Partida Rol por web

Los sigilos que Travis había dibujado eran apasionantes. Felicia encontraba su diseño de lo más apasionante, No eran líneas al azar sin más. Eran algo con poder real. Algo que podía incluir en su carpeta de "cosas mágicas verdaderas" Estaba contemplándolos cuando la llamaron por teléfono. Era una llamada rutinaria de los abuelos, podía seguirla solo con la mitad de su atención mientras la otra hacía dibujos por los márgenes del cuaderno de apuntes en sucio. "A ver si vienes a visitarnos pronto que ya tenemos ganas o hacemos "skipi" de ese para vernos al menos" decía su abuela en el momento que llamaron a la puerta. Cuando le dijo a su padre que pasase, la chica lanzo su ojeada por el cuaderno y recibió un fuerte dolor en el entrecejo al ver uno de sus dibujos (Una copia del sigil).

Tres seres le hablaron a la vez:

Asomando la cabeza puerta:

—Hola cielo, va a empezar "Venganza en tiempos de la peste negra" ¿Quieres verlo con nosotros o tienes muchos deberes?

A través del teléfono la señora carraspeó un poco para aclararse la garganta.

—Perdona, la alergia me está matando. Me deja la garganta seca.

—¿Me has llamado?

Era un ser que percibió de repente a su espalda. Al girarse asustaba vio una figura vagamente humanoide con la cabeza llena de incrustaciones metálicas y la mirada perdida. Podía ver la pared a través del ser. La nariz de Felicia se inundó con olor a azufre

Tenía que haberle pedido la hoja de libreta a Travis pero no me atreví. No porque, ¿qué iba a decirle? ¿Iba a darle más razones para que se piense que soy rara? “Mira, es que esto es lo mío, y ya que tengo que darle un repaso a las Llaves de Salomón quiero echarle un vistazo a esos sigilos que te vi dibujar”.

Claro que sí, Felicia. No tiene Travis problemas ya en este plano para que le metas meollos de firmas demoníacas en la cabeza.

No, bueno, no lo sabía hasta que he empezado a intentar recrearlos con los libros a un lado. Como le dije, al final un sigilo es personal y cualquiera puede hacer uno, pero existe toda una simbología detrás que puede considerarse “popular” o común entre brujos, demonólogos, demonios incluso. Formas de hacerse reconocidos y reconocibles. Con los elementos que recordaba estaba muy segura de que podía recrearlos. Y no sé, quizás si consigo desentrañar esto puedo ayudarle de algún modo porque me da la impresión de es de los incapaces de pedir ayuda cuando tiene algo en la cabeza.

A parte, no puede ser una coincidencia que el círculo de presa que dibujó Farhad para atrapar a Nirvana me haya recordado lo olvidada que tengo la brujería antigua. Tengo que estar preparada para todo lo que venga a partir de ahora porque está claro que algo pasa.

En verdad no estoy escuchando a oma, no demasiado. Sé que me está contando todos los preparativos y planes que tienen con opa para venir por mi cumpleaños, las vueltas que ha dado para encontrarme un regalo, que nos echa de menos y lo de siempre. Ha dicho algo de “skipi” y yo ya me he cansado de la conversación de “nadie usa ya Skype, oma, usa el FaceTime de la tableta”.

Se me cae el boli, o más bien sale volando hasta el otro lado de mi habitación del susto que me llevo. La abuela carraspeando por el teléfono como si tuviera cuchillas oxidadas por cuerdas vocales y, justo a mi espalda cuando me he girado en la silla para responder a papi, una presencia real aunque incorpórea.

Todavía me duele justo en el entrecejo. Él debe ser el culpable. De pronto me siento muy abrumada.

— Eeeeeeh… Papi, tengo mucho lío con esto, ¿me lo cuentas luego antes de dormir, porfi? —intento despachar primero a mi padre con la mano, que es el más fácil. A la abuela tendré que colgarle pero tengo que ser amable. — ¡Oma, mira qué tarde es! Tengo que acabar los deberes, ¿vale? Te llamo mañana y te explico lo del FaceTime otra vez.

No debería darle prioridad a un espíritu antes que a mi familia pero soy víctima de mi propia curiosidad. Eso sí, antes disfruto de dos segundos de silencio cuando he podido librarme de todos, que aprovecho también para levantarme y echar el pestillo en mi puerta. No quiero a mis papás involucrados con lo que con gran probabilidad puede ser lo que se conoce como un demonio.

— ¿Cuál es tu nombre? —pregunto cuando vuelvo a mirarle a la cara. Su peste a azufre no casa nada bien con el aceite y las velas de mi altar.

El ser la miro.

Felicia sintió su corazón parase un microsegundo. La invadió la soledad. El sentirse desligada de las demás personas, separada de un mundo en el que no encajaba, sin amigos, sin conocidos, sin pertenencia. Sen invisible, nada. Una simple consciencia de si mismo pero incapaz de esablecer ninguna relación.

Por suerte solo fue un microsegundo, porque su cerebro no estaba preparado para soportar aquella soledad infinita y pura.

—Pero puedes llamarme Desertio, hada.

Lo que me hace sentir cuando su mirada, si puede llamársele así, se conecta con la mía no es algo que no haya sentido antes pero esta vez yo no tengo ningún control sobre ello para apartarlo con un pensamiento alegre. Por suerte no dura lo suficiente para siquiera hacerme lagrimear.

— Hada… —repito con la ceja enarcada. ¿Entonces es cierto? Los últimos sueños que he tenido, las trampas de hierro y el tipo de magia que he empezado a mostrar apuntaban a ello pero no había tenido ninguna confirmación “oficial” sobre mi condición. Es “bueno” saberlo. — ¿Qué eres? ¿Un demonio?

—Respuesta corta, si. Es curioso que me hayas invocado sin saber que estabas trayendo a tu casa.

El ser translucido se mantenía en pie, en el centro de la sala. No parecía tener el más mínimo interés por la habitación ni por nada. De hecho, esperó en silencio las palabras de la joven. Tenia literalmente todo el tiempo del universo para ella.

— Estaba investigando —se agradece la comunicación directa y sin rodeos. Tenía la impresión de que los demonios eran más complicados que eso. — No todos los sigilos sirven para invocar demonios, pero qué te voy a contar a ti.

Me mantengo donde estoy, si bien cruzo los brazos y pego la espalda a mi espejo de cuerpo entero, de vez en cuando buscando el consuelo de mi colgante bajo el jersei. Insuficiente protección ante un demonio, lo sé, pero confío en el resto de elementos de mi habitación.

— ¿Entonces Travis te ha visto?

La miro replegarse  hacia el espejo y aferrarse a aquel juguete.

—No voy a hacerte daño. Además tu eres quien me ha llamado, cuando quieras que me vaya solo tienes que decirlo. Los demonios no somos tan malos. No andamos por ahí robando pobres niños y llevándonoslos a otros planos de la existencia, por ejemplo.

—Soy el demonio de la guardia de todos en esa familia. De los vivos al menos. Lamentablemente no todos los humanos tienen un ángel de la guardia, pero el Pandemoniúm no rechaza a ningún ser humano. Todos teneís a uno de los nuestros cuidándoos Pero soy un demonio que respecta la privacidad, esa pregunta debe respondértela él.

Ese comentario último, por lo que sea, se queda conmigo y pasea por mi cabeza hasta disolverse. No se siente… casual.

Sin embargo consigo relajarme con bastante facilidad. Desconocía el concepto de demonio de la guarda, me fascina, pero lo importante es que protege a Travis y no debo de preocuparme por que tenga un demonio con malas intenciones a sus espaldas.

Hasta sonrío de alivio por la noticia. Es hasta agradable que respete su privacidad.

— Tienes razón, no quería ser entrometida; sólo me aseguraba de que Travis no tenía problemas —suelto el colgante para acariciarme sobre el corazón. — En ese caso espero que cuides bien de él. Y… ¿yo también tengo un espíritu guardián?

No quiero pero es inevitable hacerme una pequeña ilusión.

—Sí y no

Hizo una pausa para dar solemnidad a su respuesta. A continuación añadió unas explicaciones más, los humanos siempre necesitaban explicaciones y ejemplos, porque los pobres no podían ver algunas cosas evidentes.

—Hay un demonio que cuida de ti. Tú lo eliges entre todos nosotros, con cada uno de tus pensamientos honestos y sinceros. Como humana tienes una conexión con todos nosotros, pero siempre hay uno con el que sintonizas mejor. Hasta la fecha tengo el honor de ser yo. Tu problema es que ciertas entidades que llamaremos "la competencia" ya se han inmiscuido en tu desarrollo espiritual. Se han aprovechado de ti y truncado tu vida.

Felicia sintió el vacío de aquellos años perdidos; De esos recuerdos inconexos e inquietantes que la perseguían algunas noches. Y esa energía extraña y sobrenatural que a veces recorría su cuerpo.

—Pero todos los vínculos van en dos sentidos, así que ahora estás empezando a recibir el contrapago. Puedo sentir tu poder creciendo en tu interior.

Cuando dijo lo de los vínculos, sonó muy solemne, como si el universo le diese la razón, como si hubiese hablado dios mismo. Después percibió como el demonio la sentía a ella: como una semilla a punto de eclosionar. Estaba invadida por energías ajenas a la humanidad que de una manera antinatural estaban dentro de ellas. Conforme fuese sintonizándose con ellas se convertiría en otra cosa, una cosa poderosa pero no humana.

—Pero aún no es tarde de elegir el Pandemónium. Solo necesitas firmar un contrato y mandaremos una legión a recuperar lo que es tuyo. Arrasando un poco de Arcadia en venganza en tu nombre si nos das acceso.

Felicia volvió a sentir el olor del azufre. La embargo el sentimiento de venganza. Arremeter con furia y destrucción contra algo y recuperar lo que había sido robado. El despliegue de poder y destrucción sería majestuoso. Las llamas y las cenizas lloverían sobre el terreno enemigo.

Entonces lo comprendió: Desertio no hablaba con palabras que evocaban emociones o recuerdos. Ese flujo telepático era el verdadero idioma del demonio y las palabras que escuchaba, la forma en la que su cerebro traducía todo ello.

La conversación va virando más hacia lo que yo he leído sobre demonios; mis emociones, incluso aquellas que creí estaban muy en lo profundo de mi ser, se magnifican y llaman a acciones drásticas: llorar por mi soledad y la injusticia de mis circunstancias, gritar a entidades sin nombrar que me dejen, que me niego a ser su patio de juegos, o clamar por la destrucción de todo aquello que me hace sentir así.

Lo que es mío… ¿Existe de verdad en el universo algo que me pertenece? Mi instinto, por supuesto, es reclamarlo de regreso. Pero abrumada acabo arrastrando los pies hasta dejarme caer al borde de mi cama, haciendo botar mi colección de Plushie Dreadfuls sobre la colcha y desequilibrando algunos. Mi mano va sola a recoger uno, el conejito gótico, lo coloco sobre mis piernas como un bebé y comienzo a acariciarle una oreja con cada una de mis inquietudes sin apartar la vista de Desertio. Entidad una vez amable y hasta agradable, por fin muestra parte de su auténtico peligro.

Sé mejor que aceptar cualquier trato suculento de una entidad sobrenatural. No sin hacer preguntas antes.

— Me llamaste ‘hada’, pero soy humana. O no tendría esa conexión con vosotros, contigo —recapitulo también por mi bien. De tener la libreta más a mano estaría tomando notas. ¿Esa es ‘la competencia’? ¿De lo contrario no sería más que una simple humana? No sé cómo me hace sentir eso, ahora que sé que la magia existe y que tengo poder propio. No, ni siquiera es propio. Todavía.

Agacho los párpados, decepcionada y con un pequeño puchero.

— ¿Así es como se llama la tierra de mis recuerdos, Arcadia? ¿De donde provengo? No… —me freno yo misma, mi mente haciendo todas las posibles conexiones por mí mientras hablo y sigo acariciando la suave oreja lila de mi peluche. — Changeling…

El concepto resuena, allá en alguno de esos últimos libros que he estado consultando sobre las hadas por Max. Un hada puesta en el lugar de un niño robado, un Cambiado. ¿De qué lado estoy yo entonces? El hedor del azufre hace que lleve un rato ceñuda, y no sé si es eso o el exceso de información que empieza a darme migraña seria.

— ¿Qué es exactamente lo que recuperaréis para mí? —pregunto volviendo a clavar la mirada en Desertio, presionándome las sienes.

—Mis hermanos siempre me recriminan que doy mucha información sin pedir nada a cambio, pero tengo una debilidad por los humanos. Las hadas tomaron de ti, una parte de tu esencia. Una parte de tu capacidad para imaginar y soñar, para sentir, amar, padecer y sufrir. En definitiva, tu alma.
—Provienes de Londres y naciste en los 60. Pero fuiste abducida de muy pequeña. Tus recuerdos son una mezcla del Londres de los 70 y "el otro Londres" Estuviste en Arcadia unas cuantas décadas, aunque por suerte para ti, el tiempo no transcurre igual en la corte de la reina de corazones que en la materialidad.

—Yo estuve mucho en tu cuarto. Tu madre antes era devota de Ambitio, el demonio de la codicia. Era una mujer moderna, emancipada, dispuesta a cortar cuantas cabezas hiciese falta para ascender en su empresa. En el fondo nunca te deseó, fuiste un accidente. No te abortó porque sus padres le habían comido la cabeza con ideas cristianas. Pero nunca te quiso. ¿Has visto la película "Dentro del laberinto"? Ojalá vinieran los goblins y se te llevaran ahora mismo... Cuando desapareciste pasó a ser devota mía. Se pasaba las horas en tu cuarto esperando una llamada telefónica que nunca llegó. Pensó que tu existencia había destruido su vida, pero fue tu ausencia lo que acabo con ella.

Pero no se le puede robar a nadie su alma sin su permiso ni a cambio de nada. Has vuelto al mundo cargada con sus poderes, con su energía. Has recibido un poco de alma feérica a cambio. Eres un puente entre su mundo y este. Créeme que esos seres son formidables. Pero, si quieres que recuperemos esa parte de tu alma, podemos ir a Arcadia.

Se acercó a su lado, manteniéndose translúcido y de pie.

—Tú puedes abrirnos la puerta a su mundo. En cuanto las legiones infernales comiencen a arrasarlo todo...

El olor a azufre se hizo más fuerte. Felicia sintió una idea abstracta de violencia. Quizá se manifestase en forma de plagas de mangostas o fuego cayendo del cielo o rayos o ríos de lava o miles de seres monstruosos destrozando todo a su paso y abriendo gargantas. O una mezcla.

—... te devolverán esa fracción de tu alma para que nos marchemos y volverás a ser una persona normal. Nos conformamos con un tercio de la parte de tu alma que recuperemos. Si quieres mantener poderes sobrenaturales, podemos ofrecerte algunos también por un poco más.

Desertio esperó pacientemente la respuesta. Aunque más que paciencia, lo suyo era atemporalidad. Felicia sabía que no necesitaba darle un sí o un no ahora mismo. Pero tampoco se le ocultaba que el sí tendría consecuencias ineludibles. Una vez firmado un contrato, no habría vuelta atrás.

Demasiado. Es demasiado. Golpe tras golpe desincronizan mis latidos a una arritmia de pánico con cada nuevo dato. Poco a poco me dejo caer en el colchón de lado, recojo las piernas contra mi pecho para abrazarlas e intento alejar las oleadas de pensamientos destructivos que me asaltan. Todo un universo de rabia por lo injusto de mi situación se me echa encima con su horrible peso, limitando mi capacidad de razonar y respirar.

¿De dónde soy? Esa pregunta que tantos años ha atormentado mis sueños ha sido respondida del peor modo: no deberías de ser de ningún lugar. Mi madre, esa gran incógnita de mi origen que ni siquiera aparecía en los escasos recuerdos que tengo, no quería serlo. Las hadas de Arcadia tampoco debían quererme; ¿entonces es cierto que me abandonaron al otro lado?

Duele demasiado. Comienzo sollozando pero no tardo demasiado en romper a llorar angustiada, mientras mi mente imagina lluvia de fuego cayendo sobre una distorsión de Londres más victoriano que contemporáneo. Un ejército dispuesto a llevar toda esa destrucción en mi nombre, peleando por mí justo cuando siento que nadie más lo haría.

Demasiado peligroso. Con los puños cerrados sobre mi cabeza ahora termino de encogerme hasta mi límite.

— ¡Vete, Desertio! ¡Vete, vete, vete! —insisto, en verdad con miedo a que no me obedezca, yo empeore y termine tomando una decisión errónea. Pero aunque termino sintiendo su ausencia no puedo dejar de llorar y de pensar en todo lo perdido, en todo lo que me queda por perder. No dudo que mis papás me seguirán queriendo aunque no sea humana, eso es lo único que tengo claro ahora que quiero conservar.

Cuando puedo dejar de llorar como si me fuera la vida en ello estiro la mano para coger el móvil, que cargaba en mi mesita. Sin querer, antes de acordarme de que está sin teléfono, le he enviado un sticker de ayuda a Travis. No, abro la conversación con papá aunque están directamente debajo de mi cuarto.

¿Puedo ir a terapia dos veces por semana?

El demonio se disolvió en la nada, llevándose el olor a azufre con él. A Felicia le quedo claro que la soledad era algo sagrado para este ser, así que respeto su deseo de estar a solas y considero los procesos mentales que estaba pasando la chica una parte de su evolución.

Abajo estalló un consejo de padres que se debatieron entre subir las escaleras de dos en dos y entrar a su cuarto corriendo o responderle en el móvil. Además tenían que la apremiante sensación de que deberían responder rápido y no podían llamar al terapeuta para tomar una decisión sobre como decirle que si.

Al final le llego un mensaje:

Claro, tesoro. Quieres que entremos a hablar o necesitas que te dejemos espacio?