Partida Rol por web

Lo acepto, por lo menos lo ha visto como lo que era: una buena intención por mi parte. Menos preocupada aprovecho la parada en la caja para guardar mi libreta y mis cascos en la mochila.

— Es normal, y con un buen tocadiscos ya el sonido es… —silbo al soltar el aire. Si no tuviera tantas estanterías en la habitación metería un tocadiscos con unos buenos altavoces. — Pero al final, ¿no ocupan más espacio? Temo que me pasaría igual que con los libros si comprase vinilos en vez de cd’s; ¡no tendría dónde guardarlos! No que no necesite también espacio para comprar nuevos pero siempre encajan en algún lado…

Eso me recuerda, nada de emocionarme en la tienda de discos. Mis padres insisten que tenemos la subscripción de Apple Music para algo pero yo no tengo la culpa de que lo que me gusta prefiera tenerlo a mano en un cd. Mientras Travis paga me hago la distraída con unos puntos de libro metálicos de filigrana expuestos a un lado del mostrador.

No sé, tengo la sensación de que he tocado algo indebido al ofrecerme a pagar. Hablando seré una patata pero presto atención.

— ¿Qué vinilos tienes? Por curiosidad.

Travis sacó su cartera negra vieja y la vació de billetes para pagar el libro de física quántica al dependiente. Se había quedado limpio. El viaje a la tienda de discos iba a ser rollo museo: mucho mirar, pero nada de comprar.

-Yo los tengo en una caja y luego algunos en estanterías. Tampoco tengo muchos…- respondió éste, no muy seguro de que tuvieran los mismos problemas del primer mundo.

-Uhm… un poco de todo, clásicos sobretodo. Led Zeppelin, The Doors, Credence, Jimmy Hendrix, Ramones. También tengo the Mission, Pantera, Sepultura, Rage, Korn… aunque de estos reconozco que a veces duplico, los tengo en CD para no estropear el vinilo. La Velvet también me gusta- fue un poco rememorando qué tenía en casa –Básicamente rock y algo de punk, pero soy más de lo primero.

Dejó de hablar aprovechando que guardaba la cartera en el bolsillo. De ella colgaba la típica cadena que la conectaba a uno de los estribos de la cintura del pantalón. Cogió el libro elegido y sonrió satisfecho. Era una gran compra. Eso le daba paz mental. Luego ya las miradas de indignación de Thomas eran otra cosa. Pero si quería que fuese físico de la NASA ¡algo había que invertir, cojones! (no es que Travis le hubiera dicho que sí a ello, aunque no le desagradaba esa perspectiva. Luego se rectificó a sí mismo. Esa conversación pendiente iba a ser dura)

-¿Y el tuyo? ¿Cuál es tu veneno musical?

Pues parece que tiene más o menos lo que hay por mi casa, lo cual es una sorpresa de lo más agradable que me tiene sonriente y a medias aguas con mi decisión de darle espacio para que pague en paz. Acabo mirándole de reojo, lo siento.

— Es una buenísima colección, y más para tener en vinilo —concedo algo envidiosa de la misma. Mi equipo y mis cd’s están bien pero difícilmente comparables. — Papá era muy rockero en su tiempo y conserva algún vinilo, pero ahí están; cuando descubrieron que el rock me calmaba por las noches revisitó los grupos que le gustaban de joven así que es básicamente la música de mi infancia.

Sigo mirándole mientras salimos de la librería para caminar hasta nuestra siguiente parada. Parece muy satisfecho y me alegro mucho por él.

Él ha sido honesto conmigo, ¿por qué me pongo a dudar si decirle la verdad sobre mis gustos musicales? No es algo que me haya importado en mucho tiempo. Cruzo los dedos frente a mi cuerpo, dando pasos un poco más largos de lo que acostumbro para poder permanecer a su lado en la acera.

— Me encantan Korn y Sepultura, pero también Rammstein, Slipknot, Rob Zombie, Children of Bodom… En realidad creo que mi veneno musical es todo aquello que me acelere el corazón, ¿sabes? El rock y el metal duro tienen algo que me conecta con mis emociones, y mi terapeuta dice que eso es bueno, así que… —encojo un hombro, dejando la cabeza caer hacia si lado para mirarle. — ¿Crees que alguna vez podría escuchar tus vinilos?

Travis enarcó una ceja ante lo que decía Felicia. Su familia no se parecía en nada a la de Travis y a la vez se parecían mucho. Era…. Raro. Aun así, no interrumpió a la chica, que siguió contando cosas. Eso estaba bien. Al fin y al cabo, era su objetivo cuando le pidió a Rob que la admitiera en el Club de Rol el verano pasado. Poder conocerla en un entorno no hostil ni creepy.

“Algún día la curiosidad me matará. Estoy seguro de ello. O conseguirá que me apedreen o me quemen vivo” pensó para sus adentros mientras sonreía levemente como toda respuesta a lo que iba diciendo Felicia.

-Ehm… ¿supongo?- no estaba muy seguro de si era muy buena idea que alguien entrara en su guarida, a excepción de su abuela -¿Vas a un terapeuta? ¿Y Eso?- preguntó movido por esa misma curiosidad letal. Eso sí era algo nuevo para él. Alguien que ha ido a un loquero y habla de ello con naturalidad, no como él.

-No es que crea que estés loca ni nada, solo es curiosidad- trató de aclarar su pregunta, que, por otro lado, podría sonar bastante rara. Se rascó por instinto la oreja izquierda, ahí donde antaño estaban las perforaciones que su hermano le había hecho en el pasado y que ahora estaban abandonadas, sin piercings ni pendientes que los adornasen. Simplemente dejó de ponérselos. Una de las muchas cosas que dejó atrás con su hermano.

— No, está bien, es normal que preguntes —de hecho lo esperaba tan pronto lo he dicho. No me avergüenzo de estar recibiendo ayuda, como de nada sobre mí, pero igual que con la música siento el mismo temor a no agradarle. Es la costumbre, la historia de mi vida, un hábito difícil de olvidar.

Aprieto mis dedos entre sí, un autoapoyo que me doy cuando no están mis padres para darme la mano, antes de dejar danzar los brazos a los lados de mi cuerpo al caminar. Es un tema complicado que no estoy acostumbrada a explicar, así que tengo que pensarme bien las palabras. Tanto que ya nos acercamos a la tienda de discos.

— En verdad cualquier niño que haya pasado por un orfanato debería ir a terapia pero ese es tema para otro momento; al parecer mi trauma es anterior. No... Parece que no recuerdo mucho de cómo llegué a este país o cómo perdí a mi padre, y mi mente de niña rellenó esos huecos en mi memoria con fantasías de magia, reinas antiguas y demás. A estas alturas es todo bastante difuso y mi mente sigue sin poder acceder a esos recuerdos reprimidos —me rasco bajo la oreja, frenando ante la puerta de la tienda de discos. No tengo por qué entrar con él si ha dejado de apetecerle, es básicamente lo que trato de comunicar. — Si ya te parece que tengo problemas para adaptarme a la vida normal, imagina antes de terapia. 

-Imagino. ¿Y te funciona? El tratamiento… Supongo que debe ser duro que te adopten personas desconocidas. No es lo mismo que si lo hace un pariente cercano.

Travis no tenía muy claro si las señales rojas que había percibido: el libro y lo de ir a su casa eran reales o fruto de su “imaginación”. Pero, ¿sería buena idea intentar algo si luego se iba a ir? ¿Y más con alguien que tiene algún tipo de trastorno de abandono? ¿No sería cruel? Pero, ¿y él? ¿Acaso no tenía derecho a vivir una vida normal hasta entonces?

“Eso sería egoísta. Y no sería mucho mejor que esos capullos de Markus y compañía…”

Al llegar a la puerta de la tienda de discos se acercó a la puerta para abrirla. Entonces se dio cuenta de que Felicia se quedaba ahí, paralizada y no pasaba. SHIT.

-¿Vamos? Aunque si prefieres podemos ir a comer algo… Eso también estaría bien- sonrió con amabilidad. Estaba en duda sobre qué hacer al respecto, pero de momento podían simplemente ser amigos, ¿no? Eso hará menos daño. Esa fue su decisión. Otra cosa es que estuviera en condiciones de mantener esos límites…

— Supongo que una de las ventajas de no recordar es que tampoco te queda añoranza —sonrío en un reflejo del positivismo infundado por todos: mis padres y mi terapeuta. — Y se ve que dije a la policía que sólo éramos mi padre y yo, por lo que... 

Nos hemos quedado en la puerta de la tienda, él con la intención de abrir y parece que cambiando de idea, y yo mirándole expectante por lo siguiente que hará. ¿Es que no quiere que entremos? ¿Es mi gusto en música o mi amnesia infantil? No parece incómodo y la oferta de comer algo parece genuina, pero... 

— Me guardaré la oferta para otra ocasión, y no se me olvida que te debo por las palomitas del viernes —le correspondo la sonrisa, inclinándome para alcanzar yo el tirador de la puerta con el brazo estirado y sosteniéndola abierta para él. — Querías venir, y yo también: entremos.

-Ehm… ok- y cruzó la puerta de la tienda, tal como ella había ofrecido. Ojalá él se hubiera podido tomar esa experiencia de su vida tan bien –Pero no me debes nada. Solo eran palomitas. Mi economía no se rompe por algo así- bromeó, acompañándolo de una sonrisa ligera –O no mucho.

Entró en la tienda de discos y se encaminó hacia su sección favorita, la de los vinilos. Igual se había equivocado con las señales y no lo eran, sólo alucinaciones suyas. No es como si tuviera muchas “amistades” chicas. El mayor trato que había tenido eran chicas moteras o de la Comunidad y eran…. distintas. Se había equivocado. Seguro.

“Menos mal que no he hecho nada estúpido”, se felicitó mentalmente a sí mismo.

Empezó a mirar lo que había en los cajones y a sacar algunos para valorarlos mejor.

Black Sabbath. Tentador.

Pantera. Tengi.

Joy Division. Hummmm. “Ufff. Este duele”.

Se lo quedó mirando más de lo debido. “Igual puedo llegar a un acuerdo con el dueño para que lo guarde o un intercambio de servicios…”, fantaseó mentalmente con ello un rato.

-¿Algo interesante?- acabó preguntando a Felicia.

— No lo digo por tu economía, es por invitarte. Recuerdo... que dijiste que la próxima invitaba yo —no fue mi imaginación pero en su momento no me lo tomé como una posibilidad, pero...

Eh, ¿y si lo decía por eso y he perdido mi oportunidad? Bueno, creo haber dejado abierta la puerta a otra ocasión, ¿no? No debería pensarlo demasiado.

Saludo al entrar en la tienda, como siempre. Tanto aquí como en la librería y la tienda de música soy lo bastante habitual como para conocer a los tenderos por nombres. Algunos, no todos, son cordiales para devolverme el saludo o incluso conversar; tengo aprendido con quienes hacerlo y con quienes no.

Travis va directo hacia los vinilos pero esta vez yo le sigo un paso por detrás. No puedo no pensar, es algo muy difícil para mí... Las miles de preguntas que me hago con la voz mental de mis padres no ayudan en nada.

Le observo pasar los vinilos en la cajas, y luego me dispongo a hacer lo mismo yo con mera voluntad curiosa. Grupos y algunas portadas me son muy familiares pero siempre termino descubriendo cosas nuevas según el arte de las portadas o los títulos de las canciones.

— Siempre — y no es mentira; por más veces que venga, ratos muertos que pase aquí, se hace imposible que haya visto cada CD en la tienda. A veces vienen nuevos, a veces paso muy por encima y no los veo hasta dos visitas más tarde. A veces desaparecer para siempre. Es siempre una aventura, como una expedición arqueológica menos las maldiciones arcanas.

Alzo uno de los vinilos que he encontrado, Pyromania de Deff Leppard, que llama a mi sangre británica como un cebo de campanillas, con una gran sonrisa nostálgica. Parezco un personaje de videojuego mostrando al jugador un objeto raro obtenido.

— Mira esto, ¡solía escucharlo para dormir! —río. — "Can you feel it in the air? Oh, Billy." —mi voz cantora no puede hacer las cosas que la de Joe Elliott, y para mí Billy's Got a Gun es una nana, así que me sale un poco así el tono. Aún divertida, lo bajo y considero dejarlo con delicadeza en su cajón correspondiente.

No lo consigo. Tengo el CD, ¿sería horrible anotarlo en mi lista de cumpleaños teniendo en cuenta que no tengo tocadiscos? Sí lo sería. Abrazo el vinilo contra mí para no dejarlo, no todavía; cuando esté lista.

— ¿Y por ahí? —pregunto con la cabeza caída hacia atrás y ladeada en su dirección. 

Travis miró lo que le ofrecía Felicia y escuchó en silencio como cantaba aquella canción. No era fan de los D.L. la verdad. No eran mucho su estilo.

-Joy Division. Closer. Su segundo LP. 2ª mano. En perfecto estado- respondió éste –Definitivamente, tengo que al menos intentar negociar por este- soltó una sonrisilla traviesa. Continuó mirando en el siguiente cajón, el del lado derecho del que acababa de revisar.

-SHIT. Black Sunday. Es uno de mis favoritos…- se mordió el labio inferior. Cypress Hill. Uno de sus guilty pleasures. Lo tenía en CD, pero joder, escucharlos en el tocadiscos, a todo volumen, ufffff eso podía ser “místico”. Miró el precio de éste y luego el de Joy Division. No le llegaba para ninguno. Se había dejado toda la pasta en el manual de física cuántica que ahora reposaba inerte encima de los discos del cajón que estaba mirando.

-En fin. Es una mierda ser pobre- murmuró para sí mismo y volvió a poner en su sitio ambos vinilos. Ahí acababa su aventura juntos. Lloraría si no fuera porque ya estaba acostumbrado a aquello.

¿Y de segunda mano tendría que negociar por él? Eso es un poco… triste. No quiero ser condescendiente ni nada de eso pero lo es; la buena gente debería poder tener las cosas que desea, aquello que les hace sonreír como a Travis pasando vinilo tras vinilo.

Para cuando llego hasta donde está ya los está guardando, sin rastro de esa chispa que se le prende en la comisura cuando pone esa sonrisa traviesa. Jolín, sé lo que me dijo en la librería…

¡Pero no me puedo quedar así! Alcanzo el vinilo de Joy Division para curiosearlo yo (no me desagradan en absoluto aunque no tenga cd’s de ellos, y conozco algunas de las canciones del LP), justo encima de Pyromania. Tengo una idea. Dejo los vinilos sobre las cajas, sólo para liberarme las manos y abrir mi lista de cumpleaños. Que no pueda tener un buen tocadiscos no me limita; puedo pedir uno de estos de maletín de sobremesa y conformarme con conectarle mis cascos buenos. No se puede tener todo en la vida.

Independientemente de si consigo que me compren uno o no, estos dos vinilos se vienen conmigo. Cierro la libreta, la vuelvo a guardar y me los pongo bajo el brazo.

— No te preocupes, son para mí —le resto importancia ante Travis con un mohín. — Pero soy una propietaria muy razonable y estoy dispuesta a prestártelo el tiempo que quieras.

Travis se quedó mirando a Felicia con una cara mezcla de diversión y confusión.

-Ehm… ¿vale? Supongo- contestó sin tener muy claro que significaba eso. Por otro lado, eso le dejaba más claro por cual podría vender su culo: los señores de Cypress Hill. Al menos Felicia le había aclarado el campo y ya no tendría que lidiar entre dos opciones. Así que cogió el vinilo de Cypress y se dispuso a negociar duro con el propietario…

-¿Qué me pides que no sea dinero o sexo a cambio de este?- bromeó con el viejo rockero, dueño de la tienda.

En un mundo ideal y feliz podría comprarle ambos vinilos a Travis, él no tendría que sentirse mal por ello y yo no tendría que sentirme mal por verle buscar un trueque razonable por algo que claramente quiere. Dejar sobre el mostrador ambos vinilos y la tarjeta de débito encima no resulta tan satisfactorio como otras veces. Si dejo de morderme el labio es probable que acabe diciéndole que me lo cobre a mí.

Robbie, el dueño, se mira el vinilo de Cypress Hill y a Travis un par de vueltas. En mi imaginación está sacándole el precio a cada parte de su cuerpo, aunque sé que el bueno de Robbie no sería capaz de algo así.

— Seguro que tengo un trabajito para ti, si estás tan dispuesto —dice al fin, decidiéndose también a pasar el código de mis vinilos a la caja. Señal para sacar la bolsa reutilizable que siempre llevo doblada en mis mochilas y bolsos. — Creo que algo le pasa a la instalación… Intenté conectar altavoces nuevos y desde entonces ninguno de ellos ha vuelto a sonar bien. Si me arreglas ese problemilla puedo pagarte con ese vinilo.

Bueno… Técnicamente no es explotación infantil, y Travis dijo que mientras no fuera sexo o dinero… Sonrío a Robbie cuando me devuelve la tarjeta y me guardo mis vinilos.

-Ehm, ok, eso puedo hacerlo- afirmó con la cabeza Travis- Puedo echarle un ojo ahora y ver si necesito algo o si es algo sencillo, lo arreglo en un momento- se encogió de hombros, con indiferencia. Entonces se giró hacia Felicia. Eso suponía dejarla sola, dudaba que le interesase el fascinante mundo de los cables y la electricidad. Y la había convencido para ir juntos allí. Si se hubieran topado de casualidad allí no tendría obligación alguna, pero la había “arrastrado” a la tienda desde la librería…

-Felicia, ¿me dejas tu móvil? - le preguntó, súbitamente. De todos modos, ya tenía intención de hacerlo de antes, pero nunca encontró el momento. Le parecía siempre muy violento, incluso algo creepy. No es que ahora fuera muy distinto, pero ya le daba un poco igual.

-Es… una buena inversión musical- añadió respecto al disco de Joy Division que acababa de quedarse ella. No Travis, ese comentario no arregla lo anterior.

Me pongo contenta y todo cuando Travis acepta, ¡parece que tendrá su vinilo anhelado después de todo! Sólo hay que esperar que no se trate de una reparación complicada. Dudo que pueda entenderlo aunque lo vea, igual que su libro de Física Avanzada; demasiado listo para mí.

Antes de que pueda felicitarle o algo por el estilo me pide mi móvil, algo que no entiendo pero que no impide que se lo tienda desbloqueado. ¿A lo mejor quiere buscar algo en internet?

— ¿Eh? —se refiere a los vinilos, ¿verdad? Por favor Felicia, ¿a qué más podría referirse? Río mi propia ineptitud, estirando las asas de la bolsa sobre mi hombro. — Sí, lo sé, ojalá pudiera escucharlos nada más llegar a casa. Espero que pronto —suspiro.

Travis cogió el móvil de Felicia y tecleó en el teléfono hasta que puso su número de contacto de su propio móvil.

-Es mi teléfono. Por si lo quieres. Para el Club de rol o lo que sea. Si decides borrarlo porque te dé mal rollo, no pasa nada. No me ofenderé…- ehm, igual se había sobrepasado. Pero si iban a ser amigos y compañeros de investigación lo mejor era tener maneras de contactar entre ellos y Nirvana ya lo tenía.

-Pero sobre todo es por lo de ya-sabes, la H.S.- tras eso volvió a encararse a Robbie- Vale, ¿dónde dices que está esa instalación?

Cogió su libro y su disco y se los pasó al propietario para que los guardara debajo del mostrador. Luego se fue hacia donde estaban los altavoces y la instalación fallida y empezó a revisarla sin más.

Esta sí que no la esperaba. Mi móvil tiene cinco números guardados en la agenda, tres son de mis padres, uno del instituto y otro del terapeuta. Mi primer contacto social es Travis O’Connor.

“¡¿Pero cómo voy a borrarlo, estás loco?!” es lo que casi le digo pero se me atascan las palabras en la lengua, y a parte, Robbie se lo lleva a mirar el cableado de los altavoces. ¡Reacciona, Felicia!

Decido aprovechar para sacarme el vinilo de Joy Division de la bolsa y lo coloco discretamente encima de donde Robbie ha dejado el de Cypress Hill y el libro de Física. Ahora tengo su número para darle explicaciones, pero no ahora. Hecha la jugada brinco hasta donde se encuentran ellos y apoyo una mano en el hombro de Travis para hablarle.

— Hey, si crees que va a llevarte mucho avísame —le muestro en mi propia pantalla cómo le envío un mensaje, un característico sticker de un gato blanco chibi saludando. Para que me reconozca, no sé. — Aún estaré un rato por aquí y puedo traerte algo de cenar.

Se puso a revisar el estado de los cables y las conexiones realizadas. Parecía que había un cruce mal hecho. No le llevaría mucho. Notó el tacto de una mano en su hombro. Aún seguía dando pequeños sobresaltos ante contactos físicos ajenos, pero cada vez era más capaz de disimularlos mejor.

-No creo. Pero no serán cinco minutos, no. Lo siento. Igual debería venir mañana y así no hacerte esperar…- dijo el chico a modo de disculpa. Si no se hubiera entestado con el puto álbum de los CH igual no estaría jodiendo la marrana de ese modo.

-No tardaré mucho. Podemos igualmente luego ir a comer, si tienes hambre- sonrió brevemente. No parecía molesta con su movimiento dándole tan descaradamente su número de teléfono. “Ehm, vale, claramente no le ha molestado. Supongo que eso es bien”, decidió mentalmente cuando ésta le enseñó su propia pantalla de móvil con una conversación abierta hacia el suyo. La característica vibración de notificación sonó casi de inmediato en su teléfono.

Un buen rato después, los altavoces de Robbie atronaban en la tienda a la perfección y un Travis feliz salió de la tienda con su conquista y el manual de física cuántica todo en la misma bolsa.

-¿Pop’s?

Travis ni siquiera había mirado el contenido de la bolsa que Robbie le había facilitado tan amablemente cuando había terminado el arreglo acústico. Simplemente la había cogido con todo ya dentro y punto.

He mirado la hora cuando ha dicho que no tardaría; un cálculo entre el bus y aproximadamente lo que podría tardar en arreglar eso, más una modesta cena fuera, me situaba en casa a la hora justa para hacer un plato sencillo de pasta, ducharme y meterme en la cama. No me ha parecido muy grave porque nunca ceno fuero de casa sin mis padres y admito que la perspectiva de la experiencia se me ha hecho emocionante.

Así que asentí, dejé a Travis hacer lo suyo mientras me quedaba mirando los cd’s, y cuando me quedé sin he esperado pacientemente fuera de la tienda, haciendo garabatos en mi lista de cumpleaños que ahora incluyen discos de vinilo y perritos calientes, y mirando la agenda del móvil hasta que me he terminado creyendo que tengo un número nuevo en ella.

No me ha dado la sensación de que tardase mucho en salir, y cuando lo hace está radiante de satisfacción. Se ha ganado esa cena, incluso si yo termino comiendo poquito porque no es mi hora.

— Hace muchísimo que no voy a Pop’s; ¿siguen haciendo el batido de cookies and cream? —una cena cuestionable pero me apetece mucho. Oh, Robbie le ha puesto sus cosas en una bolsa; como no dice nada supongo que ni la ha mirado. Estoy a salvo por el momento. — Vamos, invito a lo que te pida el estómago.

Pese al tiempo desde la última visita con mis padres, Pop’s sigue siendo Pop’s. Es lo bueno y lo malo de los pueblos, que raramente cambian. Y no termina siendo un mal sitio para pararse y seguir disfrutando de su compañía. La cena de batido suficia y sobra porque paso más tiempo hablando o escuchándole que rindiéndome a mi debilidad por lo dulce, con el ligero nerviosismo en el fondo de mi estómago cada vez que su mano se acerca un centímetro de más a su bolsa de la tienda de música. Sé que si me explico cara a cara encontraré la manera de ofenderle; soy diez veces mejor escritora.

Mientras hablamos de música, la partida de rol, Ed Wood, lo que sufro en Álgebra o mis teorías sobre la HS estoy mucho más tranquila. Mi mayor problema siempre ha sido hablar de aquello que no controlo o lo que me hace sentir insegura pero con Travis ese problema desaparece porque compartimos bastantes intereses. Es refrescante, y lamentablemente agotador por la falta de costumbre, hablar tanto y tan seguido con la misma persona.

Por eso siento todo el peso de la tarde en el cuerpo cuando me siento en el autobús. Casi me olvido de que tenía un plan para cuando nos separáramos, a punto de desconectar de la agotadora y extraña realidad con Regular People de Pantera manteniéndome un mínimo despierta. No estoy acostumbrada a tener el móvil para enviar mensajes que no sean de contacto con mis padres.

“Si encuentras un intruso en tu bolsa no ha sido un error: es justo que cuides de ese vinilo hasta que yo tenga mi propio tocadiscos para disfrutarlo. No olvides que sigue siendo mío ;D”

“Buenas noches, Travis”