Partida Rol por web

—En el fondo te gusta salirse con tuya a cualquier precio

—Le dijo la sartén al cazo.

Ambos se miraron y terminaron sonriendo

—Pero no le enseñes todas tus cosas... religiosas

—No tenemos palabra para ordenador o física cuántica. Pero intentaré centrarme en lo básico: Quiero compaginar mis raíces con estudiar en esta prestigiosa unidad de mierda, mi objetivo es unir ambos mundos, somos tan demócratas y proges que cagamos perfume,... ese tipo de cosas. Sé como funciona el mundo, Thomas.

A Travis se le escapó una sonrisilla por el comentario bajito de su madre. No le faltaba razón. Nunca la tenían en cuenta en ese sentido, en el “cultural”. A veces sentía un poco de pena por su madre. Igual debería ser algo más cariños con ella, ni que fuera de vez en cuando. Nah, era demasiado… cerebral para eso.  El chico lamentó haber desviado la conversación hacia el tema estudios, pero era el único modo de evitar que se mataran el uno al otro.

“Un poco tarde para eso, Thomas”, pensó para sus adentros.

Casi se le escapó la risa cuando se abuela dijo lo de “cagar perfume”. Era verdad que a veces la pinchaba con lo de que estaba “loca”, pero si algo hacía que quisiera tanto a Janice eran los peazo ovarios que tenía. De hecho, ahora que se lo planteaba, probablemente Travis había sacado la manera de hablar tan directa y malhablada de ella.

No estaba seguro de si la discusión estaba llegando a su fin o no, pero por si acaso, decidió deflectar de nuevo la conversación. Solo por si acaso.

-Pa, ¿ha llegado ya la HMF?- le preguntó por un modelo de caja fuerte personal del que habían estado hablando y con la que tenía unas ganas locas de poner a prueba sus habilidades de apertura de cerraduras.

—¿La que? —pregunto la abuela.

—Es una caja fuerte —respondió Iris.

—Por lo visto la gente del pueblo es demasiado fina para esconder las joyas en el congelador o en algún escondrijo similar, pero demasiado cutre para tener una caja de seguridad en el banco.

—Hace poco se murió una señora en el pueblo cercano a la reserva. ¿A que no sabes donde encontraron sus pendientes? Te vas a caer de la silla. Resulta que...

 Y así, con la abuela ocupándose de Iris y Travis de Thomas pudieron dar la maravillosa velada por terminada. Hasta lograron reirse un poco gracias a las historias de la abuela y algunos "vasitos" más.

Dos minutos después de que Janice se fuera a dormir al cuarto de invitados afirmando estar agotada, a Travis le llego un mensaje al móvil. Solo decía:

media noche en el sótano

Travis ayudó a recoger la mesa tras acabar la cena y fregó los platos.  Se secó las manos y miró la hora. Era muy tarde y mañana tenía clase. Revisó su móvil al escuchar la notificación.

Ok. Aquí estaré. He de contarte algo más…

Recogió el trapo con el que se había secado las manos y se dirigió a su cuarto, el sótano. El gran momento había llegado: debía contarle “eso”. Con detalle a poder ser. Posiblemente Janice se enfadaría con él o le desearía que se hubiera muerto él en vez de Jonathan. Él lo hacía a veces.  Bajó las escaleras y esperó a que llegara la hora, sentado en una silla vieja, mirando la posición de las fichas de su mesa-tablero de ajedrez. Cerca de la medianoche, revisó que todo estuviera bien y hubiera espacio para moverse o sentarse o lo que fuera que Janice quisiera hacer.

A eso de las once y media la puerta se abrió. Janice entró en el cuarto sigilosa como una pantera. En su cabeza ese era el cuarto de John y Travis dormía arriba. Llevaba una bolsa grande llena de artefactos ocultistas.

—Vaya, llegaste pronto. Bueno, mejor, así te explico los preparativos. Lo primero es protección. Da igual como de experto y experimentado te creas. Si vas a abrirte a las energías del mundo hay que preparar la sala lo mejor posible. Es mejor exagerar que lamentar. Lo decía mi padre siempre. Esta planta es sagrada. La seco yo misma en el desván. Vamos a quemar una buena cantidad para que no quede ni un poco despacio en el que pueda colarse un solo manitu no invitado.

Le entregó al chico un par de cuencos llenos de hierbas mientras ella colocaba uno sobre la cómoda y otro en una esquina de la mesa. Con lentitud para que viese como hacerlo, encendió un carboncillo con el mechero y lo colocó en el cuenco. Sopló un poco y una columna de humo empezó a elevarse hasta el techo.

—¿Qué es lo que me querías contar?

Travis tragó saliva. Hacía tanto que Janice no venía a casa que igual no sabía o no se acordaba de que la habitación de Jon ahora era la suya. No se atrevió a llevarle la contra ni a sacarla de su error. Obedeció a sus instrucciones al pie de la letra e intentó memorizar lo que estaban haciendo. Defensa.

-Ehm… ¿recuerdas que te dije que me topé con un tipo muy raro en sueños?- se mordió el labio inferior, con algo de ansiedad. “Me va a odiar, peor, me va a repudiar” –Creo que era uno de esos manitúes “rebeldes”. Estaba en un desierto de dolor. Solo. Es posible que el sigilo sea de él… Fue quien me dijo que el que atrapó a Jon me quería a mí. Habló de “Los del Palacio”. Me ofreció servirle y lo rechacé lo más educadamente posible, diciéndole que prefería volver a casa y me hizo volver. Esta mañana se metió en mi cabeza para decirme que no me comiera unos brownies benditos porque si lo hacía, no podría continuar protegiéndome… Dijo que se llamaba Desertio. ¿Qué es realmente?

Se calló de golpe y miró al suelo, sosteniendo aquel bol con hierbas aromáticas que olían raro.

-¿Decepcionada conmigo?- se mordió de nuevo el labio inferior de la boca.

La mujer se quedó pensando unos segundos, hasta que el carboncillo le quemo los dedos. Lo deposito en un cuenco y continuó los preparativos. El humo empezaba a llenar la habitación difuminando los contornos. Era una suerte que al fumar a escondidas, Travis había caído en desconectar la alarma de incendios cuando la mujer había empezado a encender el primero.

—¿Decepcionada? Por su puesto que estoy decepcionada. Me decepciona que el idiota de tu padre no me haya dejado entrenaros de antemano. Y estoy decepcionada conmigo misma por no haberme saltado esa prohibición antes.

Le miró a los ojos
—De ti solo puedo estar orgullosa. Sé que sus promesas son siempre tentadoras, ya que conocen nuestros deseos y aspiraciones. Rechazaste servirle, eso es impresionante. Los pieles pálidas los llaman demonios, aunque son solo manitues malvados y egoístas que envidian nuestra carne. Buscan controlarnos, tener poder sobre nosotros o incluso poseernos. Por eso toda esta salvia. Para que cuando te abras a las fuerzas espirituales ninguno pueda ni acercarse.

Y los brownies benditos... eso depende de que es lo que es entienda por bendito. Si es por alguna religión abrahámica de mierda, es casi es peor que ellos.

Se sentó en el borde de la cama.

—Ahora, si quieres seguir adelante, tendrás que tomar un trago de esta botella. Solo un sorbo. Debes dejar atrás tus convicciones sobre como funciona el mundo y abrirte a lo imposible. Te advierto que es una sustancia ilegal y que mañana tendrás dolor de cabeza. Pero todo tiene un precio.

Travis respiró aliviado y dejó de morderse el labio inferior. Por alguna razón, siempre le había importado más la opinión de Janice que la de sus propios padres. De ahí venía tanto pique con reírse de sus “locuras”.

-Pues menos mal que no me los comí…- bromeó levemente. Se sentó con las piernas cruzadas en el suelo, delante de su abuela, que estaba sentada en la cama de Travis. Afirmó con la cabeza.

“Bueno, si después de ver una chica Sapo no lo estoy, no lo estaré nunca…”

-Vale, dolor de cabeza. Precio a pagar. Mente abierta. Estoy dispuesto.

Cogió la botella que le ofrecía Janice y bebió el sorbo solicitado. Sabía amargo. Y quemaba al bajar por la garganta. Al principio no notó nada. Solo estaba mirando a su abuela que le devolvía la mirada. Escuchaba su voz cadente diciendo que visualizara el bosque donde vivía la Comunidad, los árboles, el sonido del viento, el calor del Sol, el canto de los pájaros, las palabras no dichas de las plantas… Travis escuchaba su propia voz diciendo que no notaba nada, que igual no era lo bastante fuerte la pócima esa y que sabía horrible…

-Confía en tu espíritu-guía…- le murmuró su abuela.

-Es lo que me dijiste en la Sala Blanca- respondió Travis –Que siguiera al Zorro. Así salí… Me porté bien… ¿Te acuerdas? Y luego viniste a buscarme.

Empezaba a sentirse algo mareado, pero no como cuando había fumado aquellos porros o aquel estúpido tequila que les dio a Matthew y a él uno de los amigos de Jon. Su cuerpo empezó a relajarse y a pesar, tiraba de él hacia abajo, hacia el suelo. Ni siquiera fue consciente de que estaba boca arriba, encima de la alfombra, con los ojos en blanco. Empezó a convulsionar y a retorcerse. El sorbo era como veneno en la sangre. Y luego llegó la calma. Ya no estaba en su cuarto, con su abuela. Estaba de pie, solo, en el bosque. Todo iba más lento y brillaba con la neblina que lo envolvía como una telaraña cristalina. Escuchó un graznido. Se giró hacia el origen del sonido. Un cuervo de ojos rojos lo miraba desde arriba de una rama de árbol. Travis le devolvió la mirada. El cuervo echó a volar y desapareció entre la niebla. No era él. Empezó a caminar por entre los árboles, en silencio. Vió un ciervo a un lado, lejos, que salió corriendo nada más verlo. Un puma, el espíritu más poderoso en la cultura Shawnee, se cruzó en su camino y se paró delante de él. Se lo quedó mirando y emprendió su camino de nuevo. Todos lo estaban rechazando por alguna razón. Travis tragó saliva. ¿Y si no conseguía que ninguno lo quisiese? ¿Qué iba a hacer? Entonces vio al Zorro entre la niebla. Ese tenía que ser. Llevaba su nombre. Debería ser él. Se quedaron mirando a los ojos el uno al otro lo que parecía una eternidad o solo unos segundos. Allí el espacio y el tiempo eran totalmente irregulares.

-No es el momento.

Travis vio como sus pies se hundían en la tierra y el musgo del suelo.

-SHIT.

Intentó soltarse de aquellas extrañas arenas movedizas, pero no podía. “Esto es mera ley física…” pensó para sus adentros. Y la realidad cambió. Seguía siendo el bosque, seguía siendo la tierra y el musgo, pero veía su esencia numérica. Fórmulas. La composición de la materia desglosada en fórmulas matemáticas.

-Todo son números… -murmuró para sí mismo, mirando a su alrededor. Todo se veía como en aquella peli, Matrix. Solo que, en vez de código binario, veía fórmulas y más fórmulas y gráficos X-Y.

-Así que la magia también tiene sus propias leyes matemáticas….

Se quedó ensimismado viendo los números brillantes que había su alrededor, intentando tocarlos, sentir su presencia… No lo sentía como algo raro. Era algo que… entendía.

Cuando despertó, era de madrugada, la luz del Sol empezaba a calar por las ventanas altas del sótano y en algún momento de la noche debió vomitar por el olor y el mal sabor en su boca.

OH. GRAN CREADOR, QUE PUTO DOLOR DE CABEZAAAAAA. Llamarlo así se quedaba corto.

La mujer veló al chico mientras se agitaba en sueños y pesadillas, sin entender nada de sus balbuceos sobre diferenciales e integrales. Cuando vomitó, lo colocó en posición lateral de seguridad y limpió aquello.

Solo cuando el chico paso de agitarse en visiones a dormir placidamente, se marchó. Durante el viaje de regreso a la reserva no paró de pensar en el siguil demoníaco que Travis le había dado y en que esos seres estaban reteniendo el espíritu de John. Iba a tener unas palabras con ellos.

Cuando recupero el control de su vida de las garras del dolor de cabeza, Travis supo que La abuela le había pedido a Iris que llamase a Thomas y al colegio para avisar que estaba con fiebre y que no iría ni a clase ni al no-trabajo. Después, se había marchado con el primer autobús de la mañana.