuda, creciendo en la más absoluta de las soledades. La respuesta era al mismo tiempo increíble y evidente: nunca había estado sola. Había aprendido a hablar con cada brizna de hierba, con cada árbol, y pedirles ayuda. Ellos la escuchaban y le contaban secretos. Como el de la vida. Como el de la muerte.
Y ahora, desde hacía poco, algo había empezado a crecer dentro de ella. Un rencor malsano por cómo había sido tratada y olvidada. Los vivos la habían matado y los muertos la habían dejado de lado. Otros resucitaban, mientras ella permanecía muerta. Ella, que podría dar vida a otros. Buscaría venganza. Si no era aceptada dentro de los que se llamaban justos, buscaría cobijo entre los traidores.
A llegar adonde ella se encontraba ya estaba moribunda. Ni siquiera tuviste que pensártelo mucho para terminar de arrebatar su esencia. Entonces caíste en la cuenta de cómo dejar ese curioso mensaje. Parecía divertida la idea de hacerlo con sangre. Pero más divertida aún era la de hacerlo con una que no fuera la de ella. Después de todo había muchos cuerpos en la ciudad. y puede que los muy bobos andarían como locos dándole vueltas a de dónde había salido la sangre para ese VII tan claramente dibujado al lado de su cuerpo.
Jane es Tarma, habitante del Bosque. Su rol primario es Nigromante.
Eres el Nigromante. Dos veces por partida al caer la noche podrás devolver la vida a alguien. Esa persona no sólo pasará a tener un lugar en tu mente - una escena privada -, sino que además se verá obligado a obedecer en cada orden que des, siendo tú quien decide cómo o en qué utiliza su rol primario o su voto. No será necesario que esta persona muera para que tú puedas levantar al siguiente. Además, vuestras vidas quedarán ligadas, de modo que si tú caes ellos lo harán contigo, y en caso de caer ambos tú lo harás también.
Tarma es alguien neutral: siempre se ha mantenido al margen de cualquier disputa, priorizando sólo la supervivencia. Podrás unirte a cualquier bando al que pertenezca al menos uno de tus lacayos.
Plazo de declaración: Viernes, Sábado.
Y sin embargo había algo más en ella. Una semilla plantada dentro de su corazón, y que ahora germinaba en el tuyo.
Algo o alguien ha trastocado un poco tus lealtades. Ahora, levantes a quien levantes y hagas lo que hagas, tu lealtad está con los traidores.
Tras el atardecer llegó, y con ella una nueva sensación: la de dos cadenas invisibles que penetraban en la carne de tus muñecas. No era doloroso, ni mucho menos, era... Distinto. Podías sentirlas fuertes, capaces de doblegar a cualquiera. Y listas para transmitir una parte de tu vida a alguno de los caídos.
Eres libre de usar tu poder, si quieres. :)
El corazón de Elendire latía deprisa, a sabiendas de la oportunidad que se le presentaba aquella noche.
Quizá era un error. Quizá aquello la delataba. Pero no había vuelta atrás. Y lo había prometido. Loth debía volver a su lado. Su lugar estaba junto a ella, aunque el precio fuese alto. Al fin y al cabo ella lo amaba, y no sometería su voluntad como lo habría hecho Tarma de seguir viva.
Suspiró hondo, acarició aquellas cadenas, y pensó en él. Habría muchas cosas que explicar, pero estarían juntos, ya fuera en la vida, o en la muerte, si los demás llegaban a saber que había sido ella la que había tomado la vida de la fata infante que no era tal, y que había contaminado su propio corazón de odio.
De cualquier manera, ocurriese una cosa u otra, tendría la Luna aún a su favor, dándole fuerzas para poder regresar. Aquella apuesta merecía la pena. Aquella apuesta era ineludible y necesaria.
Uso una cadena con Samuel/Loth.
Habíais necesitado vivir siglos como humanos para reencontraros. Habíais necesitado llegar aquí, a este lugar que ni siquiera era Fäe, y ahora sólo habían hecho falta unos días para que la ponzoña de los demás se metiera entre vosotros, mellando en vuestra relación de una forma que sólo el verdadero amor podía salvar. Y lo habíais conseguido. Al fin estabais juntos, de nuevo, aunque hubieras tenido que matar para ello. Que dejar que en tu corazón germinase una semilla ajena. Pero sabías que le estabas salvando de una esclavitud que no era suya.
Ahora todo era perfecto. Y sin embargo, era imposible evitar el miedo. Las cosas tan preciosas siempre acababan rompiéndose. Algo acababa interrumpiéndolas, o quien no las entendía terminaba por meterse en medio, fastidiándolo todo. Como cuando arrojaste al padre de Aidane a la Bruma y el muy bobo decidió morirse en lugar de seguir tragándola.
Sabias que Loth te protegería. Aquello era una certeza. Sin embargo, también lo había sido antes, y ambos habíais acabado muertos. Era imposible evitar el miedo. Era imposible evitarlo... Y fue entonces cuando lo sentiste. Tu vida se escapaba a través de tu garganta. Trataste de gritar, de avisarle, pero alguien acababa de cortar tus cuerdas vocales.
No tardaste ni diez segundos en morir. Diez segundos de muerte, y una eternidad en el olvido...
... O no.
Abstraída como se encontraba, Elendire posó su mirada sobre Lúva, pensativa, antes de volver a observar la Bruma, con inusitada intensidad, como si de verdad pudiera escudriñarla con sus radiantes ojos de Fata. Acto seguido posó su vista sobre Atanamir, con una expresión indescifrable en el rostro, y entonces su punto de atención se perdió, en algún lugar indefinido, mientras llevaba una mano a sus labios, mordiendo con fuerza la yema de sus dedos, haciéndolos sangrar como si de pronto no fuese consciente ni de si misma, ni de dónde se encontraba.
"Si esa Bruma fuera nuestra Bruma, Lúva dejaría de ser un estorbo entre Loth y yo, y dejaría de envenenar sus oídos con tanto cacareo. Un sólo empujón y..."
Tan sólo a falta de confirmación por parte de Celebia, uso la cadena que me falta sobre Kammy, o sobre quien ella me diga, cuando me lo diga.
Si no me confirma en notas antes de la hora, pero se puede asumir que no estoy desobedeciendo, la levanto igual (a Kammy)
No hizo falta ver siquiera el cuerpo de Kammy para saber lo que había sucedido. La quemazón que se extendía desde tu muñeca izquierda hasta tu pecho, instalándose en tu corazón hasta detenerlo, te decía bien claro que ella había sido atacada. Y que tú, con tu vida ligada a la de ella, no tardarías en seguirla hacia la muerte.