Partida Rol por web

Leonor empezaba a sentirse tranquila en la biblioteca, era un ambiente tranquilo al que ahora se daba cuenta que tuvo que haber acudido hace mucho. Solo había unas cosas que arruinaban en parte su experiencia y entre ellas estaba el sueño que tuvo hace unas anoche que produjo una perturbación en ella, que se sumaba a la incomodidad del lugar donde dormia y esa sensación de que aquellos seres oscuros que se habían reunido antes ahi volverían sin que supiera cuando.

Sin embargo a pesar de eso tuvo tiempo de habituarse a los horarios del de la biblioteca, dandose cuenta que no era solo de noche cuando la biblioteca andaba vacia por lo que aun ahora con luz del sol podia leer tranquila. Habia una cantidad monumental de textos que iban desde manuscritos a tomos enormes por lo que la joven tenia material suficiente para leer toda su vida pero nunca podria tener aquel lujo o al menos no sin la ayuda de cierto ser oscuro que le permitiera vivir por siempre.

Se encontraba pensando en eso cuando descubrió un pequeño señalamiento con un nombre que conocia. Francesco Tiepolo. Lo reconocia como el joven investigación de la familia Amore, que le parecia raro volver a leer luego que al parecer habia escuchado su última nota antes. ¿Acaso habia algo mas en esa familia, de la cual tenia un medallon, que el asesinato de una novia?

El ambiente de la biblioteca era cada vez más y más acogedor, hasta el punto que comenzaba a considerar aquel lugar como su pequeño paraíso particular y como un segundo hogar para ella. De alguna forma, se sentía segura bajo aquellas imponentes paredes repletas de incunables y, quitando sus horribles pesadillas y la posibilidad de que los vampiros volvieran a reunirse estando ella allí, todo lo referente a la biblioteca era maravilloso.

¡Ains! Lo que hubiera dado por poder encontrar un sitio seguro donde instalar una cama improvisada para estar más cómoda. Por aquella razón, cuando se aseguraba de que no había nadie y la insuficiente luz le impedía leer, la pequeña damita se pasaba las horas tratando de encontrar alguna puerta secreta o hueco escondido, donde pudiera instalar sus escasas pertenencias, junto con un camastro o alguna mantita para soportar el frío de la noche.

No obstante, algunas tardes eran incluso mucho mejores que las noches de soledad, puesto que eran esos momentos donde más tiempo podía pasar perdida en los libros, estudiando historia, política, religión, medicina, leyendas y todo cuando caía en sus manos que le pareciera medianamente interesante. También se dio cuenta de que sus habilidades lectoras se habían incrementado, y tan solo lamentaba no tener ningún pergamino donde pudiera perfeccionar su caligrafía.

Un día, mientras leía, Leonor descubrió un nombre que no le resultaba desconocido. Francesco Tiepolo había sido la persona encargada de investigar a la extraña familia Amore, el cual falleció bastante antes de poder esclarecer el asesinato de la recién casada. Pero ¿por qué volvía a toparse con él entre tantos tomos de la biblioteca? ¿Acaso es destino estaba tratando de decirle algo?

Sin pensarlo dos veces, la joven huérfana se centró en el tomo que tenía entre las manos, para leer todo aquello que contuviera y tratar de asimilarlo.

La sensación de que habia crecido intelectualmente no era solo eso, sino una realidad para la joven que cuando podía leía los libros no solo de Venecia sino los que eran traducidos al italiano por parte de los bibliotecarios. Aquellos hombres que si bien habían parecido algo vagos en su primer encuentro con ellos, probaron ser muy trabajadores yendo a la biblioteca desde la mañana y quedándose hasta que cayera el sol. Su trabajo como era de imaginarse era acomodar los libros, guiar a cualquiera que ingresara por la puerta principal, traducir libros y hacer algunas investigaciones que podrían ser como las de Francesco.

Esa señalización tenía un objetivo que la pequeña no tardó en encontrar, ya que en la misma página se veía un escudo amarillo brillante con un corazón en medio y una fecha clavada en este. Un escudo que también se encontraba en el medallón que tenía ella.

El nacimiento de aquella familia era muy antiguo, por lo que se leia era en tiempo que Roma era una república anterior a su transformación a imperio. Por ello habían varios rumores de como habia logrado fundarse aquella familia. Entre los rumores habían dos que tomaban más credibilidad al menos para el Tiepolo. Uno que señalaba al fundador como un amante de una dama de una familia influyente en la roma republicana que termino premiando a su amante con un título de nobleza no solo por el amor que le tenía sino para protegerlo del esposo alejándolo antes que este se dé cuenta, mientras que otro los colocaba como una familia de honor y coraje que fueron cruciales en los combates contra Cartago y amados por el pueblo que defendian.

Otro dato importante fue ver que su lugar de origen se encontraba en Sicilia. Una isla bastante alejada de Florencia, pero que al parecer no importo a la familia que a través de los años se fue extendiéndose más al norte. Aunque en estos tiempo la familia ha perdido mucho de su poderío dejándole solo la rama de Florencia como la existente. Algo que era irónico para el inspector ya que la rama de Florencia había sido maldita o al menos asi se explicaba que esta tuviera dificultades en los nacimientos.

No sabía cuánto tiempo pasaba en la biblioteca ahora que no tenía ninguna obligación en la taberna. De vez en cuando salía a comprobar que la nota que había dejado en las estatuas seguía allí o alguien podía haberle dejado algún mensaje citándola en otro lugar, aunque no tenía demasiadas esperanzas al respecto, por lo que, además de su afán por empaparse de todo el conocimiento que se pusiera delante de sus ojos en aquellos enormes pasillos repletos de sabiduría, también había comenzado a intentar hacer averiguaciones sobre los dos nobles venecianos y había empezado a buscar cualquier cosa que pudiera darle una pista sobre los nombres tachados en la lista que había rescatado de aquella caja metálica en el incendio.

Sin embargo, eran los momentos en la biblioteca los que más satisfacción le producían, puesto que, gracias al incalculable trabajo de los copistas y bibliotecarios, podía perderse en las innumerables vidas que, a pesar de que no le pertenecían, sentía tan cercanas en los momentos de lectura.

Pero uno de los días en los que se encontraba enfrascada en la lectura, pudo dar con un escudo que le llamó la atención desde el primer momento en que sus ojos se posaron en él, al ser exactamente igual al que se encontraba grabado en el frontal de su medallón. Inmediatamente se puso a leer con avidez todo cuanto se decía en las ajadas páginas del incunable, y lo que descubrió le hizo sentir el deseo de viajar hasta Florencia para poder comprobar con sus propios ojos qué había sido de aquella antigua familia Siciliana, aparentemente marcada con la desgracia de no poder dar descendencia.

Lamentablemente su hermano Theo la ataba a esta ciudad con un lazo tan fuerte que era imposible de romper, por lo que decidió buscar entre alguno de aquellos tomos el posible origen de una maldición como esa y el por qué de todo aquello. Leonor no entendía por qué sentía tanta curiosidad por un escudo que no representaba nada para ella, pero una extraña fuerza la empujaba a continuar investigando al respecto.

Aquel nuevo escenario donde transcurría su vida parecía llenar de varios pensamientos a la joven, tareas abundantes que se imponía a ella misma tal vez para distraerse de las obligaciones que inconscientemente tenia ahora en su vida.

De cualquier forma había algo que realmente realizaba por placer, la lectura que precisamente ahora la llevaba a descubrir algo que debía interesarle aunque en ese momento no supiera porque. Por eso que su mente y corazón la empujaban a aquel escudo e historia que bien podría ser como las otras de las centenas de familias en toda Italia.

Al continuar su lectura sobre la familia y esa maldición como luego averiguaste que era solo la familia quien se refería de esa forma a ella. El Tiepolo por su lado era poco creyente en las historias que terminaba descubriendo sobre la maldición aunque tenía la hipótesis que aquello bien se podía tratar de una obsesión en esa familia. Una insana obsesión.

Sin embargo justificándolo como necesario para la investigación anoto los indicios de la maldición, entre los cuales se hablan no solo de seres oscuros como los que ella ya conocía sino seres de magia con poderes capaces de afectar un número ilimitado de generaciones en una familia. El primero al parecer resultaba ser un antiguo ser oscuro salido de la misma Africa, de donde regia Cartago ciudad al cual un antepasado de la familia Amore ayudo a convertir en cenizas y por ello juro una venganza que continuaba hasta la fecha de la investigación. La segunda historia hablaba un trato que se habia creado entre la familia y aquel ser que se vio interrumpida por la continua decadencia en la creencia de prácticas paganas. Aquello también había desatado cierta venganza en un ser que deseaba algo que la familia no podía recordar.  

Pero el investigador las creía escusas y fabulas que intentaban justificar una mala suerte en su familia, junto a una falta de nacimiento que era muy común en ciertas líneas familiares que se avecinaban a su fin. De cualquier forma era claro que dios había abandonado a aquella familia a su suerte.

Podria continuar leyendo pero la caída del sol le hacia recordar el interruptor que habia hallado bastante lejos de cualquier ojos curioso aunque no lo suficiente para que la joven pudiera dar con él. Solo un toque basto para que un pequeño pasaje se abriera cerca, pero por la profunda oscuridad en este generaba cierta resistencia en explorarlo.

Leonor continuó leyendo sobre aquella curiosa familia y la supuesta maldición extraña que se cernía sobre ella. En el pasado hubiera creído que todo eso tan solo eran supersticiones que trataban de dar sentido al triste hecho de que la mala fortuna no les concedía una descendencia abundante, pero cuanto más leía, más extraño le resultaba que todos los miembros de la nobleza Amore se estuvieran extinguiendo sin excepción por falta de progenie. Ella había visto suficientes criaturas sobrenaturales como para intuir que algo de verdad había en aquellos axiomas familiares, así que decidió darle algo de crédito a lo que decían y continuar indagando.

Por todo ello, guardó muy bien en su cabecita los inicios de la maldición y las hipótesis sobre la misma, sin saber aun por qué le obsesionaba tanto llegar hasta el fondo del asunto. Nunca había visto a los seres mágicos de los que hablaban, pero por alguna extraña razón deseó conocer a alguno, aunque fuera de lejos para contrastar cuánto de verdad había en las escrituras del Tiepolo. También deseó haber estado en la Cartago de los libros, y se dijo a sí misma que más adelante buscaría más información sobre aquella misteriosa ciudad que había ardido y desaparecido en los albores del tiempo. Finalmente, fue el ser que demandaba un pago que la familia no recordaba, lo que más llamó la atención de la joven. Quizá más por lo misterioso de la afirmación que porque pudiera ser cierto, ya que las anotaciones y descripciones de aquella criatura mágica eran tan vagas, que daban pie a que su imaginación volara inventando diferentes criaturas sobrenaturales y distintos escenarios posibles.

Leonor continuó leyendo un poquito más, pero la falta de luz la obligó a detenerse si no quería que sus ojos se vieran perjudicados, por lo que, sin tener sueño aun por lo emocionante de la lectura, decidió probar suerte presionando aquel interruptor que había descubierto no hacía mucho, para ver qué sucedía.

De repente, una ráfaga de viento frío unida a la obscuridad más absoluta, hicieron que un escalofrío recorriera su columna vertebral sin remisión. Por un segundo permaneció detenida junto a la entrada secreta que se había abierto ante ella, sin saber si adentrarse en la oscuridad o quedarse donde estaba en la seguridad de su rincón conocido y de sus emocionantes libros. No obstante, su curiosidad fue más poderosa al final y, tras tratar de buscar una lámpara de aceite o alguna vela cercana de entre las paredes de la biblioteca, para encenderla justo antes de entrar en el pasadizo, entornó la puerta de tal modo que no pareciera abierta, pero bloqueándola con un taco de madera para que no se cerrara de golpe y la dejara atrapada en medio de la oscuridad.

La lectura le habia dado muchas cosas en que pensar junto con preguntas que bien podría responder en esta gran biblioteca pero que ella sentía que las mas importantes de ellas no podría responderlas aquí dentro. ¿Pero acaso esa atracción u obsesión con esa familia la haría olvidar su única familia para viajar a los lugares cercanos que se mencionaban en la investigación? En este momento era claro que no, pero nadie sabia como se movia el futuro de las personas o que podría llegar a pasar.

Aunque con la baja del sol y el descubrimiento de aquel pasillo tales pensamiento quedaron postergados. En cambio busco por los armarios utilizados por los escribanos y bibliotecarios hasta dar con el lugar donde se guardaban velas. Encender una nueva resultaba fácil al tener algunas viejas prendidas por lo que pronto se encontró de vuelta en aquella entrada oscura.

Por lo que podía examinar desde fuera parecían escaleras de piedra tallada, que daba una clara señal de que aquellas fueron elaboradas con cuidado aunque por el polvo y suciedad en ellas parecían no ser muy usadas. Por lo demás el espacio era algo pequeño, haciéndole imaginar a la pequeña que ahí podría caber un hombre grande pero que ciertos guerreros anchos de hombros estarían muy incomodos. La imagen de Konrad teniendo problemas para descender se le apareció rápidamente.

Cuando finalmente supo que no sacaría mas en la entrada, decidio descender a pesar de que su instinto le alertaba que no era algo correcto. Mientras bajaba de nuevo se dio cuenta de su poco uso cuando sintió ese arroma a encierro, junto con el polvo que le acaba en la nariz y boca dificultándole algo la respiración. Pero por lo demás la escalera se sentía muy segura debajo de sus pies, aunque el descenso estaba probando algo más profundo de lo imaginado.

Fue cuando noto una pequeña sala con varios pasillos que supuso que habia llegado al final de las escaleras. El lugar parecia una cueva por lo oscuro que se encontraba sino fuera por las paredes de ladrillo que se encontraban rodeándola a la pequeña por todas partes, percibiendo que el techo de por si era mas bajo y las muy separadas antorchas que iluminaban escasamente los pasillos. Podría seguir explorando aunque debía escoger entre cuatro pasillos que no parecían tener señalización alguna. Entonces noto también con algo de terror que no escuchaba nada ahí abajo, nada mas que su corazón que empezaba a latir con fuerza ante el lugar desconocido que habia encontrado.

Buscó cuidadosamente entre los muebles de la biblioteca para conseguir la luz deseada hasta dar con el cajón donde se guardaban las velas, pero procurando que nadie pudiera llegar a echar en falta aquellas que cogió, por lo que las colocó de tal forma que parecía que no faltara ninguna.

Una vez que se aseguró de este pequeño detalle, acudió hasta la entrada desde donde vio las escaleras de piedra que se le antojaban amenazadoras por alguna razón que su cabecita no era capaz de identificar. Lo primero que se le pasó por la cabeza, fue la pregunta de si este era el pasadizo por el cual uno de los vampiros de la reunión que presenció hacía ya unas cuantas noches, había usado para hacer su entrada triunfal y hacer creer a todos que tenía el poder de aparecer de la nada. Si este era el caso ¿Qué pasaría si se lo encontraba de frente? Un cosquilleo recorrió su columna vertebral, pero aun así su curiosidad fue más fuerte que ella, y la obligó a continuar con esta loca aventura que podía llevarla a su perdición, quizá por el pequeño tamaño de la entrada y por el hecho de que el polvo y la suciedad indicaban que nadie había pasado andando por aquel lugar en mucho tiempo.

Tras emitir un profundo suspiro para autoconvencerse, decidió finalmente descender con lentitud por las escaleras talladas en piedra, con cuidado de no caerse y usando un poco de las vendas de sus pechos para taparse la boca y la nariz del polvo que respiraba. Pero, una vez hubo descendido hasta la inmensa profundidad de aquel perdido lugar, se encontró con el dilema de qué camino escoger, puesto que en la pequeña sala en la que estaba, se abrían ante ella cuatro entradas diferentes que la desafiaban en el más absoluto silencio. Un silencio que jamás había percibido en todos sus años de existencia…

Finalmente, y armándose de valor, decidió escoger siempre la entrada situada a la derecha cada vez que el camino se bifurcara para no perderse. Así mismo, y antes de aventurarse a lo desconocido, cogió un poco de cera de la vela con una de sus diminutas ganzúas para no quemarse, y pintó la parte baja de la entrada del camino con una flecha improvisada y un número uno en números romanos, para saber que había pasado antes por ahí cuando desandara sus propios pasos.

El silencio dominante en la sala era aún más opresor que el polvo que la continuaba atacando en menor medida a pesar de las prevenciones de la pequeña. Incluso escucho con claridad  mayor a la que había esperado cuando dibujo aquel símbolo romano y la flecha.

Es por ese miedo de avisar su llegada que la joven se movió con cuidado hacia la derecha esperando así no perderse cuando tocara de nuevo escoger en una situación de varios caminos. El avance por aquel camino no llevo problema alguno para la joven, ya que el suelo no mostraba ninguna irregularidad al ser construido con ladrillos colocados con precisión adecuada. Mientras avanzabas te dabas cuenta como el camino se iba curvando aunque nada demasiado radical sino posiblemente separándose de los demás caminos.

Fue en el momento que su nariz sintió un olor distinto al de viejo y polvo, que se detuvo porque ya conocía aquel apestoso olor a muerte. Un olor que habías olido pero seguía siendo uno que la podía en alerta y la llenaba de desagrado. Solo su curiosidad la hizo continuar avanzando hasta llegar a una sala con una mesa central con un cuerpo humano abierto con una cicatriz desde el cuello hasta su sexo (masculino) y al costado una mesa con un libro grande cerrado.   

El resto de la sala se ve con facilidad, al estar esta mejor iluminada que los pasillos donde habia transitado ella. Era algo absurdo pero al parecer eso se tratyaba de una biblioteca subteraña o al menos eso parecía con las paredes de esa sala decoradas con estantes apoyados contra la pared.

Sentir el sonido de su propia respiración, el latido del su corazón o incluso los sutiles trazados en la pared, la inquietaron más de lo que quiso admitir y a punto estuvo de darse media vuelta para correr hacia la seguridad de la biblioteca sin mirar atrás. No obstante, su voluntad era más fuerte que todo eso, por lo que decidió continuar caminando con paso lento y seguro hasta llegar al final de aquel laberinto de piedra dura e inmutable.

De repente, un olor conocido inundó sus fosas nasales e hizo que un escalofrío la inundara y la obligó a detenerse. Tras pensarlo mucho, finalmente avanzó de nuevo para descubrir qué era lo que le deparaba aquel lugar, y cuál fue su sorpresa al contemplar aquel cuerpo mutilado sentado junto a una mesa rodeada de libros en las estanterías.

Su primera reacción fue llevarle una mano a la boca ante el horror de imaginar la muerte que pudo tener aquel pobre desgraciado, aunque pronto se repuso para acercarse hasta él y tratar de discernir el tiempo que llevaba muerto en aquel olvidado lugar. Estaba decidida a descubrir todo lo que pudiera sobre este misterio, por lo que también se acercó al enorme libro depositado sobre la mesa, para tratar de discernir qué secretos podría llegar a contener… Tan solo esperaba que el espíritu del desdichado hubiera encontrado descanso a pesar de no estar yaciendo en suelo sagrado y rogó a Dios para que no se le apareciera.

Al acercarse la joven se sorprendió al notar que a pesar del corte y de su olor el cuerpo no parecía demasiado podrido como se lo habría esperado. Incluso los órganos que se veía gracias al corte seguían viéndose bien, al menos para lo poco que sabía la joven sobre medicina. Todo bastante raro.

Mientras pensaba en ello se fue acercando al libro que no poseía título alguno, ni en su portada ni en el costado. Por lo que no tuvo idea alguna de lo que leería cuando lo abrió. Dentro habían anotados varias fichas de personas con descripciones físicas, nombres y fechas. De esas partes las descripciones físicas eran donde quien escribió el libro se enfocaba mucho mas, describiendo todo lo que poseían las personas incluyendo en su interior. Observando por arriba se deba cuenta que habían muchas personas descriptas pero no por eso el responsable era alguien desordenado sino que incluso parecia muy meticuloso.

Lo único que le aliviaba por el momento era que no sentía ninguna de las sensaciones que le venían cuando un espíritu se encontraba cerca. Por lo que por el momento parecia que se libraría de lidiar con aquel muerto.

La pelirroja inspeccionó el cuerpo de aquel pobre diablo y no pudo evitar sentir una curiosidad creciente. No era normal que un cuerpo en ese nivel de descomposición y conservación de los órganos llevara aquí mucho tiempo. Pero entonces ¿por qué parecía que llevaba toda la eternidad en aquel olvidado lugar? Procuró echar un vistazo a las ropas para tratar de deducir la época o, al menos la moda del momento, así como a buscar por la sala el arma que pudo acabar con su vida.

Una vez hecho todo eso, por fin se centró en el extraño libro situado sobre la mesa. Tras comprobar que no tenía nada escrito en la portada o en la contraportada, lo abrió con cuidado para descubrir con ello que las anotaciones estaban escritas en italiano y que parecían un estudiado compendio de descripciones físicas de varios sujetos de prueba. Puede que el que lo escribiera, estuviera generando nuevos sistemas de tortura para la santa inquisición o… quizá… hubiera atrapado a varios seres oscuros y se hubiera dedicado a diseccionarles, por lo que, con ese miedo en el cuerpo, se acercó un poco al rostro del cadáver para intentar encontrar los colmillos que había visto en Konrad no hacía mucho.

Después, seguiría leyendo el libro para intentar encontrar una relación entre las personas allí descritas, las fechas de la investigación, o para intentar encontrar una razón que le explicara el por qué de todo esto.

La búsqueda de la ropa no dio éxito, el tipo se encontraba totalmente desnudo en la mesa y por ninguna parte de la sala se encontraba ropa alguna. Tal vez quien había hecho esta examinación había desechado rápidamente la ropa para quedarse con lo que más le interesaba o al menos así lo adivinaba la joven por lo escrito en el libro.

Respecto al arma que acabo con aquel hombre, la joven no podía estar segura a pesar de tener algo de conocimiento médico. Sin embargo noto en el corte prominente del hombre como había sido realizado de una forma bastante prolija y tal vez con demasiada facilidad. Sin pensarlo mucho se puso a recordar a los carniceros que cortaban chanchos con cuchillos bastante afilados y por ahí ese fue el utensilio usado para hacer el trabajo. Por lo demás no encontraba marcas algunas de violencia en su cuello u otras partes del cuerpo, aunque bien el libro podría aclararle mas a la joven.

Tuvo que abrir un poco mas su boca para poder comprobar que no tenia colmillos grandes como los que mostro Konrad, sino los usuales que venían en los humanos. Aunque en ese momento tuvo una revelación que recién se daba cuenta a pesar de su buena memoria. La primera vez que conocio a Konrad este no tenia colmillos de vampiro, ni aun cuando la habia perseguido dejándola con la idea que podían achicarlos y que tal vez aunque no los viera en el hombre podían estar ocultos por lo poco que sabia de los vampiros.

Cuando finalmente volvió al libro empezó a leer buscando respuestas a varias preguntas que tenia en la cabeza. Un retroceso al principio indicaba al primer paciente como uno de treinta años atrás por lo que evidentemente fuera quien fuera llevaba tiempo en esto. Buscar una relación se volvió más complicado porque revisando el físico de todos encontrabas una gran variedad, incluso había mujeres anotadas en las fichas. Pero finalmente algo pareció coincidir, la muerte. Todos los sujetos habían muerto y la forma en la que murieron era anotada, con eso en mente fue hasta las últimas hojas para ver cual fue el final del sujeto frente a ella.

Se le paro el corazón, al parecer por lo que le habían dicho al autor del libro empezó a agitarse hasta que finalmente se cayó al suelo hasta con una mano buscando su corazón que ya no latia. Más allá de eso habían notas de revisión, incluyendo el corazón del sujeto tal vez buscando alguna razón de porque había ocurrido eso. Revisando mas atras al parecer habia hecho esos mismos estudios en personas con muertes mas claras como por ejemplo un horcado y una mujer acuchillada varias veces.

No pudo sacar nada en claro de las ropas, puesto que estas eran inexistentes. Así mismo, el corte que esa pobre alma tenía era demasiado perfecto, como si hubiera sido ejecutado por las manos de un experto. Quizá un hábil carnicero o un médico, aunque en ambos casos ese tipo de trabajos se le antojaban guiados por el mismo demonio a causa de la frialdad con la que estaban anotadas todas aquellas personas en el libro.

Tampoco encontró colmillos o nada que se le pareciera, aunque aquello tampoco era un condicionante de que no se pudiera tratar de uno de aquellos seres, puesto que realmente Konrad no siempre los mostraba, y podía esconderlos con el poder de su propia voluntad ¿Debería ahondar más en su dentadura? No… de momento dejó descansar a ese pobre hombre para centrarse en el terrible libro sobre la mesa.

Las palabras “paciente” o “sujeto” que pudo leer en aquellas ajadas páginas, le dieron una idea de que quizá sí que se encontraba ante un doctor desquiciado o un ansioso del conocimiento prohibido, que iba mucho más allá de los preceptos de Dios Todopoderoso. Tampoco pudo encontrar nada que relacionara entre ellas a las personas allí descritas, e incluso se horrorizó al descubrir que no tenía ningún tipo de escrúpulos ni ante hombres de todas las edades, ni ante mujeres.

Entonces, un escalofrío recorrió su columna vertebral al pensar que el que había hecho todo esto podía merodear por las cercanías e intentar atraparla. Ella había visto el polvo de la sala y se daba cuenta de que no había sido pisada en mucho tiempo, pero aun así la inquietud la embargó, sobre todo por el hecho de que aun no había revisado las otras habitaciones en aquel macabro laberinto de piedra.

Su primer impulso fue salir corriendo de allí, pero de nuevo la curiosidad le pudo, por lo que se dirigió hacia la estantería donde otros libros se encontraban cuidadosamente ordenados en los anaqueles, e intentó ahondar en su contenido para saber qué clase de información prohibida guardaban.

Tan solo esperaba que el responsable no apareciera nunca, o que hubiera muerto tiempo atrás…

Su primera búsqueda la llevo a libros que compartían el mismo formato que el que se encontraba en la mesada cerca del cadáver. En tu mente se imaginaba encontrar algo parecido a lo que ya habias visto y al final tuvo razón. Habian unos cuantos libros con las mismas investigaciones aunque se notaba que la letra era diferente y algunos, en vez de una descripción demasiada detallada como en el del libro anterior, habían dibujos de artistas macabros que no se autocensuraban de ninguna manera.

Los demás libros probaron ser algo extraños ya que entre ellos había manuscritos que hablaban de dios, tanto del cristiano como del musulmán viviendo en una armonía inusual. Aunque junto a ellos aparecían dioses que la joven no conocía y lo único que sacaba eran que venían de un esté muy lejano. Pero entonces un libro que parecía armado de una forma bastante pobre con unas hojas que se salteaban bastante entre ellas, dejándolo como un libro incompleto. Sin embargo a diferencia de los otro que habia tenido en su mano este libre por alguna razón se sentía mas pesado y generando algo dentro de ella que parecia ser respeto junto a temor. Se titulaba el libro de Nob.

La joven no se habia decidido si leeria o no aquel libro cuando escucho un ruido, un ruido que en todo el silencio de aquel laberinto de rocas era facil de distinguir. La puerta secreta se habia cerrado pareciendo no haber hecho efecto alguno la traba colocada por la joven. Aunque tambien cabia la opcion que alguien la habria quitado. Sin embargo ahora sin saber bien lo que habia pasado la joven se encontraba encerrada en aquel oscuro lugar.

Leonor no lo entendía. ¿Es que acaso había más de una persona haciendo estas atrocidades? Los diferentes tipos de letras y las descripciones con ilustraciones que encontró en los tomos dispuestos en las estanterías, así lo indicaban. No pudo evitar santiguarse ante aquellos atroces actos mientras miraba espeluznada los dibujos y leía las acciones de aquellos monstruosos e insensibles copistas.

El resto de libros le parecieron sumamente extraños y comprendió al instante por qué estaban escondidos en un laberinto subterráneo en lugar de a disposición de todo el mundo. Aquellas ideas y mezcolanza de religiones podría ser considerada una herejía como mínimo, e incluso a ella misma, que se veía como alguien bastante abierto de miras, le costaba no sentirse reacia ante algunos conceptos sobre Dios o sobre la idea de que pudiera haber más de una Deidad, tal y como aquellos libros predicaban.

Pero no fue hasta que sus manos no tocaron aquel extraño libro en cuya portada se podía leer claramente “El libro de Nob”, que su corazón dio un pálpito sin que pudiera llegar a entender el por qué.

Estaba a punto de abrirlo movida por su curiosidad, cuando el inconfundible sonido de la puerta secreta al cerrarse, la llenó de estupor. Rápidamente su pequeña mente comenzó a pensar en el peor escenario posible, por lo que, su primer impulso fue tratar de salir de allí lo más rápida y sigilosamente que le permitieron sus pies, no sin antes guardarse aquel misterioso libro por alguna razón que no terminó de comprender.

Si la única puerta que conocía estaba cerrada, lo más seguro era que el autor de aquellos libros viniera desde esa misma dirección. Por lo que, tras pararse a escuchar o ver cualquier rastro de luz durante un par de segundos, decidió tomar esta vez los pasillos de la izquierda, apagando su vela para evitar revelar su posición y tanteando las paredes si fuera necesario, a pesar de estar totalmente aterrada en medio de la oscuridad.

Si bien el libro le daba cierta curiosidad que no entendía, tambien la ponía muy nerviosa haciendo incluso que de alguna forma sintiera su cuerpo más pesado y frio. Pero en ese momento la joven no le dio importancia sintiéndose mucho más amenazada por quien habia cerrado la puerta, aunque no tuviera pruebas que habia sido hecho por alguien o solo fue un mecanismo automático de la puerta.

Luego de apagar su vela para no revelar su posición empezó a avanzar por el pasillo con cuidado y silencio, el absoluto silencio volvió ese lugar por un momento. Sin embargo pronto capto unas pisas que sin saber la razón se detuvieron por un instante antes de volver caminar un poco mas y detenerse de nuevo esta vez por un momento más largo. Finalmente escucho de nuevo los pasos que empezaron a volverse más difíciles de escuchar.

La joven no supo por qué se sentía tan extraña ante la presencia de aquel libro que apenas estaba bien encuadernado. No obstante, no tenía demasiado tiempo para pensar en ello puesto que los ruidos de pisadas apresuradas que percibía en los pasillos no podían ser otra cosa que la presencia de un desconocido acercándose hasta su posición… o deambulando por las frías estancias, por lo que debía esconderse cuanto antes si no quería acabar como el pobre desgraciado sentado en la silla… o como todos los anteriores.

Aquel lugar era un callejón sin salida que, a causa de la iluminación, no le dejaba demasiados sitios donde esconderse, por lo que la opción más sensata era salir de allí cuanto antes, tratando de ocultar su cuerpecito en el rincón más oscuro y recóndito de aquel subterráneo y esperar a que quien fuera que estaba allí, se rindiera y se marchara.

Con ese pensamiento en la cabeza, y bastante nerviosa por las acciones del desconocido, Leonor escogió a oscuras el pasillo de la izquierda, moviéndose despacio para no revelar su posición, tratando de hacer el menor ruido posible y controlando su respiración todo lo que pudo.

Leonor había escogido no dirigirse directamente a la salida razonando que quien estaba ahí se encontraría esperándolo y eso pareció más posible cuando viendo a las supuestas escaleras que llevaría a la salida se encontraban mucho mas oscuras. Haciendo ver ese supuesto camino corto como la entrada a una cueva sin fondo.

El pasillo que termino utilizando no estaba mejor, pero tenia algunas antorchas que permitía ver una pequeña cantidad cosas que tenia por delante. Igual lo mas importante mientras avanzaba eran las pisadas de aquel sujeto que empezaban a sentirse a la cercanía, haciéndola pensar que de alguna forma la estaría siguiendo aunque la forma en que sonaba no podía estar del todo segura.

Entonces pronto sus ojos se agrandaron cuando por fin su pobre vista se adaptó lo suficiente para notar que no la seguían, sino que por una extraña circunstancia parecía como si ella lo siguiera a él notando la espalda desnuda de aquel sujeto. Era claro por el color de su piel que este ser no tenia mucha exposición al sol y posiblemente estuviera aquí desde mucho tiempo, aunque mucho de eso no podía ver solo con su espalda. Pero el terror empezó a formarse en ella recordando a aquellas criaturas de la secta.  

Sin embargo cualquier pensamiento de ella termino al escuchar como el hombre empezaba a olfatear con fuerza y el ruido en su nariz se dejaba escuchar en aquel silencio. “Que silencioso eres…” dijo con una voz rasposa antes de darse vuelta en un instante dejándole ver aquel delgado rostro arrugado y seco, pero con unos oscuros ojos que mostraban una decisión que preocuparía a cualquiera que terminara al final de aquellos ojos.

Sin mayor advertencia dio un rapido golpe de costado que planeaba hacer impacto en el rostro de la joven.

La entrada a la salida se había oscurecido tanto que daba miedo, aunque realmente Leonor ya no sabía qué era lo que más le asustaba de esta situación.

Los pasos del sujeto no hacían sino incrementar su nerviosismo a pesar de que intentaba caminar haciendo el menor ruido posible. No obstante el eco de las pareces hacía imposible que pudiera saber a ciencia cierta de donde provenía el sonido exactamente, por lo que localizar a su perseguidor se convirtió en una tarea totalmente imposible.

Cuando por fin sus ojos se ajustaron a la excasa luz de la instancia, casi dio un grito al comprobar que, por alguna broma del destino, en lugar de escapar del extraño, estaba dirigiéndose hacia él. Aunque el miedo se incrementó al percatarse de que no tenía ninguna ropa que cubriera su espalda y que el color de su piel era tan blanco, que dudaba que fuera humano.

No fue hasta que sintió como olfateaba el aire, descubriendo con ello su posición, que Leonor no reaccionó, esquivando el puñetazo que iba dirigido directamente a su rostro por muy poco, y olvidando cualquier intento de sigilo, para tratar de salir corriendo de allí con ayuda de su memoria prodigiosa, en dirección hacia la única salida que conocía como alma que llevara el Diablo.