Partida Rol por web

Era de noche cuando se despertó luego de una pesadilla que aun retumbaba en su cabeza, una pesadilla que se había vuelto algo frecuente aunque los detalles de esta variaban.

En ambos escenarios se encontraba en su habitación acostada en su cama esperando algo, que en un principio no sabía de qué se trataba pero luego cuando la puerta se abría dejando entrar una figura humana sus ansias de que se acercara a ella crecían. En ese momento era que el sueño tomaba distintos caminos, uno de los cuales revelaba al enmascarado como la figura que se acercaba a ella y otra donde un sujeto extremadamente guapo venia hacia ella. Ambos se movían con calma y llegaban a ella sin pronunciar palabra alguna dejándola en el desconocimiento ante sus intenciones pero ella presentía cierto final.

Cuando ambos llegaban se arrodillaban en su cama, tomando con delicadeza alguna de sus manos antes de dejar un beso en ella. Mientras pasaba eso ella no podía hablar a pesar que sentía que abría y cerraba la boca para hacerlo, sin embargo aquel intento de comunicación no duraba demasiado hasta que ambos hombres la besaran en sus labios como ella tan bien intuía. Aunque aquel no era el final de un tan bello sueño, sino era la parte que la dejaban de besar para como si fueran animales se lanzaran con furia ante su cuello desangrándola.

Despierta como estaba no quería volver a dormir de nuevo tan pronto, tenía miedo la pequeña. Miedo que volviera a soñar de esa manera por lo que a pesar de no comprender del todo comenzó a avanzar fuera de su habitación. Andaba descalza por el pasillo interno de la taberna guiada por un sentimiento que no podía terminar de comprender, incluso como si no importara subió al segundo piso donde hasta ahora no se había animado a ir. Siguiendo su recorrido encontró una puerta apenas abierta que contenía unos ruidos que temía por una razón que ahora se le escapaba.

Fue cuando llego frente a la puerta y se acomodó para ver por la pequeña abertura que comprendió la razón de aquel ruido. Dentro de la habitación era oscuro aunque los rayos de luz que venían de afuera le dejaban apreciar ciertos detalles en la pareja que danzaba íntimamente en aquella gran cama. Se notaba un rubio fácil de reconocer en la hermosa mujer, que la huérfana identifico como Camila aunque el hombre que se encontraba junto a ella fue quien más la sorprendió porque podía identificar su físico y rostro a pesar de la luz como uno conocido. Era el hombre de su sueño.

Se despertó envuelta en sudor ahogando un grito antes de que saliera de sus labios. No era la primera vez que una pesadilla asolaba su sueño y desgarraba sus energías, impidiéndole pensar con claridad durante unos instantes o durante varias horas. Las pesadillas que había tenido desde que perdió la memoria, iban variando en dureza y en intensidad, aunque un factor era inmutable en todas y cada una de ellas: La sangre y la brutalidad se repetían cruelmente cada vez, sin que fuera consciente de las implicaciones reales de aquellas terribles visiones de su subconsciente.

En esta ocasión, el misterioso enmascarado que la sacó a bailar en la fiesta de la plaza la encontraba en la seguridad de su habitación, acercándose con lentitud hasta su cama. Ella intuía que era él, aunque en la profundidad de su quimera éste se encontraba desprovisto de su máscara, mostrando unas hermosísimas facciones y una mirada profunda. Por alguna razón que no comprendía, la joven pelirroja intentaba incorporarse sin éxito del lecho en el que se encontraba, en parte asustada y en parte ansiosa por sentir la proximidad de la piel de aquel extraño. Pero nada más arrodillarse a su lado tomando su mano con delicadeza, su furtivo amante le otorgaba el primer y último beso que jamás sentiría, antes de que la carne y los huesos de su cuello crujieran y se astillaran mientras la destrozaba…

Hoy era una de esas noches en las que le era totalmente imposible dormirse de nuevo después de despertar sobresaltada. Por lo que, tras permanecer dando vueltas en su habitación durante lo que le pareció una eternidad, decidió ponerse sus ropas de mujer e intentar ir a buscar un poco de agua… Pero, tras caminar descalza hasta la cocina para saciar su sed, un extraño sonido la atajo escaleras arriba sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Como si flotara en una nube, fue sorteando los muebles y los obstáculos que vislumbraba por primera vez entre la oscuridad de la noche, hasta que finalmente llegó a lo que supuso que sería la habitación de Camila, repitiéndose a sí misma que quizá necesitara su ayuda.

Pero al asomarse con cautela por la rendija de la puerta, sus ojos se abrieron de par en par al presenciar la intimidad de aquel acto que la belleza rubia estaba llevando a cabo con el terrible desconocido que parecía estar sacado directamente de sus pesadillas. Esto no podía estar pasando. ¿Acaso seguía soñando sin percatarse de ello? Sin saber por qué, las mejillas de la joven huérfana se tornaron de un intenso carmesí mientras una extraña y sofocante sensación, mezcla de celos, deseo y miedo, se apoderó de ella.

Le temblaban las piernas mientras contenía la respiración para no hacer ruido, justificando en un principio su permanencia junto a la rendija de la puerta, y diciéndose a sí misma que estaba tratando de garantizar la seguridad de Camila. No obstante, la intimidad de los dos amantes era tan intensa, tan espiritual, tan profunda, que finalmente decidió salir de allí lo más sigilosamente que pudo, totalmente aterrada y avergonzada por la desconcertante escena que acababa de presenciar.
No sabía a dónde ir, y le hubiera resultado imposible conciliar el sueño tras las imágenes a las que acababa de ser testigo. Por todo ello, y sin tener muy claro por qué lo hacía, salió sin rumbo fijo de la taberna de Facciolo, no sin antes recoger su hermoso medallón de oro y el resto de sus pertenencias.

Pero… ¿Cómo es que sus pies le habían traído sin saberlo hasta la plaza donde conoció al misterioso enmascarado? Quizá al saber que en estos momentos él yacía junto a Camila, la plaza donde se encontraba ahora, a solas en la oscuridad, fuera el lugar más seguro para la huérfana en estos momentos.

La pequeña se encontraba sola en aquella plaza desierta que no parecía poseer alma alguna excepto la de ella. Algo que en otro momento no le habría sido placentero ahora se convertía en un lugar donde buscaba calma.

Una calma que le eludía al recordar aquellas imágenes que la afectaban de tantas maneras que no podía controlar aun con su mejor esfuerzo. Había sensación de celos mientras recordaba la figura de ambos bailando en la oscuridad de esa habitación. Su cabeza no podía formular una explicación por lo que sentía, tal vez era una perfección en su sincronización que hallaba en ello a pesar de su poca experiencia en esa área o tal vez era por su compañía de la cual ella no poseía. Aunque eso no era todo lo que sentía, también había algo de excitación en contemplar aunque sea un poco ese cuerpo perfecto del hombre que bien pudo encontrarse con ella en vez de con Camila con ella. Sin embargo lo que domino su ser más que esos dos sentimientos fue el de terror, uno por el cual se dejaba llevar aun donde no debía.

Como a una plaza vacía, oscura y fría.

Si bien sus pensamientos podrían calmarse mientras pensaba todo aquello, no es algo que podría hacer ahora que escuchaba unos pasos anunciando una nueva alma en ese lugar.
 
Leonor sabía por dónde venía, no solo por el sonido de sus huellas si no por la figura humana que pronto tomaba forma con las pocas luces que lo empezaban a iluminar. “¿Así que eras vos quien corrías? Sabes es muy peligroso estar sola a estas horas.” Dijo el hombre que se acercaba dejando ver su rostro conocido ante ella. El hombre poseía un cabello oscuro, junto a unos ojos celestes que como su sonrisa parecía marcar cierta diversión en las palabras que le decía. Además de su rostro ella pudo notar que se encontraba armado con una espada, sumado a su armadura de cuero oscuro algo gastado.

“Ven acércate pareces con frio...” comento el hombre mientras se acercaba a ella ofreciendole una de sus manos para que ella lo tomara.

Había salido de la taberna a toda carrera sin tener demasiado claro por qué huía ni la razón por la que se sentía tan alterada. El hombre de su sueño se había aparecido ante ella danzando en los brazos de su benefactora, en un baile tan íntimo como revelador. Su corazón desbocado trataba de compensar el aire que le faltaba en los pulmones a causa de sus prisas, y quizá por ello fue incapaz de pensar con la suficiente claridad como para no darse cuenta antes de que acudir a una plaza que no hacía mucho había estado atestada de criaturas de la noche, no era para nada una buena idea.

Una vez allí, se detuvo junto al pozo donde su misterioso enmascarado le había ofrecido algo de beber en lo que ya le parecía una eternidad. Fue entonces, mientras se sentaba en la fría piedra para recuperar el aliento, cuando comenzó a racionalizar en su subconsciente que el apasionado amante que abrazaba a Camila quizá no fuera la misma persona que había pasado horas junto a ella en aquella lejana fiesta, a pesar de que tan solo lo había visto entre penumbras. La altura, el color de sus ojos e incluso el tono de su piel y musculatura eran totalmente diferentes pero… ¿y si su sueño había modificado sus recuerdos para amoldarlos a una verdad más fácil de digerir? No podía estar segura, pero el miedo volvió a apoderarse de ella al intuir que quizá no estuviera tan a salvo de su enmascarado en aquel lugar como había pensado en un principio.

Pero de repente, mientras aun trataba de ordenar aquellos terroríficos pensamientos en su cabeza, no pudo evitar sobresaltarse visiblemente al percibir que no estaba sola en aquella abandonada plaza. Sus ojos se abrieron de par en par al siquiera imaginar que su enmascarado la había encontrado… o quizá la había seguido hasta allí desde el lecho de Camila, y una extraña e incomprensible excitación recorrió su columna vertebral sin que pudiera evitarlo, al recordar los cálidos besos que había recibido en sueños.

No obstante, la figura que se acercaba lentamente saliendo de entre las sombras tenía una constitución y unos andares totalmente distintos, y no era otro que el apuesto joven que caminó junto al sacerdote mientras ella trataba de salir furtivamente de la Basílica. ¿Qué significaba aquello? ¿Acaso era una coincidencia fruto de una mala jugada del destino? ¿O es que aquella persona conocía su secreto y la había estado rastreando hasta dar con su paradero?

-Estoy bien, gracias. Lamento ser descortés pero no acostumbro a aceptar la mano de extraños... Además de que he de irme. – Dijo categóricamente, aunque acentuando los refinados modales que su hermano siempre había insistido en que aprendiera. La armadura y las armas que portaba le advertían del peligro, a la vez que aquella sonrisa divertida la inquietaba más de lo que estaba dispuesta a admitir, a pesar de que desde tan cerca le resultara bastante más guapo que la oscura noche donde le vio por primera vez.

Su sonrisa se controló disminuyendo mientras continuaba acercándose a ella sin disminuir su paso. “Sería más descortés de mi parte dejarla caminar por la noche sola. Una dama tan hermosa podría encontrarse en un peligro sin la compañía adecuada.” Comento invitándose a sí mismo a acompañarla terminando de dar los pasos que lo situaban enfrente de ella.

“Mi nombre es Dante, soy un duelista...” se presentó con una leve inclinación de la cabeza antes de mover su mano tomando la de ella con delicadeza. “Espero que ya no me considere un extraño señorita…porque sintiendo lo fría que se encuentra tu mano y me parecería que lo mejor compartirle un poco de calor de las mias. Incluso con su permiso.” dijo inclinando su cuerpo para agacharse lo suficiente para estar a su altura elevo su mano colocándola cerca de su boca.

Sin demora la joven pudo sentir el calido aliento que usaba este para calentar su mano fría, que de por ya habia tomado algo de calor de la mano del sujeto. Para finalizar coloco un dulce beso en el dorso de la mano y la miro con delicadeza pareciendo asumir otro gesto al que tenía en un principio pareciendo casi caballeresca toda su demostración si no fuera porque le recordaba a su sueño.

“¿Como es que te encuentras aquí sola? ¿Acaso no tienes un hogar?” pregunto con delicadeza enfocando sus ojos azules en los suyos mientras esperaba su respuesta conservándose algo agachado para igual la altura de ella sentada.

Leonor sabia que posiblemente huir en estas circunstancias era en vano, puesto que aquel hombre parecía ágil, fuerte y perfectamente capaz de atraparla sin problemas. No obstante, tampoco lo descartaba del todo puesto que no sería la primera vez que escapaba con éxito de aquella plaza maldita.

Sin poder refutar las palabras del caballero, aceptó su mano esperando que le propiciara tan solo un beso de cortesía, pero no pudo evitar sorprenderse visiblemente ante el gesto que realizó al calentar sus dedos con su aliento. Finalmente, y tras un suspiro contenido al no saber qué le depararía este encuentro, la joven dama le devolvió la inclinación de cabeza antes de responder a sus preguntas.

-Un placer conoceros, duelista Dante. Mi nombre es Leonor y espero acertar en la suposición de que vos sois la compañía adecuada para evitar encontrarle en peligro. – Dijo con impecable educación alegrándose de que él no le hubiera proporcionado su apellido de tal forma que ella no estaba obligada a reconocer que no tenía ninguno que pudiera dar.

-Sí que poseo un hogar, pero necesitaba aire fresco después de una pesadilla… Supongo que ha sido una imprudencia acudir sola a este lugar por mucho que me guste durante el día. – Se sinceró mientras sus almendrados ojos de azul intenso sostenían la mirada del hombre que la escrutaba con curiosidad - ¿Y vos? ¿Cuál es la razón de que la providencia haya cruzado nuestros caminos? ¿Acaso no disponéis de un hogar en el que reposar vuestra espada? – Le preguntó con una sonrisa felina, haciéndole ver que para ella era igual de sospechoso encontrarle andando solo por los callejones, por muy duelista que fuera, teniendo en cuenta que seguramente él tendría muchos más enemigos a su espalda.

“Con Dante es suficiente. Ese no es mi título solo una profesión por la cual soy conocido.” Le dijo luego de escuchar cómo se refería a su persona. “Pronto se dará cuenta que es así, yo nunca he fallado en proteger a las personas que me acompañan Leonor.” Comento con una sonrisa algo confiada y dándole un tono especial al nombre de la joven mientras sumaba su otra mano para calentar la de ella, además de acariciarla con suavidad.

Cundo ella comenzó a explicarle el hombre conservo su mirada en ella como si le prestara su total atension a la pequeña dama. “Es un alegre lugar para visitar en el dia, aunque a la noche cuando no hay fiestas parece algo más sombrío y vacio en comparación. Pero es cierto que el aire que se respira aquí es el mas fresco de toda la ciudad.” Comento dándole la razón y sonriendo no estando dispuesto a dejarla como una tonta por venir de noche a este lugar.

“Si lo poseo, un hogar en el que reposar mi espada.” Comento con una media sonrisa divertida. “Yo me encontraba buscando algo valioso para mi, incluso pensé que lo halle cuando di con usted pero supongo que di con un diferente tesoro.” Comento levantándose para pararse derecho, antes de sentarse al costado de ella aun con una de sus manos en su poder. “Igual no se preocupe no es nada importante, en comparación con lo suyo que parece sacarle el sueño.” Comento de nuevo volviendo la atension a ella.

“Sinceramente no se bien porque nos cruzamos…” comento pareciendo lo suficiente honesto para sacarle algo de la idea a Leonor de que la habia seguido. “Pero por lo que veo usted necesita compañía para aliviarla un poco o me equivoco?”

La chica no pudo evitar regalarle una sonrisa ante la aclaración del caballero, como si aquel gesto le hubiera hecho más humano a sus ojos – Y una profesión peligrosa si es solo eso a lo que os dedicáis, si me permitís decíroslo – bromeó, permitiendo que aquellas manos calentaran las suyas sin oponer resistencia, sintiéndose extrañamente halagada por la deferencia con la que la trataba y por sus esfuerzos porque no sintiera que había hecho una estupidez al acudir sola a este oscuro lugar.

-¿Algo valioso para vos? Vaya… ahora habéis despertado mi curiosidad. Lamento de veras que no lo hayáis podido encontrar al final y os dejaré continuar con vuestro camino si cabe la posibilidad de que aun tengáis suerte. – Respondió, tratando de ignorar el piropo que el duelista acababa de regalarle, para evitar ponerse colorada al instante en el momento en el que el apuesto joven decidió sentarse junto a ella.

– Los sueños solo son eso… y vuestra búsqueda parece algo más real, por lo que no deberíais restarle importancia. – Le refutó algo menos asustada de lo que había estado en un principio al verle. Lo cierto es que no sabía por qué se sentía bien a su lado después de haberle visto en la basílica en compañía de ese sacerdote, seguramente haciendo algo prohibido, pero aquella sonrisa aparentemente sincera y su disposición de socorrer a una dama que, a todas luces y a juzgar por su indumentaria, no pertenecía a la nobleza, la empujó a no desear salir corriendo de allí ante la primera oportunidad –Además, mis inquietudes seguramente sean insignificantes en comparación con los que pueda tener un caballero como vos.

Rio un poco junto a ella, moviendo su mirada a su espada. “Toda profesión es peligrosa de una u otra forma. Incluso se dice que el éxito trae la envidia, asi que cualquier profesional con habilidad tendrá uno que otro enemigo.”  Comento con confianza, pareciéndose sentir poco perturbado por los enemigos que seguramente ya poseía.

“En eso mi suerte no creo que sea buena, ya que desde hace horas que vengo buscando a esa persona pero esta no desea ser hallada por mí al parecer.” Comento con una mezcla de irritación y preocupación aunque rápidamente volvió a una actitud más calmada. “No es un asunto que tenga que ver con mi profesión, es más bien personal. Es una persona que me conoce, por lo que si no desea ser hallada por mí entonces lo mejor que pude haber hecho fue rendirme antes.” Confeso desviando por segundo su mirada de la joven, antes de volver con una sonrisa. “No debe preocuparse es algo que no tuve que mencionar. Por este asunto familiar no me trae nada bueno.”

Negó con la cabeza acercándose hasta tocar su codo con el suyo, algo que aunque invasor ayudaba a la joven a conservarse algo más caliente ya que los vientos fríos del mar y estar sentada comenzaban a enfriarla. “Si fuera así me habría retirado a continuar con mi infructuosa búsqueda, pero al parecer el destino tiene algo distinto para mí al encontrarla aquí sola.” Le justifico mirándola con intensidad. “Creo que desea que nos conozcamos y yo le ayude lo que pueda con sus inquietudes….ya que por lo que veo en su cara no parecen nada insignificantes.” Comento mientras sus caricias empezaban a ascender despacio por su brazo aunque sin avanzar más allá de sus codos.

“Dígame que busca olvidar en su pesadilla y si puedo serle de ayuda en eso.” Agrego de nuevo con una sonrisa encantadora que era puesta para aflojar la lengua a la pobre huérfana.

-Pero tendréis que reconocer que las profesiones que de por sí implican armas, suelen tener más posibilidades de que alguien salga herido. – Puntualizó antes de centrarse en el asunto que le había traído hasta aquella plaza a altas horas de la noche.

-Ummmm… Alguien que os conoce y no desea veros… Si no fuera porque habéis mencionado que se trata de un asunto familiar, habría supuesto que sería una dama molesta con vos por algún motivo. – Bromeó claramente, intentando discernir en su interior si no buscaría a aquel sacerdote que le acompañó en la basílica no hace mucho.

Pero entonces se percató de que el duelista estaba tomándose demasiadas confianzas con ella, incluso tratándose de una fría noche como aquella, cuando las caricias de él subieron hasta detenerse en sus codos. Si no ponía remedio pronto, aquello posiblemente no acabaría tan bien como había empezado y, por mucho que le gustara el apuesto Veneciano, no deseaba poner en riesgo su virtud con el primer hombre que fuera gentil con ella y le regalara hermosas palabras.

-Todo el mundo tiene malos sueños en alguna ocasión. No debéis preocuparos por mí – comenzó, sin saber muy bien como escapar de su escrutinio sin sonar descortés – Supongo que buscaba encontrar la paz en esta plaza enfrentándome a mis miedos. Yo… odiaría dejar de frecuentar un lugar tan hermoso por imposiciones de mi subconsciente. – Le confesó sin tener muy claro si había sido aquella cautivadora sonrisa la que le había empujado a sincerarse sobre sus verdaderas motivaciones al acabar en este lugar.

Rio un poco ante la insistencia de ella “No lo niego, es un trabajo riesgoso pero tambien muy emocionante.” Devolvió para dejar en claro que no le importaba en gran medida aquel riesgo.

Ante su broma la vio con una intensidad y una media sonrisa, no se veía para nada molesto sino divertido ante las palabras de ella. “Acaso ves en mi algo que te llegue a molestar, Leonor?” pregunto con bastante confianza mientras sus ojos se movían por su rostro a su cabello y a otros lugares diferentes a la mirada de ella para darle un alivio de su galante mirada a la pelirroja.

Las manos que si bien se detuvieron a los codos de ella, la continuaban acariciando con delicadeza mientras escuchaba sus palabras aunque se veía un poco donde estaba la atención de este. “Es una buena decisión de tu parte no dejar que un mal recuerdo arruine este lugar para ti. Sabes además de eso hay otras formas de sacar un mal recuerdo de un lugar.” Comento sonriendo y buscando el interés de la joven dejándola con la intriga para las demás soluciones.

Leonor sonrió con un brillo en la mirada, comprendiendo las razones de por qué el peligro a veces podía llegar a despertar tanta devoción. Ella se había sentido así en infinidad de ocasiones y, aunque se autoconvenciera de que tan solo se exponía al peligro para sobrevivir, estaba claro que la adrenalina a veces podía más que su sentido común.

No obstante, sus pensamientos se desviaron de nuevo hacia su acompañante y hacia la pregunta que le hizo. Tras meditarla durante uno segundos, se permitió sonreír con picardía antes de contestar con elocuencia – Ahora que lo mencionáis… aun estoy tratando de analizar como sentirme ante el hecho de que os toméis tantas libertades para con mis brazos. – respondió con audacia mirando las manos de él que, no habían dejado de acariciarla en ningún momento.

No obstante aquel hombre le gustaba por alguna razón que era incapaz de comprender, y en su cabecita fraguó un plan para justificar el desear verle en alguna ocasión futura, evitando sentirse culpable. Por todo ello, se dijo a sí misma que el interés que mostraba hacia él tan solo era un ardid para descubrir qué era lo que estaba haciendo en la basílica aquella noche. Así que, con dicha idea en la cabeza, la hermosa mujer de pálida piel y rojizos rizos le respondió con dulzura – Y creedme que gracias a vos, eso ha sido posible. He de marchar ya para no preocupar a nadie, aunque me encantaría poder llegar a conoceros. No sé si será muy atrevido que una dama os pida que la invitéis a almorzar algún día… -Dejó caer con inocencia, rezando a Dios par que aquel apuesto joven no resultara ser una criatura de la noche.

“¿Aun lo analizas?” pregunto divertido dejando de acariciar sus brazos dejándole un momento de tranquilidad antes de cambiar de táctica. “No es algo complicado. Solo deberías preguntarte genuinamente si te ha gustado…” comenzó a decir mientras sus manos volvían a asaltarla pasando una de ella por la espalda de la joven para tenerla abrazada y asi entre ambas manos fue acariciando el costado de su cuerpo y parte del frente con delicadeza sin sobrepasarse a áreas más íntimas con sus manos pero seguramente no haciendole facil concentrarse a la joven para que pudiera pensar en profundidad en la situación que estaba. “El tacto de mis manos en tu cuerpo.” Completo con su rostro más cerca del de ella.

La invitación de la chica no fue ignorada por lo que luego de tenerla rodeada con sus brazos, sonrió con una falta inocencia que no correspondía para nada a la situación que ocurría ahora. “No es nada atrevido. Aunque me gustaría estar seguro que sea algo que fueras a cumplir.” Confeso sus ojos azules concentrado en los de ella. De a poco se acercó en un gesto que la pequeña dama podía adivinar lo que veía en parte porque su mente volvía a recordar un instante parecido en esta misma plaza.

Un pasional beso pareció ser, para aquel bravo hombre, el sello que cerraría la posibilidad de juntarse en un futuro muy cercano. Para la suerte de la joven los movimientos hábilmente provocativos de las manos del hombre se detuvieron, encerrándola en un abrazo no demasiado fuerte pero con el objetivo de acercarla a ella. Una vez suelta de su beso la observo por un tiempo antes de volver a hablar. “Es muy temprano para que te vayas, aunque siendo un caballero aceptare si quieres marcharte y esperare impaciente a nuestro próximo encuentro que espero sea más extendido.” Comento esperando tus próximas palabras y acciones.

-Recordad caballero que aun soy muy joven y que hay ciertas cosas que pueden impresionarme – Afirmó la dama sin poder evitar regalarle una sonrisa al tiempo que se sonrojaba ligeramente.

Cuando aquellas manos rodearon su cintura y él la atrajo hacia sí, Leonor no supo reaccionar. Por un lado le gustaba la proximidad de aquel hombre, pero por otro le daba bastante miedo todo lo que le estaba sucediendo, en especial por el hecho de que apenas le conocía como para permitirle esas confianzas. Por todo ello, cuando Dante aproximó su rostro al de ella y la besó apasionadamente, su corazón empezó a latir con fuerza al tiempo que su respiración se aceleraba.

Estuvo tentada en apoyar sus manos en su pecho y apartarle de ella, pero aquel cálido beso había sido tan embriagador, que durante unos segundos su voluntad quedó anulada para centrarse únicamente en lo que su cuerpo sentía.

-Vos…vos… ¡Me habéis besado! – Respondió sorprendida con los ojos muy abiertos, dándose cuenta acto seguido de la obviedad de sus palabras y logrando que sus mejillas se volviera de un intenso carmesí. – ¡Lo habéis hecho a traición! Tenéis suerte de que me caigáis bien. – afirmó algo más calmada, dedicándole finalmente una sonrisa tímida al escuchar su afirmación de que era un caballero y que la dejaría marchar. A estas alturas Dante seguramente se habría dado cuenta de que se encontraba ante una joven doncella bastante más inocente y menos atrevida de lo que seguramente él estaría acostumbrado

- ¿Cuándo me invitaréis a almorzar? – Preguntó mientras uno de sus dedos jugueteaba con sus rizos carmesí con aire nervioso.

-Sois un presuntuoso – Le respondió ante aquel tono empleado, aunque sin eliminar la sonrisa de su cara – Tenéis suerte de que no me asuste fácilmente, porque verdaderamente mereceríais que me marchara corriendo en lugar de confirmar que mañana al mediodía sería un placer volver a veros. – Finalizó aceptando la cita que le proponía y rezando para no equivocarse al darle una oportunidad.

Estaba a punto de preguntar dónde sería el encuentro, cuando el duelista volvió a pillarla desprevenida y la besó apasionadamente mientras la abrazaba con intensidad, notando cada vez más su contacto con cada segundo que permanecía junto a ella y aquella respiración que delataba innegablemente la emoción que sentía.

Era imposible que el corazón de la joven pudiera latir más rápido, mientras su cuerpo se perdía entre los brazos de aquel descarado joven, y un extraño escalofrío recorría cada rincón de su piel. Cuando las manos de Dante se separaron por fin permitiéndole pensar con claridad durante escasos segundos, un temblor inundó su columna vertebral al ser consciente de que, si permitía que siguiera, quizá ya no deseara que se detuviera. Por esta razón, la joven pelirroja se incorporó despacio, mirándole con sus cálidos ojos azules antes de despedirse de su placentero toque.

-He de irme ya, pero ha sido todo un placer conoceros ¿Dónde deseáis que nos encontremos mañana? ¿Os parece bien esta misma plaza? – Preguntó, tratando de apaciguar su acelerada respiración e intentando disimular su aun trémula voz.

El duelista no hizo esfuerzo alguno de retenerla, dejando que sus brazos se deslizaran por el pequeño cuerpo de ella mientras se levantaba. No había decepción en su mirada sino una paciente anticipación a lo que haría ella.

Cuando la joven confirmo que asistiría su sonrisa de predador pareció llegar a su clímax como si estuviera seguro que ella no faltaría a aquella cita que habían terminado de arreglar. “Aquí mismo estaría perfecto, te estaré esperando Leonor.” Comento levantándose y acomodando su espada. “¿Deseas que te acompañe a tu hogar?” pregunto disminuyendo su sonrisa y tomando un tono más educado como si pareciera un caballero. De nuevo se aproximó a ella pero guardando sus manos en su sitio para la sorpresa y algo de decepción de ella.

La sonrisa que mostró el duelista asustó ligeramente a la joven que empezó a dudar de si sería una buena idea acudir a aquella cita al día siguiente. No obstante, Leonor procuró conservar la compostura mientras le respondía amablemente – No es necesario. Así seguiré manteniendo cierto aire de misterio hasta que nos veamos de nuevo, para haceros la espera más emocionante. Buenas noches Dante.

Acto seguido le dedicó una bonita sonrisa y una leve inclinación de cabeza antes de encaminarse de nuevo hacia la taberna, a pesar de que su habitación ya no le parecía un sitio tan agradable después de lo que había presenciado en el piso de arriba.

El duelista como antes decidió no insistir dejando a la joven retirándose de este misterioso encuentro en la plaza. Mientras caminaba la joven miraba hacia todos lados incluyendo para atrás, temerosa. Ahora más calmada y pensando de forma más racional el camino se venía mucho más peligroso para ella por lo que no muy lejos de la plaza aumento su ritmo para evitar otro posible encuentro esa noche.

La suerte pareció estar junto a ella cuando llego a la taberna, abriendo la puerta encontrándose la enorme sala todo oscuro como la había hallado luego que escapara la primera vez. Suspirando aliviada se adentró y avanzo con cuidado para llegar a su cuarto para que nadie notara que se había ido.

Entonces abrió la puerta de su cuarto y noto que su huida había sido detectada por alguien. Por la mujer que ahora se encontraba sentada en su cama con las piernas cruzadas y sus brazos empezando a imitarlos mientras abría la puerta. La mujer se encontraba vestida con un camisón bastante atrevido que hacia un gran esfuerzo para ocultar los atributos femeninos que se resaltaban más con su actual forma de sentarse.  

“¿Dónde fuiste querida?” pregunto con un tono de reproche, decorado con algo de dulzura que parecía salirle naturalmente a pesar de lo enojada que podría encontrarse. “Ven, siéntate.” Le pidió liberando sus brazos para señalarle un lugar junto a ella.

Leonor no había querido despertar a nadie. De hecho, ni siquiera sabía por qué había regresado a la taberna después de ver que el hombre que estaba en la cama con Camila no era otro que aquel que aparecía en sus pesadillas. No obstante, no tenía a donde ir, y se había marchado tan apresuradamente que no había recogido sus ropas de muchacho, por lo que de seguro lo tendría difícil en las calles si decidía regresar a su vida anterior.

Por esa razón, sus intenciones eran esperar al alba para dormir un poco y luego marcharse con sus cosas para no volver jamás. Pero como siempre, la suerte no estaba de su parte, por lo que, la rubia mujer la esperaba en su habitación sentada en su cama esperando su regreso, con un camisón que apenas tapaba las virtudes que había visto entre penumbras cuando la pilló con su amante.

-No creo que deba darte explicaciones sobre todo lo que hago – contestó con la tozudez propia de una adolescente – Lo mismo que tampoco te pido que me digas con quien pasas las noches – Finalizó en el mismo tono de reproche que la rubia mujer estaba empleando con ella, cruzando los brazos sin la más mínima intención de sentarse.