Anastasia se apartó, cediendo el consuelo de Allegra a quien ella llamaba hermano. Aceptó su asentimiento como despedida, y a él no le ofreció más que una mirada inexpresiva.
Dejó a los hermanos atrás y siguió los pasos de Ivanna con los ojos, deteniéndose en Misty, le sonrió mientras la pelirroja la abrazaba, con una sonrisa fina y tímida que únicamente mostraba su alegría por ella. Y en cuanto Ivanna se apartó de Misty, los ojos de Anastasia aun siguieron con ella unos segundos queriendo asegurarse de que estaba bien.
De pronto, cuando la noche empezó a caer sintió su corazón detenerse un segundo y se llevó la mano al pecho, buscando agarrarse el corazón como si aquello pudiese aliviar aquel pinchazo gélido. Incluso necesitó doblarse ligeramente ante el dolor sintiendo el bombeo de su sangre en la herida mal atendida de su vientre.
Se apresuró a encontrar a Aubin antes de que la noche la cegara más allá de su brazo y se tumbó a su lado, sobre un costado de su cuerpo para encararse a él.
- Hasta mañana.
Las dudas que surgieron de mis palabras se siguieron de aquel atormentador suceso... La vida de Lera se escapa, y con ella la de Zaira. Todo parecía mucho más triste, cuando todos sabíamos de la inocencia de las dos... Negaba con la cabeza mientras el dolor del resto me hicieron ir junto a Xia, y arroparla... sabía de su dolor, sabía lo que significaba para la oriental.
La muerte ahora estaba callada con la ida de Zaira, y una familia rota, que podía dibujarse con las muecas de soledad que poco a poco se marcaban en Allegra y Adam.
Miré a Allegra y dije.- Acababa de encontrame con ella tras ese reloj, y verla donde la ví, me hicieron confiar el ella. Siento que halla tardado tanto en ver la verdad.
Las palabras de Seth me hicieron mirarlo y dije con tristeza mientras me apoyaba contra la pared y me escurría entre ella, sabiendo que la noche llegaría una vez más.- Bienvenido...
Nos estabamos equivocando desde el principio... y poco a poco nuestros actos solo traían más dolor... un dolor que nos alejaba más de Fäe.
Otra vez la noche había caído. Poco a poco, cerrándose sobre vosotros, hasta eliminar cada retazo de luz que pudiera quedar en aquella ciudad. Salvo las llamas del reloj, claro. Eternas, constantes y permanentes, seguían allí, danzando a vuestra costa, sin servir para alumbrar realmente. Como si su única utilidad fuese reírse de vosotros.
Algunos ya dabais por hecho que este sería otro anochecer sin nuevas llamas. A otros realmente os daba igual. Sin embargo, unos pocos sabíais que nada podía darse por sentado. Y cuando la luz cambió una vez más, ennegreciéndose por enésima vez en esos días, ya disteis por hecho lo que sucedería. Lego la luminosidad volvió, creciendo más y más hasta adquirir una intensidad que no habíais visto siquiera de día.
Tres nuevas llamas aparecieron de inmediato: Dos blancas, sobre los números III y VI y una más, negra, sobre el V. La única que faltaba. La que completaba el círculo.
Vuestros ojos se clavaron entonces en el reloj mientras sentíais un fuerte latigazo de comprensión: aquello era más de lo que parecía, sí, y estabais a punto de empezar a verlo.
No tuvisteis dudas acerca de la causa: estaba claro que se trataba del reloj. El suelo empezó a temblar, tirándoos al suelo. La luz que aquella llama oscura había traído seguía alumbrando el lugar, permitiéndoos ver lo que estaba pasando. Un sonido ensordecedor que parecía venir de las propias entrañas de la tierra cortó el aire, y durante algunos segundos todo fue confusión: podíais ver el terror en los rostros de vuestros compañeros mientras todo el mundo parecía sacudirse, como si el planeta entero estuviera en medio de las convulsiones de un ataque epiléptico.
Las cosas no mejorarían con el paso de los minutos. Finalmente el suelo empezó a ceder, resquebrajándose, separándose con brechas desordenadas de más de un metro de ancho. A vuestro alrededor toda la ciudad parecía estar sufriendo su propio fin, y vosotros sólo podíais pensar en cómo salvar vuestras vidas. Algunos edificios empezaban a caer, y entre el ruido y el polvo era difícil encontrar un lugar seguro.
Tuvisteis que colaborar. Para sobrevivir, tuvisteis que uniros como uno solo. Adam, deteniendo en el tiempo la caída de un bloque entero antes de que os aplastase. Andy, teleportando a varios justo antes del momento más crítico. Los portales de Anastasia alejando los peligros, las explosiones de Chris, detonando cascotes antes de que llegasen a rozaros... El fuego de Niba salvó la vida de varios de vosotros, calcinando madera y roca por igual y el hielo de Lyman hizo lo propio, criogenizando grandes bloques hasta el punto de que con sólo tocar el suelo se partían en mil pedazos. Aquí y allá, sin que supieseis cómo en una ciudad que carecía de gas o electricidad, iban apareciendo pequeños focos de fuego que Allegra se ocupaba de apagar antes de que creciesen. Misty y Shawn colaboraron, la primera haciendo aparecer redes capaces de detener los escombros y el segundo haciendo brotar enredaderas que los apartasen, llegando adonde las redes no alcazaban. Todo se combinó con un único objetivo: seguir vivos. Hizo falta la niebla de Paul, y también la Bruma de Seth. Hizo falta que Xia ordenase con su voz a Kammy e Ivanna despertar su verdadero potencial, y todos pudisteis ver cómo la primera hacía que el aire adquiriera un tono verdoso y todo se fundía alrededor, como sumergido en ácido, y cómo la segunda era capaz de reunir de los cuerpos de los muertos, con sólo mirarlos, la fuerza para levantar piedras que debían pesar toneladas. Sólo había un lugar donde sabíais que estaríais seguros: la torre. Y en grupo fuisteis acercándoos, sin dejar a nadie atrás. Por primera vez desde que habíais llegado a este sitio habíais trabajado codo con codo dejando de lado rencillas, disputas y miedos. Y el resultado estaba claro: ninguno de vosotros había sufrido más que simples rasguños.
Allí dentro todo parecía más seguro. El ruido de fuera os decía que la ciudad aún seguía desmoronándose, que nada había acabado, pero hasta los temblores del suelo parecían más suaves allí dentro.
Cuando todo acabó tardasteis un par de minutos en atreveros a salir, y el panorama os aportaba una mezcla de desolación y esperanza.
La ciudad estaba en ruinas. El efecto de vuestro poder era evidente, mostrando trozos calcinados, inundados, cubiertos de enredaderas o, simplemente, helados por completo. Quizá se os había ido de las manos. Pero estabais vivos. El bloque que Adam había detenido en el aire aún estaba suspendido, y sólo cuando el hombre dirigió su mirada allí este terminó su caída de una forma que, en cierta manera, se os antojó cómica.
Pero había algo más. En cada brecha del suelo parecía haber agua corriendo de manera tímida. Eran pequeños regueros que no parecían ir a ninguna parte, pero ahí estaban, presentes. Además, el río había aumentado considerablemente su caudal, haciendo que el agua cubriese el paseo que lo bordeaba a ambos lados. La luz que el reloj os había dado empezó a disiparse entonces lentamente, mucho más despacio que nunca. Pero esta vez no llegó a desaparecer del todo. En lugar de eso bañó cada pequeña gota del río, haciéndola brillar de una manera iridiscente, con colores cambiantes e imposibles. El mismo fenómeno se extendió por todos los pequeños huecos que había ahora en la calle, haciendo que todos los lugares donde había del río adquiriesen ese tono especial, ese algo que la hacía diferente de cualquier líquido que hubierais visto en vuestras vidas mortales. Y fue entonces, mientras la oscuridad volvía a imponerse sobre la ciudad, cuando os disteis cuenta: aquello era el Río de Almas.
Ante vosotros además había algo distinto: en muchos lugares, sin importar la altura, pequeñas brechas parecían rasgar el aire. No tenían más de un palmo de grosor, pero ahí estaban, tan reales como vuestras propias carcasas. Algunas estaban sobre los restos de cascotes. Otras, mezcladas entre ellos. Y también las había suspendidas en el aire, haciendo evidente que no necesitaban de nada que las sujetase. Para cualquiera que observase con suficiente atención al otro lado parecía haber lugares distintos, uno diferente en cada una. Hubo quien identificó el Bosque, el Palacio, la Linde o incluso las Ruinas, pero también los que reconocisteis aquella estación de metro, una calle de Hong Kong o la propia Torre Eiffel. Ninguno tenía antecedentes de algo así. Ninguno sabía qué era aquello. Y sin embargo todos concordabais en que no debía ser bueno.
Finalmente la luz terminó por extinguirse. Era una noche más, al fin y al cabo. Una en la que la camaradería y el trabajo en equipo quizá pesase más que las ganas de matar de algunos. Poco a poco todos terminasteis por recogeros, algunos quedándoos en la propia torre del reloj y otros caminando a ciegas entre los cascotes, intentando buscar un lugar seguro en el que pasar la noche.