Partida Rol por web

La noche no había pasado tan complaciente para la pequeña huérfana que como cada noche habia sufrido de terribles pesadillas que no recordaba, ademas de que ahora sentia cierto vacio en ella del cual aun completamente despierta no podía terminar de identificar su causa. Aunque no por ello iba a quedarse en la cama sintiendo lastima por ella misma, ya que no fue algo había hecho cuando su hermano no había aparecido y no lo haría ahora por la razon que fuera.

Esto se debía en parte porque había tenido un encuentro extraño, que parecio en su momento un sueño raro de los que tenia con frecuencia. Se debia encontrar con él hoy mismo al mediodia, en la plaza de San Marcos. Una cita que tal vez bajo mejores circunstancias le habría alegrado el dia pero ella sabía que por su suerte esto podía terminar muy mal para ella.

Pero no había más que hacer que prepararse y sonreír con una falsa alegría hasta conseguir lo que necesitaba. Por lo que tambien deberia arreglarse mentalmente para desempeñarse como una chica normal en ste encuentro, algo que no tenia como costumbre desde que era muy chica pero suponia que si tenia alguna duda de pedir ayuda a las demas mujeres de la taberna.

Se encontraba de pie en medio de un gran salón de pulido suelo y ornamentados muebles de oscuro quercus. Estaba totalmente sola y la escasa luz que atravesaba los enormes ventanales lograba plasmar un tétrico juego de sombras y luces que la hacía estremecer.

En ese momento, unos pasos resonaron por toda la estancia, cuyo eco se vio multiplicado en las paredes de aquel inmenso lugar. Su corazón se aceleró al ser consciente de que una oscura silueta se acercó lenta pero imparable hacia ella que, en estos momentos, portaba un hermoso camisón de intrincados bordados que hacía que su condición de mujer fuera aun más evidente. Tenía bastante frio y su delicado cuerpecito que se sostenía descalzo en aquel impávido suelo, se sentía tan vulnerable y desprovisto de cualquier método de defensa, que no podía dejar de temblar. Entonces aquella sombra con forma humana llegó hasta donde estaba y la miró con una intensidad tal, que fue incapaz de articular palabra alguna.

– No puedes escapar de tu destino. Tan solo retrasas lo inevitable – afirmó con voz profunda mientras las cuencas de sus ojos teñían su mirada de un rojo carmesí. En ese momento su boca se abrió, mostrando unos brillantes colmillos que se ciñeron sobre su cuello con vehemencia hasta que su propio grito ahogado la sacó de su terrible sueño entre sudores fríos.

Pero aquella pesadilla horrenda desapareció tan pronto como la consciencia se fue apoderando de ella, y tan solo la angustia perseveró en sus entrañas, mientras se incorporaba para afrontar un día que prometía ser peligroso y retador a partes iguales.

Aun no sabía por qué había aceptado la invitación de aquel extraño duelista, aunque su fuero interno le sugiriera que su curiosidad tenía mucho que ver en aquella decisión. Tenía que saber qué era lo que había pasado en aquella Basílica y descubrir los misterios que entrañaba el apuesto caballero por lo que, tratando de sonreír a pesar de la terrible noche que había pasado, la joven huérfana se dirigió a la cocina de la taberna para tratar de buscar consejo en la mujer a la que consideraba su benefactora a pesar de todo.

Sin embargo su benefactora no se encontraba en la cocina, ni tampoco su mas reciente amiga. Pero si la que podría llamar su enemiga, aunque por lo que había escuchado la más conocedora en el tema que ahora tenia en manos Leonor.

Donna se encontraba cerca de la mesa grande que parecía servir en principio para la producción de pan y demás comidas que se producen con harina. Por su parte ella comía una manzana roja con mucho gusto o al menos así lo hacía hasta que noto tu presencia.  

“Ey no te me quedes mirando.” Dijo molesta aunque seguramente se habia dado cuenta que acababas de llegar. Entonces sonrio con maldad. “Al final nunca te pregunte….te divertiste en la fiesta? Puedo invitarte a otra si lo deseas.” Dijo provocativamente dandole luego un gran mordisco a su manzana.

Leonor estuvo a punto de dar media vuelta nada más ver a Dona en la cocina. Realmente, a pesar de que no le guardaba rencor a la mujer, procuraba estar lo más lejos posible de ella al considerarla alguien de doble filo.

-¡Hola hermanita! – Le respondió finalmente con el mismo tono mordaz que la mujer usaba con ella, y citando el mismo título que le atribuyó la primera vez que la conoció – ¡Si claro! Le conté a Camila lo bien que me lo pasé gracias a ti, y está tan encantada del recibimiento que me diste, que me ha dicho que no te olvides de avisarla la próxima vez para que se una a nosotras y nos divirtamos todas juntas. – Afirmó con una sonrisa tan dulce que nadie diría nunca que estaba siendo extremadamente sarcástica.

Acto seguido, se acercó a ella melosa antes de preguntarle con palabras dulces – Donna. No sé como lo haces para estar siempre tan radiante. Estoy segura de que tienes a todos los chicos suspirando por ti. Ojalá yo tuviera tu belleza, la verdad.

Dona al escuchar la forma en que te referiste a ella sonrió con descaro queriendo disimular la molestia que poseía pero por un segundo viste una mueca en su rostro. “Hola.” Dijo finalmente dándote un saludo.

Ante tus siguientes palabras pareció alegrarse en gran medida, tal vez no dándose cuenta de tu sarcasmo. “Oh, enserio? Es extraño porque a mi no me dijo nada, ni siquiera lo contenta que se puso con lo que paso esa noche.” Dicho esto te dedico una sonrisa como la tuya antes de volver a dar un nuevo mordisco a su manzana.

Tu siguiente actuación llamar mucho su atención, mirándote expectante mientras escuchaba tus palabras que la halagaban. “Muchas gracias, es algo con lo que una nace pequeña…” Contesto dándote el perfil como si posara en tu presencia. “Igual siendo sincera no tienes mucho que envidiarme, también tienes mucha belleza.” Devuelve pareciendo como antes seguir el juego que querías jugar con ella.  

La joven pelirroja no podía creerse que Donna no hubiera captado su ironía. Quizá estaba fingiendo como lo había hecho ella o quizá no. En cualquier caso tampoco era importante, por lo que prefirió no tener ningún encontronazo innecesario con la chica ya que, si lo analizaba fríamente, tampoco le había hecho nada demasiado terrible, al menos de forma consciente.

-¿Pasó algo esa noche que yo no sepa? Estuve buscándoos para regresar juntas pero no os pude encontrar, por lo que no sé si me perdí algo importante. – preguntó con curiosidad, intentando averiguar si la visión que tenía Donna sobre la fiesta era la misma que la suya. Aun recordaba lo mucho que se había preocupado por ellas pensando que alguna podía haber caído en las garras de esas temibles criaturas de la noche, y fue un alivio comprobar que todas estaban sanas y salvas.

Cuando la muchacha la alabó, Leonor pestañeó sorprendida. A decir verdad, ella nunca se había parado a contemplar su belleza al haberse preocupado tanto de esconder su rostro y su cuerpo entre ropajes de hombre. En estos días habían sido ya varias personas las que habían mencionado lo bonita que era, y esto era algo a lo que no estaba acostumbrada. – Yo no…no lo creo, pero igualmente tu no solo eres guapísima, sino que además sabes moverte de una forma que pocos son los que quedan ajenos a il tuo fascino. Ojalá supiera tu secreto para, por ejemplo, acudir a una cita con algún apuesto ragazzo y saber qué hacer. - finalizó admirando esa faceta suya con sinceridad.

Hizo un gesto con la mano como sacándole importancia al asunto ante tu pregunta. “Nada especial. Encontramos unos buenos mozos que nos trataron como merecemos en el baile y luego nos hicieron disfrutar la noche estrellada hasta donde ellos pudieron aguantar.” Comento casi riendo mirando a los costados, claramente preocupada que alguien la escuchara hablar de esa manera. Por su lado si bien había sido algo sutil la pequeña no tardaría en descifrar sus significados. “Me parece extraño que tu velada no terminara de una forma parecida.” Dijo encogiendo los hombros no haciendo mención alguna que la hubiera buscado a ella.

Ante cada halago su orgullo pareció agrandarse, aunque seguía pareciendo a la expectativa con la mirada. Entonces sus ojos brillaron cuando terminaste de hablar. “Oh, asi que de esto se trata. Deseas que te ayude a conseguir un apuesto ragazzo.”  Dijo sonriendo grande y acercándose aún más a ella. “Mi secreto es sencillo y podría decírtelo pero deberías pedírmelo correctamente sin este acto barato tuyo. Además espero que tu hombre no sea alguien que hayas conocido acá.” Comento con una sonrisa mordaz como cuando empezaron la charla mientras se acercaba aún más ella queriéndola obligar a que se corra o vaya para atrás.

Leonor se puso ligeramente colorada al imaginarse la escena que Donna le describía, y mirando también involuntariamente hacia ambos lados sabiendo lo peligroso que era que mencionara ese tipo de cosas en público. Si bien las mujeres tenían cierta libertad en Venecia o en Florencia en comparación con el resto ciudades, aquel comportamiento podría ser muy mal visto por la iglesia y por muchos fieles que pudieran llegar a enterarse. – No… yo estuve bailando un poco y luego me retiré a descansar. El día había sido largo para mí y la idea de poder dormir en una cama caliente por primera vez en mucho tiempo, me gustaba demasiado. – Le confesó con una sonrisa, ocultando los detalles desagradables de su noche en la fiesta.

Cuando los ojos de la mujer brillaron al detectar parte de las razones ocultas de la jovencita, Leonor se arrepintió ligeramente de haber intentado pedirle ayuda. Aquella mujer no era demasiado inteligente, pero suponía que en cuestión de hombres y asuntos del corazón, era toda una experta, por lo que posiblemente este tipo de materias debían ser como un libro abierto para ella. – No es un acto barato – se defendió extrañamente molesta por la acusación – Solo te he dicho lo que pienso de ti... quería pedirte consejo solo si tú querías... Lo... lo cierto es que aun no sé si voy a ir – afirmó, esta vez ruborizada visiblemente dando un pequeño paso hacia atrás al sentir como Donna se acercaba.

“Los hombres también duermen en camas calientes y junto a ellos es difícil pasar frio.” Comento con picardía luego que le contaras la parte más tranquila de tu salida nocturna. Al mismo tiempo se libró de su manzana acabada.

Se volvió a acercarse a ella mientras la escuchaba, sin inmutarse ante la defensa que utilizaba ante su acusación y después se quedó mirando curiosa ante sus dudas de ir o no. “Bien te ayudare. Primero que nada sentate, junta valor para salir sin dudas y encontrate con ese hombre…” Le empezó a instruir apoyando sus manos en la cadera de nuevo revisando que nadie escuchara la conversación. “Cuando estés en la cita concéntrate en todo lo que te gusta de él, ignorando cualquier defecto. Incluso elegí reunirte en una taberna con habitaciones disponibles.” continuo con un tono amistoso aunque su sonrisa parecía incrementarse mientras se acercaba hasta tomarte de los hombros para que no te escaparas.

Rápidamente se agacho para hablarte en la oreja. “Finalmente cuando ambos estén lo suficiente ebrios, le permitirás que te lleve a una cama y bueno…dejaras que te convierta en mujer, que es algo que parece faltarte para que te despabiles un poco.” Termino diciendo antes de soltarse y retirarse de la cocina.

La joven huérfana escuchó las respuestas de Donna tan colorada que podría haberse confundido con la manzana que se había comido momentos antes. ¿Cómo podía ser tan libertina? Lo que le estaba insinuando era que se acostara con Dante en la primera cita y que encima fuera ella la que se le insinuara primero. Estaba claro que ellas dos eran como el día y la noche y que no se parecían. Jamás podría seguir los consejos de la muchacha aunque quisiera, cosa que no era el caso en esta situación. Si finalmente regalaba su virginidad, sería a alguien que fuera digno de ella, y por mucho que le gustara el duelista, ese tipo de cosas no podían saberse en una primera cita.

Con todas las reflexiones en su cabecita. Y tras ver como Donna se alejaba de la cocina, Leonor quedó aun más confundida que antes. Si no fuera porque sabía que a Camila le hubiera gustado que se divirtiese un poco, habría borrado la absurda idea de verle de su mente.

Lamentablemente Camila no se encontraba en la taberna en estos momentos, por lo que no podría pedirle Ningún consejo adicional y tampoco le quedaba demasiado tiempo, por lo que, despidiendose con una sonrisa de la descarada muchacha, fue hasta su habitación para lavarse y para colocarse el bonito vestido nuevo que le había regalado Camila.

Su cabecita aun trataba de olvidar aquel desvergonzado consejo mientras llegaba a la gran Plaza de San Marco, esta se encontraba llena con una gran cantidad de personas incluyendo vendedores y otras jóvenes como ella aunque ya acompañadas por sus supuestas parejas.

Al principio parecio que sería difícil encontrarlo con tanta gente, pero entonces sintió una mano en su hombro que se deslizo fuera de esta cuando Leonor se dio vuelta. Al mirar detrás de ella lo encontró al duelista que le dio una rápida mirada a su bello vestido antes de regalarle una sonrisa reconfortarle. Como antes venia vestido con una vestimenta oscura aunque siendo de mejor calidad que en la noche y conservando a un costado la espada con la que ella lo habia visto por segunda vez.

“Eres mucho más hermosa ahora, con el sol ayudándote a volverte mas radiante en mis ojos.” dijo en un tono meloso mientras se colocaba junto a la pequeña. “¿Estas preparada para una rica merienda o prefieres un paseo antes de ello?” pregunto dandole la elección a ella para que incrementara la duración de su cita.

Había tardado un poco más de la cuenta en arreglarse. Tras darse un revitalizante baño, había tenido que ceñirse el vestido sola, aunque los resultados que obtuvo fueron realmente magníficos. La delicada prenda de bordados dorados y brillante tela azul a juego con sus penetrantes ojos llenos de vida, era lo suficientemente bonita como para que llamara la atención entre el resto de mujeres de la plaza de San Marco. Le hubiera gustado que su hermano pudiera ver la mujer en la que se estaba convirtiendo a pasos agigantados, aunque posiblemente él le reprobaría que fuera a almorzar con un hombre al que acababa de conocer, por muy famoso que fuera su apellido y por mucho dinero que tuviera.

El duelista tomo con delicadeza la mano de la pequeña, besándola luego de comprobar su buen ojo a ella. Cuando volvió a levantar la mirada desde su mano a el rostro más destapado que lo que acostumbraba ella. “Es muy posible que lo sea adulador con otros, pero todo halago que te dedique a ti no será más que una verdad indiscutible.” Le devolvió a la joven casi enseguida como si también habría recibido esa misma frase por otras mujeres.

Cuando ella opto por el paseo, el duelista le ofreció el brazo para que lo tomara y comenzaran el paseo juntos como se esperaba en un cita. “Me parece una buena idea.” Afirmo empezando sus pasos hasta dirigirse a aquel puestecito que cuidaba una dama que como las flores que vendía vestida con un hermoso vestido, sin embargo no terminaba opacando a las flores que parecían expandirse por todos lados y formar un pequeño jardín en la plaza.

Dante llevo a ambos frente a las flores y pareció examinarla detenidamente  dejando que Leonor disfrutara el refrescante olor que desprendía cada una y la hacía olvidar el que pertenecía a la gente. A los pocos segundos notas a Dante inclinándose a darle unas monedas a la florista y a susurrarle algo al oído. Entonces sin más empezó a recorrer con su mano por encima de las flores dejándote un buen suspenso cuál de todas elegiría terminando en una rosa blanca en plena florecimiento con sus pétalos expandiéndose. “Sintió que esta flor te es correspondida, no es así Leonor?” pregunto aunque el tono en que lo decía te hacía pensar que tenía cierta seguridad en esa opción. “No dudes en pedir si deseas más de una, esto para mi es una forma de agradecerte por tu presencia.” se expresa en un tono bajo acercandose a ti, queriendo dejar aquel comentario un foro intimo entre ustedes dos.

Leonor sintió como un agradable cosquilleo recorrió su piel cuando el noble la tomó de su mano y la besó con dulzura. También le gustó la gorma en la que se defendió de su ataque verbal, a pesar de que era consciente de que, posiblemente. Usara la misma técnica con el resto de mujeres que conquistaba.

No obstante, para la jovencita, este era un día emocionante a pesar de que no pensaba permitirle que se propasara con ella en su primera cita bajo ningún concepto. Esa nueva experiencia de cortejo hacía que se sintiera viva y que comenzara a cree que realmente era tan hermosa como le decían, por lo que, tomándole del brazo, paseó junto a él mientras disfrutaba del sol calentando sus sonrojadas mejillas y se deleitaba con el aroma de las flores y de la comida que los puestos ambulantes ofrecían a los transeúntes.

Una vez situados en el puesto de flores, la joven permaneció en silencio, expectante ante la decisión de Dante sobre qué flor sería su favorita. Cuando finalmente le susurró algo a la tendera y cuando depositó entre sus dedos aquella perfecta rosa de pétalos tan puros como hermosos, su rostro se iluminó con una sonrisa antes de responder – Definitivamente tienes un don para saber contentar a las damas. Es una flor preciosa que no precisa de la compañía de otras flores para destacar, y soy yo la que estoy agradecida por invitar a una desconocida de la que apenas si sabéis su nombre.

Tras estas palabras se dispuso a acompañarle, sintiendo curiosidad por la velada que le esperaba.

El duelista tenía una forma algo básica para darse cuenta que flor quería ella u otra mujer, seguir sus miradas a cualquier flor que llamara suficiente la atención de las jóvenes. Pero eso no era algo que le admitiría a ella, mientras sonreía ante su halago. “Eso mismo pensaba cuando la fui a recoger.” Ofreció para luego terminar de escucharla.

“A mí es suficiente tu nombre, no necesito un apellido si es que eso te sigue apenando.” Le contesto acariciando su mano con delicadeza para que se relajara en esa instancia. Aunque el Giovanni notaba que ella no necesitaba sus palabras para relajarse, lo que le ponía contento haciendo su caminata una mejor idea de lo que pensó en un principio.  

Siguieron caminando pasando por los puestos de comida que largaban un olor que podría abrir el apetito de cualquiera. Entre los puesto Leonor no tardo en notar el puesto de panes de su amigo Taddeo, el chico como era de esperarse se encontraba el chico vendiendo mientras el padre parecía charlar con un compañero de un puesto cercano. Por lo ocupado que estaba no creías que te terminara viendo, aunque si llegara a pasar sabias que no podría identificarte vestida como mujer.

“Oh, creo que veo algo que te puede gustar.” Dijo el duelista llamando tu atención delante hasta que ambos terminaron enfrente a uno de los típicos actos callejeros que florecían en las ciudades más importantes de Europa. Tomando un Grosso de su bolsillo lo exhibió al juglar que podia ser que hasta ese momento no habia notado al hombre con su pareja. "Bien Juglar, entretenos a mi y a mi pareja." le ordeno aunque con un ritmo mas delicado que no hiciera ver que lo estaba haciendo.

Leonor sonrió ante las palabras del duelista, al tiempo que olía el suave perfume de la rosa que sostenía entre los dedos – No me apena especialmente. Tan solo me sorprende que seas tan confiado ¿Quién sabe lo peligrosa que puede llegar a ser una desconocida? – Bromeó, dejando bastante patente con sus gestos, que no suponía riesgo alguno ni para él ni para un gran número de personas a juzgar por su fuerza y su constitución.

El roce de su mano volvió a pillarla por sorpresa, regalándole unas mejillas tan sonrosadas que resultaban terriblemente inocentes a la luz del sol. No obstante, no retiró la mano y le siguió por aquellos puestecitos, tratando de no mirar directamente a los ojos de su amigo Taddeo para evitar que la reconociera, e intentando discernir qué era lo que le mostraría en el preludio de su cita.

Cuando Dante se detuvo ante una de las actuaciones callejeras y llamó la atención del juglar, los intensos ojos azulados de la jovencita brillaron ante el suspense y la expectación de lo desconocido. Esta era la primera vez que nadie actuaría para ella. La primera vez que le dedicaban tantas atenciones juntas y la primera vez que se sentía como una chica normal. Estaba tan feliz, que lo único que enturbiaba sus pensamientos era la posibilidad de que aquel apuesto noble tuviera intenciones ocultas tras aquella capa de amabilidad.

Ashriel se dio la vuelta al instante; aquel día llevaba un antifaz en tonos azules, a juego con su traje de arlequín, que le dejaba los labios al descubierto pero tapaba el resto de su rostro, salvo sus oscuros ojos. Sonrió al noble, mientras aceptaba la moneda de buena gana. 

-¿Un voto de confianza antes siquiera de haber escuchado nada, mi señor? Os lo agradezco de veras -entonces miró a la joven que se agarraba dulcemente a su brazo, observándola detenidamente-; no os arrepentiréis de haberme elegido para entretener a aquesta hermosa joven de ojos de topacio. ¿Y bien, signorina? ¿Qué gustáis? ¿Acaso una historia de amor y romances? -inquirió, mirando con una sesgada sonrisa la hermosa rosa blanca que ésta sujetaba entre sus manos- ¿o quizás una heroica gesta? ¿queréis conocer las hazañas de algún héroe? ¿O mejor escuchar sobre las intrigas de la vida de gentes corrientes? Pedid, hermosa flor de pétalos de fuego, pedid y regalaré vuestros oídos con la mejor canción -terminó, haciendo una adornada reverencia con la gracilidad de un equilibrista.

Cuando el juglar se dio la vuelta, durante un instante el corazón de la joven huérfana se paró de repente. El antifaz que portaba en el rostro mostrando tan solo sus labios fue un recuerdo tan vívido de lo que le había ocurrido en aquella misma plaza, que se quedó sin respiración.

No obstante, tanto su voz como su figura diferían bastante de las del hombre que había tratado de llevársela aquella noche en contra de su voluntad, por lo que, tras la sorpresa inicial, pudo recomponerse y devolverle la sonrisa tímidamente antes de responder a su petición con gentileza.

-Os agradezco el cumplido, amable juglar. Me gustaría conocer alguna historia digna de mención sobre alguna de las familias nobles locales. A ser posible algo que haya ocurrido recientemente y que no sea muy conocido. – Sugirió, esperando con ello sacar algún tipo de información adicional sobre la inscripción de su misterioso medallón.

—¿De alguna familia de aquí? —Ashriel se sorprendió por la extraña petición, pero la moneda ya estaba en su bolsillo, así que sonrió e hizo una solemne reverencia— Bueno… si os digo la verdad, noble dama de ojos de turmalina, acabo de regresar a estas tierras tras diez años errando por el vasto mundo... no conozco nada reciente, al menos que yo tenga conciencia de ello —rió—, sin embargo... hay una leyenda… no quiero que nadie se lo tome como algo personal —advirtió el juglar en voz alta, viendo que algo de público comenzaba a rodearlo, mientras afinaba su laúd; no siempre improvisaba sobre la marcha, muchas veces traía historias ya aprendidas, pero aquella situación lo requería—, me la contaron en uno de mis viajes y está relacionada con una noble familia proveniente de aquí, una familia italiana, de casta cuna… pero empecemos por el principio…

Entonces se aclaró la voz, dio un par de acordes lentos, tentativos, y comenzó a tocar y a narrar cantando, transformando a verso en ese mismo instante la historia que le habían contado una noche de hoguera en los caminos:

—Os contaré una historia, milady,

Que no muy lejos de aquí escuché.

En las tierras de la alta Romania,

A través de las cuales viajé.

Esta historia habla de viejos mitos,

Leyendas, cuentos y cantares;

Habla de antiguas tradiciones,

De cantos de tiempos inmemoriales.

Entonces la voz se elevó y los dedos comenzaron a moverse más rápido. Ocho acordes para cambiar ligeramente el tempo y un par de rasgados después, llegó el estribillo de la canción:

Traición sobre traición, vendetta tras vendetta;

Las leyendas cuentan que fue aquí que sucedió;

Con sangre de su sangre, y por la muerte en vida,

Por siempre a la familia llegará la maldición.

Los ojos de Ashriel se cerraron. No porque tratara de recordar la historia, que retenía perfectamente en su cabeza, ni porque no supera cómo transformarla a versos, los cuales se escribían en sus labios antes siquiera de que él se percatase. No. Se cerraron cuando la música llegó a su alma y embargó su cuerpo. Sintiéndola, disfrutándola. Y así quiso transmitirlo a su audiencia. Porque aquella era la esencia del juglar, la de emocionar con notas y embaucar con versos. 

Mas escuchad atenta lo que os digo,

Pues de Venecia vino la traición;

Desde la madre Italia se cernían,

Los vientos de venganza y sinrazón.

Cuentan que vivía aquí una familia,

Entre oros, sedas y mansión;

Cuentan que su origen, noble casta,

Se derrama de la sangre y el dolor.

Traición sobre traición, vendetta tras vendetta;

Las leyendas cuentan que fue aquí que sucedió;

Con sangre de su sangre, y por la muerte en vida,

Por siempre a la familia llegará la maldición.

A aquellas alturas, su amigo Andêl, un marionetista que lo acompañaba desde hacía tiempo en sus viajes, ya se había acercado a ver por qué Ashriel se había decidido a improvisar una canción sobre la marcha en lugar de cantar las que sabía seguras y ayudaba a su amigo, haciendo bailar sus títeres al son de la música con un realismo prodigioso, escenificando la historia que las palabras relataban. 

Dos estirpes nobles tiempo ha,

Se enzarzaron en disputa sin sentido.

Dos estirpes que en la eternidad,

Todavía pelearán en el olvido.

Y los hijos de los hijos clamarán,

Venganza que a los padres fue rechazada.

Y los nietos de los nietos buscarán,

La manera de ver ésta realizada.

Traición sobre traición, vendetta tras vendetta;

Las leyendas cuentan que fue aquí que sucedió;

Con sangre de su sangre, y por la muerte en vida,

Por siempre a la familia llegará la maldición.

Tras el clímax de la canción, protagonizado por aquel último estribillo, en el que los dedos del juglar apenas se veían bailar sobre las cuerdas, la música cesó de pronto. Repentinamente. Casi de manera abrupta. Los títeres se detuvieron al instante, como si de un juego se tratase.

 Y entonces, en aquel momento, Ashriel abrió los ojos. Miró fijamente a Leonor, con una intensidad serena en sus ojos del color del azabache. Sin despegar la mirada de ella, sus dedos comenzaron a tañer de nuevo las cuerdas, lenta, suavemente. La misma melodía anterior, pero en un tempo completamente distinto, grave, seria. 

Venidos del Medio Oriente los primeros,

Capadocios de Ashur, sus hijos, nietos;

Que el cielo y la tierra se encontraran,

Era su voluntad y su secreto.

Venidos de la noble Italia eran

Los segundos, linaje de poder;

Cara costó aquella gran victoria,

Giovanni se llamaron al vencer.

Traición sobre traición, vendetta tras vendetta;

Las leyendas cuentan que fue aquí que sucedió;

Con sangre de su sangre, y por la muerte en vida,

Por siempre a la familia llegará la maldición.

La voz de barítono de Ashriel, hasta entonces elevada y potente, se había suavizado en aquellas dos últimas estrofas y el estribillo. Sus ojos no se habían despegado de los de la muchacha, sin percatarse de nada más. Las marionetas, escenificando una pelea entre dos facciones, terminaban de matarse unas a otras, estableciendo claro vencedor. Y los dedos del juglar, ni tan rápidos como al principio, ni tan lentos como en las últimas rimas, arrancaban al instrumento de nuevo fuertes notas, claras, serenas. 

Su voz resonó de nuevo, por encima de la algarabía de la plaza:

Traición sobre traición, vendetta tras vendetta;

Y en las noches sin luna claman sus almas de dolor;

Con sangre de su sangre, y por la muerte en vida,

Renuevan cada noche el pacto de su maldición. 

Un silencio se había hecho a su alrededor. Unánime. Lleno. Era un silencio pleno de tensión, cargado de aire retenido en los pulmones, plagado de manos sobre los labios. El juglar sabía que podría levantar polémica por lo que acababa de contar, pero algo, no tenía muy claro qué, una fuerza interior, había despertado en él la necesidad de contar aquello que sabía. No había despegado sus ópalos de los ojos de ella desde que los había abierto, en las últimas estrofas. Por alguna razón, los brillantes tonos sinople de la mirada de la mujer despertaban confianza en él, quizá fuera porque le recordaban en cierta manera a Velia, con su prístina e inocente mirada, matizada de nostalgia y jaspeada de curiosidad. No tenía muy claro por qué había contado lo que había contado, pero lo había hecho.

Y tras terminar, un silencio unánime había asolado a su audiencia. Un silencio que, sólo tras haber transcurrido medio minuto, rompió una palmada solitaria. Luego otra, después otra más. Y, de pronto, la tensión estalló en miles de diminutas lágrimas brillantes, el aire retenido en los pulmones espiró como si de una única persona se tratase y las manos se retiraron del gesto de sorpresa para aplaudir finalmente la historia del cuentacuentos. Los títeres se quitaron el sombrero y saludaron a la multitud y sólo en ese momento Ashriel salió de su ensoñación y sonrió, haciendo una reverencia ante la muchacha, rompiendo al fin el contacto visual; no quería parecer maleducado, aunque quizás hubiese sido ya demasiado osado. 

Al levantarse, se dio cuenta de lo que había contado precisamente allí, en Venecia, precisamente entonces, en un tiempo ligeramente convulso y de exaltados ánimos, así que se vio en la necesidad de terminar con una nota aclaratoria. 

—Evidentemente lo que os he contado, signorina, no es más que una leyenda transmitida de generación en generación que escuché allí, en la Alta Romania, de labios de una dulce muchacha rubia venida de Hungría y una joven y altiva condesa nórdica de cabello similar al vuestro, que viajaban juntas por aquel entonces*. Si es verdad o no la historia que os cuento, lo desconozco, es una leyenda y, como tal, viaja de boca en boca más veloz que el viento y se extiende de continente en continente más rápido que la pólvora china... No es sino una mera historia con la que espero hayáis disfrutado como merecéis; vos, vuestro noble acompañante y el resto del público aquí reunido —abarcó con la mano a la congregada multitud, entre quienes Andêl ya se afanaba en pasar un gorro; entonces volvió a mirar fijamente a los ojos de aquella joven que lo habían retenido antes, tratando de descubrir por qué—; espero de todo corazón haber amenizado vuestra noche, milady. Gracias por vuestra atención.

Terminó de nuevo con una cuidada reverencia a la joven, otra al hombre que la acompañaba, el que le había dado el grosso al comenzar, y una última en dirección al resto del público que lo rodeaba. 

La moneda se había quedado con el Giovanni y aunque no lo supiera en un principio se quedaría con ella hasta terminara gastándolo en un mejor lugar para él. Sin embargo eso seria adelantarse ya que un principio sonreía como tanta otra gente que los empezaba a rodear y además se le habia despertado una gran curiosidad cuando se nombró una leyenda de una familia noble.

No habia forma que Dante negara cierta emoción mientras escuchaba las notas y las palabras del relato. Como buen espadachín no era dificil saber que estos relatos con accion lo tendría atraído rápidamente. Mas cuando se nombró a su familia junto a todas referencias a sangre venganza y muertos en vida su rostro se oscureció, mientras su mano empezo apretar un poco la mano de Leonor sin que se diera cuenta.

Fue en medio del largo silencio donde la moneda volvio al bolsillo del noble y en su mente se planteó la idea de romperle la cara al Juglar, aunque lo que lo detuvo de toda accion hostil fueron las reacciones de las demas personas ante la historia. Aplausos y lágrimas que marcaban que su lealtad no pertenecía al noble y eso le preocupaba por posibles atentados a su vida. Sin embargo observo con recelo la mirada del juglar a su pareja.

Deseaba insultar en especial ante su última aclaración, pero de sus labios salieron otras palabras. "Leyendas de tierras lejanas, que difaman familias que nunca conocieron. Ingenuos son las personas que las creen." dijo forzando su tono a uno neutral a pesar de sus sentimientos. Acordandose de su mano solto la de Leonor, dejando como antes un agarre delicado.