Partida Rol por web

Era una locura. Una puta locura. ¿Cómo iba a llegar alguien a un lugar más pronto cuanto menos supiese del lugar? Aquella señora estaba loca. Eso sería tan ridículo como que alguien pudiese convertirse en animal, coger kilos de materia y desintegrarla, cambiar su ADN, reconfigurar trillones de células y salir convertido en otro ser distinto pero manteniendo la misma mente... Joder qué cagada.  ¿Y si esa señora tenía magia? No sería tan descabellado que la abuela de un genio tuviese magia... ¿Qué sabía de ella? Sabía que hacía camisetas artesanales y que había cocinado los brownies mágicos que tranquilizaban a los monstruos....

Oliver agarró a Travis del brazo y los metió adentro del taxi siguiendo una corazonada. O rindiéndose a la locura. Ya estaba. Su mente se había roto del todo.

—¿A dónde? —pregunto el taxista.

Los Dixon (los de verdad y los apegados) guardaron silencio. Los primeros porque no tenían ni puñetera idea de a donde iban, Los segundos porque Abel había dejado bien clarito las reglas. Aquella feliz ignorancia era la forma más rápida de llegar para Melody.

—Al Mid-Ohio Valley Regional Airport —dijo el hombre.

Veinte minutos después estaban en el acceso a la zona interior. del aeropuerto, con el cinturón y las botas pasando por el detector de metales. Siguieron el proceso normal de acceso, salvo un detalle: no tenían tarjeta de vuelo alguna. Pero cruzaron el control de seguridad y nadie se la pidió.

El abuelo Dixon les comentó a los muchachos cuanto odiaba volar.

—Es de metal, como se sostiene en el aire? No tiene puto sentido. De locos.

Travis suspiró e intento hacerle entender los principios más básicos de la física. Abel se perdió enseguida, así que asintió, como si escuchara, y decidió seguir teniendo miedo a volar. No entendía ni patata pero le gustaba la pasión con la que aquel chico hablaba de esas cosas, así que le animó.

—Pero los helicopteros no tienen alas para hacer eso de partir el aire en dos

Mientras, Oliver se acercó a Melody. Miraba indecisa la pantalla de salidas. Al ser un aeropuerto de segunda, solo había tres vuelos. Uno que ya debería haber partido, pero que estaba retrasado a Long Beach Airport. Otro salía en una hora dirección a Washington y un tercero que iba a México.

La mujer le dio una palmadita en el hombro.

—A veces hay que confiar en lo absurdo.

Cerro los ojos e inspiró.

"Esta es la última llamada al vuelo 4795 con destino  Long Beach Airport, en California, embarquen urgentemente por la puerta 4"

Abrió los ojos de golpe y miro a Oliver. Les tocaba correr.

—¡Casi no llegan! —dijo la auxiliar de tierra con una sonrisa
—Tarjeta de embarque y documentación —añadió

—Claro —dijo melody mirándola a los ojos.

La mujer se quedó sonriendo unos instantes, como si se hubiese convertido en un maniquí o se le hubiese apagado el cerebro. A lo que salió de aquel instante de fuga, añadió:
—Que tengan un buen viaje
 y se hizo a un lado

Había varios asientos libres. Pero las filas eran solo de tres Así que los abuelos se sentaron en una y dejaron a sus falsos nietos en la otra.

El comandante de vuelo se disculpó por el retraso, que era debido a que la policía había decidido hacer un registro de los equipajes por seguridad.

El avión empezó a moverse en dirección a la pista, cuando a Oliver le vibró el móvil. Era un número desconocido.  Calculaba que tenía solo un par de minutos antes de que les pidiesen apagar o poner en modo avión los móviles. La azafata ya había empezado hacer el teatro del cinturón de seguridad, pronto se pondría con lo del chaleco de debajo del asiento.

Un par de filas más adelante, Melody empleó un klennex para taponar una pequeña hemorragia nasal. Y en cuanto despegaron, se durmió profundamente

No sabía qué me había pasado; había sido como si una fuerza externa trabajara en mi mente y me obligara a agarrar a Travis y tomar ese taxi. Después, la sucesión de los hechos había sido, cuanto menos, curiosa. Era como si aquella abuela dominara su alrededor: la gente hacía lo que ella quería, las cosas salían como tenían exactamente que salir... Flipante. Una buena hostia a mi forma de pensar al respecto, también. No sé qué clase de poder serían aquel, pero era increíble. ¿Como alguien con un poder así no estaba dominando el mundo? Humildad, seguramente, y mucha consciencia con el poder adquirido. 

Aún tenía grabada la expresión ida y neutra de la azafata que se había hecho a un lado para dejarnos pasar sin más cuando el avión comenzó a moverse y mi móvil a vibrar. Mal momento. Encima desconocido, ¿quién será?

–Diga – respondo de manera escueta.

Travis sabía que era un error lo que iban a hacer. Era consciente de ello, de que los abuelos de Nirvana eran mucho más de lo que aparentaban. Las pruebas estaban ahí delante y se acumulaban desde que aparecieron en el motel con aquel coche cristiano. Brahmanianos. Pero Olie era cabezón y Travis no iba a perder a su mejor amigo de la infancia (ya había perdido a su hermano) por una diferencia de criterios existenciales. Así que lo pilló totalmente desprevenido el giro brusco que hizo éste cuando lo agarró del brazo y se lo llevó a rastras hacia el taxi.

-¡¡Pero mi moto!! ¿¿Estás loco??- gritó mientras se dejaba arrastrar a medias por Oliver. Solo podía pensar en que iba a perder su moto y que no le gustaba que lo hubiera agarrado tan fuerte y bruscamente su amigo del brazo. Le traía malos recuerdos. Cerró los ojos, respiró hondo y se dejó llevar al interior del vehículo. Porque era Olie. Si hubiera sido otra persona, se habría llevado una patada en… donde fuera. Y posiblemente algunos mordiscos bastante más dolorosos. Travis se apalancó en el rinconcito que le habían dejado entre la señora mayor desconocida y Oliver. Vale que era delgado, pero ni él ocupaba tan poco espacio como el que le estaban dejando aquellos dos. Estaba muy comprimido, molesto y cansado de tener que estar tanto rato callado. Aun así, se quedó en silencio. Las normas son las normas y eso su Abuela se lo había enseñado más que bien.

El viaje fue extrañamente corto. Travis habría jurado que se tardaba más, pero qué sabía él que no había ido en avión más que un par de veces para ir a Alabama a ver a la familia. Y eso fue antes de morir Jonathan. Pasar por el detector de metales fue un drama. O debería haberlo sido. Casi siempre llevaba encima una navaja multiusos por el trabajo. Eso y un destornillador. Igual aquella mañana se los dejó en la tienda antes de salir para entregar el pedido de Samuel. No lo recordaba con exactitud… Sí recordaba que llevaba el dinero entregado a cambio en el bolsillo. Y los, el cigarrillo intacto de Samuel.

-Thomas me va a matar. O peor, me va a encerrar en casa hasta los 50 años. O me pondrá un grillete fijado al mostrador de la ferretería…- empezó a murmurar castigos peores que la muerte para él mientras volvía a calzarse y ponerse el cinturón, los anillos, la cartera con la cadena…

-Es una cuestión de fuerzas aerodinámicas y contraposición de la presión, la velocidad y la altura de un objeto en movimiento. Es lo que se llama el principio de Bernoulli- intentó explicarle a Abel su duda acerca de lo terrorífico que era subirse en un bicharraco que pesaba aproximadamente unas 124 toneladas y que conseguía volar, sin que los matara a todos en el proceso.

-Lo hacen de otra manera. Los helicópteros usan una hélice que genera otro tipo de movimiento que les permite hacer lo mismo. Se llama principio de movimiento giratorio. Su sustentación se basa en eso, por eso no se caen, parten el aire de un modo distinto…

La verdad es que hablar con Abel de física lo ayudó a frenar su ansiedad por abandonar la moto, por no decir nada a su padre (y el infarto que le habría dado tanto si lo llamaba como si no) y por ir de la manita de unos brahmanianos megacaóticos. Pensar en física y en fórmulas matemáticas siempre lo calmaba y lo ponía de buen humor. Eso dejó a Oliver en manos de la futura suegra, Melody.

“Estará bien. Le irá bien” pensó muy para sus adentros. No le iría mal un poco de explosión mental, luego ya recogería los pedacitos y le ayudaría a pegarlos. Es más de lo que tuvo él. Bueno, eso no era verdad. Él tuvo a Janice, que acabó de demoler la poca cordura científica que le quedaba, pero es lo de menos. Él tuvo a Janice. Sería la Janice de Oliver. Eso sonaba raro.

Levantó la mirada cuando anunciaron el vuelo que se suponía no llegaba hasta a saber cuándo. Corrió, se ahogó algo. Tosió y acabó decidiendo que tenía que hacer algo al respecto cuando volvieran.

-Olie, tienes que ayudarme…. Coff coff con esto- le dijo medio ahogado –En forma. Cuando… volvamos, ¿sí?- le pidió a éste, aun recuperando la respiración en la zona de embarque. Sonrió torcidamente cuando vio el truco de la vieja.

“SHIT. Es realmente buena. Smooth”.

Se sentó en el asiento con ventanilla en cuanto se subieron al avión y les indicaron la fila a ocupar. Se negaba a estar otra vez en el asiento de en medio. Escuchó de fondo el sonido de la vibración del móvil de Oliver y su voz respondiendo a alguien. Se giró hacia él.

-¿Es Felicia? ¿Está bien?

–¿Ayudarte a ponerte en forma? Sólo si dejas de fumar – fue mi escueta respuesta al ver a Travis casi morir en una carrera corta. Desde luego, estaba hecho mierda, pero no pensaba ayudarle si no se dejaba la mierda del tabaco. 

Asiento con la cabeza cuando pregunta si es Felicia. 

–Hey. Pues nosotros estamos en un avión camino de California. No preguntes cómo ha pasado porque es parecido a cómo has acabado tú allí en menos un chasquido de dedos – respondo, con una voz neutra. La chica no es de mi agrado pero a Travis le cae bien así que tendré que tragármela – Ni idea de lo que tardaremos en llegar porque...bueno, nada tiene sentido así que lo mismo estamos ya aterrizando – bufo – Ahmmm... No sé nada del secuestrador. Mi padre tiene fichas básicas de sus coches. Y la chica del hostal donde estaba hospedado tampoco dio excesivos detalles. Pero lo que estás buscando es sencillo: a Nirvana. El resto da un poco igual – le digo – Espera, Travis quiere saber cómo estás y... Bueno, mejor cuéntaselo a él – le tiendo el teléfono a mi amigo – No te enrolles, estamos a punto de despegar – le advierto. 

Luego pienso preguntarle qué pasa con Felicia. ¿Estarán liados? ¿Me lo habría contado Travis de ser así?

Al girar la cabeza hacia la posición de los abuelos, veo que a la abuela le sangra la nariz. Wow. Espero que esté bien. La hemorragia nasal es típica de pelis y series donde algún personaje tiene poderes, como Eleven de Stranger Things.

Travis se quedó escuchando la conversación unilateral de Oliver, tratando de descifrar lo que faltaba. Qué pesado estaba con lo de no fumar, ¡ni que fuera un fumador compulsivo! Pero al menos no había dicho que no rotundamente. “Vamos avanzando”, se río para sí mismo. Ablandar a Oliver estaba resultando una tarea descomunal pero fructífera. Ya había conseguido que volviera a tolerar su presencia (y la de Nirvana, aunque eso había sido más victoria de la chica que suya) e incluso se dejó ver en la Bolera con ambos. Y se divirtió, aunque lo negase rotundamente en público. Y secretamente, estaba bastante seguro que mucho más que con Markus y su séquito. Otra cosa que tampoco nunca reconocerá. Por el momento.

“Todo llegará”

-Ehm ok- cogió el teléfono de Oliver. Escuchó la voz cálida de Felicia al otro lado.

-Ei- sonrió levemente al saludarla, aunque ella no podía verlo, claro. Casi mejor.

-Sí, te lo mando por mensaje, no puedo decírtelo por aquí- contestó brevemente. No sabía si la norma incluía o no al secuestrador para poder encontrar a Nirvana, pero no iba a arriesgarse –¿Estás bien? Ten cuidado si te lo topas. No sabemos si solo sabe hacer esa cosa o sabe hacer más. Por si es lo segundo, mejor escóndete hasta que lleguemos. Los Abuelos son cool. Y no nombres donde estás mientras hablamos, por favor. Sé que suena raro, pero ya te lo contaré cuando nos veamos…

Abrió la App de mensajería instantánea y rápido como el rayo añadió a Felicia a sus contactos y le mandó una serie de mensajes cortos.

-Shit…- murmuró Travis por lo bajo –Los de Nirvana- contestó brevemente. No quería decir más de la cuenta estando en el interior de un avión atestado de normies.

-Ko qa. No lo sé. No conozco las normas, no sé cuántos puede pedir. No sabemos su plan final. Por favor, ten mucho cuidado…- no iba a ser el marichulo que le dijera que no fuera hacia la luz y el peligro evidente sin su ayuda, como si fuera una damisela en apuros, incapaz de protegerse a sí misma. Probablemente, ella acabaría siendo la que lo defendiera a él y no al revés. Era una bruja y él apenas era capaz de empujar una estúpida bola de Bowling ya puesta en marcha. No era material de héroe precisamente.

-Nin~ Silinoke kanola- rectificó abruptamente -He de colgar. El avión va a salir ya.

Colgó la llamada y envió unos últimos mensajes antes de devolverle el móvil a Oliver. Tras eso, retornó el aparato a su dueño: Oliver.

-Está allí. Está sola y no sabemos si hay más como ese tío- le dijo a su amigo, preocupado.

Iba a decir "Si ya está allí no vamos a llegar a tiempo", pero no porque lo mismo de repente en media hora o menos estamos en California. Aunque si la de los poderes es la abuela y se ha dormido... El caso es que mejor me callo, que ya me han cerrado la boca pero bien y quizás deba empezar a cuestionar menos las cosas.

–Que espere – bajo la voz – No tengo ni idea de qué hace Baker – y es verdad, ¿qué es? El que está puesto en toda esta mierda es Travis, yo voy un poco a mi bola – Pero este tío sabe magia y ahora tiene un genio que puede utilizar en su contra. En nuestra contra – miro a mi colega y ladeo un poco la cabeza – Has sonreído cuando te he pasado el móvil: ¿te gusta Baker?

Yo creo que sí pero ni idea y, aunque podría meterme con él y cizañear como hizo él conmigo y Nirvana en la bolera, simplemente pregunto para ver su cara y su reacción. A mi la chica no me cae bien. Tampoco es que haya mantenido una conversación larga con ella alguna vez, pero no me cae bien. No me fío de ella. Va de mosquita muerta pero yo no me lo trago.

Travis se quedó mirando a Olie. Parecía contrariado. Conocía esa cara, era la de alguien que estaba a punto de explotar. Era su misma cara hacía una semana y pico.

-Bueno, por eso hay que priorizar quitarle la lámpara y evitar que ya sabes… hable. Si no puede hablar, no puede hacer cosas contra nosotros- se encogió de hombros. Lo siguiente que salió por la boca de su amigo lo dejó algo más sorprendido.

-Huh? Supongo. Es lista- llevó la cuenta con los dedos –Es preciosa y le gustan las pelis de terror. ¿A quién no le gustaría alguien así? Así que sí, me gusta- acabó admitiendo –Pero solo somos amigos, que conste. Ninguna niña rica blanca saldría con un mestizo pobretón con fama de serial killer. Y no, no pongas esa cara, sé de sobras lo que van diciendo tus “colegas” por el instituto… “PsicoTravis”. No me molesta mientras me dejen en paz y se mantengan a distancia de Robert, Gloria y los demás. Su rincón, mi rincón. Así que no te vuelvas loco- soltó una risa por lo bajo. No estaba enfadado. Le parecía divertida la situación. Le recordaba al pasado y eso le gustaba.

-Uff qué calor que hace aquí dentro…- se quitó la sudadera, dejando al descubierto su camiseta negra de Metrópolis. Luego se abrochó el cinturón y se hizo una almohada con la chaqueta gris para apoyar la cabeza lateralmente contra la pared del avión.

-Deberías pensar en algo positivo, como el día de los bolos. Ese día estuvo muy bien. Igual así hacemos que esto vaya más deprisa…- le propuso con una sonrisilla a Oliver –Norma número 2. A más positividad, más velocidad.

Apoyó la cabeza finalmente y cerró los ojos.

-Yo haré lo mismo mientras duermo un rato.

Alzo las cejas. Bueno, ha sido fácil que confesara. También creo que a ella le gusta él. No soy muy listo pero sí que tengo buena percepción. Y sí, es cierto que mis colegas le llaman con ese mote, aunque no se meten demasiado con él precisamente porque se toman en serio eso de que sea un "psico" y estoy seguro de que en el fondo es porque les da algo de miedo. Obviamente no le conocen.

–Pues yo creo que sí le gustas – musito, encogiendo los hombros, pero como se va a dormir le dejo en paz. Yo no creo que sea capaz de dormir aunque sí que estoy cansado. Estoy algo nervioso y aunque intento mantener la mente positiva, me cuesta. Es una pena no haberme traído los auriculares para poder ponerme música porque eso sí serviría para relajarme.