Partida Rol por web

—Yo no le tengo claro. Lo de criminología no me gusta, es como raro para una terapeuta.

—Pero mira las fechas. Cinco años después de trabajar para la policía estudia el de terapias familiares y abre su consulta privada. Yo creo que tenía vocación, pero descubrió que los criminales son gente desagradecida y se quemó. Como tú con la hostelería.

—No es lo mismo

Se volvió a Felicia.

—¿Tú como lo ves? ¿Te despierta confianza? Si no, podemos intentarlos dos veces a la semana con el señor Smith, pero habrá semanas que tendrías que ir tu sola en taxi hasta Marieta. Y es mucho tiempo que podrías perder de estudiar o quedar con los amigos, este año parece que has hecho amistad con Nirvana y los del club de teatro.

Fulminó con la mirada a su marido pero no logró evitar que este dijese:

 —Y Travis, el motero.

Ignoró la mirada de su marido. Si dejaban a Feli guardarse esas cosas por vergüenza, esta teminaría levantando un muro con ellos y, si algún día tenia alguna pregunta o duda, no se atrevería a saltarlo. O así lo veía él.

— ¡Pero papáaaaaaa!

Me tuve que quejar. Llegados a este punto estaba dispuesta a comprometerme con ellos y que me dejaran al menos tener una deprimente scooter de 50cc que cabía en una esquinita del garaje (aunque luego me diera una vergüenza tremenda aparecer con eso por el instituto). Vamos, me tomé ese comentario ya como una negativa definitiva a tener vehículo propio yo este año. ¿Tendré que meter mis pagas en un rincón ficticio de mi tarjeta de débito, ahorrar y comprarme yo esa scooter? ¿O…?

El compromiso terminó siendo encontrar un nuevo terapeuta aquí en Old Truce. Recuerdo cuando lo intentamos cuando yo era niña, recién llegada, y ese desastre; la razón por la que tenía que ir a Marietta era que ninguno aquí había sabido llevarme. ¿Qué va a cambiar ahora?

Pues aparentemente una cara nueva. Con todo lo que había estado ocurriendo en el pueblo no me inspiraba mucha confianza que la señora Rummage sólo contara con web y todas sus particularidades. O era muy buena o escondía algo. Tampoco es que los papás lograran más información pero eso también es para sospechar; aunque no tienen grandes amistades dentro de Old Truce son muy buenos sacando chisme.

Pero por otro lado no me he visto en condiciones de ponerme exquisita. Lo peor que puede pasar es que sea la Hechicera Suprema, que si me preguntas objetivamente no es lo peor. En realidad lo peor sería que tampoco me funcione y tenga que aguantarme con una sesión semanal con el señor Smith.

Nos hemos sentado hoy para tomar una decisión con smoothies. Yo estoy sorbiendo del mío de fresas y plátano en mi vaso con cañita, un recuerdo de una despedida de soltero a la que fueron ellos en Las Vegas con una doble capa con purpurina móvil. A mí que la mujer tenga un máster en Criminología me parece perfecto, tendremos algo de lo que hablar si no me abro a ella…

— Papá, quemarse con la hostelería es más fácil que quemarse con criminales; ellos al menos son psicológicamente interesantes —aporto a la conversación con los labios todavía sobre la cañita y la vista en la pantalla del portátil. — No tendría que perder tiempo si tuviera mi propio medio de transporte… ¡¡PAPÁ!! —salto a la mención de Travis, sonrojándome al instante. — ¡Ya vale, por favor! Al menos… No sé, probemos una vez, y si no funciona vemos qué hacemos porque la moto no es una opción… —digo de morros, no puedo evitarlo.

—¡Pero que cosas dices! ¿Como pretendes que te demos un coche, si dices que te resulta interesante el crimen? 

Se calló que, evidentemente, pedir doblar la terapia no era algo que ayudase a confiarle una maquina de tonelada y media.

—Pero tiene razón. Los clientes son siempre un muermo. Por eso yo trabajo sólo con números y tablas. ¿Y a quien no le gusta el personaje de Anibal Lecter?

Miro a Felicia.

—Cielo. El coche está fuera de discusión hasta que estés bien del todo. Sé que nos ves como unos dictadores malvados, pero no estaríamos tranquilos sabiendo que estás por ahí y que en cualquier momento puede darte un bajón al volante. Y no quiero oír una replica al respecto. Pero, si quieres, puedes conducir cuando uno de los dos vaya de copiloto. Ya sé que lo que quieres es tu libertad, no ser nuestro chofer. Pero, de momento, es lo que hay.

—Mañana por la mañana llamo a esa mujer y le pido hora.

— Mi estado mental no tiene nada que ver con conducir; ¡si acaso lo mejoraría! ¿No veis que cuanto más tarde en conducir sola antes se me olvidará hacerlo?

Tengo miles de quejas respecto a lo del coche porque es una decepción enorme ya saber antes de mi cumpleaños que no será mi regalo, pero también tengo que relajarme un poquito porque vamos a hacer todos el esfuerzo para que yo tenga más tiempo de terapia. Así, acabo mordiéndome la lengua y aceptando lo que viene.

— Vale… Gracias… —suspiro bajito.

Suspiró.

—La compañía del seguro no opinaría lo mismo, créeme. Además, hay una razón más en la que no piensas. Si fueses nuestra hija biológica podríamos dejarte conducir, hacer puenting, saltar en paracaídas y hasta fumar crac y a nadie le importaría. Pero si chocas con alguien (Y no tiene por qué ser un fallo que salga de ti, hay mucho imbécil mirando a todos lados menos a la carretera) igual vuelve a visitarnos alguna arpía de servicios sociales. Y si se entera de que te hemos dejado conducir sin estar al 100% podríamos tener problemas serios.

—Sí tratan de quitarnos tu custodia, entonces igual pasáamos de padres aburridos a criminales interesantes.

—Que te parece si abrimos una cuenta ahorro para el coche. Así cuando cumplas los veintiuno podrás elegir cuál quieres y comprarlo tú misma.

—Eso o usar el dinero para alargar tu carrera. A lo mejor decides hacer un máster o un doctorado.

¡¡Veintiún años!! ¿De qué me sirve tener el carné si no puedo tener coche hasta los veintiuno? Lo de servicios sociales puedo entenderlo pero estoy tan molesta por lo del coche que no me parece suficiente; ¿no se supone que con la adopción formalizada se acababan todas esas visitas del gobierno, los informes y demás? ¿Es porque son un matrimonio gay? No quiero ni plantearme que se estén intentando mentir con eso para quitármelo de la cabeza.

Trago de mi smoothie para poder apartar mi vaso y escondo mi cabeza en los brazos cruzados sobre la mesa. Sabiendo que soy hasta mayor que ellos todo esto se siente tremendamente injusto, y es gracioso pero los veintiuno se me hacen tan lejanos a la vez… Este rollo de la edad, con mi cumpleaños cerca, me está jodiendo la mente.

— Al menos una scooter, anda. No van más rápidas que el bus del cole… —gruño, derrotada y desesperada.