Conducían por la interestatal 77. A ambos lados de la calzada podía verse una masa de árboles que disfrutaban del sol. El cielo estaba completamente azul, sin una sola nube. Un avión descendía rumbo alMid-Ohio Valley Regional Airport. Estaban a punto de abandonar Virginia Occidental y llegar a Ohio.
—Y así, cambiando de marcha antes de la curva, se entra más suave que frenando.
Las lecciones de conducir del abuelo caían sobre Nirvana como semillas en el desierto. Mientras la veía mirar por la ventanilla, solo podía pensar en cuanto se parecía la joven a su amada Melody. Seguro que veía cosas de las que él no se percataba. Lanzó una mirada por el retrovisor a su esposa, que dormía en la cama del fondo de la van.
—Si no aprendes a conducir, en cuanto la abuela y yo no estemos, te convertirás en sedentaria y tendrás que vivir siempre en el mismo sitio. ¿Has pensado alguno ya? Tu abuela es de montaña, pero yo prefiero el mar.
Un deportivo les adelantó pisando a fondo y pitándoles muy maleducadamente.
—Que dios te bendiga, hermano.
La pobre furgoneta no podía alcanzar más velocidad, a sus pobres y cansadas piezas les daba igual que la interestatal tuviese una velocidad mínima.
Cuando escuchó su instrucción sobre las marchas, la mirada de Nirvana pasó del paisaje de los caminos a su abuelo. Le sonrió con cariño y asintió para hacerle saber que tomaba nota. Le gustaba que Abel siempre tuviera algo interesante que enseñarle. Podría escucharlos, a él y a Melody, hablar todo el día.
Frunció el ceño y negó con la cabeza al oír a su abuelo mencionar el momento en que ellos no estuvieran. No le gustaba pensar en que llegaría el día en que sus espíritus trascenderían a otro plano, pero hablar de esos temas en un coche hacía que el corazón el diera un salto. No recordaba el accidente, pero no olvidaba que era así como habían muerto sus padres.
Nirvana saludó con una sonrisa al del deportivo. El pobre debía estar teniendo un muy mal día para enfadarse tanto por una tontería así.
Luego volvió a mirar a Abel.
—Creo que solo sabré cuál es mi sitio cuando llegue a él —Asintió despacio, para luego sonreír un poquito —Hasta entonces, tendré que aprender a conducir.
Para lo que, en realidad, tampoco tenía mucha prisa. Si no fuera porque adoraba esa furgoneta y la consideraba parte de la familia, se plantearía no manejar nunca.
—Entonces tenemos que probar algún día a ver que tal se te da. Con suerte el viaje para salir de Old Truce, tú llevarás la van y yo podre viajar tumbado y roncando a pierna suelta como tu abuela. Es muy racista que siempre conduzca el negro ¡Solo me falta el uniforme con gorrita!
Abel se rio de su propio chiste a carcajadas
—¡Yo no ronco!
La protesta surgió de debajo de la manta unos segundos antes de que la propia abuela lo hiciera. Se limpió la babilla de la comisura del labio con el dorso de la mano y se reunió con sus parientes al frente.
—Tu uniforme lo he pedido ya en Amazon, pero es solo la gorrita.
Ambos se rieron y se miraron a los ojos a través del espejo retrovisor.
—Aún no hemos llegado al pueblo y ya siento frío. En cuanto aparques, haré un té ¿Jengibre, canela, cascara de naranja y limón? Lo pronunció como una pregunta por si alguien quería un vaso también.
Nirvana soltó una risa, aunque no tan estruendosa como la de su abuelo. En parte porque, a pesar del optimismo de Abel, ella no estaba muy segura de querer manejar la van por carretera tan pronto. Tuvo que hacer un esfuerzo consciente por recordarse que esta vez no se quedarían algunas semanas en Old Truce, sino que todo un año. Esa idea aún no se le asentaba del todo en la cabeza.
Estaba de más decir que su abuela sí roncaba, así que solo apretó los labios para aguantarse la risa y miró a su abuelo con complicidad. Fue solo un momento, claro, que ya había acabado cuando su abuela se acercó a ambos.
Si bien había muchos a quien ver a sus abuelos tirarse los tejos con algo claramente sexual les incomodaría, a ella le daba un poco de ternura. Por un lado, porque no la habían criado para pensar en el sexo como algo malo o vergonzoso. Pero, en mayor parte, porque la hacía preguntarse cómo sería llegar a esa edad tan absolutamente enamorada de alguien. Ella se había tenido sentimientos así alguna vez, sí, pero nunca le había durado más que unos meses.
—¿Me haces uno a mi también cuando lleguemos? —Le pidió —¿Quieres sentarte de copiloto mientras?
Después de todo, su abuela prepararía el té cuando aparcaran, y no sabía cuanto quedaba aún.
La abuela asintió y ocupó el asiento que Nirvana le ofrecía. Ahora fue la chica la que se tuvo que marchar a su cama, a sentarse o a tumbarse. Desde allí pudo ver que sus abuelos se comunicaban en silencio. Abel miró con una mezcla de preocupación a reprobación a Melody y esta le respondió con un gesto que significaba "ni una palabra".
Era evidente que Abel estaba enfurruñado y a los cinco minutos tomó el desvío para entrar en Williamstown.
—Vamos a tirar la casa por la ventana y comprarnos un trozo de pastel y café para despedirnos de Virginia —comentó en un tono más alto de lo normal.
La autocaravana se detuvo delante de un local llamado "Tonyas Country Kitchen". El abuelo ayudó galantemente a la abuela a descender de la caravana. Esta se había puesto un chal por encima de los hombros y se veía un poco pálida.
Nirvana tenía la sensación de que estaban como discutidos por algo, pero en cuanto llego a sus narices, el olor a pollo cajún y la carne a la parrilla, pareció que firmaban una tregua. El trozo de pastel no se canceló, solo fue pospuesto. En el caso de la abuela tras una ración de pollo frito, en el caso de Abel tras una hamburguesa doble. La guarnición de patatas fritas era en cantidad hacer una montañita en el plato y luego un cazo más.
Una vez se puso de pie, Nirvana fue a echarse a la cama de sus abuelos. Prendió un incienso y tomó su bloc de dibujo para empezar a bocetear unas siluetas femeninas multirraciales que, cuando digitalizara, se convertiría en un nuevo post de instagram con un mensaje anti-TERF en grandes letras blancas.
De vez en cuando, miraba a sus abuelos. No tenía idea de qué «hablaban», pero suponía que sería algún problema de pareja. A veces los tenían, como todos. Normalmente saldría de la furgoneta a dar un paseo, para darles espacio para discutir, reconciliarse, o lo que fuera, pero mientras viajaban no había mucha opción a eso.
Le apetecía bastante algún engañito dulce, así que se bajó de un salto de la van. Tomó a cada uno de un brazo y, tras darle un besazo en la mejilla a cada uno, los soltó y entró en el local. Parecía una típica parada de camioneros, lo que auspiciaba buena comida y barata, lo que enseguida le hizo ganar la aprobación de Nirvana.
Disfrutó con ganas del plato de lomo, maíz dulce y puré de patatas que se pidió. Estaba todo buenísimo, lo suficiente para pedir una repetición si no fuera porque pronto llegaría el ansiado postre que los había llevado a sentarse ahí.
—¿Necesitan una tercera opinión? —preguntó, aprovechando la tregua —Es mejor hablarlo con un postre que endulce la conversación —Les sonrió con cariño.
Melody abrió la boca para contestar, pero el abuelo se le adelantó.
—La cabezota de tu Abu se empeñó en venir a Old Truce a pasar un año. ¿Pero sabes que es lo que ha hablado de este lugar desde que la conozco? Pestes. Se marchó de aquí joven, jamás quiso volver y nunca le oí una palabra buena sobre este sitio. De hecho, nunca habla de este sitio.
—Eso no es verdad
Intentaba mantener una cara de póker, pero algo de culpa asomó en su rostro.
—Y es evidente que en el fondo no quieres volver. Desde que hemos empezado a ver la frontera de Ohio en los carteles estás pálida y con frío. No lo entiendo ¿Por qué no pasamos nuestro año nómada en un sitio cálido con mar? En una semana podemos aparcar en una preciosa playa Californiana, o en Portland. Que le den a tu infancia, yo quiero verte feliz y alegre. No encogida debajo de un chal, que te queda estupendo y divino, por cierto.
Nirvana sonrió, suave y cálidamente, al ver que sus abuelos estaban dispuestos a conversar con ella del problema. Lo más importante de cualquier relación era una comunicación fluida que diera paso a empatía y a la confianza. Era lo esencial para construir y mantener un espacio seguro.
Escuchó lo que ambos tenían que decir, o más bien, lo que su abuelo tenía que decir y su abuela que negar, y extendió una mano a la de Melody para tomarla con cariño.
—¿Quieres decirnos por qué es tan importante para ti que vayamos a Old Truce? —preguntó —Aún podemos tomar otra dirección si no te sientes bien.
Suspiró como rindiéndose y alzó la mano en dirección a la camarera.
—¿Si ayudamos a fregar, nos regalas una ronda de chupitos?
Sonrió cuando la camarera volvió con tres vasos con hielos y algunas botellas y dijo que invitaba la casa.
Dio un sorbito a su licor de hierbas y miró a sus dos parientes.
—Ese lugar es el sitio de mi infancia. Todo el mundo piensa que su ciudad de origen es especial, pero creedme que en mi caso es verdad. Es un sitio donde lo extraordinario se mezcla con lo horrible y uno conoce lo mejor y lo peor de la gente. Me largué de allí muy joven y siempre supuse que hice muy bien. Pero la decisión fue muy precipitada. Una hora después de decidirme, ya estaba saliendo del estado. Siempre lo he sentido como una derrota, como una lección que no quise aprender. La vida que he tenido desde entonces...
Acarició el dorso de la mano del abuelo, este la tomo, entrelazando sus dedos.
—...ha sido increíble y no me arrepiento de nada. Pero no quiero irme del mundo con un pendiente en la lista. Por lo menos me gustaría disculparme con la gente a la que abandoné sin mirar atrás. Quizá solo necesito perdonar el sitio, para quitarme esa espina. No sé.
Dio un trago a su vaso.
—¿Preferís que no paremos y seguir rodando sin rumbo? ¿Prefieres ir a California? La última pregunta la hizo mirando a Nirvana a los ojos. Quizá por aquellos chupitos, a la chica le sonó como algo muy trascendental, como una bifurcación en su destino.
Nirvana le agradeció con una sonrisa y un asentimiento ceremonioso a la amable camarera. Se bebió el chupito de una vez, sin sorbos breves. En parte, porque temía que viniera alguien a pedirle una identificación que no tenía. Además, quería concentrarse en lo que su abuela tenía que decir.
Creyó comprenderla. A ella tampoco le gustaría dejar asuntos pendientes, mucho menos alguno que considerara una derrota tan temprana en su vida. Sentiría que, en vez de estar viajando y disfrutando, estaría huyendo. Y nadie puede ser feliz si vive escapando de su pasado.
Para Nirvana no había ninguna duda. Aunque presentía que esa decisión cambiaría el destino de su vida, no tuvo que pensárselo dos veces.
—No, no quiero ir a California. Iremos a Old Truce —Le apretó un poco la mano, con dulzura —Es importante.
Tomó una pequeña pausa y bajó un poco el mentón, mirándola a los ojos con seriedad.
—Pero tienes que prometernos a ambos que no te irás de este mundo todavía. Esa es la única condición —Esbozó una sonrisa cariñosa.
Soltó una carcajada.
—Esa es una de las cosas que si uno promete está mintiendo. La señora de negro no atiende a nuestros asuntos pendientes ni a lo que consideremos justo o injusto. Pero os prometo que no estoy deseando cerrar ese capitulo para morirme justo después. Cuando haga las paces con el pueblo nos pondremos en marcha de nuevo. Y sí, Abel, será un sitio con playa y mar.
—Con eso me doy por conforme.
Enseguida volvió a erguirse contenta, y tras unas palmaditas cariñosas, le soltó la mano a Melody. Le alegraba haber ayudado a solucionar el problema de sus abuelos, y que así pudieran seguir amándose con locura como lo hacían siempre. Aunque, todo fuera dicho, se les notaba que se amaban incluso cuando estaban peleados. Si algún día se enamoraba de alguien y le duraba, esperaba poder seguir su ejemplo.
—¿Dónde iremos después? ¿Qué te apetece? —le preguntó a su abuelo —¿Qué tal Destin, en Florida? Una chica que conocí en Chicago me mostró unas fotos de sus vacaciones y es precioso. Ya tardamos en ir.
La familia se despidió de la camarera. Como todo el mundo que conocían, o los amaban u los odiaban. Esta chica había caído en el lado del amor y se despidió con mucha atención y afecto. Como si fuesen más amigos que clientes.
No condujeron inmediatamente. Aquella comilona se merecía una siesta, y más después del alcohol. Así que se acostaron un rato. Cuando Nirvana se despertó, estaban tomando la salida de la estatal 60 hacia Old Truce.
Justo antes de despertarse, había soñado que su abuela decía: "Ella decidirá si quiere vivir en un santuario o llevar una vida nómada. Esa decisión no nos corresponde a nosotros." Pero antes de que pudiese recordar nada más de ese sueño, el abuelo exclamó: "¡solo 20 minutos más!" y la chica se centró en mirar por la ventana el que sería su hogar por un curso.
Fin