Partida Rol por web

Negó lentamente ante las preguntas de la joven. “No hubo funeral. Se lo quemo hasta no quedar nada de él. Mientras se planeó que para que no haya pánico en la ciudad, se dira que el sacerdote se fue junto Cardinal a Roma, cuando este se marchara de nuestra ciudad.” Le explico quedándose pensativo pareciendo darse cuenta de algo mientras observaba sus reacciones.

“Mi nombre es Massimiliano, soy un monje franciscano y mi objetivo es al monstro que trato de desatar una plaga en la Basílica durante la misa del Cardenal.” Le respondio con decisión a la joven de nuevo no juzgando que desconfiara de él a pesar que ella seguia ocultando mas cosas de su persona de que hacia él.

Se acercó a ella con calma para apoyar una de sus manos en el hombro de ella, en un gesto de calidez. “No sé qué promesa te ata a este incidente, pero si me permites aconsejarte…Te diría que te alejes de esto, viendo como dudas y tal vez piensas que esto muy encima de tu persona. Aquí hay fuerzas más haya de tu entendimiento y probablemente ya te he contado más de lo que sería adecuado para vos. Si bien puede que el don que posees podría sernos útil de nada vale si debes arriesgar innecesariamente tu vida.”  Sacando su mano del hombro volvió a taparse la cabeza con la túnica.

“No te preocupes tengo fe que esto se arreglara.” Le dijo simulando lo mejor que pudo un tono mas alegre. “Si lo deseas, puedes irte.” Le invito a irse mientras permanecía quieto en su lugar.

La cosa era peor de lo que ella había pensado. No solo no le habían permitido descanso en suelo sagrado sino que además habían ocultado su muerte para que ni sus feligreses ni nadie que le quisiera pudieran despedirse de él como era debido. Aquello estaba realmente mal y, aunque ella no fuera nadie para cuestionar las decisiones de la iglesia, no podía evitar pensar que aquel pobre alma se merecía algo mejor.

-¿Una plaga en la basílica? ¿Pero que le sucedió al padre Vico exactamente? - Respondió con los ojos muy abiertos, agradeciendo enormemente la confianza que había depositado en ella al darle su nombre y contarle lo que sucedía. – Mi vida no es importante si la comparo con la de muchos, padre. Yo tan solo soy un huérfano al que muy pocos echarán de menos. Si puedo contribuir a conseguir la seguridad de otros, seré bastante más feliz, así que cuenta con mi ayuda ¿Hay alguna forma en la que pueda entregarle el mensaje al obispo sin que me apresen ni me acusen de hereje? Y no te preocupes por las fuerzas de las que hablas, porque tampoco estoy ciego ni sordo, y Venecia no es tan grande.

Estas últimas palabras le hicieron recordar a los vampiros que se alimentaban de personas en la plaza de San Marcos durante los festejos, haciendo que sintiera un cosquilleo en la columna vertebral.

Su rostro se volvió mucho mas serio ante tu pregunta de lo que le paso al Sacerdote Vico. “Créeme es mejor que no sepas muchos detalles de lo que le paso al Sacerdote, solo te dire que entiendo perfectamente porque su espíritu tendria un malestar en el estómago y ningun rostro.” Dijo evadiendo la mirada pero para la pequeña aun le era visible la mirada de asco y miedo en la cara del monje mientras hablaba del difunto.

A pesar que ya se encontraba encapuchado no se habia tapado como antes dejando ver sus expresiones a la pequeña y en este caso se lo notaba triste por lo que decía. “Tan poco consideras a tu vida? Al regalo que te entrego dios para que vivieras en este mundo? Me da tristeza que te consideres menor que otros, porque aquello es un pensamiento que los nobles junto con la ayuda de parte de la iglesia ha enseñado erróneamente.” Comento terminando con un suspiro lleno de lastima por el pensamiento de la pequeña. “Aunque supongo que tu intensión sigue siendo buena.”

“No creo que puedas dárselo sin que te mire con suspicacia en el mejor de los escenarios. Pero en si no sería raro que te hiciera apresar por tus palabras.” Le respondió dándole la razón a las preocupaciones de ella con respecto a la reacción de los religiosos. Ante tu ultima frase se quedo callado pareciendo meditar en ello.

-No se preocupe padre, con sus palabras me basta – Respondió Leonor ante la negativa del sacerdote a la hora de contarle qué era lo que le había sucedido exactamente a Vico. Tenía que tratarse de algo realmente terrible para que no deseara hablar del tema, y la joven pelirroja se preguntó si no estaría haciendo mal al ocultar la existencia del dedo, a pesar de que, a estas alturas, ya daría exactamente igual que lo supiera y lo único que serviría sería para asustar al pobre hombre.

Ante las palabras de Massimiliano, la huérfana sonrió ligeramente negando con la cabeza antes de responder – No me considero menor que otros. Tan solo afirmo que pondría en peligro mi vida sin con ello puedo salvar a un gran número de personas. Pero desde luego que me considero bastante más importante que cualquier noble de esos que no se han esforzado en toda su vida para ganarse el pan y que tratan despóticamente a sus semejantes – Afirmó poniendo las manos en jarra, en una postura de lo más digna.

Finalmente, ante la sinceridad del sacerdore con respecto al obispo, “Leo” meditó durante uno0s segundos su respuesta antes de que su rostro se iluminara con una brillante idea - ¡Bueno! Podría conseguir acercarme a él lo suficiente como para introducirle un papel entre sus ropajes. Quizá si me infiltrara como monaguillo, podría dejarle la nota sin problemas…

Asintió sin mucha profundidad y dando un punto final al posible estado del cuerpo del sacerdote.

Luego se quedó escuchando con atención las palabras del supuesto joven que no terminaba de dejar en claro cómo se consideraba a ella misma realmente, aunque a su edad eso sería un verdadero milagro que a los pocos días terminaría siendo un error. “Es muy valiente de tu parte, convertirte en un martil para que la demás gente pueda vivir. Pero…” dijo acercándose a ella y agachándose para dejar ver su rostro. “Pero eres demasiado joven para pensar en ese sacrificio. Debes vivir para aprovechar el don que nos dio dios.” Le aconsejo con una sonrisa cálida que se acompañaba con un aura igual de calida.

“Ahora pecas de orgullo, joven Leo.” Comento tocándole el hombro a la joven, aunque su mano no era invasiva como las de otros y por extraño que parecia no le generaba el minimo nervio en ella, sino lo contrario. “Dice nuestro padre que es algo más normal en nuestras tierras, aunque no por eso es bueno. Además no creo que todos los nobles se asemejan a la descripción que vos les haces.”

Se volvió a parar recto mientras escuchaba su plan y tras unos segundos de silencio. “Yo podría entregar el mensaje por vos.” Sugirió con cierta obviedad en su voz, como si resaltara el plan mas sencillo.

Leonor no pudo evitar dedicarle una risa cantarina al sacerdote ante las palabras que le dedicó, sintiéndose extrañamente reconfortada por las palmadas que le dio en el hombro.

-No es mi intención convertirme en un mártir, tan solo dije que opino que la vida de una gran mayoría vale más que la de una sola persona. Asimismo, tampoco quiero pecar de orgullo, puesto que yo mencioné exclusivamente a ese tipo específico de nobles vagos, sin incluir al resto de nobles en el lote. – Se defendió con alegría. – Jajaja, es difícil contentar a los hombres santos. Siempre encontráis la forma de volver las palabras en contra de uno, digamos lo que digamos. – Afirmó sin ninguna intención de ofenderle, sino más bien continuando su buen humor.

No obstante, cuando el monje se ofreció a llevarle el mensaje, la joven pelirroja se puso algo más seria antes de contestarle – Necesitaría intentar hablar con Vico antes de ello, puesto que no se si él aprobaría que alguien a parte del obispo recibiera el mensaje. Desconozco si podré volver a hablar con el difunto, pero tengo que intentarlo ¿Hay algún lugar al que pueda acudir para que nos reunamos en otra ocasión? – Preguntó deseando que no se tomara a mal su negativa.

El monje pareció sonreír con pasividad ante las palabras de Leonor y su risa. “Tienes mucha razon, tu ganas. Somos asi porque muchas veces las palabras nos marcan como individuos, muchas veces sin que la persona se de cuenta. Igual como dice antes veo que deseas ir por el buen camino.” Dijo al parecer contagiándose de la alegría de la jovenzuela.

Entonces los ojos del monje se iluminaron al escuchar que la joven se comunicaría con Vico. “¿Desde cuándo has podido hablar con las almas que no han encontrado paz?” Pregunto con asombro y a la vez con bastante curiosidad por el poder que parecía poseer ella. “¿Dónde te encuentras con él?” siguió preguntando de buena manera aceptando la segunda negativa de Leonor.

Luego de hacer sus preguntas pensó en la del supuesto joven y por su rostro termino pareciendo que no serían buenas sus palabras. “No lo sé. Me gustaría decirte que acá, pero no sé si mi orden me permitirá otra escapada como esta. Bien podrías intentar ir a nuestro monasterio, el barco a la isla está muy cerca te puedo guiar a él. Pero no sé cómo el padre de nuestra orden reaccione a cualquier reunión que hagamos ahí.” Le explico pareciendo sincero y lógico en sus problemas para conseguir un futuro encuentro.

Leonor cada vez se sentía más a gusto al lado de ese hombre. Era la primera vez que un miembro de la Iglesia le había dado la razón a alguien que no perteneciera a la orden, al menos que ella supiera, por lo que a partir de ese momento se ganó su respeto y su simpatía.

-Tan solo me ha ocurrido una vez, y me asusté bastante. Desconozco si el lugar tiene algo que ver, por eso acudí aquí para saber si se repetía. – Dijo bastante avergonzada, decidiendo ignorar deliberadamente el lugar exacto donde vio al sacerdote. – En un principio le escuché. Parecía que alguien estaba sufriendo mucho, por lo que me acerqué todo lo que pude para tratar de ayudarle. Pero cuando llegué hasta la fuente del ruido, allí no había nadie. Estuve a punto de darme media vuelta, cuando su figura se apareció ante mis ojos. Parecía tan confundido... y yo me sentí tan mareado que sentí como si me faltara el aire. No tuve el valor de decirle que era un espíritu, no sé si obré bien, pero si me aconseja decirle la verdad si puedo volver a verle, no lo duraré ni por un segundo – Confesó aun sin tener muy claro si el dedo del difunto fue el catalizador, o lo fue la sacristía.

-Con respecto al lugar… Si lo desea puedo permanecer por los alrededores de la basílica de San Marcos un día a la semana. Supongo que algún asunto puede traerle allí, por lo que sería una buena excusa. Si no, puedo acudir al monasterio, pero tendríamos que inventar una razón por la que precisara los servicios de alguien como yo y que sonara creíble – Dijo finalmente, aún nada convencida de que pudiera volver a hablar con el espíritu del padre Vico.

El monje pareció darse cuenta de la omisión deliberada de la joven aunque no dijo nada, aunque algunos gestos en su rostro delataron su hallazgo y solo dio un pequeño suspiro en medio de las palabras de Leonor.

De cualquier manera se quedó escuchando las palabras de ella con sumo interés, dejando ver que mientras otros denunciarían rápidamente a la joven. Este extraño monje buscaba aprender de lo que pasaba. “Me imagino que fue algo aterrador, tienes mucho valor y me te aconsejaría que no le seas sincero sin importar que no te haga sentir bien. He escuchado poco de los exorcismo, lo que si se es que los espíritus pueden ser muy violentos y caóticos.” Le aconsejo con seriedad luego de reflexionar un poco. “Me da pena que le ocurra esto a un buen hombre de dios, por lo que si puedes encontrar un lugar donde se te aparezca siempre podrías decírmelo y pediré a uno de mis hermanos que vaya para allá para que pueda alcanzar la paz.”

Asintió contento con la idea la joven. “Si, cerca de la Basilica podría ir. Aunque probablemente no mañana o pasado.” Admitió como la única posibilidad para él.

-Realmente espero que encuentre la paz. Y no se preocupe por tardar, padre. Yo acudiré los martes y los viernes a medio día por si le veo y por si quiere charlar. – Le respondió, esperando poder tener algo nuevo que contarle la próxima vez que se cruzara con él, y así no hacerle perder el tiempo.

-Cuídese y tenga cuidado con su amigo. Espero que se le pase el enfado pronto – Afirmó mientras se despedía amigablemente, deseándole la mejor suerte del mundo.

“Yo también lo espero.” Afirmo el monje con cierta preocupación. “Que dios te proteja Leo.” Fueron sus últimas palabras antes de retirarse por donde había venido.

Finalmente volvió a quedar sola en aquel callejón, parecía que había podido conseguir un nuevo aliado pero luego de eso había quedado llena con otras dudas como porque el espíritu no había aparecido o que había pasado con el monje aquí muerto. Aunque en su interior empezaba a darse cuenta que no podría responder esas dudas, ni contactar con el espíritu.

Pero antes que se fuera de ese lugar a su mente volvio aquel papel que habia recogido y lo abrio para revisarlo. Su interior estaba marcado por sangre aunque las letras de este se seguian entendiendo. Las palabrs estaban escritas en italiano, por lo que la pequeña no tuvo problema en entender.

"Te espero en la esquina de las cuatro estatuas. Aquellas que creo Dios."

"Debemos detenerlos."

Tras aquella cálida despedida, Leonor permaneció un rato en aquella esquina revisando que no se le pasara nada por alto antes de abandonar el lugar. Como había empezado a sospechar, el espíritu del monje asesinado no se le apareció, cosa que agradeció en su fuero interno pensando que una muerte tan brutal, de seguro conllevaría un alma terriblemente atormentada.

Finalmente, y antes de marchar, la joven sacó el trozo de papel ensangrentado que había encontrado y lo abrió con cuidado para leerlo detenidamente gracias a que estaba escrito en su propio idioma.

"Te espero en la esquina de las cuatro estatuas. Aquellas que creo Dios."
"Debemos detenerlos."

¡Vaya! Esto debía ser una broma. ¿Por qué todo su mundo giraba últimamente en torno a la Basílica de San Marcos? Por lo que recordaba de algunas enseñanzas de su hermano, los tetrarcas de Venecia fueron colocados en la esquina del Tesoro de la Basílica después de ser trasladados a su ciudad tras el saqueo de Constantinopla. No conservaba demasiados datos en su cabecita, aun así su memoria prodigiosa le hizo rememorar aquellas lecciones lejanas. Esos antiguos hombres fabricados en pórfido, representaban a los cuatro corregentes abrazados, en un claro símbolo de la unidad política que debían mostrar: Diocleciano, Maximinio, Galerio y Constancio Cloro. Según lo que recordaba de sus lecciones de antaño, la escultura en sí se convirtió en un elemento de propaganda política, convirtiendo a los emperadores en figuras distantes, semidivinas y envueltas en un boato cortesano que imponía su total idealización.

¿Acaso tendría la estatua algo que ver con la muerte del monje, o se trataba simplemente de un lugar como cualquier otro para reunirse? Desconocía aquel dato, pero su curiosidad la obligó a encaminarse de nuevo hasta la plaza de San Marcos para tratar de averiguarlo por sus propios ojos.

La curiosidad siempre guía a la gente. Ya sea a la peor de las perdiciones o al tan ansiado paraíso, sin embargo había otro destino en el que podría terminar la gente.  

Pero para la joven curiosa no habia otra alternativa mas que dejarse guiar por las múltiples preguntas que desviaban su camino de un lado a otro, no siempre con resultados satisfactorios para ella aunque eso no tenía que ser malo. Siempre había una lección, aunque escondida, en cada trayecto que recorría.

Cuando finalmente llego a la plaza el sol iba bajando sobre esta, a pesar de eso aun podía distinguir las estatuas importantes que decoraban la plaza. Entre ellas la que se encontraba en la esquina del Tesoro de la Basílica.

Como bien recordaba era un símbolo de la unidad política de un reino lejano, pero también un símbolo militar de intimidación y ahora tan cerca podía comprenderlo por los ojos de la estatua. Tal vez por la luz que pronto se desvanecería de la plaza o acaso por la sensación que aquellos cuatro la miraban listos para atacarla.

La joven disfrazada de muchacho no se paró a pensar demasiado en el hecho de que posiblemente el hombre que deseaba encontrarse con el difunto en aquella estatua ya no se encontrara en la esquina del Tesoro esperando a ves si aparecía su confidente, puesto que seguramente habría descubierto que fue asesinado la noche anterior. Tampoco pensó mucho en el hecho de que el sol se estuviera poniendo y en que las criaturas de la noche camparían a sus anchas una vez que el astro rey desapareciera. Simplemente la curiosidad la obligó a dirigirse hasta el lugar prefijado para tratar de descubrir qué era lo que encontraría y que misterios podría desentrañar, que la ayudaran a evitar las muertes de más personas inocentes.

Por todo ello, una vez alcanzó la plaza de San Marcos se dirigió sin dilación hacia la fachada sur de la Basílica donde se encontraba la estatua de los tetrarcas, traída a Venecia desde Constantinopla durante la cuarta cruzada. A decir verdad, parecía aun más impresionante de lo que su prodigiosa memoria podía imaginar, y el hecho de que los cuatro corregentes tuvieran las manos en las empuñaduras en un claro gesto de ir a desenvainar sus afiladas espadas, le causó más miedo de lo que jamás reconocería abiertamente.

Tras el impacto inicial y después de armarse de valor, Leonor suspiró hondo y comenzó a investigar detenidamente la escultura, en busca de cualquier grieta donde alguien pudiera haber dejado una nota como la encontrada en el callejón. Asimismo, se aseguró muy mucho de que nadie la observara, para no llamar la atención de ningún guardia o de cualquier curioso que paseara por la plaza aquel día.

El cuidado de que nadie notara sus actividades que como mínimo llamarían la atención de guardias que la terminarían echando enseguida de ahí. Sin embargo con suficiente paciencia la joven logro revisar cada una de las gritas donde pensaba que algun mensaje se encontraría para el monje fallecido. Pero para su infortunio su esfuerzo fue en vano, no encontrando mensaje alguno.

Aquello parecia ser un callejón sin salida como los que abundaban en Venecia, lugares peligrosos para los extranjeros que desconocían la ciudad. Sin embargo para la pequeña parecia solo ser un lugar decepcionante donde su curiosidad no pudo ser alimentada. Entonces quedo ahi meditando con los cuatro corregentes siendo los unicos testigos de su busqueda mientras el sol ya se encontraba casi desaparecido, borrando cualquier esperanza por una segunda busqueda en aquel lugar.

Con sumo cuidado se aseguró de que nadie pensara que estaba haciendo algo raro junto a la estatua, mientras se dedicaba a investigarla palmo a palmo. En un principio trató de averiguar si existiría alguna nota oculta, después, buscó posibles inscripciones en el pórfido y por último siguió los ojos de los tetrarcas para tratar de averiguar si señalaban algún punto determinado de la plaza que pudiera ser relevante.

Sabía que el sol se estaba poniendo y eso la asustaba un poco. No obstante, ir disfrazada de chiquillo siempre le infundía algo más de valor, por lo que, después de hacer todo aquello, y cunado ya no tenía luz suficiente para una segunda búsqueda en profundidad, decidió permanecer oculta durante un tiempo para ver si alguien aparecía, antes de marcharse y encaminarse hacia la biblioteca como había sido su intención desde un principio.

Oculta como estaba la joven esperaba aprender una cosa, pero termino viendo otra. El lugar donde se encontraba la estatua no era muy popular tal vez por lo intimidante de la estatua o la vigilancia que empezaba a notar de los guardias de vez en cuando.

El tiempo paso con una rapidez inesperada, sin embargo nadie paso cerca de aquel lugar exceptuado un par de guardias que solo parecieron servir de guía a otro guardia nuevo en esta ciudad y luego otro par de guardias que parecían hacer un patrullaje por la zona. Sin embargo ninguno se detuvo por mucho tiempo y más haya de ellos no hubo presencia alguna de otra persona.

Finalmente la paciencia no pudo más, ya que su mente se dio cuenta que nadie vendría esta noche. Por lo que era mejor seguir su siguiente plan, que era dirigirse a la biblioteca en busca de conocimiento que no poseía.

El plan en un principio era ir a la noche por lo que hizo tiempo en la plaza, notando la presencia de algunos músicos y mercaderes que parecían no darle importancia a la hora. Estaba claro que cerca de ahí habían guardias, unos cuantos de ellos con antorchas, situados en lugares estratégicos de la plaza. Unos cuantos cerca de los mercaderes trasnochadores, otros cerca de la Basilica, algunos juntos al puerto al costado de la plaza y una gran mayoría en el palacio del Dux.

La joven se quedo con el grupo de los músicos, la gente que bailaba sus tonadas y por ultimo algunas damas nocturnas que parecían buscar clientes. De nuevo el tiempo paso dejando en una importante oscuridad a la plaza. Si bien en un momento no sabía como se metería en aquel lugar encontró una oportunidad gracias a la lujuria de un par de los guardias que distraídos de su labor permitieron a la joven dama escurrirse por una de las ventanas altas laterales que se encontraban en un balcón del edificio.

Al ingresar examino su ubicación, dándose cuenta que solo un par de puertas la separo de su premio. El salón principal de la biblioteca, hogar de alguno de los libros más viejos y nuevos de toda Europa. Desde el segundo piso podia observar perfectamente el centro de la sala con sus mesas largas y sus estantes altos tanto en las paredes como en el centro creando una division entre distintas mesas. El lugar aun en la noche se encontraba dentro de todo bien iluminado con antorchas que se encontraban cuidadosamente puestas y trabadas para que ningun libro o escrito corriera riesgo alguno.

Por otro lado al moverse y revisar la entrada de la biblioteca, noto que alguien parecia encontrarse haciendo guardia aunque no poseia la armadura de los guardias que tanto conocia Leonor. Por lo que la pequeña podria pensarlo como un civil y tal vez como el encargado de esta biblioteca. Aunque no podia distinguir de ninguna manera su rostro.

Sin embargo parecia encontrarse sola en aquella habitación, rodeada de libros importante y con varias preguntas en su cabeza.

Leo permaneció oculta, tratando de averiguar qué misterios podrían acudir a aquel lugar junto a la estatua. No obstante, tras revisar todas las posibilidades que tuvo a su alcance, estaba claro que nadie acudiría a la secreta reunión que tenía como objetivo detener a los malvados.

Sabiendo que ya no podía permanecer allí por mucho más tiempo bajo riesgo de ser expulsada por los guardias o interceptada por algún maleante que merodeara la plaza a altas horas de la noche, la joven pelirroja finalmente se rindió, decidiendo adentrarse en la biblioteca Nazionale Marciana, una de las bibliotecas más ricas del país, poseedora de los volúmenes y tratados más variado que nadie pudiera soñar.

No era de extrañar que el acceso a dicha biblioteca fuera exclusivo de religiosos, nobles y gente muy adinerada, y que alguien como ella jamás pudiera llegar a soñar con que le permitieran tener entre sus manos uno solo de los tomos que allí había… claro está que en esos casos no pedir permiso era la mejor de las opciones. ¡Además! Ella no pensaba dañar de ninguna manera ni uno solo de aquellos preciados tomos, por lo que, deslizándose con agilidad para evitar ser vista por el distraído guardia que se había dejado engatusar por la belleza femenina, consiguió cumplir su sueño dorado de caminar por los pasillos de aquel templo de sabiduría, sorteando al guardia de la entrada hasta llegar a las inmensas estanterías.

Ella se hubiera quedado allí durante días, empapándose de todo el conocimiento que su prodigiosa memoria le permitiera. No obstante, esta vez había acudido para saber si podía descubrir algo del medallón que había poseído Sabino y de la misteriosa inscripción tallada. Ya tendría tiempo de colarse en aquel asombroso lugar en futuras ocasiones, por lo que, haciendo el menor ruido que pudo, y ocultándose para no ser vista, comenzó a buscar en la sección de casas nobles venecianas, algún tomo que coincidiera con la descripción.

Con esa primera búsqueda comenzó la noche de Leonor. Si bien por lo que ella sabia no habia nadie mas en ese gran salón, realizo su búsqueda con el mayor de los cuidados buscando el origen de ese misterioso medallón.

En su búsqueda se encontró con distintos libros y manuscritos, algunos con parte de la historia de Venecia o de otros lugares de Europa, algunos con poseias y legendas locales, algunos religiosos y unos cuantos con información geográfica muy interesante de la tierra donde vivía y la que quedaba en ultramar. Sin embargo a pesar de su gran curiosidad los tuvo que dejar de lado porque bien sabía que eso podría desviarla bastante de la razón por la que vino.

Fue tras un largo recorrido donde llego al lado paralelo del que había ingresado que encontró su primer documento que hablaba de la nobleza Veneciana. Estaba relativamente cerca y facil accesible.

Era un libro que donde venían escritos varios nombres de los cuales todos poseían un apellido importante de los cuales Leonor podía recordar haberlos escuchado. Retrocediendo a la primera hoja se dio cuenta que este libro era llamado “El libro dorado” y poseía los nombres de todos los hombres nobles mayores de dieciocho años. De nuevo avanzando se dio cuenta que seguía siendo actualizado con los años.

Examinándolo bien encontró la sección de escudos viendo unos cuantos que ya conocía y otros que era la primera vez que veía. Mas ninguno le recordaba a los símbolos del medallon.