Partida Rol por web

El golpe estuvo mas cerca de lo que ella quisiera de impactarle, incluso aun con ese fallo sintió con las ondas que creo su movimiento como aquel ser no parecia haberse contenido nada con ese golpe casi sorpresa.

“Eres rápido…” describió el hombre que seguía mirándola con firmeza “Huyes sin pensarlo dos veces, acaso…” continuo el hombre con aquella voz rasposa como si la estuviera analizando y dejando salir sus pensamientos. Aunque las palabras que siguieron no terminaron llegando a la joven que corriendo con toda la velocidad que le permitia su cuerpo se alejó de aquel hombre.

Pronto llego al área oscura donde sabia muy bien que estaba la salida, gracias a su mente ya que su vista tenia bastante dificultad para encontrar alguna referencia de que tenia frente a ella. Todo debería ir sencillo según su mente, pero en aquella oscuridad no lograba coordinar tan bien como quisiera sus piernas dándose golpes contra los escalones o pisando mal a veces. Se encontraba muy nerviosa para pensar bien sus recuerdo, debía tranquilizarse si quería subir bien o arriesgarse para seguir siendo rapida.    

Pero aquel posiblemente no fuera su único problema con su mente tratando de recordar si habia algun botón de este lado para abrir la puerta, ya que sino debería ponérselo a buscar mientras el sujeto ese estuviera detrás de ella.

Por unos segundos se vio en el suelo derribada por aquella criatura que parecía increíblemente más fuerte que ella, pero de nuevo su agilidad la salvó de caer de bruces, posiblemente con la nariz rota.

Pero Leonor no se paró a pensar demasiado en que casi había podido sentir las ondas de fuerza de aquel puñetazo junto a su rostro. Ni siquiera esperó a escuchar todo cuanto le decía. Sus pies reaccionaron movidos por el miedo, y se encontró huyendo en la oscuridad en dirección a ña única salida que conocía, a pesar de que su subconsciente le gritara que la puerta había sido cerrada y que probablemente no tuviera ningún tipo de escapatoria.

Al llegar al área de oscuridad absoluta, tan solo su memoria consiguió guiarla por los corredores. No obstante, el pánico unido a su carencia total de visión, hicieron que sus piernas se golpearan repetidas veces con las paredes, y a punto estuvo de intentar arrastrarse a gatas para evitar hacerse aun más daño. Tan solo esperaba poder encontrar el botón que abriera la puerta de salida y la sacara de aquel lugar de pesadillas, antes de acabar en las manos de la criatura que le pisaba los talones.

Si bien hubieron algunos golpes y tropiezos ella misma calculaba que su velocidad no habia bajado demasiado hasta donde fuera mas fácil de atrapar pero igual lo sentía demasiado cerca como si respirar en su nuca.

Mientras ascendía su mano iba tocando las paredes, para no perder el equilibrio, tocando una mas suelta que todas las demás en la pared. La piedra no era muy grande y estaba segura que aun con luz estaría bien escondida. Lo que tambien era extraño era que no se encontraba cerca de la puerta pero a la vez tampoco muy lejos solo lo suficiente para cualquiera que fuera a buscar el botón cerca de la puerta se encontrara perdido.

Sin demora oprimió el botón comenzando a escuchar antes que esta se abriera los mecanismos usados para mover esa falsa pared. Pronto vio la luz al final del pasillo. Aunque demasiado alegre con esa visión no noto cuando el sujeto se le coloco lo suficiente cerca para ir por sus talones al mismo tiempo que ella se emprendía a continuar corriendo. Pronto se encontró cayendo en los escalones con la fuerza de la gravedad y empezando a ser arrastrada sin delicadeza alguna con los pies tomados.

“Tienes piernas bien entrenadas y eres astuto para encontrar el botón….” Dijo con su voz rasposa. “Eres un ladron peligro.” Sentencio mientras sin que no lo vieras se dirigió al botón para que la puerta de nuevo comenzara a cerrarse.     

Leonor se movió todo lo rápidamente que le permitió la oscuridad que la rodeaba, con el pánico de no poder saber a ciencia cierta dónde se encontraba su perseguidor, y raspándose con las paredes sin que aquello le importara demasiado.

El tiempo no estaba de su lado, por lo que se esforzó por recordar la forma de la piedra viva que había memorizado justo antes de bajar los pasadizos cuando aun tenía la vela encendida. Su memoria no le falló tampoco esta vez, por lo que pronto consiguió encontrar el mecanismo para abrir aquella puerta secreta, rezando para que el ser que la seguía no pudiera atraparla.

Su corazón estaba a punto de salir de su pecho cuando un hilo de esperanza se forjó al ver como la luz de la salida volvía a inundar la estancia. Casi pudo sentir que la libertad estaba al alcance de su mano cuando se dispuso a correr lo más rápidamente que sus piernas le permitieran… Pero toda esperanza desapareció, cuando sintió como agarraban su tobillo y como caía de bruces, mientras era arrastrada hacia el interior de aquel macabro laberinto sin miramientos.

El pánico la invadió y no dudó un instante en revolverse cual anguila para soltarse de la presa antes de que la puerta se cerrara del todo y no tuviera forma alguna de escapar de allí. Tenía la esperanza de poder saltar al interior de la biblioteca justo cuando la puerta secreta se cerrara y contar con el tiempo que su perseguidor necesitaba para volverla a abrir, para poder escapar lo más lejos posible del lugar.

Llena de adrenalina como estaba y poniendo todo su empeño para librarse del agarre del hombre resulto dar un éxito que no podía creerse. Sus pies pronto se agitaron de tal forma que se vio obligado a abrir las manos lo suficiente para que ella pronto sacara ambas piernas de las manos de él.

“Ni así te quedas quieto…” comento el hombre fastidiado. Pero antes de que pudiera seguir hablando la joven empezó a largarse lo más rápidamente posible hasta la entrada que si bien le daba algo de luz también se cerraba

Los segundos donde la pequeña corrió parecieron eternos y a la vez se veían como insuficientes para la joven que en un último salto atravesó la puerta sintiendo que esta había comido su pie. Sin embargo revisando debajo de ella notaba que no habia sido asi, suspirando alivia pero dándose cuenta que esto estaba lejos de terminar.

Quizá fue la fuerza del miedo o su instinto de superviviente, pero la joven huérfana consiguió zafarse del férreo agarre del ser que estaba a punto de privarla del único acceso al exterior y probablemente de su vida.

Afortunadamente pareció que aquel hombre no se esperó su reacción, por lo que, cuando por fin logro que su tobillo se escurriera de entre las manos del desconocido, la asustada dama de cabellos de fuego se puso en marcha los más rápidamente que le permitieron sus piernas para saltar al otro lado de la puerta antes de que esta se cerrara justo frente a ella.

Casi suelta un grito de triunfo al llegar al otro lado. No obstante, no había tiempo que perder, por lo que, poniéndose en pie con toda la agilidad con la que contaba, corrió hacia la ventana que utilizaba para entrar y salir furtivamente de la inmensa biblioteca. Tenía que escapar antes de que su perseguidor la viera, aunque algo le decía que ya nunca podría volver a dormir en su templo de sabiduría nunca más… y se le habrían saltado las lágrimas de la pena si no hubiera estado tan aterrorizada.

Finalmente fuera de esa mazmorra la joven decidió en contra de quedarse quieta apresurando sus pasos al segundo piso de la biblioteca donde esperaba aquella ventana que había utilizado en un principio para meterse en la gran Biblioteca.  Era raro pero no escuchaba que se estuviera abriendo la puerta secreta tras ella, como si el hombre habia debido no seguirla o tal vez por alguna otra razón.

Pero eso no importaba ahora que se encontraba en el borde de la ventana donde tuvo que correr a un par de aves antes de realizar su salida de vuelta al mundo exterior. La joven se encontraba triste por lo que fue el final de uno de sus refugios mas queridos por ella. Un refugio que poco se comparaba con los demás, aunque ya no habia sentido en pensar en ello o en como su curiosidad parecio arruinar aquel paraíso para ella.

Cuando termino pisando el suelo fuera de la biblioteca, se quedo quieta mirándola una ultima vez antes de darse cuenta como un vagabundo se encontraba mirándola. “Hola…” le saludo con una voz baja y un gesto de la mano. “¿Paso algo?” preguntó el hombre que solo dejaba ver su sexo por su voz, viéndose totalmente cubierto de ropa sucia y gastada. Era extraño pero su voz no era para nada relajante pero la joven empezaba a sentirse mas relajada mientras se encontraba con él.

Tenía que salir cuanto antes de allí si no quería acabar abierta en canal como el pobre hombre del subterráneo o algo peor. En su carrera apresurada tuvo tiempo de percatarse de que la puerta no se había vuelto a abrir aunque, con el miedo que tenía, no quiso arriesgarse a intentar averiguar por qué, y tan solo rezó para que no la viera alejarse por su ventana “especial”.

Aquellos pájaros parecieron entorpecerle momentáneamente la huida, mientras se deslizaba por las baldosas con cuidado de no romper nada y de no caerse. La tristeza la embargaba, pero en su fuero interno se dijo a si misma que, aunque no pudiera dormir en la biblioteca, posiblemente podría colarse ciertas tardes donde no había nadie para poder echar un vistazo a aquellos maravillosos tomos que parecían llamarla a pesar del peligro que posiblemente correría.

Pero ahora no podía dedicar el tiempo a esos pensamientos, puesto que su prioridad era alejarse lo más rápidamente de allí y, una vez a salvo, debía buscar un lugar donde pasar la noche que no resultara demasiado peligroso. No obstante, tras poner un pie en la piedra del callejón de la plaza, una extraña voz la sobresaltó haciendo que se pusiera en guardia de inmediato, para acto seguido sentirse extrañamente tranquila en su presencia.

-Lo de siempre, amici. Que los sin techo como nosotros nunca tenemos suerte – Le respondió con una sonrisa forzada de frustración y los ojos vidriosos por lo que había perdido. Su instinto le decía que debía tener mucho cuidado con ese hombre, aunque de momento no hubiera motivos para ello y achacara que su cuerpo se sintiera más relajado a un bajón de adrenalina – He de irme ya, pero antes toma – dijo al tiempo que le lanzaba uno de sus preciados grossos al vagabundo justo antes de darse media vuelta y disponerse a salir de allí para evitar que el ser de los pasadizos la atrapara – Al menos uno de los dos será afortunado esta noche.

Acto seguido le saludó con la mano mientras echaba a correr por los callejones, en busca de un lugar donde poder dormir.

“¿Es frustrante cierto?” fue su respuesta ante las palabras de ella y la forma en la que se veía con tanta tristeza. El hombre pareció atento a tus movimientos atajando con una de sus manos que parecían deformes la moneda que le lanzaste. “Gracias, eres muy generoso.”

“Cuando volvamos a vernos, te pagare este favor!” le prometió en voz alta mientras ella se retiraba del lugar.

Afuera seguía sin ser perseguida o eso parecía, el vagabundo del callejón se quedó en su lugar por lo último que viste de él. Ahí en la plaza las personas seguían andando aun cuando la noche había caído sobre ellos, algo que no era raro para la joven pero si para alguien que fuera extranjero en estos lares.

-Ojalá pudiera hacer más por ti – respondió sintiendo de alguna forma que aquel hombre estaba peor que ella a causa de la enfermedad que seguramente había sido la causante de que sus manos quedaran en aquel estado – Cuídate, amici. No hay nada que pagar. – Le dijo mientras se alejaba de allí trotando, pensando donde pasaría el resto de noche que aún tenía por delante.

Mientras caminaba por los callejones de una Venecia que casi nunca dormía realizando varios giros para no ser detectada por su posible perseguidor, la joven pensó que, a falta de otro sitio, bien podría intentar dormir en el escondite que ella y su hermano habían encontrado y donde aún guardaba ciertas pertenencias de él que no deseaba tirar, junto con el dedo del pobre padre Vico.

¡Además! Tenía que leer las gastadas y roídas páginas del escueto libro que, según ella, tenía mucho que ver con lo que le había sucedido. A decir verdad, y aunque su espina dorsal sitiera un escalofrío con la mera idea de ojearlo, la curiosidad volvía a apoderarse de ella, por lo que estaba segura que esta noche seguramente no podría dormir demasiado.

Con esos pensamientos en mente, se acercó a su refugio secreto libre de los ojos curiosos de los transeúntes, se sentó con los pies cruzados y lo abrió por la primera página, esperando que no fueran más descripciones de las diferentes formas de morir que un hombre podía experimentar.

El camino hacia el refugio ocurrió con una facilidad de alguien que conoce las direcciones de esta ciudad y conoce como debe comportarse uno a estas horas. Como habia hecho muchas otras veces la joven se concentró en su camino, ignorando a las demás almas que transitan por las calles sin meterse en los asuntos de ellos. Algo que le habia enseñado su hermano al poco tiempo en esta ciudad.

Al llegar si bien su idea era ponerse a leer con la luz que contaba aquel extraño y funesto libro, todo cambio cuando noto algo que no debía encontrarse ahí. La joven quedo paralizado por un buen tiempo cuando encontró aquel cuerpo de un joven un poco mayor a ella, por su posición no le parecía dormido aunque habían veces que los sin techo podían tener facilidad de dormir en cualquier posición pero con el espacio que tenia no lo creía necesario. Ademas también estaba el olor parecido al de la biblioteca debajo de la biblioteca con el hombre cortado, pero este desprendía un olor peor que empezaba a causarle muchas nauseas.

Sin embargo no podía retirarse pensando en el collar, pero más importante en la identidad del joven que por lo poco que veía se parecía a su hermano. ¿Lo seria?

Leonor no tuvo problemas en llegar a su lugar secreto incluso con las vueltas que dio para evitar ser perseguida. Despues de todos sus esfuerzos no creía que la hubiera seguido nadie, aunque ya no podía estar segura de casi nada.

Cuando llegó, un nauseabundo e inconfundible olor hizo que se parara en seco y pronto descubrió al cuerpo que yacía boca abajo justo allí en una postura imposible, en un evidente estado de descomposición.

Su primera reacción fue apartarse, pero era realmente extraño alguien estuviera en ese lugar ¿Acaso alguien le había intentado robar el medallón? ¿o quizá se trataba de su hermano Theo que había regresado? Por las ropas quizá pudiera ser, y un miedo atravesó su corazón al tiempo que su estómago se le revolvía.

Casi con lágrimas en los ojos, se acercó lentamente hasta él y le dio la vuelta con el primer palo u objeto largo que pudo encontrar. Aun recordaba la advertencia sobre las enfermedades, por lo que no deseaba tocar el cuerpo con las manos, hasta no estar segura de que se tratara de su querido Theo.

Tras dar con un palo dio vuelta a aquel individuo que extrañamente se lo notaba endurecido en cierta forma. De cualquier manera eso solo genero solo un poco más de peso, pero igual no impidió que pudiera darlo vuelta. Cuando finalmente lo dio vuelta los ojos fueron por todos lados en ese cuerpo, creciendo sus nauseas hasta el límite.

El cuerpo por fortuna no era el de su hermano, sino de un joven que no reconocía. Lo que si reconocía bastante era el aspecto que tenía este en cierto modo, tantas veces había visto ese estado de desnutrición casi extremo en jóvenes de la calle pero sumado a eso estaba la piel descompuesta que daban origen de aquel horrible olor. Era claro que antes de morir había contraído una enfermedad importante que posiblemente lo llevo a la muerte, pero ese grado de descomposición era demasiado avanzado con mucha de su piel faltando y a la vez viéndose inflado en forma anormal.

Sin embargo buscando cualquier razón para ese estado encontró en su boca extraños pelos que no eran propios del chico, sino de una rata que habia quedó atrapada en su mano tras su muerte. La rata como el hombre encontraba tambien en un estado descomposición con la mandibula desaparecida y pelada en muchas partes, junto con una gran herida en su lomo que suponías se trataba del lugar donde habia sido mordida.

Tras un momento donde estuvo mirando con desagrado toda esa escena, no pudo resistir más alejándose y vomitando la poca comida que había consumido aquel dia. Casi cayendo al suelo del revuelto en su estómago.

En ese momento recordó el dedo del padre Vico que ella se había quedado y lo que había escuchado que le habia pasado a este. Por lo que se le ocurrió que entendía que había causado todo esto.

Pese a que se había mentalizado psicológicamente para lo que estaba a punto de ver, nada la salvó de sentir el horror en sus carnes y como su estomago se revolvía de forma inmediata. Aquel pobre chico no era su hermano, pero el estado en el que se encontraba hizo que Leonor se tapara la boca con la mano casi al borde de soltar la poca comida que tenía en el estómago.

Estaba claro que el chico que tenía ante ella era alguien tan famélico, que seguramente habría estado acostumbrado a vivir en las calles sin nada para poder comer. Asimismo no había duda de que se había encontrado terriblemente enfermo antes de morir, y el miedo de que hubiera podido tratarse del dedo del padre Vico atravesó su espina dorsal con un terrible escalofrío de culpa y miedo a partes iguales.

No obstante, ella no había dejado de acudir a su refugio durante tanto tiempo, y por el estado del cadáver, lo más seguro fuera que llevara más de tres días fallecido. Entonces ¿Qué había pasado? ¿Es que acaso alguien le había arrastrado hasta allí por ser un lugar tan apartado que nadie lo descubriría, o quizá la enfermedad había corroído su carne tan rápidamente que parecía muerto desde hacía mucho más tiempo del que realmente era?

Pero finalmente, cuando descubrió aquella rata podrida en manos del muchacho, la cual parecía haber sido su última comida antes de morir, las náuseas pudieron con ella haciendo que se diera la vuelta apresuradamente, justo antes de vomitar hasta el último contenido que aun guardaba en el estómago.

No se sentía para nada bien, pero tenía que descubrir qué había sucedido con el dedo del sacerdote y comprobar que su medallón siguiera donde lo había dejado. Por lo que, envolviéndose la mano en un paño para intentar no tocar nada más allá de lo necesario, se acercó esquivando al pobre muchacho y conteniendo la respiración hasta la baldosa secreta, para intentar averiguar qué había en su interior. Suponía que, si aquel dedo era el responsable de la enfermedad, jamás podría darle descanso al padre Vico tal y como habría sido su deseo, y lo mejor sería quemar tanto aquella fatídica falange como al nuevo cadáver que se hallaba en el callejón…. Si, definitivamente esta no era su noche de suerte. Había perdido sus dos rinconcitos favoritos en un abrir y cerrar de ojos y se encontraba en peligro de contraer una enfermedad que acabara con ella como lo había hecho con el pobre diablo allí tirado. ¿Acaso algo más podía salir mal?

El olor del cadáver ahora sumado al del vomito causado hace poco no la hacia sentir nada bien, sino mareada con cada paso que daba. Sin embargo con bastante precaución pudo esquivar aquel cadáver y revisar su escondite secreto.

Estaba abierto aunque fuera por una pequeña ranura, amplio mas para revisar lo que podía faltar. Dentro solo encontró el collar que le habia robado a Sabino, algo que la reconforto ni bien lo sostuvo con su mano pero del dedo no habia señal.

Ahora más que antes las sospechas de que fuera un incidente causado por el dedo  aumentaban y con ello que la enfermedad que advirtió aquel monje se empezara a propagar, por lo que la joven deberia hacer algo que posiblemente tuvo que haber realizado antes. Pero acaso se dispondría a quemar todo o seguiría investigando y si era lo primero debía pensar bien como lo haría, por la posibilidad que alguien la detuviera antes de terminar el trabajo.

Le costó muchísima fuerza de voluntad poder llegar hasta su escondite sin volver a vomitar. Casi hubiera deseado no tener que respirar, y cuando abrió la losa suelta, sus peores miedos referentes al dedo de Vico se hicieron realidad, puesto que a pesar de que su extrañamente preciado collar sí que estaba en el mismo sitio, la falange del difunto había desaparecido.

No pudo sino pensar en lo estúpida que había sido al querer concederle sagrada sepultura y en la poca importancia que le dio a la idea de una epidemia, achacando su muerte más a un asesinato premeditado, posiblemente de naturaleza sobrenatural, que a una enfermedad fulminante que pudiera propagarse de alguna manera. Aunque ahora, ante esta terrible escena, se sintió terriblemente mal al creerse responsable de la posible muerte del muchacho que se encontraba allí tendido, por lo que se dijo a sí misma que debía evitar por todos los medios que aquello se extendiera de alguna forma.

Al estar el medallón allí, podía perfectamente descartar a un ladrón, por lo que lo más probable es que la rata abriera la trampilla para comerse el dedo, y el muchacho tuviera la mala fortuna de querer alimentarse del animal enfermo. Dudó unos segundos antes de decidir mirar en las fauces del roedor, de nuevo usando el palo con sumo cuidado para no contagiarse de nada, suponiendo que seguramente habría algún resto en su boca.

Sabía que tenía que quemar el cuerpo hasta que no quedara nada a pesar de que aquel acto era una depravación en si misma a ojos de Dios, pero arrastrarlo era algo imposible, por lo que agradeció enormemente que su refugio estuviera tan alejado de cualquier vivienda o zona transitada y buscó en los alrededores alguna caja u objeto para cubrir al muerto y ocultar el fuego que generaría, al menos hasta que fuera demasiado tarde y no quedara nada de él. Posteriormente apartó cualquier objeto que pudiera propagar el fuego y causar un incendio y, tras rezar una oración por el difunto, encendió la vela que aun llevaba encima de la biblioteca y procedió a prender el cuerpo por el máximo número de zonas posibles.

Lo que quedaba de la boca de la rata, que estaba muy derruida, fue fácil de abrir aun con una herramienta tan poco precisa como un palo. Dentro no encontraba rastros del dedo, pero no habia razón en su mente para dudar de la teoría que habia pensado. Aunque por un momento parecia que quedaría con la intriga pero hallo luego de mover un poco el cuerpo, parte del dedo del sacerdote. Se le notaba su hueso podrido, dejando poco a la imaginación.

Cuando toco prender fuego el cadáver no fue tan sencillo como ella pensaba sin los demás materiales que podría dispersarlo. Si bien la ropa encendía el resto no ayudaba en nada, e incluso solo empezaba a producir un olor nauseabundo que la hacía recordar cómo se le revolvió el estómago antes.

Finalmente tras un tiempo mas largo del planeado y agregando mas cosas al cadáver las velas comenzaron a realizar su cometido dejando que una gran llama empezara a rodear aquel cadáver que pronto dejaría de existir por el bien de la ciudad que habitaba la joven.

Meditando un poco en lo que paso observo el medallón, pensando en la culpa que llevaba ella por todo lo que habia pasado y comprendiendo tal vez los fallos para no volverlos a realizar. Colocandose el medallón observo el fuego tomando volumen, pronto vendrían los bomberos o algunos habitantes de aquí para apagarlo.  

Las nauseas no se habían mitigado, y el hecho de tener que buscar el dedo en las fauces de la rata, tampoco es que ayudara demasiado. No obstante, cuando se hubo cerciorado de que tanto el difunto, como el roedor, como el dedo causante de todo estaban reunidos en el mismo punto, Leonor no tardó en prenderles fuego, bastante nerviosa por el hecho de que no se quemaban a la velocidad que había esperado en un principio.

Tenía que asegurarse de que quien fuera que se acercara para intentar apagar el fuego, no trataran de tocar al muerto, por lo que, utilizando el palo que aun tenía, escribió en la tierra la palabra “PESTE” y su símbolo correspondiente destinado a quien no sabía leer, bien grande y bastante visible, para alejar a los incautos.

Después, tras observar su medallón mientras meditaba comida por la culpa, se dijo a sí misma que jamás desoiría una advertencia tan peligrosa sin asegurarse de que quien la hiciera pudiera tener razón.

Antes de que nadie se acercara al lugar, la joven recogió todas sus cosas, echó un último vistazo al pequeño santuario que tenía con Theo y decidió esconderse en algún lugar observando para ver quien acudía, y para saber si su idea tenía éxito el tiempo suficiente para que las llamas lo purificaran todo.

Todos los preparativos estaban hechos por la pelirroja, por lo que debía sentirse algo mas segura de que saldría bien esto.

Encendida como estaba vio el fuego elevándose y tomando más protagonismo en aquella noche que recién comenzaba. Fueron tras varios minutos que por fin sintió la presencia de otro ser humano, a través de gritos de advertencia del fuego a demás personas que Vivian por ahí. Pronto esos gritos fueron acompañados por otros de miedo y maldiciones, empezando a organizarse unos pocos segundos después empezó a haber organización por parte de unos cuantos que terminarían hacían de bomberos en ese momento.

Por otro lado el anuncio de Peste de la pequeña no fue ignorado por todos y por un momento los dejos detenidos a todos desconociendo como proceder ante eso. Pero cuando el fuego comenzó a avanzar empezaron a traer los baldes con agua para irlo apagando.

Leonor permaneció oculta en su escondite para cerciorarse de que el cuero se quemaba correctamente y que ningún incauto trataba de apagar el fuego antes de tiempo. Desde el pequeño rinconcito oculto en el que estaba, su corazón se aceleró al pensar que algo podría salir mal y algún otro inocente pudiera caer presa de la enfermedad. A decir verdad, ni siquiera sabía si ella misma podía estar enferma en estos momentos a pesar de las precauciones que había tomado, aunque ya nada podía hacer salvo continuar con su plan y ver hasta el final como el cadáver era pasto de las llamas.

Cuando finalmente la gente empezó a acudir al lugar, la pelirroja dejó escapar un suspiro de alivio al darse cuenta de que su mensaje había surtido el efecto deseado. Aun así permaneció un poco más hasta que estuvo totalmente segura de que aquel pobre chico no podría causar daño a nadie, y una vez contemplada la escena, consideró que había llegado el momento de retirarse.

Ahora no tenía a donde ir, por lo que la idea de refugiarse en la posada de Piero pasó fugazmente por su cabeza, para, posteriormente encontrarse pensando en Konrad y sintiendo como sus mejillas se encendían involuntariamente. No obstante, tras aquellos segundos de debilidad, la muchacha decidió dirigirse a aquel pequeño rincón debajo de la balconada que una vez le había sugerido a Imanu, lo suficientemente estrecho como para que un adulto no pudiera entrar, pero lo bastante seco para ella. ¿Quién sabe? Quizá allí pudiera leer por fin ese misterioso libro que había caído en sus manos.