Partida Rol por web

A veces, sobre todo cuando estaba agobiado, me daba por pasearme por ahí en forma de Shadow. Así nadie me reconocía y podía ir tranquilo por la calle sin ser molestado. Además, empezaba a encontrar reconfortante restregarme por el césped de algún parque o tumbarme al sol en mi forma perruna; eran cosas que como humano nunca apreciaría (y sería raro hacer) pero como Shadow eran muy agradables y placenteras.

Esa tarde había decidido irme precisamente a uno de los parques cercanos a mi casa. No a la zona de los críos, claro, porque los padres y madres se habrían alterado a ver a un perro de la raza de Shadow merodeando a sus pequeños, y pasaba de terminar encerrado en la perrera. Me fui a la otra zona, en la que solía juntarse la gente joven para diferentes actividades como jugar a las cartas, merendar o simplemente pasar el rato haciendo el payaso. No era una hora demasiado concurrida así que di un par de carreras por el césped antes de restregarme y decidir que tenía sed. Me acerqué a la fuente y me puse a dos patas para refrescarme el hocico.

Lo malo de los experimentos culinarios es que hasta que no das con la receta adecuada estás básicamente malgastando ingredientes. No que la última tanda de galletas de chocolate haya salido mala pero no ha sido perfecta y debe serlo. Necesito encontrar el equilibrio divino entre chocolate y un mínimo de galleta para que no se deshaga en las manos. Por eso, entre mis recados de hoy tras las actividades del club de español ha estado la visita al hipermercado; chispas de chocolate de tres variedades, levadura y harina para dos tandas más ocupan mi bolsa de tela junto a mi mando de la PS5 que ha pasado por una pequeña reparación.

Cruzo por el parque por practicidad para llegar a mi casa, ahora que todavía hay luz de sol a estas horas de la tarde. Siempre hay buen ambiente, aunque no falla el día en que tengo que dar un rodeo de más porque se encuentran los populares comiendo algo y no quiero darles excusas (de hecho tengo serias dudas de que sepan que vivo por aquí).

No es lo que me encuentro, pero sí a Shadow dando lametones en la fuente. No me suena haberle visto desde el primer día del instituto. Tengo que aprovechar esta oportunidad...

Pruebo a acercarme poco a poco, y a un distancia prudencial me agazapo sobre el césped.

— Shadow, bonito —le llamo de forma dulce con la mano tendida.

Giro la cabeza al escuchar una voz llamarme, y me bajo de la fuente, sacudiéndome para secarme el hocico. Vaya, es Baker. No me fío mucho porque sé que ella no se fía de mi: ni como Oli ni como Shadow. Pero aún así, me acerco cuando extiende la mano hacia mi y me siento enfrente de ella para que pueda acariciarme si quiere.

— Ei, mira qué buen chico —sonrío, terminando de arrodillarme para poder estirarme bien y acariciarle tras las orejas. En realidad no se me ocurre por qué Shadow se dejaría tocar por mí si mis sospechas son ciertas; añadiremos esto a la lista de pruebas en contra de la hipótesis.

Pero está suave y no parece muy sucio además de llevar algo de hierba pegada al pelo de revolcarse, seguramente. O de verdad es de alguien o…

— ¿Dónde te habías metido? Seguro que Travis te extraña.

Por si acaso miro un momento alrededor. A nadie parece importarle que esté acariciando a este perro en concreto. La misma mano que he usado para rascarle la dejo tendida con la palma al aire delante de él.

— ¿Sabes dar la manito?

Las caricias en mis orejas son agradables, y consiguen que mi rabo se mueva para mostrar alegría. No lo controlo, y es algo que me parece muy curioso cada vez que adopto la forma de Shadow. A continuación, me hace una pregunta y yo ladeo la cabeza. Cuando la gente hace ese tipo de preguntas a los perros, ¿qué esperan que contesten? Eso no puedo hacerlo, pero sí que pongo la pata sobre la palma de su mano cuando me la pide.

— ¡Sí, qué bien! —le felicito, no sea caso que sea un perro de verdad con dueños y esté fastidiando su entrenamiento. Arrastro un poco las rodillas para terminar de acercarme y vuelvo a acariciarle el cuello, pues parece que le gusta.

No tengo mucha idea de qué probar ahora, al menos no que pueda ser explicado de otro modo, así que opto por la vía directa que es la que mejor me ha funcionado hasta ahora.

— Oye, Myers —así, a pelo, pero sin dejar de acariciarle. — Sé que está en tu naturaleza despreciarme, ¿pero crees que exista alguna manera de que podamos trabajar juntos? Eres importante para Travis, y bueno, al final no somos muchos con habilidades especiales…

Me sorprendo al oírla, aunque no demasiado. Algo en su forma de actuar me decía que nunca se tragó lo de que fuera un perro normal y corriente, y lo cierto es que el día de Carla no escondí demasiado bien mi identidad. No me importa demasiado, pero tampoco pienso confirmárselo ahora. No me apetece, y no tengo claro que vaya a apetecerme demasiado juntarme con ella. Otra cosa con la que no estoy de acuerdo es con eso de que no somos muchos con habilidades especiales: discrepo totalmente porque  creo que para el pueblucho que es Old Truce, bastantes hay.

Total, que ladeo la cabeza a los lados, jadeando, como si tratara de comprenderla pero sin tener siquiera pensado hacer un mínimo gesto de que soy quien ella cree que soy. Sé que ella también es importante para Travis, pero eso no garantiza que vayamos a llevarnos bien. El tiempo dirá. Bastante es que se me vea por ahí con Nirvana como para que encima me relacionen con Baker. Va a ser mi hundimiento popular, lo estoy viendo venir.

Yo también ladeo la cabeza, al lado contrario que él. Es MUY difícil distinguir si me ha entendido o no, más de lo que esperaba. Si sigo pretendiendo que le he pillado a lo mejor acabo sacando algo en limpio, y sino al menos este perro no podrá contarle nunca a nadie el ridículo que he hecho por tomarle por uno de los chicos más populares del instituto.

— Está bien, no hace falta que digas nada. Al final es hasta mejor, ¿no? Lo máximo que puedes hacerme en esta forma sería mutilarme, y creo que lo prefiero… —suspiro, dejando de acariciarle un momento para recolocarme sentada y arreglarme la falda. — Tampoco digo que tengamos que gustarnos pero no puedo vivir con el miedo constante a que me ataques si estamos en público. Mis poderes no sirven para defenderme así que tampoco tienes que temerme.

Lo de los poderes no me lo creo mucho, ya que estoy seguro de que es más poderosa de lo que aparenta o quiere aparentar. En realidad, hay muchas cosas que desconozco, pero sí hay muchas cosas de Baker que no terminan de gustarme. No quiere decir eso que vaya a atacarla, menos delante de Travis, porque sólo lo hice una vez y más bien fue por la presión de los demás. Claro que ella eso no puede saberlo así que tampoco me extraña demasiado que viva con ese miedo.

Como se ha sentado, me siento también, aunque acabo tumbado sobre el césped porque es agradable.

Independientemente de que sea o no Myers esto es agradable. Cuando él se tumba me deja al alcance mucho más de su pelaje que acariciar, aunque también paro a veces para limpiarle briznas de césped de entre el pelo. Dicen que las mascotas tienen ese poder curativo para el alma.

— ¿Has ido a visitar a Travis en esta forma? —pregunto curiosa. Imagino que sí, y él tampoco va a contestarme, pero si no lo ha hecho creo que podría hacerle bien. — Parece decaído desde la aventura en LA, por su castigo. No creo que sus padres pongan pegas a que pase el rato con un perro…

Paro de mimarlo para poder colocarme la bolsa de tela sobre la falda. Eso me hace pensar en una pregunta que tengo para él.

— ¿Sabes si le gustan las galletas de chocolate? —saco un paquete de chips de chocolate Hersey de mi bolsa. — He pensado hornearle algunas. No puedo hacer mucho más.

Pues claro que le gustan las galletas de chocolate, ¿cómo no van a gustarle? ¡Y las tiene aquí! Hostiaputa. Mi rabo empieza a moverse enérgicamente, y llevo el hocico a darle un golpecito al paquete que saca. Quiero galletas. Me relamo y empiezo a moverme en el sitio, nervioso.

Lo otro que ha dicho también es buena idea. Tal vez debiera ir a ver a Travis con este aspecto y jugar un poco para animarle. Sí, en cuanto me vaya del parque iré a ladrar a su puerta, pero primero... ¡GALLETAS! Me pongo a dos patas incluso para pedirle. Necesito comerme una de esas. Bueno, en realidad el paquete, pero empecemos con una.

— ¡OYE! —Shadow es un perro grande y yo soy muy pequeña, más sentada en el suelo, así que no sé cómo no se le ha ocurrido que al ponerse a dos patas me caería encima. Yo hago lo que puedo por alejar de su hocico la caja de chocolate. — Espera un poquito, ¿quieres? Te voy a dejar probarlo, ¡pero sólo una chispita! —le aviso, que le veo muy entusiasmado. Sólo espero que me deje abrir el paquete en paz, que no sea de verdad un perro salvaje y me arranque la mano del chocolate de un bocado.

Por la Diosa, qué bocota más grande que tiene… Ahora mismo soy caperucita rosa.

Como son chispitas pequeñas acabo agarrando un par y se las ofrezco en la palma de mi mano manteniendo el paquete escondido contra mí.

— Anda, prueba…

Enseguida que me tiende las chispas de chocolate, las lamo de su mano. ¡Qué buenas! Aunque insuficientes. Quiero más.

–Woof – le pido más, dándole con la pata en la mano que esconde el paquete contra ella, y se me ocurre empezar a hacer un montón de trucos: ruedo por el césped, vuelvo a ponerme a dos patas pero esta vez sin ponerme sobre ella, sólo manteniéndome.

No puedo evitarlo, me echo a reír al ver el espectáculo que monta por unas chispas de chocolate como si fueran ambrosía caída de los cielos. No en plan burla, pues me es muy difícil pensar en él como el chico del instituto que me rompió un talismán ante las risotadas de sus compañeros, sino divertida de verdad por lo hábil y adorable que se muestra.

— ¡Ya no más! Son para las galletas de Travis —trato de razonar con él. — Además, ¿no dicen que el chocolate deja ciegos a los perros?

Vale, primer intento fallido: ¡vayamos con el segundo!

–¡Woof! – vuelvo a ladrar no muy fuerte y entonces estiro mis patas delantera para quedarme semitumbado y empiezo a lloriquear ante la negativa de no conseguir más chispas de chocolate. A los perros les funciona. También pongo en práctica mi cara total de pena.

Esto que hace… ¿Me está poniendo ojitos de cachorrillo? ¡¿Por qué funciona?! Es el pelo, seguro; si tuviera la cara de siempre no me afectaría en lo más mínimo. Con el pelaje oscuro sus ojos azules resaltan mucho más. Sí, es eso.

— No pienso darte toda la caja, ¿vale? No puede ser —insisto haciéndome la fuerte. Debería estar aprovechando esta oportunidad para pedirle algo imposible para un perro, para mi experimento. Va, una más mientras pienso. La saco de la caja y se la lanzo para ver si la coge al aire. — Te viene de perlas esta forma, ¿lo sabes? Puedes hacer lo que te venga en gana sin consecuencias.

Lo cual es bastante injusto, siendo él. No puedo culparle tampoco; a mí también me gustaría ser alguien distinto de tanto en cuando pero todavía no me atrevo a probarlo. No me siento capaz de mentir así.

— A lo mejor te daría más si prometieras tratarme mejor. Eso estaría bien…

Baker está jugando bien sus cartas pero consigo otra chip, que cazo al aire, y eso es lo que más importa ahora mismo. 

¿Tratarla mejor? Supongo que es posible, sólo porque Travis está colado por ella y mi recién recuperado amigo se lo merece. Por otra parte, sí es cierto que tener esta forma me viene de lujo para ciertas cosas, tampoco voy a engañar a nadie; a veces es una liberación poder andar por ahí sin que nadie te reconozca o te juzgue. 
Vale, encima dice que me daría más si le hago esa promesa, y yo por esas chips mato así que...hago una especie de reverencia, a modo de promesa.

–Woof – que viene a ser "lo intentaré" en idioma perruno.

Definitivamente me entiende. No puedo garantizar que su ladrido haya significado un “de acuerdo”, bien podría haberse metido con mis desconocidos padres y habría sonado igual, pero elijo creer. Además que su postura no es desafiante, sino todavía amigable y juguetona. Sí, tenemos un trato.

Y como rubia legal que soy acabo sacando un puñado de chips de la caja que tiendo al perro para cumplir mi parte.

— Aquí tienes, buen chico. Pero que sepas que no admitiré ningún intento de ignorar este trato ni tonterías tipo “es que era un perro” porque sé que guardas tu raciocinio humano dentro de esa cabecita peluda —le advierto.

Me como las chips todo lo rápido que puedo por si me alguien me las quita, y después me relamo y me sacudo. No voy a abusar pidiendo más, porque sé que ya he tirado bastante del hilo, así que simplemente me despido de Baker alzando una pata y pongo rumbo a ningún lugar. Bueno, quizás me pase por casa de Travis para hacer tonterías de perro frente a ella. Y ladrarle para que salga.

No, definitivamente tenía yo razón. ¿Y esto qué quiere decir? ¿Será un hada, como Max? No veo a Myers como hada, es imposible. Y no hay luna llena así que debe ser otra cosa… ¿un cambiaformas? ¿Un nahual? Le pega más un skinwalker, jé.

Me río de mi propia ocurrencia. Por suerte ya estoy sola porque después de hacer ese gesto con la patita Shadow se ha ido por el césped del parque con ese trote decidido y cuco que tienen los perros al moverse. Espero que vaya a ver a Travis…