Partida Rol por web

Pareció crearse un silencio algo incómodo luego de las palabras de Leonor. “No te alejes ya termino con esto.” Dijo el vampiro notándosele un tono casi frio como si una parte de él supiera lo que pensaba ahora mismo la huérfana. Sin embargo continuo con la charla con el remero sin darle una segunda mirada a ella.

Por un momento empezó a sentirse como un escape fácil, pero pronto en su interior empezaron a formarse sentimientos que ella no había pensado. Sentimientos que otras personas, incluso ella, podrían llamar egoístas aunque no fuera su culpa que se sintiera atraída a algo de cariño y comodidad que le ofrecía ese hombre. Uno que a pesar de su naturaleza la había tratado la mayor parte del tiempo mejor que muchos de los hombres en esa ciudad. Aquel simple pensamiento traicionaba a la joven que bien era en gran parte bastante independiente para sobrevivir sola pero que en ese momento se sentía con cierta necesidad de no pasar sola esa noche.

Sin embargo aun con los pensamientos que la hacían dudar observaba sus alrededores. El puerto donde habían embarcado era de tan buena calidad como muchos en esa ciudad pudiendo aguantar un peso mucho mayor que ella y teniendo amplitud necesaria para que ella pudiera andar sin problema. Por otro lado la puerta de este lado de la posada está abierta con un viejo alegre invitando desde el interior a que pasaran. Desde fuera parecía haber una pequeña recepción muy iluminada y caliente para recibir a los invitados, mientras al final del corredor otra puerta más grande que podías adivinar que se trataba de la principal que daba a la calle.

Las palabras que le dedicó, pidiéndole que esperara resonaron en su cabecita más como una orden que como una petición. En su interior, algo la empujaba a obedecerle, a hacer todo cuanto le pidiera y a no desilusionar a aquel hombre que la había tratado mucho mejor que la mayoría, habiendo podido hacer gala de su poder para someterla a su antojo.

“Pero ¿Qué te está pasando, Leonor? Ese hombre no desea tu bienestar, sino el suyo propio. ¡Tú eres mucho más fuerte y autosuficiente que todo esto!” Se recriminó para sus adentros, tratando de enfatizar los momentos en los que la había obligado, usando tanto su fuerza bruta como sus incomprensibles poderes sobrenaturales contra ella… pero, por más que lo intentaba y por más que se esforzaba en odiarle, no podía, puesto que esa sonrisa que le había regalado en contadas ocasiones acudía a sus recuerdos, mitigando visiblemente los agravios que había cometido contra ella.

-Tan solo será un momento – Respondió con una sonrisa, mientras por dentro la corroían los remordimientos, haciendo que se sintiera como si le traicionara de alguna manera. Acto seguido, y sin apresurarse en absoluto, atravesó la puerta regalándole una inclinación de cabeza al anciano y cruzó hasta el interior, para volver a salir por la entrada terrestre de la posada y dirigirse hasta donde supuestamente estaban situadas las letrinas.

Una vez allí, la joven pelirroja se mordió el labio inferior con remordimientos, mientras dibujaba en el terrizo suelo con un palito “Lo siento… Necesito pensar”, y escapó corriendo tratando de no pensar mucho, antes de que su corazón la obligara a darse la vuelta para regresar a su lado.

El anciano la dejo pasar con una sonrisa sin interponerse pareciendo no concentrase mucho en ella, esperando a Konrad terminara con el remero. Por lo que los pasos de la joven fueron seguidos con tan poca vigilancia pudo salir con una naturalidad que permitió que no se levantaran demasiadas sospechas.

Las demás acciones de ella pudieron ser mas simuladas con menor rigor, incluso hasta dejar ese mensaje de disculpas que ni ella misma terminaba de sentir suficiente por lo que se encontraba haciendo.

Pero eso poco importaba en medio de su corrida por los callejones oscuros de esa ciudad suya, vestida con un vestido que no ocultaba para nada su género y le hacía sentir bastante insegura. Tal vez por eso comenzaba a sentir una mala sensación aui afuera lejos de sus refugios por la noche.

Parecía que nadie le impedía la salida, y a cada paso que daba para alejarse de la posada, la culpa la embargaba más y más. Sabía que Konrad encontraría el mensaje que le había dejado, puesto que el escusado era un lugar bastante a la vista, por lo que no tardó en alejarse por las calles de Venecia con rapidez, para evitar que la alcanzara e impedir que diera con ella tras su huída.

Pero aquel vestido tan solo conseguía generar un miedo inconsciente en la huerfanita, la cual veía enemigos en todas las oscuras esquinas a medida que avanzaba. Tampoco sabía donde dormiría una vez lograra estar lo suficientemente lejos, aunque aquello era un detalle que esperaba solventar más adelante, en cuanto lograra quitarse aquella incómoda sensación que la abrumaba.

Aquella sensación incomoda se volvía un problema más grande en la joven que no terminaba de encontrar el origen de este. Era posible que todo estuviera en su cabeza y que el vestido le hacía dudar de todas sus acciones en esa noche o tal vez eran las personas que veía por la calle seguramente impresentables que ella debía evitar o tal vez era algo completamente diferente mezclado con el arrepentimiento que la invadía.

De cualquier forma su avanzar se fue deteniendo sin saber bien la razón por la cual venia volviendo más lento su paso que aunque seguía constante ahora parecía más parecido a una caminata. A pesar de las varias miradas alrededor no encontraba nadie cerca de ella, como si de pronto su cercanía se había vaciado de cualquier individuo. Dejándola sola con su corazón que latía cada vez más lento para su sorpresa.

No sabía por qué se sentía tan extraña al alejarse más y más de lo que podría haber sido una velada encantadora… o quizá un terrible fin de noche. No obstante, ya no había vuelta atrás, por lo que su carrera apresurada fue menguando sus pasos una vez que se aseguró de que nadie la perseguía.

Las luces de la noche se le antojaban tenebrosas en la oscuridad de los corredores de Venecia, y aun tenía que encontrar un lugar donde poder dormir, aunque lo importante era llegar al pequeño escondite donde había dejado sus ropas de chico para acudir a la cita con Konrad.

Continuar vestida de aquella manera estando sola, no era la mejor de las ideas, por lo que debía cambiarse incluso antes de decidir el sitio más adecuado para dormir….Pero ¿Por qué se sentía tan calmada de repente?

Aquella pregunta se quedó atorada en su mente, mientras su cuerpo continuaba relajándose hasta hacerla sentir como si todas sus angustias se habían escapado de ella. Lo que hacía la situación bizarra. Sin embargo pronto sus parparos le taparon su visión encerrándola que se sintió más natural de lo habría esperado.

Al despertar se encontró en una casa humilde que parecía mantenerse en pie por unas columnas de madera instaladas de una forma que se veía muy improvisada. El resto de casa no parecía muy grande o tal vez era la habitación donde estaba que tenia una puerta frente a ella y una ventana que se encontraba totalmente tapada con tablones de maderas.

La única alma además de ella en ese lugar lo que parecía un hombre encapuchado que se encontraba concentrado en rincón. Al menos hasta que sintió como ella se movia, entonces se dio vuelta con tranquilidad mostrando en sus manos que parecían enfermas una rata oscura que consumía un pedazo de pan.

“Hola…” dijo con una voz familiar, aunque no siendo lo único ya que a pesar de que hacia un esfuerzo para esconder su rostros parte de su ropa sucia era recordada por la joven. “Tranquila no quiero hacerte daño, solo es que sabia que no podía dejarte desmayada en un callejón oscura vestida de esa manera.” Comento terminando con algo parecido a una pequeña risa. “Despues de todo te debía un favor.” Dijo y en ese momento la joven recordó de donde le parecía familiar su voz y aspecto. Al parecer era el vagabundo al que le habia dado una moneda tras escapar de la biblioteca.

¿Por qué se sentía tan calmada de repente? Fue lo último que se preguntó hasta que una absoluta paz la envolvió de forma abrumadora y no pudo evitar que sus ojos se cerraran irremediablemente dejándola sumida en un plácido y profundo sueño…

Cuando recuperó la consciencia, sus párpados se abrieron casi con pereza mientras lo contemplaba todo a su alrededor casi adormilada. El lugar no era para nada lujoso, y casi podía afirmar que ella misma había estado durmiendo unas cuantas veces en sitios mucho mejores que esa destartalada casa… aunque también en otros mucho peores.

Su primera reacción fue revisarse a sí misma con cuidado para asegurarse de que estaba intacta y de que no le hubieran hecho alguna herida, o robado nada. Tras estar segura de que aun seguía portando todas sus pertenencias, la jovencita suspiró aliviada a pesar de la situación en la que se encontraba, para pasar a escuchar al hombre al que, tras unos segundos de observación, había reconocido como el mendigo al que le dio aquellas monedas cuando escapó de la biblioteca, el cual parecía estar asolado por algún tipo de enfermedad en la piel y que no parecía nada molesto por el hecho de que una rata se alimentara en la palma de su mano.

[color=#CC0000]-Ho…Hola[/color] – Respondió al fin, bastante más serena de lo que hubiera imaginado dadas las circunstancias - [color=#CC0000]-¿Y por qué querías que perdiera el conocimiento en primer lugar si no era tu intención dejarme desmayada en ese callejón? [/color] – Preguntó con curiosidad, sospechando que quizá otra vez había sido víctima de algún tipo de poder sobrenatural, al recordar las explicaciones de Konrad sobre que algunos Cainitas tenían que ocultar sus rostros. Realmente no podía estar segura de nada, pero decidió intentar averiguar lo que pudiera de aquel desconocido que tenía frente a ella y que aun no le había hecho nada malo. – [color=#CC0000]-Por cierto ¿Cómo descubriste que no era un chico de verdad, si tan solo nos cruzamos una vez? [/color] – Finalizó con una sonrisa inquisitiva y entrecerrando ligeramente los ojos.

Negó con la cabeza. [color=#006600]“¿Y que te hace pensar que he sido yo quien te hizo desmayar en el callejón? Yo te tome de ahí  y te traje acá lejos de donde estabas.”[/color] Respondió acariciando a la rata una vez término de comer el pan. Esta por su lado se dejó consentir mirando fijo a la joven.

De nuevo una risa se escapó de aquel conjunto de ropa sucia aunque esta fue mas larga. Cuando termino deposito a la rata en el suelo y esta empezó a dirigirse con mucha precaución a la joven. [color=#006600]“Lo descubrí ahora por como vistes como una mujer cuando antes no lo hacías. No tuve necesidad de ver debajo del vestido.”[/color] Comento y aunque no lo veías sentías una sonrisa. [color=#006600]“Aunque este pequeño quería hacerlo. Pero no le deje.”[/color] Aclaro señalando a la rata que se había terminado quedando en un punto medio entre ambos   

[color=#006600]“¿Tienes otra pregunta?”[/color] dijo con un tono divertido mientras sabias que toda su atension estaba en ti y en las que serian tus próximas palabras.

[color=#FF0000]-Bueno… no suelo desmayarme. De hecho nunca me ha pasado. Espero que no te siente mal que haya pensado lo peor… Ya sabes lo dura que es la vida en las calles y el tipo de gente mala que hay por ahí [/color] – Respondió la joven algo dubitativa, pero sin poder confirmar que aquel hombre no hubiera usado un poder Vampírico contra ella.

La respuesta que le dio sobre cómo había descubierto que era una chica, también la dejó bastante incómoda, no solo por el comentario sobre echar un vistazo debajo de su vestido, sino porque aquella respuesta no cuadraba nada con la razón que le había dado antes para “ayudarla”, ya que si afirmaba que sabía que no podía dejarla inconsciente en un callejón oscuro vestida de esa manera porque le debía un favor, tendría que haberla reconocido bastante antes de traerla hasta aquí… En cualquier caso, no es que pudiera hacer gran cosa en esos momentos, por lo que prefirió pensar que aquel hombre ya le habría hecho daño si lo hubiera querido.

[color=#FF0000]-Quizá tu nombre para saber a quién darle las gracias. Yo soy Leo…nor, y quiero que sepas que no te ayudé para obtener nada a cambio, por lo que no me debías nada. Buen hombre, pareces enfermo ¿Hay algo que pueda hacer por ti? [/color] – Preguntó con una sonrisa algo más cálida de lo que pretendía en un principio, y sin saber por qué razón esa persona y su extraña mascota no la asustaban tanto como hubiera cabido esperar.

“¿Nunca te ha pasado? Es raro porque es algo muy común con quienes no tienen comida…” comento casi pareciendo señalarle algo específico a la joven. “No me siento mal, como dices la vida es dura y si por cada vez que alguien dice algo de mi me sentiría mal entonces ya me habría suicidado.” Comento con un animo amistoso a pesar de lo oscuras de sus palabras.

“¿Mi nombre? Nicolo.” Respondio quedándose un buen tiempo en silencio antes de proseguir. “Si te debía Leonor, cuando me diste esa moneda sin razón en especial mas que para hacer un bien me hiciste que estuviera en deuda contigo. Ahora sin embargo ya deje de estar en deuda.” Le corrigió riendo un poco en sus palabras finales.

Nego con la cabeza, mientras la rata volvia a moverse rodeando a la joven. “¿No creo que seas alguien que pueda curar la lepra o me equivoco? Aunque hay mejores formas para ayudarme y siento que las sabes. Veras a mi me gusta escuchar lo que pasa en la ciudad, la forma en que la gente pasa sus vidas sin ser castigados como lo soy yo.” Mientras decía eso se ocultaba las manos. “Me gusta escuchar historias pero me gustan que sean mas reales que inventadas.”

-Siempre he sido muy fuerte, aunque imagino que hay una primera vez para todo. – Se limitó a decir encogiéndose de hombros, a pesar de que seguía sin creer al hombre que tenía en frente y la razón por la que estaba en aquella casa ahora mismo.

-Eres muy raro, Nicolo – Le respondió ante su razonamiento sobre la deuda que supuestamente había saldado con ella y sobre sus comentarios macabros relacionados con el suicidio – Por mi bien. No pensaba contar con esa deuda que dices igualmente, por lo que si la das por saldada tras este incidente, me quedo más que satisfecha –Afirmó tras encogerse de hombros con una sonrisa amable.

No obstante su semblante cambió al escuchar la palabra “lepra”, puesto que si se había desmayado y ese hombre había cargado con ella, existía la posibilidad de que contrajera la enfermedad. No obstante, no quiso ofenderle con sus miedos y procuró centrarse en su petición para tratar de alejar las inquietudes de su mente.

-Lo… siento. Ojalá pudiera ayudarte con tu mal. Espero que no duela mucho – Dijo de forma sincera mientras echaba una rápida mirada a la ventana comprendiendo ahora por qué la tenía cerrada a cal y canto - ¿Quieres escuchar historias? No soy ningún trovador, aunque algunas me sé ¿Quieres saber algo en particular? – Preguntó algo intrigada, volviendo a dedicarle toda su atención.

“Me lo han dicho, aunque se me conoce más como un desgraciado.” Dijo agitando un poco la mente de la chica que termino dándose cuenta que conocía a un Nicolo, el desgraciado.  

Conocía que al parecer era un sin hogar amistoso con otros de su clase, algunos decían que estaba enfermo de algo aunque como su verdadera identidad física habían muchas descripciones distintas de que podia tratarse. Por ello habia una especie de leyenda con su nombre que incluso llegaba a cierta herejía de tomarlo como un santo que ocultaba su identidad y visitaba a los humildes con una mision santa en su mente. “Entonces ambos estamos satisfechos.” Concluyo sintiéndose una sonrisa en su tono aunque ella no pudiera verla.

“No te preocupes, en cierto modo me ayuda y además ya me encuentro acostumbrado.” Le tranquilizo tal vez yendo para un lado que ella no esperaba al sentirse complacido con su actual condición.

Con un par de golpes en el suelo parecio llamar a la rata que se giro rápidamente volviendo hacia èl. “Es mejor que o seas trovador, a ellos le gusta decorar demasiado cosas muy habituales y muchos mal entienden la razón por las cuales muchas de las cosas pasan.” Comento pareciendo cansado y sin mucho interés de hablar de los trovadores. “Si, una donde seas la protagonista o hayas visto con tus propios ojos.” Sugirió sin demorarse mucho pareciendo muy seguro.

Leonor reconoció el apodo al momento, y le vinieron a la cabeza multitud de historias contadas por varias personas acerca del hombre que tenía frente a ella, lo cual hizo que sonriera de forma serena por primera vez.

Las habladurías sobre él era muchas, pero todas compartían la misma esencia: Aquel hombre dejaba buenos recuerdos allá donde iba, por lo que no debía ser tan malo, o si lo era, desde luego que lo ocultaba muy bien. Luego estaba esa enfermedad que variaba según quien la contara, pero si Nicolo le había dicho que tenía la lepra, suponía que debía de ser eso… a no ser que se tratara de la segunda opción mencionada por Konrad, a lo cual tampoco es que pudiera hacer nada.

Ante el comentario sobre los trovadores y la posterior petición del vagabundo, la jovencita permaneció unos segundos pensativa mientras contemplaba como la rata obedecía las ordenes de su dueño. Al principio no estaba muy segura de si debía contar aquello, pero tras meditarlo supo que era mucho mejor que advirtiera a gente como aquel hombre, que seguramente tenía formas de avisar a posibles víctimas futuras.

-Bueno… yo tan solo soy alguien sin importancia, por lo que tengo poco de protagonista, pero he visto como una secta está reclutando a jóvenes huérfanos o sin techo, con la promesa de darles cama, comida y protección, cuando en realidad los están utilizando para matar o extorsionar en nombre de sus líderes y deshaciéndose de quienes no les sirven de formas horribles. ¿Algo así es lo que quieres saber, o prefieres algo menos macabro? – Preguntó, sin saber exactamente si era aquello lo que deseaba, o quizá una historia sobre intrigas y cotilleos de tabernas y vecinos.

El desgraciado pareció quedarse completamente mientras Leonor le advertía de aquella secta con la cual se había encontrado ella. Aunque sus mangas se movieron en un momento para tomar a la rata del suelo.

“No, por favor continua…” dijo sin un tono especial “¿Cómo te enteraste de ese grupo? Acaso te tentaron también con la comida y el hogar?” pregunto volviendo su tono en uno relajado como si lo macabro que se había vuelto la conversación no le afectara.  “Es importante para mi saber cómo han llegado a ti o mejor dicho como es que terminaste en una compañía tan peligrosa.” Le explico pareciéndole mejor explicarlo para que entendiera. Sin razón aparente empezó a mecerse en su lugar. “Continua.” Repitió

La joven pelirroja fue consciente demasiado tarde de las posibles consecuencias del repentino interés que había suscitado su advertencia sobre los sectarios. ¿Por qué quería saber cómo se había enterado o quien le había comentado sobre el grupo? Y lo que era peor ¿Peligraría su identidad como chico si Nicolo compartía lo que acababa de decirle con desconocidos?

-¡Ey ey ey! No quiero problemas, así que por favor no me menciones para nada si tienes que advertir a algún otro vagabundo. Desde que me escapé, esos sectarios andan buscando a un chico, así que te agradecería que no me señalaras con el dedo ante nadie que pueda implicarme… Yo tan solo te he contado esto para que tengas cuidado, pero me encantaría que la gente no descubriera que soy una chica cuando me disfrazo de chico y viceversa. ¿De acuerdo? – Respondió alzando ambas manos con una expresión bastante preocupada, esperando que aquel hombre se comprometiera a respetar su anonimato y su disfraz.

-Muchos sin techo han oído hablar de ellos, así que yo decidí acercarme para intentar descubrir qué estaban tramando. Nos ofrecieron comida gratis y nos dijeron que teníamos que acudir a aquel lugar durante tres noches y pasar una prueba al final. Yo no quise comer nada pensando que podían haber puesto algún tipo de droga, pero la última noche el jefe de esa gente me condujo dentro del edificio y quiso que bebiera algo delante de él, por lo que le tiré la copa y escapé tanto de él como de todos sus secuaces – Finalizó dedicándole una mirada significativa, no deseando rememorar el miedo que pasó o mencionar a los monstruos que la persiguieron - ¿Tienes tu alguna historia verídica que contarme? A mi también me gustan.

De nuevo una risa rara salió de aquel hombre ante las primeras palabras de ella. “No es necesario que te nombre pequeña. Yo cuando advierto a otros no suelo nombrar a quien me lo dijo ya que la mayoría de las veces a quienes advierto saben que mis palabras tienen su peso y no buscan engañar.” Le respondió dejando de moverse en su envoltorio de ropa. “Pero si estoy de acuerdo con lo que pides. No te nombrare, ni contare tu costumbre de disfrazarte.”

“Es rara esta pequeña.” susurro aunque no parecía dirigirse a la joven, dicho eso metió una mano en el interior de su capucha para sacar a la rata. Teniendo cuidado de no dejar ver su rostro.  “Lo siento es algo traviesa.” Se disculpó dejándola en el suelo. Dandole de nuevo la oportunidad para ir acercandose a ella.

“Entonces no comiste nada de lo que te dieron? Bastante al ser esa una de las posibles razones para ir con el grupo, incluso dudaste en tomar un capa que te ofreció.” Comento pareciendo querer llegar a algo con su tono. “Entonces ¿cuándo averiguaste que era una secta?” pregunto esta vez sí esperando una respuesta de ella. “¿Haz advertido a alguien además de a mi sobre esta secta?” pregunto aunque no con el mismo entusiasmo que su primer pregunta.

“Tengo miles, seguro alguna de ellas te interesara. Pero deberías terminar tu historia primero.” Le respondio volviendo a dejar la palabra a ella.

La jovencita se sintió algo más tranquila cuando escuchó como el hombre le aseguraba que no hablaría ni de ella ni de su condición. Aun así no entendió demasiado bien a qué se refería cuando afirmaba que a los que advertía sabían que sus palabras tenían su peso y buscaban engañar.

Leonor volvió a observar a la rata que se acercaba curiosa, sintiendo cada vez más cómo aquellos recuerdos que había grabado a fuego en su cabecita sobre el libro de Nob, le recordaban de qué eran capaces los “hijos de Caín” y la cantidad de aliados diferentes que podían llegar a tener.

Pero cuando Nicolo volvió a insistir en saber cómo se había enterado de la secta, a quien había advertido sobre aquello y preguntó de nuevo si no había comido ni bebido nada, Leonor entrecerró ligeramente los ojos al tener la sospecha de que ese hombre ya conocía a los sectarios, posiblemente era su aliado y no deseaba dejar cabos sueltos.

-No me estás escuchando. Muchos han oído hablar de ellos y los rumores los señalaban como sectarios. Yo solo fui a descubrir con mis propios ojos qué clase de personas eran, no a comer. ¿Qué organización ofrece comida y cama gratis sin querer obtener beneficios en esta ciudad? Si incluso los más religiosos de Venecia desatienden a los pobres… En fin, era demasiado bonito para ser verdad, pero merecía la pena cotillear un poco, además de que una servidora es lo suficientemente lista como para no caer en las trampas de aprovechados. Así que fui, me tragué esos discursos soporíferos del jefecillo que parecían engatusar a todos los allí presentes, y me fui corriendo cuando las cosas se pusieron algo feas. – Afirmó encogiéndose de hombros como si le restara importancia, mientras miraba disimuladamente las vías de escape que tenía, dispuesta a saltar como un resorte a la mínima oportunidad – No hay mucho más que decir. Lamentablemente la gente solo escucha lo que quiere y mi palabra no tiene mucha credibilidad, por lo que da igual lo que contase un sin techo como yo, puesto que la comida gratis siempre va a tener más peso ¿Para qué gastar saliva entonces? .

La joven sospechaba que si decía que no había hablado con nadie, posiblemente aquel hombre quisiera acabar con su vida ahora mismo. Aun así, no podía arriesgar a nadie para salvarse el trasero. Ni siquiera a Konrad... Además de que si los sectarios sospechaban que se había extendido un rumor sobre sus actividades delictivas, puede que escaparan y buscaran algún otro lugar donde continuar con sus planes.