Partida Rol por web

¡Quiero hablar con Iborian ahora mismo! ¿Dónde está? Que se presente y muestre respeto a su diosa

- Iborian no está aquí, como líder de la guardia se encuentra en el cuartel. Allí podrás hablar con él.

¡Menudo insulto! ¡De un lado para otro! ¡Gentuza, eso es lo que sois, gentuza! gritó Aire muy indignada. Se giró para alejarse del museo

¡Vamos, Gast, vayamos al cuartel!

- Inmediatamente mi señora -dice con una reverencia.

Este enorme edificio está construido en mármol blanco. Numerosos pilares tallados rodean sus patios, y su fachada está engalanada con intrincadas tallas. Una puerta de hierro colado controla el acceso al edificio en sí; permanece abierta durante el día, pero se cierra durante la noche. En la piedra que hay sobre la entrada se lee la inscripción "Museo de Tormentos Cristalinos".

A diferencia de muchos otros museos, todo lo que está a la vista está en venta, por el precio adecuado. La mayoría de los objetos se vende por unas 100 po, pero algunos se acercan al límite de 3.000 po de la villa. Cualquiera que solo desee pasear por el museo y admirar sus numerosas vitrinas, podrá hacerlo por la mísera cantidad de 1 po.

A cualquier hora del día hay patrullas de soldados vigilando la zona.

Aire llegó al museo andanzo con aires de grandeza. Miró a todos lados, fijándose en los precios y escandálizándose al ver los más caros. Se alejó de las vitrinas con gesto de desaprobación y se fijó en las estatuas. Eran extrañamente realistas, y eso la asustaba por lo que había leído.

Se acercó a uno de los guardias para hablar con él.

Buenos días, señor guardia. Me gustaría ver al director, al señor Merrin Paskenfell.

El guardia te dice que esperes unos minutos y pasado un tiempo, el director del museo te recibe en la propia entrada.

Buenos días, soy el Sr. Paskenfell, propietario de este museo. Me ha dicho este amable soldado que usted ha preguntado por mi. ¿En qué podría ayudarle? ¿Está usted interesada en comprar alguna de mis obras?

¡Oh, que persona tan adorable! dijo Aire al ver como el director del museo le hablaba. Se acercó a él entre pequeños saltitos.

Hola, señor Paskenfell. No vengo a comprar nada, vengo porque una persona ha desaparecido. ¿Vino a verle un sacerdote laico del templo de Boccob? Un tal Tyson. Además, ¿conoce a alguien que se llama Desthen?

¡Oh, muchas gracias! ¡Es un placer! ¡Usted también es una jovencita preciosa! - Dice mientras la toma de la mano, la besa y hace una leve reverencia para saludarla.

Desthen es un mercader que siempre ha hecho tratos conmigo. La verdad que hace unas esculturas fabulosas y ninguna de ellas dura mucho tiempo en mi museo. La verdad, ¡estoy encantado con sus obras! Pero dígame, si no está interesada en comprar nada, eso quiere decir que no pregunta por sus obras. ¿Acaso le gustaría conocerle? Es un hombre muy simpático y agradable, la verdad. Y como te he dicho ¡esculpe de fábula!

En cuanto al otro hombre del que hablas, la verdad, solo he escuchado algunos rumores sobre que ha desaparecido, pero no lo conocía en persona. Sé que trabajaba en el Templo de Boccob. ¡Una lástima! Pero ¿usted piensa que yo tengo algo que ver con él? ¿O quizá Desthen?

¡Oh! fue lo único capaz de decir Aire cuando el hombre la dio un beso en la mano, sonrojándose.

Escuchó todo lo que el anciano director del museo decía, asintiendo con vehemencia antes de hablar.

No creo que usted tenga nada que ver con su desaparición, pero quizá Desthen sí. He estado investigando y, al parecer, el sacerdote del templo de Boccob descubrió algo sobre las esculturas de Desthen: y es que no son esculturas de verdad, si no que usaba un hechizo para convertir a las personas en piedra. En su diario dejó anotado que iría primero a hablar con Desthen para aclararlo... Y ya no se le ha vuelto a ver.

¡Pero señorita! ¡Qué bobadas está usted diciendo! Ninguna de mis esculturas, o al menos ninguna de las que me ha traído Desthen son figuras de personas. Si fuera así, no pensaría que ya me habría dado cuenta. Es posible que esas personas las conociera. ¿No cree? No, señorita. Aquí creo que hay algo de envidia, no sé si por su parte o por alguien que le ha encomendado venir hasta aquí, pero Desthen solo me ha mandado esculturas de animales o de alguna que otra criatura mágica. ¡Nada más!

El anciano se mostraba un poco preocupado y realmente no entendía a qué venían aquellas acusaciones. El hombre no pudo hacer gestos negativos con la cabeza a modo de desaprobación.

No, no, no. No me ha entendido. Una diosa con envidia, ¡y qué mas! No soy ninguna escultora, soy hechicera y estoy muy contenta, gracias. Sólo estoy siguiendo el rastro de ese hombre desaparecido y las pistas me llevan hasta usted y hasta Desthen. ¿Me puede enseñar las estatuas? Me gustaría verlas.

¡Ah vaya, vaya, vaya! Ahora lo voy entendiendo. Usted lo que quiere es entrar en mi museo y pasar gratis, verdad. Esa es la razón por la que se ha inventado toda esta historia.

Señorita, no debería jugar con temas tan serios. El coste de la entrada no es muy caro, así que pague la entrada y le haré una ruta turística por el museo yo mismo. Hasta entonces, lo siento mucho, pero tendrá que esperar.

Dice el dueño del museo forzando una sonrisa para tratar de ser amable.

Aire puso los brazos en jarra.

¿Me está tomando el pelo? ¿No me está escuchando? No estoy aquí por placer. Y le digo una cosa. ¿Sabes que si al final tengo razón y sus estatuas son humanas, estará encubriendo un crimen? Pero vamos, allá usted, me da igual.

La que parece no querer entenderlo es usted, señorita. Le digo que mis estatuas es imposible que sean humanas ya que no son estatuas que representen a personas. Yo solo compro estatuas de animales o bestias mágicas. Desthen es un gran esculto y lo hace rematadamente bien. Cuando se decida a pagar la entrada podrá usted misma comprobarlo. Hasta entonces tendrá que esperar.

Pero dudo mucho que todas estas figuras sean humanas, no tiene sentido.

Viejo cascarrabias y aguafiestas, así no hay quien haga nada pensó Aire poniendo morros de enfurruñada.

Bueno, como quiera. ¿Dónde vive Desthen?

El dueño del museo se encoge de hombros y después te hace un gesto para que esperes un momento. Tras pasar un tiempo rebusca entre sus notas y te señala la dirección concreta de la casa de Desthen. Lista para ir allí.

Muchas gracias. Si le parece bien, cuando resuelva este asunto volveré, tanto para informarle si yo tenía razón y usted comerciaba con mala gente como para decirle que me equivocaba

Pero al ser una diosa, no me equivoco nunca

Este enorme edificio está construido en mármol blanco. Numerosos pilares tallados rodean sus patios, y su fachada está engalanada con intrincadas tallas. Una puerta de hierro colado controla el acceso al edificio en sí; permanece abierta durante el día, pero se cierra durante la noche. En la piedra que hay sobre la entrada se lee la inscripción "Museo de Tormentos Cristalinos".

A diferencia de muchos otros museos, todo lo que está a la vista está en venta, por el precio adecuado. La mayoría de los objetos se vende por unas 100 po, pero algunos se acercan al límite de 3.000 po de la villa. Cualquiera que solo desee pasear por el museo y admirar sus numerosas vitrinas, podrá hacerlo por la mísera cantidad de 1 po.

A cualquier hora del día hay patrullas de soldados vigilando la zona.

No negaré que la respuesta del sacerdote del templo me había decepcionado. De hecho, desde que salimos de casa, no he hecho otra cosa que llevarme una decepción tras otra. Aquellas gentes eran muy diferentes a los nuestros. Solo les movía el interés y el beneficio propio y no he tardado en darme cuenta de que, en el sur, la palabra de uno es menos que nada.

-Recuerdame, cuando volvamos, que jamás deje a nuestros hijos abandonar nuestra aldea. - bromeo, cínica, con Drogo, mirándolo de reojo, con una media sonrisa, mientras caminamos por la calle de aquella ciudad, siguiendo las indicaciones que aquel tipo nos dio sobre cómo llegar al museo.

El museo. Cuando llegamos y veo el lugar, me quedo sencillamente petrificada. -¿Quien vive ahi? - le pregunto a Drogo, observando la imponente fachada- Creo que debes ser muy importante y rico como para vivir en un museo. Fijate cuantos guardias. No me extraña que aquel tipo se haya perdido dentro. - claro que no sé lo que es un museo. Nunca he estado en ninguno y, en el norte, si ha alguien se le ocurriera montar uno lo colgarían por estupido. ¿Quien iba a encontrar interesante un edificio con un montón de objetos que no sirven para nada dentro? No, en el norte no nos gustaban esas cosas. Somo mucho más pragmáticos- Vamos a hablar con ese, a ver si sacamos algo en claro. - le digo a Drogo, señalando a uno de los guardias, el que le parece que tiene cara de ser más fácil de tratar.