Partida Rol por web

Leonor contó el número de hombres que estarían dispuestos a acudir a la cita con las damas y pensó que posiblemente aquello fuera suficiente. Intuía que si alguno había adquirido ciertas monedas de forma ilícita, de seguro querría gastar parte de ellas o empeñar el anillo cuanto antes, para no levantar sospechas entre sus compañeros.

Por esa razón, y ante la pregunta inquisitiva que le realizó el norteño, la jovencita tan solo sonrió con expresión maliciosa mientras decía encogiéndose de hombros - ¿Acaso piensas que ellas no tendrán otros hombres a los que ofrecer sus servicios esta tarde en lugar de quedarse esperando abiertas de piernas a que acudáis para complacerlas? Dudo que todos los miembros de un grupo tan numeroso como el vuestro pueda encontrar amor al mismo tiempo si no reserváis el encuentro por adelantado, pero si no queréis, iré hasta el burdel a preguntar igual, ya que no hago esto para ganarme los dos miserables grossos por persona que suelen pedir, sino porque me caéis bien, aunque de seguro me dirán que yacerán con el primero que les pague por mucho que les diga lo machos que sois en comparación con los venecianos… Sin esas monedas, puede que alguno de vosotros tenga que irse por donde ha venido, pero tampoco son necesarias.

Sabía que sin el dinero quizá le resultaría un poco más complicado conseguir la información que buscaba, pero no era imposible. Por lo que, le pagaran o no, esta tarde conduciría a esos hombres hasta el burdel que tenía la reputación exacta que le interesaba.

Rio con ganas ante las palabras de la joven y asintió. “Cierto, cierto. Me olvide que aca a todos les sobra el tiempo y cojen como conejos a pesar que dicen que la iglesia los vigila para que no lo hagan.” Comento con gracia tratando de evadir la idea de que se había puesto muy paranoico.

Escuchando con cuidado tu explicación quedo pensando con algo mas de seriedad. “Si, suena como algo probable. Dame un momento.” Dijo levantándose y dirigiéndose a los hombres que había señalado antes. Charlando unos minutos parecieron finalmente llegar a un acuerdo para todos.

“Bien te daremos casi la mitad…vos trata de convencerlas para que nos esperen con eso. Confiamos en tu amistad y palabras.” Termino diciendo esperando a que aceptaras para darte las monedas todas juntas en una bolsa.

Con la bolsa de metal precioso puesta en sus manos lo demás era encontrar el burdel donde llevarlos, aunque la joven bien podría aprovechar para revisar las monedas como había sido su plan.

Sin embargo no por eso incumplió lo prometido ya que después de todo aun le serviría como una forma de hacerse amigo de unos cuantos de ellos. Por lo que la búsqueda del Burdel fue dada con el mismo esfuerzo no tardando en dar frutos con su buena memoria.

Frente a ella se encontró un edificio ancho de dos pisos, hecho en ladrillos decorado en cada ventana por cortinas vistosas aunque no demasiado finas en una idea de llamar la atención. Aunque habían dos cosas que llamarían mayor la atención a los que pasaban por ese lugar. La primera era el cartel con el nombre del lugar, “La dama timida”, que no era simplemente un cartel con letras sino que había un dibujo de una mujer joven de pelos negros que se tapaba de manera poco eficaz sus partes privadas, aunque por la expresión en sus rostro se notaba que aquello no era mas que una provocación.

La segunda cosa que llamaría la atension de quien pasara era unas cuantas mujeres que salían por las ventanas de la planta baja haciendo declaraciones a todo hombre que pasara y recibiéndolas de estos. Una observo a la joven Leonor con una sonrisa atractiva. “Ven joven, ignora lo que te dicen los violentos que aca te podemos enseñar una forma mas placentera para hacerte hombre.” Le dijo con picardia dándole un guiño.

Leo sonrió, feliz de haber convencido a aquellos hombres. A decir verdad, no era mentira que las mujeres se mostrarían más predispuestas a esperarles con unas monedas por adelantado, aunque parte de aquellos grossos servirían para pagar ciertos servicios “extra” que los norteños no se esperaban.

-Siempre cumplo mi palabra, así que podéis estar tranquilos. Esta noche será una para recordar – Se despidió de ellos con un guiño, justo antes de revisar las monedas por si alguna le daba una pista del ladrón, y de separarlas a partes iguales en dos bolsas y ocultarlas concienzudamente para que ninguna de las dos estuviera a la vista.

Una vez que, tras realizar algunas averiguaciones sobre cuál era el mejor burdel con la fama que le interesaba y que, a su vez, tuviera buenas referencias, la joven pelirroja se acercó hasta allí con cierta cautela. Tras un vistazo tanto al local como a las mujeres que se asomaban por las balconadas para atraer clientela, la huérfana supo que estaba en el sitio correcto.

Por todo ello, cuando aquella mujer de atractiva sonrisa se dirigió directamente a ella, a la joven huérfana le gustó desde el primer momento, encontrando algo en su mirada que la hacía hermosa e inteligente a partes iguales. Por todo ello, y pensando que la muchacha merecía el dinero que estaba dispuesta a pagar por la inocencia de su amigo tanto o más que cualquiera de las presentes, Leo le devolvió la sonrisa, justo antes de preguntarle – ¡Bella ragazza! ¿Y cómo puedo tener el placer de hablar contigo y solo contigo? Sin ánimo de ofender a las demás bellezas que te acompañan. – Le respondió con un guiño, esperando poder hablar con ella a solas para exponerle su plan.

Las palabras de Leonor generaron una risa cantarina se escapara de los labios no solo de la mujer sino de las demás chicas que pudieron escucharla. Unas risitas que eran muy diferentes a la de los norteños. Cuando termino su risa le sonrió con dulzura antes de responder. “Solo entra pequeño y espérame ahí que iré agradecerte el halago.” Dicho eso y luego de un guiño se metió dentro.

Cuando la joven ingreso lo primero que le golpeo fue el dulce aroma que salían de inciensos posicionados en varias partes del gran salón, lo siguiente fueron las mujeres que en vista general parecían todas lindas y dispuesta recibirla pensándolo como un joven.

Pero quien se acercó a ella fue la mujer que le había tratado por la ventana. Una mujer de pelo negro hecha más atractiva con el maquillaje que llevaba encima. “Sígueme por favor.” Comento ofreciéndole su brazo para que la tomara. Con siguió se metieron más adentro de ese establecimiento, caminando por un largo pasillo hasta llegar a una habitación privada. Pequeña y lista solo para tener una cómoda cama para ambas.

“Sabes no solo tenemos que venir a hablar aquí, pero es como vos decidas pequeño. Soy paciente.” Dijo la mujer sentándose en la cama mirándola con una sonrisa picara esperando lo que pensara hacer Leonor.

La joven huérfana asintió y siguió las indicaciones de la muchacha introduciéndose en el local para quedar gratamente sorprendida por el ambiente que encontró en la perfumada estancia. Por unos segundos habría imaginado que se toparía con una taberna destartalada donde unos viejos verdes se dedicarían a manosear jovencitas de la forma más indecorosa posible, pero en su lugar pudo contemplar cierta distinción en la sala, decorada con ciertos reservados para las acciones más íntimas y donde los hombres charlaban apaciblemente con las damas allí reunidas, de una forma más que civilizada.

Leonor imaginó que el dueño de aquel lugar mantenía una reputación de lo más estricta, puesto que el alcohol mezclado con la lujuria siempre eran malos consejeros y no sería raro que un cliente pudiera llegar a enfadarse con una señorita por cualquier cosa.

Aun seguía perdida en esos pensamientos, cuando finalmente la joven del balcón apareció y la condujo a una habitación privada, sentándose en la cama a la expectativa de lo que el supuesto muchacho tuviera que decirle. Leonor pudo comprobar que aquella chica era aun más bonita en persona que en la distancia, con su larga melena oscura cayendo coqueta sobre sus hombros.

-¿Cómo te llamas, guapa? Yo soy Leo y lo cierto es que no estoy aquí por placer, sino que he venido a proponeros un negocio a las chicas de este lugar y al ver lo encantadora que eres no pude evitar querer que tu te beneficiaras primero… Verás, actualmente soy el guía de un grupo de extranjeros que desean saber si lo que se dice sobre la belleza y la fogosidad de las venecianas es cierto, así que he venido para asegurarme de que cuando lleguen, estén disponibles seis señoritas para complacerles ¿Sería eso posible? – Comenzó, sin contarlo todo de primeras para tantear la reacción de la mujer.

“Me llamo Cinzia…” respondió la mujer aun sentada en la cama con su sonrisa traviesa, pareciendo interesada por lo que planeabas. “Aunque puedes solo llamarme guapa si lo deseas, Leo.”

Su cara mostro algo de asombro, que paso a ser por un momento algo de seriedad mientras escuchaba tus palabras. Finalmente suspiro aliviándose a si mista antes de volver a sonreírle. “Por poco y pensaba que venias aquí con un negocio peligro querido Leo…Por supuesto que puedo pedirle a seis chicas que se reserven para cierta hora para estos hombres que guías. Aunque no es algo que se hace gratis y eso seguro lo sabes.” Comento la mujer habiéndose acomodado fácilmente a la propuesta de Leonor.

“Me los podrías describir a estos extranjeros…” agrego de la nada. “Ya sabes para buscar chicas mas dispuestas con ciertos gustos.” Se justifico antes de quedarse esperando a que la joven vestida de niño continuara.

-Un placer conocerte Cinzia – Respondió la joven huérfana mientras estudiaba los gestos y las facciones de la chica sentada en la cama. El suspiro de alivio fue todo lo que necesitaba Leonor para saber que la mujer de seguro que la ayudaría con su cometido.

-Nada de negocios peligrosos para bellas señoritas como tú y tus amigas. Jamás me lo perdonaría. – Le respondió acercándose hasta ella de forma amistosa – Son seis norteños acostumbrados al frío. Grandes, fornidos y con largas barbas. Bastante campechanos por lo que he podido averiguar y nada violentos, por lo que no creo que tengan unos gustos muy… exóticos. Les encanta la buena cerveza y una conversación animada que suelen amenizar con sonoras risotadas. Como verás, nada que se salga de lo normal. – Dijo, bastante confiada en que ninguna chica rechazaría a unos hombres como aquellos.

-Tengo suficientes grossos como para pagarte a ti y a tus amigas por la espera. Tan solo dime la hora que os venga mejor y les conduciré hasta aquí personalmente…. Ahora bien, también tengo un encargo adicional que desearía que investigarais sin que los norteños se dieran cuenta y que será recompensado con un incremento en el pago tras la entrega de cierta información que busco. Estoy seguro de que no será muy difícil de conseguir con la suficiente dosis de alcohol y vuestros encantos y habilidades ¿Estarías interesada? - Preguntó con voz de complicidad, sabiendo que si hubiera acudido a hablar directamente con el dueño o la dueña del establecimiento, de seguro sus empleadas no habrían visto un solo grosso por un trabajo como ese.

“Eres muy tierno pequeño.” Devolvió sonriendo y buscando con su mano la del supuesto joven, en un gesto de cariño. La descripción de la joven pareció ser lo suficiente adecuadas para que entendiera bien a aquellos hombres. “Ese tipo de hombres parecen volverse más frecuentes en esta ciudad, posiblemente porque la pasan mejor aca que el frio norte.” Comento contenta asintiendo una vez pareciendo aceptar a aquellos hombres. “Tú solo dime la hora que mejor les venga a estos hombres, seguramente esos hombres trabajan en un horario más fijo que nosotras.”

Ante el encargo adicional la mujer no pareció sorprenderse, quedándose a la expectativa ante sus palabras calmada. “Es probable que tengas razón y no nos cueste demasiado conseguir lo que pides…” dijo sonriendo mostrando sus dientes sin sentir vergüenza alguna de su poca modestia. “Pero antes que te diga si estoy interesada o no, necesitaría un par de cosas. Primero saber el dinero que conseguiríamos por este trabajo adicional y mas importante lo que haremos arriesgando nuestros cuellos con nuestros clientes.” Le respondio en una forma bastante cauta ante la oferta de la joven.

“Leo” sonrió ante el piropo que la mujer le regaló, interpretando el papel de cualquier joven que estuviera a solas en una habitación con una belleza como aquella. Tras ello, volvió a los negocios que les ocupaban a ambos mientras respondía – En un par de horas puedo llevarlos hasta vosotras, o incluso antes si os viene mejor. Realmente ellos están más que dispuestos.

Ante la pregunta directa sobre el oro que recibirían por el trabajo adicional y de qué se trataba, la joven huérfana disfrazada de muchacho suspiró con una sonrisa satisfecha antes de continuar.

-No esperaba menos de ti, por eso me gustaste desde el primer momento… ¡Bien! Como te he comentado hace poco que estoy trabajando para el señor que paga a estos norteños junto con un amigo. El problema es que alguien ha robado unas monedas y un anillo a uno de ellos y no han tardado en sospechar de mi amigo por ser de color, e incluso de mí. Estoy seguro de que, si uno de ellos ha robado a sus propios compañeros, se jactará de ello con ayuda de un poco de alcohol y si se presenta la conversación adecuada, por lo que sería de agradecer que tú y tus amigas pudierais averiguarlo. Si de paso podéis decirme algo de relevancia acerca del señor para el que trabajan, mejor que mejor, pero no solo os pagaré a todas por el intento, sino que la que descubra lo que necesito saber, se llevará tres veces esa cantidad. – Finalizó, esperando a que Cinzia le expresara su opinión al respecto.

Asintió. “Si seguramente lo están, como dije algunos vienen más por ello.” Afirmo encogiendo sus hombros para dejarla continuar. Con una sonrisa felina e inflando con algo de orgullo su pecho acepto como una caricia el comentario de Leonor. Al menos hasta que paso a informarle más sobre lo que harían en aquel trabajo.

“Ya veo asi que un señor norteño y un posible ladron…” comento mientras meditaba la nueva información que le habia entregado el supuesto chico. “Podemos tratar de interrogar sutilmente a estos hombres, aprovechando como dices el alcohol y nuestros encantos pero te dire que lo del señor podría ser algo mas delicado.” Le dijo con tranquilidad. “Digo los hombres no son de hablar mucho de su jefe cuando están con nosotras.” Admitió sonriendo con picardia seguramente implicando algo.

Finalmente se paro de la cama y la miro con dulzura a los ojos azules de ella. “De cualquier manera, intentaremos hacerlo, junto con localizar al ladron.” Concluyo estirándola mano en un gesto claro para cerrar el trato.

-No te preocupes si no averiguas gran cosa sobre el señor… Si podéis sería estupendo para mí, pero lo importante es pillar a ese ladrón y evitar que inculpen a mi amigo. Ya sabes lo dura que es la vida en las calles como para que cuando uno tiene algo de suerte vengan otros e intenten tirar tus esfuerzos por la borda – Le respondió dejándole ver que confiaba en ella para que desempañara esta tarea como mejor supiera.

Dicho esto, aceptó su mano para cerrar el trato, al mismo tiempo que le decía guiñando un ojo – Te lo agradezco, y si alguna vez necesitas algún favor por mi parte, dalo por hecho. Soy un experto en colarme en lugares difíciles sin que se note mi presencia y así tendría una excusa para volver a verte – Finalizó, regalándole otro cumplido para que se sintiera aun más preciosa.

La chica pareció quedarse más pensativa con sus últimas palabras. “Tienes razón es una de las injusticias de la vida, en especial cuando ocurre con alguien que tiene una posición parecida.” Le dio la razon poniéndose algo más seria por primera vez en la discusión. “Haremos nuestro mejor esfuerzo.”

Aun teniendo su mano sonrió grande ante el hecho que le regalaba un favor. “Bueno…creo que aprovechare el favor ahora.” Dijo acercándose a la joven antes de pegar un sonoro beso en su mejilla. No pudo evitar reírse un poco antes de explicar sui razón. “Seguro se vería raro que te fueras sin alguna marca de mi parte por el cariño que nos dimos cariño. No te parece?” se excusó mientras soltaba la mano dejando una clara marca en la joven.

“Vuelve cuando quieras pequeño. No necesitas excusa lindo.” Dijo devolviéndole el guiño y el cumplido.

Leonor se alegró de haber conocido a aquella chica. Algo le decía que aunque pertenecían a mundos diferentes, estaban más conectadas de lo que hubiera parecido en un principio. Quizá si ella y su hermano no hubieran escapado de Luca Vestini cuando lo hicieron, su destino sería algo parecido, por todo ello, sostuvo su mano y quizá la apretó con algo más de cariño del que pretendía en un principio.

Por todo ello, cuando la joven le dio aquel beso en el rostro, sus mejillas se volvieron de las tonalidades del carmín, mientras trataba de ocultar el rubor que aquel gesto le había causado. A veces interpretar el papel de chico podía resultar más peligroso de lo que jamás se planteó en un principio, no obstante sabía que esta decisión la había salvado de manos de más de un depravado en todo el tiempo que llevaba en las calles.

-Yo… no… no sé si necesitas darle un porcentaje de tus supuestas ganancias conmigo a tu patrón. Después de este trato ya no me queda demasiado pero si te causa algún problema puedo darte mis últimas monedas – Le confesó de forma apresurada con nerviosismo, sabiendo que el tiempo de estas chicas era demasiado valioso para que lo perdieran en dialogar.

-Ten por seguro que volveré, pero yo te trataré como te mereces y no como esos zafios que tan solo quieren tu cuerpo – Finalizó mientras se ponía en pie dispuesta a irse ya, quizá con más sinceridad de la que hubiera querido en un principio.

Se la quedo mirando casi como si estuviera admirándola mientras parecía contenta de escuchar la propuesta que le daba. “No seas tonto, seguramente necesitas esas ultimas monedas mas que yo. De mi patrón me encargo yo, que de otro lado sacare mis monedas.” Se apresuró a decir tratando de hacerle evitar tal gentileza que la mujer no parecía necesitar. “Igual muchas gracias.”

Parecio causarle algo de gracia las ultimas palabras de este. “Te estare esperando joven…” respondio despidiéndolo hasta la entrada de la habitación para dejarle via libre para que se fuera por sus propios medios.

Como la primera vez que habia pasado el salón se encontraba mas tranquilo de lo que podría imaginarse de un establecimiento de ese tipo. Los pocos hombres que se veian eran rápidamente llevados a las habitación haciéndolo parecer un lugar mas refinado de lo que en verdad era. Fue al salir que te encontraste con un hombre rudo que te examino y sonrio con los pocos dientes que tenia cuando noto el beso pero luego de eso volvió rápidamente a su vigia.

En el momento en que la chica rechazó las monedas extra, Leo supo que la había juzgado bien. Esa mujer de voluntad fuerte tenía también conciencia y buen corazón, a pesar de que seguramente la vida no había sido demasiado agradable con ella. Por todo ello, una sonrisa se dibujó en el rostro del falso hombrecito cuando recibió el agradecimiento por parte de Cinzia y la indicación de que podía partir.

-Soy yo quien te estoy agradecido – Dijo tras darle un beso en la mejilla a modo de despedida y atravesar el salón, procurando no demorarse demasiado. Debía llegar cuanto antes donde estaban los norteños para conducirles hasta el burdel y que las damas pudieran ganarse esas monedas extra que les había prometido.

Por todo ello, procuró evitar la mirada del hombre rudo que se topó en la entrada o cualquier cualquier trifulca en general, y fue derechita hasta la posada donde los hombres de Konrad la esperaban.

El regreso a la inusual taberna italiana, no tuvo ningún obstáculo importante para la joven huérfana que con facilidad hizo su camino a este. Al entrar fuiste recibida por la misma imagen que la mañana, solo que habían varios de los participan que faltaban desde la última vez que habías estado.

Sin embargo el norteño de antes se encontraba presente comiendo un pedazo de cerdo junto a unos compañeros, el olor del platillo te hacia babear ahí mismo en la entrada. Tal vez por eso no te había visto entrar por la puerta o tal vez por la conversación con sus compañeros.

Por lo demás el dueño seguía en su lugar de la barra, ni Josef ni Imanu se encontraban presentes aunque podias imaginarte que el primero estaría trabajando y el segundo siguiendole.

Leonor se alegró de haber regresado sin contratiempos a la posada cuando aun despuntaba el sol en el horizonte. De ninguna manera deseaba quedarse allí cuando Konrad despertara, por lo que tenía que llevar a sus hombres pronto para evitar que el tiempo se le echara encima.

Cuando no consiguió encontrar ni a Josef ni a Imanu, la joven huérfana no se sorprendió demasiado, aunque su sonrisa se ensanchó al ver al norteño mientras se acercaba a él, a pesar de que lo hubiera dado todo por degustar aquel espectacular cerdo que estaban devorando delante de sus narices.

-Ciao amico! Habéis tenido suerte y las chicas más lindas del local están deseando conoceros. Les he pedido que esperen hasta dos horas, así que tenéis tiempo de terminar ese suculento plato. Si no, siempre puedo sacrificarme yo y terminarlo por vosotros – Dijo con una sonrisa pícara, dejándoles claro que estaba hambrienta, esperando que su actitud les divirtiera y que la invitaran a comer.

Los norteños notaron su presencia antes que terminara de acercarse, sus rostros por suerte mostraban un gesto amistoso que le invitaba a ella a dar los últimos pasos hasta el encuentro.

Fue el norteño con el que habías hablado antes que empezó a reírse con ganas ante tus ocurrencias. “Terminarlo?” pregunto mirándola entero centrándose en su estómago. “Miren muchachos, cree que puede comerse un cerdo que pesa mucho más que èl.” Comento dejando para afuera la imposibilidad que planteaba el hombre, por otro lado Leonor se daba cuenta que era verdad el tamaño del plato era algo intimidante aun para alguien que viviera con hambre.

“Nada si tenemos tiempo nos quedaremos comiendo, sírvete un poco no vaya a ser que no nos dejes nada.”  Comento en broma mientras pedía por otro plato.

La risa despreocupada del norteño consiguió contagiar de buen humor a la huerfanita, la cual esperaba de corazón que no fuera él quien había robado a sus compañeros.

-Tengo tanta hambre que por supuesto que podría, pero no quiero privaros de un manjar tan delicioso, y menos cuando necesitaréis todas las fuerzas que ese porcino os de, para el momento en el que visitéis a tan distinguidas damas… Pero con gusto aceptaré ese plato que me ofrecéis– Continuó con buen humor, sonriendo y haciendo una reverencia, justo antes de acercarse y sentarse a su lado, encantada con la invitación.