Partida Rol por web

“No es necesario que dios me proteja de un ladrón, me he encontrado con gente más peligrosa y he sabido como encargándonos de ellos, llevándolos a la justicia de nuestro señor.” Comento sintiéndose que la corregía de alguna forma. “Si lo ve necesario aporte sus donativos, pero no a mi iglesia en parís sino a esta en la que estoy viviendo durante mi estadía en esta linda ciudad.” De nuevo corrigiéndola de alguna forma y sin dejar pasar el mirarla con cierta molestia como si fuera su mejor forma de esconderle un odio que parecía tenerle.

“Tal vez deba volver en sus pasos, generalmente los criminales dejan pistas que a veces son difíciles de encontrar pero que pueden guiarla en la dirección correcta. Sino tal vez deba esperar a que vuelvan a robar…o que la hija menor aparezca de alguna forma.” Le aconsejo esta vez con un tono más sensible y pareciendo más servicial que hace unos pocos segundos.

Pero cualquier buena cooperación del Obispo desapareció ante la respuesta de ella. “No tiene que agradecerme nada, estoy seguro que Dios ha tenido un buen plan en mente cuando cruzo nuestros caminos.” Le respondió de forma escueta y sin disculparse de ninguna manera ante el reclamo de ella.

Por suerte no la detuvo devolviéndole el saludo y dejándola volver a su góndola. Parecía que el guardia y gondolero querían preguntarle qué había pasado pero el rostro molesto de ella los hizo pensar de nuevo antes de comentar. Pronto volvieron el viaje de vuelta a las islas principales de Venecia.

Como antes el viaje trascurrió sin ningún problema yendo por el camino marino que hacían otros barcos. Al llegar al puerto se encontró con la duda de que haría ahora mismo con la pista pareciendo haberse enfriado.

Gianna estaba tan de mal humor que no quería hacer más nada, así que fue directa a casa. No quería hablar mas nunca del obispo y sus ínfulas de grandeza, por eso no le gustaba la iglesia y su gente, siempre mirando a los demás por encima del hombro. No respondió más nada a él, le iba a dar una limosna pero por el cu... A pesar de eso se volvió tan entera como pudo para finalmente largarse de allí.

Sólo deseaba volver a casa y comer algo delicioso, meterse en un tina caliente y luego dormir hasta que se olvidara de qué día era. Lo de Bastien la tenía mal pero al menos había dejado una nota, era mejor que nada y ya no se ocuparía de eso. Cada quién en sus fiestas iba a tener que aprender a cuidarse y que lo resolvieran otros. Cuando vio su casa a lo lejos pero ya muy cerca, se sintió mejor de inmediato, eso necesitaba, su hogar y sus deliciosas sábanas finas.

En el rápido trayecto a su casa no pudo evitar notar como un hombre encapuchado parecía vigilar la isla de donde venía, aunque la prisa de la mujer no le permitió ver mucho de este por el andar rápido de la góndola y por el claro esfuerzo del hombre para no dejarse identificar.

Aunque eso ya no importaba para la dama que lo que mas quería ahora mismo era volver a su hogar para disfrutar lo que quedaba del dia y olvidar el mal recuerdo que le daría este. Pero como debio saberlo desde que despertó, algo asi seria mucho mas complicado de lo que esperaba. Sin que se diera cuenta otra góndola se acercó a ella, una que por su decorado era clara posesión de otro noble.

“Mi signora, porque de la cara larga?” pregunto una voz masculina que la oven tardo un tiempo en mirar antes de encontrarse con un joven rubio de aspecto noble. Pero fue en ese momento que le ofreció su rostro fue que el noble pareció reconocerle. “Gianna…Gianna Scarpati. Cuanto tiempo sin vernos.” Afirmo el hombre que empezabas a reconocer. Se llamaba Leonzio Ruzzini, un noble que conociste desde chica aunque los caminos se distanciaron mientras crecían.   

Gianna aún intentaba averiguar un poco más sobre el encapuchado cuando una voz le pregunto por esa cara y luego dijo su nombre con una familiaridad que le pareció excesiva, hasta que descubrió quién era.

-¿Leonzio? Esto si que es una sorpresa.

Gianna volvió a sonreír, hacía mucho que no lo veía y realmente se había ya convertido en un hombre.

-¿Qué es de tu vida?

Parecía que llegar a casa podía esperar o quizás no, necesitaba estar a resguardo y sentirse tranquila aunque fuera hablando con Leonzio.

-¿Deseáis venir a casa a beber una copa de vino?

Si, era lo mejor que ella podía hacer y si no, mejor verse otro día.

El hombre efectivamente había crecido de ese niño rubio que jugaba con inocencia con ella mientras los padres de ambos hacían negocios. Recordase cosas de él aunque suponías que mucho de sus hábitos de niño habían cambiado por unos mas maduros.

“Digo lo mismo. Cual es la posibilidad que nos encontremos andando cada uno en su góndola.” Comento pidiendo la mano de ella para dale un beso en su dorso, pidiéndole a su golondero que se acercara.

Al terminar de saludarla encogió sus hombros “He estado viajando vengo del Sacro Imperio donde estuve revisando algunos negocios de mi padre, nada demasiado entretenido a decir verdad.” Le respondio dejando ver su origen casi enseguida al referirse al Sacro Imperio Romano como algo extranjero cuando todos sabían que las ciudades italianas pertenecían a este imperio aunque eso no era algo que admitiera ningún habitante de estas ciudades orgullosas. “He vuelto hace poco, incluso pensaba a ir a visitarte para darte mi pésame por tu padre.” Expreso con seriedad y respeto.

“Podría ir por algo de vino y si soy invitado por la mujer tan hermosa, no veo como rechazarlo.” Respondió con una sonrisa encantadora mientras instruía a su gondolero para que la siguiera.

Gianna sonrió con amabilidad cuando él le dijo aquello de hermosa y más que nada porque en su caso creía que debía ser por mera amabilidad y no zalameria como tantos otros.

-Debes tener muchas historias que contar.

Le gustó cómo se refirió al Sacro Imperio, como hubiera hecho ella o cualquier otro que ambos conocieran. Permitió que besara su mano y admitió:

-La muerte de mi padre fue dura pero ya estoy mejor, de cualquier manera te lo agradezco.

Ambas góndolas se dirigieron a su destino, la casa de ella. Y una vez allí, permitió que él se adelantara para que la ayudara caballerosamente como seguramente haría.

-Siempre eres bienvenido en casa, pasamos muchas tardes juntos cuando niños, no va a ser diferente ahora.

“Me alegra verte que hayas podido seguir adelante, hay gente que nunca termina de hacerlo. Pero por lo que recuerdo eras una chica muy fuerte y decidida. ¿En eso no cambiaste?” pregunto con humor mientras accedían al puerto privado de la familia de ella.

Como ella intuía el hombre se adelantó rápidamente fuera de su góndola para luego ofrecerle la mano para que ella pudiera volver a la tierra sin problema alguno. “No se Gianna, estamos ambos somos adultos ahora supongo que no seguiremos haciendo carreras hasta agotarnos como cuando eramos chicos.” Comento de nuevo con humor sonriéndole con elegancia mientras con un gesto le dejaba ir adelante para que lo guiara por su hogar.

“Al final no me respondiste porque tenias la cara larga? Espero que no sea porque alguien te ofendio porque sino te juro que no vera la mañana siguiente.” Comento volviendo a sacar el tema que la había puesto enojada.

-Como bien sabéis mi padre me enseñó a valerme sola y a no dejar que las cosas normales de la vida me hagan caer. Lamentablemente la muerte es una de ellas y aunque a veces lo extraño mucho, todo en casa me devuelve a él.

Mientras entraban por la puerta principal de la casona, todos los sirvientes hacían espacio para nontropezar con ellos. Ella lo guió directamente a una pequeña terraza que igualmente él ya conocía y enseguida apareció un joven sirviente al cual su señora ordenó vino y quesos, algo de carne quizás. No sabía si Leonzio había comido pero una visita en casa Scarpati siempre debía ser agasajada.

-Podrás correr tras de mí pero posiblemente sólo me alcances si yo quiero-respondió ella con coquetería e invitándolo a sentarse.-No me canso tan fácilmente aunque ahora sea una mujer, aún me gusta jugar.

Ella jugaba siempre y en ese momento lo hacía también, con las palabras, con los ojos, con la sonrisa. El camarero volvió ybsirvio sendasncopas, dejo una botella y una bandeja con lo solicitado, entonces ella recordó lo que él le había preguntado y se enfadó de nuevo.

-Un obispo francés, que se cree que me puede mandar a casarme...

Con eso alcanzaba y esa era realmente la razón por la cual se había enfadado con él.

El joven afirmo con la cabeza de acuerdo con las palabras de ella. “Es de esperarse que lo extrañes, no te preocupes nadie te lo usaría en contra tuyo.” Le reconforto mientras acariciaba con delicadeza la mano mientras avanzaban por el lugar.

Aceptando la comida y vino que le ofrecía le sonrio divertido al escuchar el coqueteo de ella. “No lo dudo Gianna, aunque tal vez pueda convencerte para que me dejes ganar esta vez.” Le respondio dándole un guiño. “Si, creo que escuche de ciertas fiestas hechas en esta gran mansión. Me imagina que tuvieras alguna responsabilidad en esto. A menos que los sirvientes se te estuvieran aprovechando mientras no estas en la casa.” Bromeo al tiempo que el sirvo volvia en un claro gesto para incitarlo de alguna manera aunque el sirviente no termino diciendo nada.

Suspiro y negó con la cabeza. “Osea un obispo como siempre arruinando un buen dia, donde esta la novedad ahí?” pregunto molesto mordiéndose el labio para guardarse algo. “Espero que no te tengas que volver a encontrar con este con lo enfada que pareces.” Comento preocupado.

El problema de Gianna era que le gustaban demasiado los placeres de la vida y que lo mismo daba un noble guapo, que un sacerdote, que un soldado extranjero pero para casarse... Bueno, para eso faltaban siglos y ella no estaba hecha para ser la mujercita de un tipo que la quisiera tener como trofeo.

-Vos no me lo reprocháis porque sois un hombre amable, inteligente, de buena cuna pero sobre todo muy educado... Pero vamos a dejar de hablar de cosas tristes que no me apetece hacer tu vuelta triste y aburrida.

Gianna bebió un poco, las ventanas estaban abiertas y sentía un poco de frío pero debía ser el desvelo.

-Mucho tendríais que hacer para convencerme de dejaros ganar...

Sonreía pero algo en su rostro reflejaba esa molestia aún, toparse con un imbécil así y a tan temprana hora.

-Es un imbécil..., no ha nacido el hombre que sepa tratarme para que yo termine locamente enamorada y dé el sí.

Ella le guiñó un ojo.

-¿Os quedáis en definitiva o volveréis a partir? ¿Cómo están vuestros padres? Contadme todo, si no tienes prisa por marchar, claro. Quizás tengáis por ahí una prometida y yo aquí quitandoos el tiempo.

En realidad buscaba información como buena mujer veneciana que era.

“Como quieras. Si es tu deseo no hablaremos mas de eso por hoy.” Le devolvió acompañando su deseo de pasar a otro tema luego de darle su pésame.

Tomo junto a ella saboreando el vino como si no lo habría bebido hace años. “Me imaginaba que no me dejarías ganar tan fácil. Pero sigo siendo alguien no se rinde con facilidad.” Eso lo recordabas muy bien de las múltiples carreras incluso recordabas alguna que otra trampa de parte del chico. “Tal vez aun no has encontrado a ese hombre y dudo que vayas a encontrarlo en la iglesia asi que mejor no la vuelvas a visitar.” comento bromenado al final casi pareciendo reírse ante la mala cara de ella.

“Me quedo de forma definitiva, a menos que por alguna razón de gran importancia deba irme. Pero dudo que exista eso.” respondio mirando su copa mientras jugaba un poco con ella tras escuchar todas la preguntas de ella. “Mis padre se encuentran muy bien, aunque la edad ha empezado a afectar a mi padre lamentable pero como vos prefiero no hablar mucho de cosas tristes.” Dijo con lamentación aunque con rapidez para dejarlo detrás en la conversación. “No tengo prisa alguna Gianna…” confeso volviendo a tomar de su copa.

“No me quitas ningún tiempo, al contrario te extrañe mucho y hemos pasado mucho tiempo separados. ¿Que has estado haciendo? Algún plan loco en tu cabeza ahora con tanta fortuna en tus manos?” pregunto con curiosidad y una sonrisa bastante picara.

Leonzio siempre había sabido complacerla, lo cierto es que ella se sentía a gusto con él y eso no se lo podía quitar nadie. Siempre era un placer verlo y más ahora que estaba tan mayor y tan buen mozo. Gianna sonreía mientras lo miraba a él y a la ventana a veces, a través de ella más bien.

-Supongo que ya sabéis de mis fiestas... Los negocios los maneja tío Vincenzo y no van mal, la verdad es que estoy muy bien.

Eso era cierto, aunque siempre faltaba algo.

-Quizá quieras venir a alguna, si acaso no te incómoda lo desvergonzadas que pueden ser.

Gianna se reía de ella misma y de lo que pudieran llegar a decirle a Leonzio.

-Prefiero decírtelo yo antes que alguien más lo haga, aunque seguramente ya te han dicho muchas cosas.

“Escuche algo de tus fiestas, pero prefiero escucharlo de tu boca y no de la de los demás.” Respondió dejándole que ella la palabras. “No me sentiría nada avergonzado. Al contrario me siento muy intricado por ellas, por lo que me gustaría saber más.” comento dándole una mirada que la retaba a ganar en parte su interés para venir.

Entonces su interés se mostro. “Me alegra que tu tio te cuide muy bien su negocio, si lo recuerdo era siempre un hombre muy serio. Aunque si lo permites decir te veo como si te faltara algo entre todo lo que tienes. ¿me equivoco?” pregunto pareciendo preocupado observando a veces la ventana que ella miraba como si buscara su interés en ella.

Gianna sonrió, Leonzio era muy dulce o sabía tratar a una mujer, ella estaba casi segura que era lo segundo.

-Mmm, a ver... Hay mujeres hermosas en mis fiestas y hombres también. Mucho vino, aunque el mejor lo reservo para mis invitados especiales... A veces no terminan hasta el otro día pero sobre todo, hay mucha privacidad.

Se levantó y se acercó a él cuando le dijo que algo le faltaba. Le sorprendió su suspicacia, si es que se había dado cuenta por sí solo.

-Veréis, signore Ruzzini, siempre me hace falta algo... Cuando tenía a mi padre, me lo proveía él... Ahora estoy rodeada de gente pero nadie me lo da. No todo en la vida es fiesta, de vez en cuando hasta alguien como yo, enfocada al placer, necesita un poco más. Claro, con mi padre el amor era por el lazo que nos unía, padre e hija...

No tuvo reparo en contarle lo del placer, era un hombre y no un niño, si se espantaba era mejor que no volvieran a verse porque Gianna tenía planes de seguir divirtiéndose.

-Y no, no está a través de esa ventana pero es que quedaste de espaldas a una de las vistas más bellas de mi casa.

Le dio la espalda y se paró en la ventana, el aire frío movía su cabello, se la notaba cansada pero entera, debía haber muchas fiestas por allí.

“Una fiesta con mujeres hermosas y hombres, con mucho vino y privacidad que puede durar hasta el día siguiente.” Repitió con una sonrisa bastante picara que dejaba ver alguno de los pensamientos. “Se nota que es una fiesta tradicional veneciana.” Comento con algo de humor no haciendo asco alguno a ese tipo de festejo.

Al verla acercarse casi salió a su encuentro pero se notó que quería decirle algo por lo que decidido aguardar en su asiento. Cuando ella comenzó noto la total atension de este hombre que finalmente le vio con algo de tristeza pero no pena. “El amor es algo que todos buscamos, mas que cualquier cosa en la vida ya que este la hace mas linda.” Comento haciéndolo sentir como si lo habría sacado de un libro de poemas. Por otro lado volvió a mostrarse comprensivo aunque la mujer le había confesado parte de su perversión.

Al final largo una carcajada ante su ultimo comentario y cuando ella se alejo este la siguió colocándose junto a ella, tomando su mano. “Siento que no he sido muy sincero contigo Gianna, antes me nombraste a una prometida que me podría estar esperando…” comento volviendo su atención a ese detalle y demorando unos segundos en continuar. “La verdad que me estuvo esperando mientras estaba en el sacro imperio, pero ahora no me debe esperar mas si ella me acepta.” Dijo observándola directa a ella mientras la acariciaba en la mano. “Gianna, entiendes a donde voy?” pregunto mostrando algo de timidez en ese momento distinta a la actitud confiada de antes.

Gianna se quedó muda ante la revelación final de Leonzio, ¿de qué estaba hablando? Lo miró, entendía pero al mismo tiempo tenía muchas preguntas. Además, aceptar un compromiso en ese momento significaba terminar con sus fiestas para siempre y con todo a lo que ella estaba acostumbrada. Lo miró a los ojos buscando un atisbo de broma en ellos pero al parecer no era así. Se acomodó frente a él sin alejarse porque no era el caso que le tuviera aberración o miedo pero no podía creer.

-Es una broma, ¿no? Te acabo de contar lo que es mi vida...

La veneciana sonrió pero estaba intranquila.

-¿Sucede algo que no sepa? ¿Es que acaso había un trato entre nuestros padres y yo no lo sabía?

Había sido una noche larga, habia pasado la noche con otro hombre y ahora recibía la oferta de alguien que hacía años no veía, era demasiado.

-Habla...

Suspiro con pesadez ante la pregunta de si era una broma. “Ya se lo que me contaste y no me importa para comprometerme contigo.” Le respondio saliéndose de su timidez aunque pareciendo algo triste de la reacción de ella.

“No sabia que no sabias, aunque empecé a sospecharlo un poco cuando dijiste lo del Obispo. Fue un trato entre nuestros padre para que estemos siempre juntos, que nuestras familias se unan y crezcan.” Le explico con paciencia sin apartar su mirada de ella para que viera la sinceridad en sus ojos.

Volvio a sus pirar alzando la mano de ella para darle un beso para calmarla. “Se que es inesperado y tal vez algo inadecuado para contártelo luego de ese mal encuentro con el Obispo, pero no puede evitar contarte la verdad de este encuentro.” Le confeso esperando algo diferente de ella ahora que lo decia en vos alta.

“Gianna, quiero estar contigo. Quiero oficializar el compromiso para que nadie dude de mi amor o venga a casarte al verte sola.” Concluyo esperando mas palabras de ella.

Gianna miró a Leonzio, seguía sin poder creer lo que le decía y es que además le hablaba de amor con una tranquilidad pasmosa y ella no sabía qué pensar.

-¿No te importa comprometerte a pesar de saber que cada semana o dos semanas hago una fiesta de dudosa reputación?

Se encontraba sorprendida de que nadie le hubiera dicho lo del compromiso porque era algo sumamente importante y que él le dijera que quería oficializar para evitar que la quisieran casar o algo peor.

-No sé qué decirte... No estoy lista para ser la esposa de nadie, no estaba en mis planes casarme ahora... No es por ti, no eres tú el problema, soy yo.

Sentía una opresión en el pecho.

-Déjame pensar un poco, ven a cenar mañana y hablaremos con calma. ¿Qué te parece?

El noble negó no solo una sino un par de veces. “No me importa que ya no seas una doncella, que hayas hecho esas fiestas no hablan mal de vos y si lo hacen será solo para gente que no me interesa tanto como vos.” Le respondio con dulzura acercando de nuevo sus manos a los labios de él.

“No eres ningún problema y me parecio que algo asi podría pasar, pero igualmente preferí dejarlo en claro. Quiero casarme contigo…” le afirmo de nuevo. “Aunque no te obligare a ello o te apresurare a hacerlo hoy.” Agrego supuestamente para tranquilizarla aunque como la joven se sentía no era algo fácil para que el noble lo hiciera.

Asintió comprensivo. “Me parece perfecto. Mañana vendré aquí para cenar y podremos seguir hablando de esto. Ahora creo que es mejor que me retire, para que lo pienses.” Dijo alejándose de ella y caminado hacia la puerta para marcharse. Aunque espero un poco por si había algo mas que quisiera decirle ella.

Gianna sonrió, Leonzio era muy liberal o de verdad sentía por ella algo que no era capaz de entender. Poco le importaba no ser virgen, realmente eso haría feliz a su futuro esposo porque le daría demasiado placer pero lo que le molestaba más era tener que dedicarse a un hombre solo.

-No podrías obligarme-dijo ella sonriendo.-Te esperaré ansiosa, la verdad es que me has sorprendido...

Lo dejó marchar y mientras pensaba en él, pensaba en Bastien. Era una locura, ella no quería consagrarse a un solo hombre, no estaba lista para ello.