Partida Rol por web

La jovencita sopesó rápidamente sus opciones y, dándose cuenta de que no tenía mucho que discutir con el joven guardia hasta que no le trajera datos sólidos sobre lo que tramaba la secta en la que estaba infiltrándose, decidió caminar hasta la barra pasando primero por su lado para dejarle el papel en un bolsillo seguro de sus ropajes.

Una vez ideado, se acercó haciéndose “el dormido” y rozándose ligeramente con su amigo al pasar junto a él. Tras ello pediría una bebida para disimular y esperaría un ratito antes de salir de allí. Esta mañana se había propuesto buscar el lugar de descanso del pobre sacerdote para enterrar su dedo junto a él, e intentar saber qué era lo que habían estado haciendo aquellos dos hombres a tan altas horas de la noche en la Basílica. No obstante, antes pensaba pasarse por el lugar donde había muerto el cura franciscano y por los barrios donde los pirómanos habían quemado las casas por si descubría cualquier cosa que fuera de interés. Esperaba que le diera tiempo a todo antes de que callera la noche, donde tenía planeado colarse en la biblioteca.

El plan de la joven resulto tener un buen efecto no ganándose una mala recepción de los guardias como pudo haber ocurrido si salía mal. Pero pareció que nadie la noto cuando coloco la carta en Amedeo. Solo más tarde Amedeo reacciono ante el roce dándole una leve inclinación de la cabeza como el único saludo antes de volver con sus compañeros.

Terminado por el momento ese problema la pequeña empezó a vagar por las calles de la ciudad vestida de joven como estaba acostumbrada. Aunque lo que se había propuesto hacer no era algo cotidiano en ella, investigar un crimen no era algo que estaba acostumbrado como una sin techo con algo de educación. Sin embargo su sentido de la justicia parecía reinar sus decisiones ese día, para bien o para mal.

Curioseando por la calle preguntando a algunos como escucho las conversaciones de otros hasta llegar al bario mes al norte de la isla central. Hay quienes decían que el Franciscano había sido asesinado a unas pocas calles del pequeño puerto que la orden utilizaba tanto para ir a la pequeña isla donde poseían un monasterio como para desembarcar en Venecia.  Aunque ya habia pasado algo de tiempo la gente seguía hablando del incidente y por algunas de las formas que usaban para referirse a la orden oías cierto cariño por ellos en general.

Amedeo le había dejado bastante claro que no deseaba hablar con “el” en ese momento, o que estaba demasiado ocupado para prestarle atención, por lo que, tras dejar la carta en su bolsillo y asegurarse de que nadie la había visto, se fue de la taberna sin hacerse notar.

Estuvo investigando un buen rato, hasta que finalmente comenzó a enlazar los diferentes retazos de información que fue consiguiendo y que le llevaron al barrió junto al puerto utilizado para alcanzar la isla donde se encontraba el monasterio de los Franciscanos. Llegados a ese punto, la joven huérfana ya dejó de preguntarse por qué le importaba tanto averiguar la verdad cuando no ganaba nada con ello. Simplemente no podía dejar que algún inocente sufriera por no haber investigado lo suficiente y no le valía con saber que la guardia se encargaba de asuntos como ella, puesto que seguramente no llegarían a tiempo o simplemente tendrían asuntos más importantes que atender.

Una vez llegado al puerto, la jovencita se encontró pensando que quizá tendría que acudir al monasterio. No obstante, aquel sería si último recurso, por lo que comenzó preguntando a los habitantes de la zona por si daba con alguna pista que no poseyera.

Los habitantes como ya había notado la pequeña antes querían a los franciscanos, aunque las preguntas de ella los ponían algo nerviosos no como si estuvieran metidos en eso si no con miedo de que algo les pasara por colaborar o tal vez por algunas miradas que le dieron habia una impresión equivocada en ellos sobre la chica.

De cualquier forma con algo de perseverancia dio con una mujer algo sucia que se encontraba sentada en la puerta de su casa parecía ser que le encantaba mirar al mar justo en dirección a la isla donde estaba el monasterio.

“¿Que es lo que necesitas de mi querido?” pregunto luego que le hicieras algunas preguntas pareciendo algo perdida. “Nada de comida o ropa.” Agrego rápidamente escupiendo a un costado mientras dirigía su mirada al mar.

Tras mucho buscar y preguntar por el lugar, finalmente dio con la persona perfecta que seguramente podría decirle qué era lo que había ocurrido aquella noche. Leonor sabía lo mucho que la gente quería al franciscano, pero también entendía que tuvieran miedo de las represalias si alguien se entraba de que habían hablado de más, por lo que no podía culparles por su silencio.

Afortunadamente ella no era nadie que pudiera tomarse demasiado en serio, por lo que compartir un poco de información con el destartalado muchachito que deambulaba por la zona, no sería considerado como una amenaza para casi nadie. Por todo ello, se acercó a la mujer, que a pesar de la suciedad, parecía amable.

-Buenos días señora. No se preocupe que no busco comida. Mi hermano me está dando una lección por haberle faltado al respeto y me ha impuesto como castigo que ayude a personas que lo necesiten con labores pesadas si quiero cenar esta noche ¿Quiere que vaya a la fuente y le rellene los cántaros de agua? – Dijo acercándose hasta ella con una expresión mezcla de fastidio por el castigo y esperanza de que finalmente alguien se dignase a aceptar su ayuda.

Cuando vio que la mujer alzaba la mirada hacia la isla, aprovechó la ocasión para añadir haciéndose el distraído. – Me enteré de lo que pasó con el sacerdote franciscano. Toda una desgracia… ¿Quién querría hacerle daño a un hombre santo como él?

“Una buena lección la de tu hermano.” Dijo con algo de seriedad, asintiendo de acuerdo con la lección. “Aunque te diré que mi madre me dijo que hay trabajos que una tiene que hacer personalmente para no volverse vaga como un noble. Asi que no necesito tu ayuda.” Le dijo rechazando su ofrecimiento.

En ese momento si fuera por la mujer daría por terminada la conversación, pero las palabras de Leonor la volvieron a la realidad. “Una tragedia horrible, que tiempos son estos donde eso ocurre. Solo un ser oscuro atacaría a un hombre joven de esa orden.” Dijo haciendo una cruz en su pecho.

Volviendo a mirar al supuesto chiquillo le ofreció un asiento junto a ella. “Podría aceptar tu compañía  mientras charlamos.” dijo con una sonrisa simple, pareciendo algo ansiosa cuando señalaba el lugar junto a ella aunque su rostro estaba tranquilo. “El sacerdote era un amigo tuyo cierto?” pregunto triste mirando de nuevo al mar.

Su hermano solía darle lecciones así a veces, para que aprendiera siempre que todo el mundo merecía respeto, por esa razón una pequeña nube de melancolía la invadió, que bien pudo achacarse a que la mujer se había negado a aceptar su ayuda. No obstante todos eso recuerdos pasaron rápido cuando la anciana mencionó que debía de haberse tratado de un ser oscuro para haberle hecho daño al monje. – ¿Un ser oscuro? Yo pensaba que le habían matado entre varios.

Ella se sentó junto a la mujer cuando le hizo señas para que se acercara, feliz de que su táctica de acercamiento hubiera dado resultado y deseosa de que esta conversación no fuera un callejón sin salida. Cuando le preguntó sobre su amistad con el franciscano, Leonor se limitó a encogerse de hombros mientras decía – Era muy difícil no querer a ese buen hombre. Todos lamentamos su pérdida… Debió ser muy difícil para ti. Al estar tan cerca del puerto, no quiero ni imaginar lo que sentiste al ver o escuchar ese terrible crimen. - Afirmó tratando de consolarla.

Parecio quedarse muy pensativa ante la pasibilidad que fueran mucho los que hubieran atacado al monje. “¿Porque pensabas que se trataron de varios muchacho?” pregunto dandole una mirada muy interesada de costado. “Yo pienso que fue un ser oscuro, es una lastima que no sali de noche porque estoy segura que lo habría visto todo. Estoy segura.” Lamento suspirando cansado mientras se abrazaba a si misma.

“Era un hombre bueno y atento como pocos en esta ciudad. Incluso era un gran trabajador aunque parece que eso fue lo que le costo la vida....” Dijo con una tristeza tan clara que no era necesario que te mirara de frente para que lo notaras. “Lo peor no fue oírlo sino quedarme en la casa temerosa para salir a ayudar. Dios sabe que fui egoísta esa noche…pero que podía hacer?” pregunto mirando al mar con melancolía. “Vos habrias hecho lo mismo, Cierto?”  pregunto preocupada, al parecer porque sentía culpa por su inacción en el crimen del monje.

Leonor se sintió algo decepcionada al enterarse de que la amable mujer no había visto nada. No obstante no se desanimó y continuó preguntando para intentar sacar algo en claro de todo esto – Lo que le hicieron fue algo tan brutal, que pensé que ningún hombre que estuviera solo podía causar unos daños como esos. ¿Qué le ha hecho pensar que era un ser oscuro? ¿El ruido que hacía era sobrenatural? ¿Me puede describir todo lo que escuchó aquella noche? Ummmm…. Lo cierto es que varios atacantes deberían haber sido muy ruidosos. – Razonó tratando de saber qué era lo que había asustado tanto a la pobre mujer.

Ante la mirada suplicante de la mujer, la joven pelirroja dulcificó sus facciones y aferró su mano con ternura antes de contestarle – Yo habría hecho lo mismo, señora. No se sienta culpable por algo que no estaba en su mano. – Mintió, sabiendo que jamás hubiera podido permitir que mataran a un bueno hombre en peligro si podía hacer algo para evitarlo, aunque aquello probablemente le hubiera costado la vida.

“Exactamente muchos atacante habrían sido más ruidosos pero el monje no pareció estar preparado para él ataque hasta que fue muy tarde.” Comento asintiendo al razonamiento de la pequeña. “Pero lo peor fueron los ruidos de terror de algunos animales en el callejón donde paso. Incluso un gato que viene conmigo porque lo alimento parecía muy nervioso luego de lo que paso, tanto que me ataco sin razón alguna.” Dijo y mostrándole el brazo arañado. “Los animales no se ponen así por nada son sensibles en estas cosas, por eso pienso que un ser oscuro o algo parecido genero esto.”

La mujer sonrió ante la dulce mentira que consiguió en la pequeña. “Era temible pero los guardias deberían ser más valientes que nosotros aunque no sé si vayan a hacer algo.” Dijo suspirando y mirando con anhelo el mar. “Eso monjes no generaban dinero y se peleaban con las sacerdotes de San Marcos, por lo que tal vez con el tiempo será olvidado por todos.”

Precisamente el ruido de los atacantes es lo que más hubiera llamado la atención en mitad de la noche. El hecho de que la anciana asegurara que el monje no estaba preparado para el ataque, le decía que todo había sido demasiado rápido como para que nadie interviniera.

La descripción sobre los sonidos de pánico de los animales de la zona, fue algo qe la sorprendió. Aquello realmente apoyaba la teoría de la mujer al suponer que realmente se trataba de una criatura oscura ¿Sería un vampiro? ¿Un demonio quizá? Con todo lo que había vivido estos días atrás, nada le sorprendía.

-Tiene toda la razón, señora. Los guardias tendrían que protegernos… ¿Por qué están los Sacerdotes de San Marcos peleados con los franciscanos? ¿Cree que es la razón por la que no han hecho nada? Y… ¿Podría decirme exactamente donde murió? Me gustaría presentar mis respetos al lugar – Finalizó pensando que, quizá, podría ver el fantasma del monje como le había ocurrido en el pasado.

“Por el dinero.” Respondió sin mucha reflexión. “Los franciscanos acusan a muchas de las iglesias de aceptar dinero cuando no deberían, aunque no entiendo cómo piensan que se mantendría una iglesia como la de San Marcos sin dinero. Creo que a veces esos monjes se piensan que la gente es más buena de la que realmente es.” Dijo dándole una respuesta que no tardo en volverse una opinión de ella.

“Yo no dije que no hicieran nada, pero no los veo trabajando aunque no soy quien para decirles cómo hacer su trabajo.” Comento temblando un poco mirando a los costados mientras lo decía. “A lo que voy es que como dije no tienen dinero y estar muy apartados de la ciudad. No creo que se vuelva una prioridad si es el único asesinato de este tipo en la ciudad.” Le dejo en claro dejándole una pequeña sonrisa. “Esperemos que sea asi, dios nos ayude si alguien estuviera cometiendo esta herejía.”

“Oh…si creo que podría pero estas segura? Aun no han limpiado el lugar.” Le comento mientras la miraba preocupada y pareciendo no muy comoda nombrando ese lugar. Por lo que rápidamente hizo una cruz.

Leonor asintió ante las explicaciones de la campesina, dándole la razón con respecto a la bondad de las personas, y reflexionando sobre las repercusiones que aquello podía acarrear para el resto de los monjes del monasterio allá en la isla.

La huérfana podía ver el miedo en la mirada de la anciana al pensar que alguien de la guardia pudiera acusarla de difamación. Por aquel motivo, volvió a sonreír conciliadora antes de responderle en un tono confiado – No se preocupe buena mujer, que he entendido perfectamente sus buenas intenciones al hablar de la guardia. Como bien dice, esperemos que este sea el único asesinato, puesto que si no, estaríamos ante una terrible situación.

Tras el ofrecimiento de indicarle el lugar del incidente, la joven disfrazada de chico asintió con seguridad – Deseo despedirme de él en el último lugar en el que estuvo. No se inquiete que podré soportarlo. Ya soy todo un hombre – Dijo con cierto tono de orgullo simulando a los chicos que había observado a lo largo de su vida.

La mujer volvió a mirar al “joven” sonriéndole amistosamente si bien era cierto que no toda la gente era buena en esta ciudad, había momentos que ya sea por destino o por intervención humana que terminaban juntándose dos almas buenas para tener una conversación como la que tenían Leonor y la mujer melancólica.

Por otro lado el deseo de la mujer en cierta forma no termino cumpliéndose y eso Leonor lo sabia muy bien recordando el otro sacerdote que se encontró en la Basilica. Sin embargo no habia razón de comentarle aquello y era probable que no le creyera.

La mujer sonrio divertida ante la proclamación de la huérfana y sin pedir permiso alguno fue a uno de los brazos del “joven” pareciendo medir sus músculos. “Te falta crecer y dejar de ser imberbe, pero se ve en tus ojos que aguantaras.” Dijo en broma al principio pero aceptando tus palabras con algo de seriedad. Dicho eso se levanto y saco el polvo de la falda.

Cuando termino guio a la pequeña a un callejón no muy lejos de su casa, pero antes de entrar se detuvo en la entrada. “A mi me parece que lo empujo adentro del callejón, sino que razón tenia el monje de ir por lugares asi y no en la calle.” Opino la mujer y entro al lugar.

Como tantos otros callejones que había transitado la pequeña este era sucio y estrecho comparado con la calle aunque seguía siendo posible que dos personas entren juntas. El callejón no era uno cerrado sino que tenía dos salidas mas además de la que habían usado ella para entras, estas seguramente desde arriba harían ver al callejón como una “Y”. Por ultimo cerca de la intercepción se veía unas cuantas manchas rojas y una más grande que el resto en el suelo donde parecía haber sido asesinado el monje.  “Que horrible.” Dijo la mujer de nuevo haciendo una cruz. “Por lo que escuche lo tiro al piso y lo…mato ahí mismo.” Dijo con algo de dificultad. “Yo no puedo seguir viendo. Despídete y vuélvete a tu casa, no voy a tener mas ganas de hablar cuando vuelvas.” Te aviso la mujer antes de retirarse por donde habían venido.

Entonces quedo sola en aquel callejón con la sangre pintando algunas paredes y el piso. No habia restos del monje en el lugar a excepción de lo nombrado antes. Que hara ahora la joven?

Leonor agradeció mucho el trato que estaba recibiendo por parte de la buena mujer. Lo cierto era que desde que fue acogida por Camila, su suerte había cambiado en relación a las personas humildes que se encontraba en el día a día. Esta anciana que ahora bromeaba sobre su carencia de barba y sus escasos músculos, era una prueba viviente de ello.

Una vez llegaron al callejón donde había perecido el franciscano, la anciana se despidió de ella algo afectada por lo sucedido. La huérfana la dejó marchar, no sin antes prometerle que vendría algún día a hacerle una visita.

Cuando por fin se quedó a solas en el callejón, decidió estudiarlo en profundidad, tratando de discernir qué era lo que había ocurrido exactamente aquella noche. Revisó una a una las marcas, tanto en paredes como en el suelo, para intentar averiguar si había alguna pista oculta que la ayudara. ¿Quién sabe? A lo mejor el monje había tenido tiempo de escribir algo en la pared antes de morir o de esconder algún objeto o escrito que pudiera solventar el enigma de este terrible asesinato.

“Cuando quieras, me encontraras en el mismo lugar mirando el mar.” Dijo con una mezcla de alegría y melancolía, antes de despedirse de la pequeña marchándose por donde vino.

En las manchas parecía no haber mensaje alguno dejando por el monje, aunque te daba cierta idea que quien lo mato lo embisto contra la pared y luego tiro al piso. Al menos eso podías deducir con los patrones que se mostraban. No obstante el suelo parecía darte una pista en forma de marcas de garras en el suelo, cosa que te extrañaba porque parecían ser grande incluso para uno de esos perros de gran tamaño que habitaban en la ciudad.

En ese momento tu mente divago pensando en el ser que podría generar esas marcas y te vino a la cabeza un hombre lobo o alguno de los monstros que se decían habitaban las islas cerca de Venecia, aunque si fuera algunos de ellos te parecia raro que lo terminara matando a golpes y no con sus garras. Ademas de que te preguntabas como habia terminado entrado uno a la isla y sin hacerse notar.

Mientras pensabas aquello con nerviosismo notaste algo en tu segunda pasada por el suelo, un bollo de papel que parecía haber sido escondido e ignorado por la guardia. Sin embargo antes pudieras echar un buen vistazo a ver que se trataba escuchaste unos sonidos, que solo podían tratarse de pasos que avanzaban a un ritmo tranquilo.

Rapidamente su mente pensó posibles escondites y concluyo que lo mas fácil seria esconderse en una de las esquinas del callejón que iban cada una por su lado. Aunque por otro lado no sabia si fuera muy necesario ocultarse.

Tras despedirse con una sonrisa de la anciana mujer dispuesta a cumplir su promesa de visitarla más adelante, Leonor se adentró en el callejón para observar todo lo que pudiera sobre el escenario del crimen.

Aquel ataque le parecía extremadamente extraño. Jamás había visto unas garras como aquellas y todo apuntaba a que, de nuevo, se trataba de una criatura sobrenatural. Pero ¿Qué había matado al pobre Franciscano? ¿Un hombre lobo? ¿Un demonio? No estaba segura, pero lo que si sabía era que un perro no dejaría un rastro así en el suelo, por no decir que apalear al monje justo después de abatirlo, no era un acto cometido por ningún animal.

Todo era un misterio para ella. No obstante, no pudo pararse a pensar demasiado, puesto que al mirar por segunda vez, por fin pudo encontrar algo que quizá le diera una pista sobre lo sucedido. La joven huérfana estaba a punto de recoger el papel arrugado del suelo, cuando escuchó unos pasos que se acercaban lenta pero inexorablemente hacia el callejón.

Por alguna razón, aquello la alertó del peligro, por lo que decidió que quizá lo mejor sería no dejarse ver. Rápidamente, y antes de que quien fuera que se acercaba la viera, la joven pelirroja se abalanzó para agarrar el papel y se dirigió rauda a la esquina lateral del callejón. ¿Quién sabe? Quizá con un poco de suerte pudiera echar un alífero vistazo y descubrir de quién se trataba.

El responsable de aquellos pasos se hizo ver al tiempo que la joven huérfana llegaba a su escondite. Quien apareció fue una figura vestida de monje, que se dirigió sin dudar donde se encontraban las manchas de sangre. Arrodillándose frente a ella, pareció observarlas detenidamente antes de volverse a parar.

Su mirada permanecía baja con un claro objetivo para ocultar su identidad a las demás personas, pero antes de que la pequeña perdiera la esperanza de descubrir algo de ese sujeto una segunda figura apareció en aquel callejón.

Un hombre corpulento con un rostro de completo desagrado ante la escena que hasta hace unos segundos observaba al supuesto monje. El hombre parecía tener una edad avanzada que se hacía ver en las canas que poseía en su barba ya que su cabeza se encontraba afeitada. Otra cosa que lo diferenciaba del monje es que su atuendo se veía militar, al menos por la cota de anillos que se le escapaba por debajo de su larga camisa marón y la espada corta que tenía a un costado.

Ambos se miraron por unos segundos, antes que el hombre corpulento escupiera a un costado del callejón. Entonces empezaron un conversación en voz baja que parecia tensionar al sujeto armado, hasta hacerlo sacar su arma para apuntarle al hombre misterioso con ella. “Cobarde!” fue el grito que largo mientras realizaba el movimiento.

No podía creer que justo cuando había acudido al lugar a observar lo sucedido, alguien en esta ciudad hubiera elegido exactamente el mismo momento que ella para hacerlo también. Afortunadamente aquel hombre no la vio, por lo que pudo observar con detenimiento a la figura con ropajes de monje que estudiaba las manchas de sangre con un interés fuera de lo común.

Desde su posición le era imposible verle la cara, y se estaba planteando seguirle para tratar de descubrir algo más, cuando otro sujeto bastante más corpulento entró en escena y comenzó a hablar con el monje desconocido.

Por más que lo intentó, desde la distancia no pudo escuchar la conversación que mantenían. No obstante, cuando el grandullón ataviado con una cota de anillas sacó su espada corta y se dispuso a atacar al supuesto religioso, algo en la pequeña se revolvió, no pudiendo permitir que le hicieran daño a una persona desarmada en su presencia.

Por ello, y en contra de toda prudencia, sacó la pequeña daga que guardaba para situaciones de emergencia y la lanzó en dirección a la muñeca del atacante con la intención de evitar que asestara el golpe.

-¡Corra padre! No permitiré que le hagas daño a un hombre de fe, ¡stronzo! – Le gritó al hombre corpulento mientras salía de su escondite, dispuesta a ayudar al necesitado a escapar si fuera necesario, o a salir de la escena en cuanto se asegurara de que el monje se encontraba bien.

La daga voló por el aire, aunque su final no fue donde la pequeña puso su ojo. En cambio chocándose contra la pared y rebotando hasta quedar en el centro del callejón a una distancia que termino más corta de la deseada.

Una increíble vergüenza habría tomado control de la pequeña si no fuera porque sus gritos causaron que el hombre corpulento se detuviera y le prestara mas atension a ella. “Pequeño impiccione!” grito el hombre en un italiano que solo podía la segunda lengua del sujeto, pero notabas con mejor pronunciamiento que otros. “Se suponía que nadie venia, ya encargare.” Dijo dejando de apuntar al monje para acercarse hacia ti.

“No espera.” Dijo el encapuchado que finalmente se revelo por su voz como un hombre.

Mas las palabras no tuvieron efecto en el hombre que salio corriendo a encontrarse con la pequeña huérfana, mas parecia que no podía darle alcance con su armadura y posiblemente por lo viejo que era en comparación de ella.