Y con la llegada de la muerte abandonaste también este lugar, dejándolo totalmente vacío..
Y con tu vuelta a la vida apareciste también en este lugar. Te encontrabas sola, y no tardaste en reconocer el sitio.
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Una vez más, cuando en lo que quedaba de ciudad el reloj se completó, aquí hizo lo mismo. Y por primera vez el cambio de luz le acompañó, dejándote durante unos minutos en la más absoluta oscuridad.
A la vuelta una llama blanca había aparecido sobre el número II, terminando así un proceso constante que había durado toda una semana. Además, la grieta que había en este lugar empezó a fluctuar, vibrando, haciéndose más grande, aunque no lo suficiente como para que pudieras atravesarla.
La visión frente a ella la hizo sonreír. El hermoso salón de Palacio invocaba fuertes sentimientos en su pecho, recuerdos de un Rey bondadoso y justo, de una vida de servicio y de orgullo por poder estar bajo su mando. En aquel lugar, nada malo podía pasar. Sin importar las tragedias que ocurrieran, todo parecía verse suavizado por las melodías perpetuas de ese espacio perdido en el tiempo, aquí solo había felicidad y regocijo. Aunque eso mismo le había parecido infinitamente hipócrita miles de veces en el pasado, ahora daría lo que fuera por ver la sala del trono llena de vida como en antaño.
Miro las paredes con atención, fijando su vista en los grabados de la corte, que mostraban un honorable linaje, a excepción por la falsa princesa, que tanto mal había traído a este mundo. Se preguntó si, de haber sido otra la princesa, una más justa, una más buena, aquel reino habría podido escapar de la Guerra. Celebia no era más que origen de desgracia, y rogó que, donde fuera que estuviera, la verdadera princesa apareciera para tomar el trono. Y que esta vez, en realidad fuera lo que su pueblo tan desesperadamente necesitaba.
Se acercó a los grabados, y desplazó la yema de sus dedos por la torre de reloj. El reloj se movía, pero aquella muestra de magia no la sorprendía. Era Palacio, allí todo lujo, toda muestra de destreza y novedad era posible. Miró alrededor, buscando una sola cosa. El instrumento en el que confiaba para resolver cualquier duda, que hace tanto había sido descuidado. Pero como el Rey, la balanza había desaparecido, nublando en gran parte sus expectativas de justicia.
- ¿Hay alguien aquí? – preguntó al aire, sin esperar encontrarse con nadie realmente.